sábado, 29 de octubre de 2016

Entrevista a Miguel Riera sobre los 40 años de "El Viejo Topo" “Nos gustaría apoyar la idea gramsciana de construcción de un bloque histórico capaz de impulsar una transformación real”

Salvador López Arnal


Miguel Riera es el director de la revista El Viejo Topo. -Sé que recuerdas el grito-recomendación del Manifiesto: “Proletarios de todos los países, ¡uníos!”. Pero si conoces una variante más moderna. Nos hemos reunido los topistas de muchos lugares hace muy pocos días y hemos lanzado nuestro lema, una versión actualizada del anterior: “¡Topistas del mundo, uníos! ¡Este no es nuestro mundo!” De paso hablamos de nuestra historia y hemos recordado nuestros cuarenta años, nuestro 40 aniversario al lado del viejo topo marxista que sigue haciendo pacientemente su trabajo: cava y cava. Un encargo del colectivo reunido: ¡que te felicite! Lo hago y añado: 40... y 30 años más. Y que sigas con nosotros, que sigamos todos.

Para situarnos en la historia de una de las publicaciones españolas de izquierda más adultas, viajemos si te parece a 1976. ¿Quién eras tú en aquellos momentos? Creo que habías estudiado Químicas, venías del mundo científico.
-Sí, estudié químicas. Al acabar la carrera estuve cinco años investigando en un organismo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. El tema de la tesis era “Radicales libres inertes funcionalizados”. Ya ves, la vida nos lleva por caminos inesperados.

-¿Radicales libres inertes funcionalizados! ¿Y eso qué debe ser? No me atrevo a preguntarte. ¿Por qué os dio por fundar una revista?
-Bueno, supongo que fue una modesta contribución a la lucha contra el franquismo y el posfranquismo. En la Universidad viví los años del Sindicato Democrático, de las manifestaciones, las expulsiones... creo que se nos ocurrió fundar la revista de una forma muy natural, casi lógica, dados los tiempos que vivíamos. Además yo lo tuve particularmente fácil, porque ayudé a mi vecino, Ángel Casas, a montar una revista de Rock, Vibraciones, un aprendizaje que luego allanó el camino hacia el Topo.

-¿Qué tenía de singular vuestra publicación en aquellos años?
-Tres características que la hacían diferente:
1) Tenía colorines. Incluso nos dieron el premio Laus de diseño.
2) Estaba absolutamente abierta a todas las corrientes de la izquierda. Ese fue uno de los objetivos, que fuera un marco de diálogo entre gentes que se tiraban los trastos a la cabeza desde sus respectivas publicaciones.
3) Le dimos mucho peso a la cultura y a asuntos relacionados con la vida cotidiana. Desde la defensa de los derechos de los homosexuales (por entonces aún con responsabilidad penal) al feminismo, pasando por aspectos novedosos como la crisis de la militancia. En cierto modo fue una revista hija del 68.

-¿Y quiénes emprendisteis la aventura? ¿Erais amigos? ¿De dónde sacasteis el dinero si no es una indiscreción?
-Amigos, sí. Los creadores fuimos Josep Sarret, Claudí Montañá y yo mismo. Tras la trágica desaparición de Claudi, se incorporó Miguel Barroso. El dinero, muy escaso, lo pusieron mi madre y mi esposa, Elisa Nuria Cabot. Los varones estábamos sin blanca.

-¿Puede decirse que, desde el primer momento, el topo fue una revista marxista?
-No. Los marxismos tuvieron mucho peso, desde luego. Pero también el pensamiento libertario. ¡Si hasta llegó a colaborar Jiménez Losantos! Claro que entonces ese personaje era telqueliano, y republicano, por cierto; sus mejores artículos de entonces tenían como referencia a Azaña y otros políticos de izquierda de la época.

