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lunes, 14 de agosto de 2017

Cómo el Partido Comunista logró encaminar a China hacia el éxito.


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Sebastian Heilmann, de 51 años, es el presidente fundador del  Instituto Mercator de Estudios sobre China (Merics) en Berlín y también es profesor de la Universidad de Tréveris. Cuenta con varias publicaciones sobre la política tecnológica e industrial de China, la estructura del Partido Comunista Chino y la forma en que China refleja en la actualidad la historia del partido, que se forjó como una organización revolucionaria en regiones remotas y dispersas del país.