-¿A quién se le ocurrió el nombre?
-A Josep Sarret. A mí me pareció un nombre horrible. El tiempo le ha dado la razón, aunque al principio resultó divertido: ibas a un quiosco pidiendo la revista y te preguntaban si trataba de perros, gatos u otros bichos.

-Las cosas os fueron muy pero que muy bien. La revista se distribuía mejor que bien, llegaba a los kioskos, se compraba, se leía, la leíamos. ¿Qué cifras alcanzasteis?
-La tirada habitual era de 35.000 ejemplares, con algún pico de 50.000. Fue increíble.

-¡35 mil, 50 mil! ¡Qué tiempos! Editasteis, si no recuerdo mal, varios números extraordinarios. Uno de ellos, lo conservo aún, está dedicado al estalinismo.
-Sí, empezamos con un especial sobre el franquismo. Cada dos meses publicábamos uno, además del número normal. Pero ya casi no me acuerdo de los temas que tratamos. Hubo uno especialmente significativo, el dedicado al control social.

-Paco Fernández Buey, un amigo común, colaboró desde el principio. ¿Qué temas tocó en aquellos primeros números?
-Estuvo presente ya en una primera reunión, en la que quisimos crear un consejo amplio de redacción. La reunión fue un desastre, porque fue evidente que varios de los presentes trataban de asentar su hegemonía en la revista, así que seguimos adelante sin Consejo. Paco colaboró desde el número 1, con textos diversos, uno sobre marxismos, otro sobre Gramsci, cuestiones culturales... Fue una pieza fundamental, y un amigo leal. Cuando el escándalo del manifiesto de “Lo que queda de España” se puso a nuestro lado sin dudarlo. Tuvo buen olfato.

-¿Qué escándalo fue ese? ¿Lo que queda de España no es un libro de Jiménez Losantos?
-Fue una operación genial de marketing dirigida contra nosotros. El grupo de Jiménez Losantos, Alberto Cardín, Biel Mesquida, etc., nos acusaron de atacar a la libertad de expresión por no querer publicar ese libro, cuando yo ni siquiera había leído el original. Tenían preparado un manifiesto que firmó mucha gente, amigos incluidos, tragándose la mentira. Por aquel tiempo todo el mundo firmaba cualquier manifiesto. Al estallar el escándalo leí el libro, y me alegré de no haberlo publicado. Lo hizo después Ajoblanco, aunque con un contenido del que se habían suprimido algunas estupideces. Fue un éxito de ventas.

-Junto al Topo, editasteis también otras revistas. Transición, Vibraciones, hablabas antes de esta segunda. ¿Qué tal fueron?
-Vibraciones ya existía, era la revista de rock que dirigía Ángel Casas. La casa editorial que hacía esa revista, y de la que yo era el administrador, acogió a El Viejo Topo, y luego a Transición, una revista cuyo subtítulo indica perfectamente su contenido: economía, trabajo, sociedad.

-Pero que también tocó temas de economía ecológica cuando no muchas revistas hablaban de estos temas
-Así fue. La palabra ecología tenía entonces un sentido académico, científico. No se usaba en el lenguaje común. Por cierto, creo recordar que en un número de Transición ya se hablaba de cambio climático. Luego los poderes reales han estado décadas negándolo.

-Luego o al mismo tiempo estuvo el proyecto editorial. ¿Qué libros publicasteis en aquel tiempo? ¿Quiénes llevabais la editorial?
-La editorial la llevábamos los mismos que hacíamos la revista. Publicamos libros de autores importantes: Samir Amin, André Gorz, Saraiva de Carvalho, Fernando Claudín, K.S. Karol, Toni Negri...

-Samir Amin… siempre habéis tenido en gran consideración la obra de este marxista egipcio. Acaso más que ninguna otra editorial.
-Tengo una gran admiración por los trabajos de Samir Amin. Aunque él recientemente ha escrito sobre los errores que ha cometido en el pasado al interpretar el sentido y la dirección de los hechos políticos, yo me asombro de constatar cómo y cuánto acertó en su visión acerca de cómo se desarrollarían el capitalismo, el imperialismo, incluso el llamado socialismo real en las posteriores décadas. Su obra me parece simplemente fundamental.

-Luego estuvieron las jornadas, aquel encuentro inolvidable de 1978. ¿Crees que fue un exitazo? ¿Cómo pudisteis montar todo aquello? ¿Cuántas charlas, cuánta gente asistió?
-Fue un exitazo. Los tres días. Si no recuerdo mal, vendimos 25.000 entradas. Con el dinero de la recaudación del viernes fuimos el sábado por la mañana a pagar las letras protestadas en poder de las notarías. Lo digo para valorar mejor aquel enorme esfuerzo. Ocupamos todo el Pueblo Español de Barcelona con mesas de debate, música, etc. El ciclo de cine franquista lo proyectamos en la Fundación Miró. Para que veas cómo cambian los tiempos: el ayuntamiento de Barcelona nos cedió el recinto completamente gratis.

-Sí, sí, que cambian. ¿Os influyó lo que se llamó por aquel entonces la crisis del marxismo? ¿El desencanto?
-Nos influyó nuestra propia crisis. El desencanto llegó mucho después.

-Te pregunto por la crisis. ¿Cuándo las cosas empezaron a ir menos bien?
-Nunca fueron económicamente bien. Desde el punto de vista empresarial, una responsabilidad que se me atribuyó en exclusiva, la editorial fue un desastre. Nos afectó mucho la quiebra de las distintas distribuidoras de América Latina, y digamos que como gestor aún tengo mucho que aprender.

-¿Qué hizo estallar la crisis?
-Un “golpe de estado” interno protagonizado por Miguel Barroso, que pretendió hacerse con la revista de forma desleal y torticera. Él acabó expulsado por la asamblea que se formó para discutir el asunto, y Sarret y yo acabamos amargados. Ambos abandonamos poco después la revista, que pasó a gestionar Pep Subirós.

-¿Y qué venía ese intento de toma de poder en exclusiva por parte de Barroso?
-Mientras Sarret y yo pretendíamos una revista plural, Barroso iniciaba su aproximación al PSOE. Las discusiones sobre cada uno de los artículos, que hasta entonces habían sido cordiales, empezaron a agriarse. Era evidente que Barroso pretendía instrumentalizar la revista.

-Abandonasteis la revista... ¿qué significa exactamente? ¿No colaborabais de ninguna manera?
-De ninguna manera. Al principio compartimos local, pero en cuanto pudimos nos trasladamos.

-¿En qué año se dejó de publicar la revista?
-En el 82, por sorpresa, Subirós presentó en el juzgado una suspensión de pagos. Sarret estaba entonces si la memoria no me falla, dirigiendo el semanario “El Mon”, y yo dirigía la revista literaria Quimera. La suspensión de pagos fue un golpe bajo.

-Entiendo que estás criticando a Subirós por lo de la suspensión de pagos.
-Pues sí. Pero no quiero hurgar en esa herida, porque Subirós ya no está entre nosotros, y es mejor olvidar las malas pasadas.

-De acuerdo, de acuerdo. Creo que no sigues dirigiendo Quimera pero ¿Qué tal la experiencia a lo largo de estos años? ¿No es difícil mantener una revista literaria de estas características?
-Estoy orgullosísimo de esa etapa. Dirigí Quimera durante 18 años, ayudado por un conjunto de personas de un nivel extraordinario. El mérito es de ellos, desde luego. Alrededor de la revista estaban Juan Goytisolo, Rafael Humberto Moreno Durán, Julián Ríos, Roa Bastos, por citar solo unos pocos. Durante los primeros años se imprimían entre 30 y 35.000 ejemplares, una cifra extraordinaria para ser una revista literaria.

Otro gran éxito. Me centro de nuevo en el Topo. ¿Cuándo se volvió a editar? ¿Quiénes estabais en esta segunda etapa de la aventura?
-En 1993, cuando pude recuperar la cabecera, que Subirós se había adjudicado, supongo que por si algún día decidía volver a publicarla. Pero olvidó seguir pagando los derechos de marca, y así pude recuperarla. Decidimos volver a publicarla hastiados de contemplar la corrupción del PSOE y asqueados por el terrorismo de Estado y los GAL. Nos juntamos unos pocos, Jordi Dauder, José Sanchís Sinisterra, Enrique Helguera, Santiago Palacios, Esther Mañé, mi compañera y yo, para impulsar la resurrección.

-Once años entre una y otra etapa. ¿Eres tú el director en solitario o estaban contigo otros compañeros?
-Era yo el director, con un redactor-jefe muy activo, Xavi Giró.

-¿De dónde salieron los fondos para este resurgimiento?
-Además de los nombres que ya he citado, llegó también una aportación de una de las empresas de Jaume Roures, quien más tarde se desvinculó de la aventura.

-Mirado desde ahora, pensando en aquellos años, ¿no estabais como un llum? ¿A quiénes pensabais que podría interesar la revista en aquel tiempo tal felipe-felipe-felipe?
-Tal vez… pero en la primera época no fuimos los únicos, ni mucho menos. Un sector de mi generación estaba en ebullición creativa, y surgían proyectos por todas partes. También en el sector de las publicaciones. En la segunda época las cosas ya eran diferentes.

-Desde un punto de vista político, ¿teníais las mismas coordenadas políticas e ideológicas que en la etapa anterior?
-Sí en lo fundamental, no tanto en los objetivos. Han cambiado el paisaje y las circunstancias; ahora, por ejemplo, hay que luchar para ampliar o para que no sea laminada la democracia, y entonces había que luchar por conseguirla. Y así más o menos todo.

-Los contenidos, las secciones de la revista, ¿han ido variando a lo largo de estos años?
-Desde luego. Del mismo modo que se ha ido produciendo un relevo, parcial y lógico, en los colaboradores.

-¿Con qué colaboradores habéis contado a lo largo de estos años?
-De la primera época algunos acabaron ocupando altos cargos, pero con la excepción de Juan Goytisolo no les hemos vuelto a ver el pelo. Excepcional en esto fue Fernández Buey, pieza clave tanto en la primera como en la segunda época. En los últimos años, además de los muchos que han colaborado ocasionalmente, debo resaltar a algunos de fidelidad inquebrantable: Antonio García Vila, Higinio Polo, Luis Roca, Víctor Ríos, Eduardo Luque, Antonio Santamaría, Gómez Tarín, y Agustín Rubio son el espinazo de la revista. Además de ti, Salvador, que llevas colaborando en cada número desde hace no sé cuántos años. Muchos.

-Gracias, un honor para mí, ¿Habéis tenido ayudas ministeriales o de la administración en general?
-Hace bastantes años, siendo yo el presidente de ARCE, la asociación de revistas culturales, se alcanzó un acuerdo con el ministerio para que las bibliotecas públicas se suscribieran a todas, o casi todas, las revistas culturales y político-culturales. Surgió un problema que luego ha dado pie a malentendidos: como según la ley de contratos del estado no se puede pagar nada hasta haber sido entregado, el ministerio no podía pagar las suscripciones hasta bien entrado el año siguiente. Para salvar eso, se ideó formalizar el asunto en forma de subvención con la contraprestación de entrega de los ejemplares. Una chapuza, que ha originado que se dijera que las revistas recibían subvenciones, cuando era en realidad venta de suscripciones.

En 2011, por presiones de la UE, el PSOE, poco antes de cederle el gobierno a Rajoy, suprimió las suscripciones a bibliotecas. Completamente.
-Lo recuerdo, lo recuerdo
-En su lugar, el PP implementó, ahora sí, unas subvenciones a fondo perdido (con la entrega de unos pocos ejemplares) pero con cuantías alejadísimas de lo que anteriormente se facturaba. Una lástima, porque ahora son muy pocas las bibliotecas que están suscritas a las revistas.

-¿Cuál es el tiraje actual de la revista?
-Casi me da vergüenza decirlo al compararlo con los de otros tiempos: habitualmente 3.500, alguna vez llegamos a 5.000. De todas formas cuando lo comento por ahí se sorprenden de lo alto que es. No parece que los tiempos sean buenos para el formato revista.

-No son buenos, no lo son. Como revista, ¿hacéis apuestas políticas? No sé, a favor del 15M, a favor de Unidos Podemos.
-Nos gustaría apoyar la idea gramsciana de construcción de un bloque histórico capaz de impulsar una transformación real. Pero eso es decir muy poco, y concretarlo es difícil, pues la política modifica constantemente el terreno en el que nos movemos. En las pasadas elecciones editorialmente apoyamos la idea de Unidos Podemos. Pero no estamos casados con nadie.

-Se os acusa en ocasiones de ser una revista poco sensible al “hecho catalán”. ¿Es así en tu opinión? ¿Te parece bien esta crítica?
-No sé exactamente qué entiendes por el “hecho catalán”.
-Tocado y hundido.
-Yo soy catalán. El abuelo de mi compañera incluso fue fundador del Barça. Pero ninguno de los dos acabamos de saber qué es ese “hecho”. Si te refieres a asuntos tales como la posible independencia, el derecho a decidir, el principio de autodeterminación y cosas por el estilo, mi posición personal, no necesariamente compartida por el resto de colaboradores, es que son conceptos que sirven fundamentalmente para que la burguesía nacionalista siga manejando los resortes del poder, mareando la perdiz indefinidamente sabiendo que transitan por un camino que no lleva a ninguna parte, aunque dejará muchos heridos en las cunetas. El catalanismo es un sentimiento, absolutamente legítimo mientras se respeten los derechos de todos, pero yo no soy patriota. De ninguna patria. En todo caso me reconozco en “La marsellesa” y “La internacional”, y poco más.
Es verdad, de todos modos, que en este aspecto la revista ha sido políticamente incorrecta en un ambiente tan “controlado” como el catalán, porque ha dado cabida a alguna voz discrepante, y no ha defendido en su momento algunos argumentos que se han propalado en medios catalanes y que finalmente se han demostrado falsos, pura propaganda. Pero no abundar en ellos ha sido suficiente para que algunos nos consideren “enemigos”. Odio los fanatismos.

-Coincidimos también en esto último. ¿Has, habéis pensado en algo especial para celebrar estos 40 años?
-He, hemos tenido algún delirio al respecto. Ensoñaciones. Pero el agobio del trabajo cotidiano nos tiene bloqueados. Lo primero es lo primero.

-Por cierto, has hablado en varias ocasiones de tu compañera, de Elisa. ¿Me equivoco si afirmo que ha sido alguien esencial en las varias etapas del Topo?
-No te equivocas en absoluto. Sin ella el Topo ni hubiera existido, ni hubiera resucitado, ni se seguiría publicando. Pero como es la personificación de la discreción, casi nadie es consciente de ello. Personalmente se lo debo todo.

-Dejemos constancia de ello. ¿Seguirá el Topo cavando y cavando? No lo digo por ti específicamente, pero ya tenemos nuestros añitos.
-A mí me gustaría. Pero como dices, yo ya tengo una edad... A ver si alguien se anima a seguir cavando galerías....

-¿Me he dejado algo importante en el tintero? ¿Quieres añadir algo más?
-Nada, muchas gracias por el tiempo que te has tomado. Quizás sí, una cosa: no nos dejemos llevar por nostalgias o tristezas. Hay mucho que hacer, muchos obstáculos que salvar, muchos golpes que recibir pero también mucha esperanza que alumbrar.

-Gracias. Alumbremos, pues, toda la esperanza que podamos. Con el Topo y contigo tenemos mucho ganado.

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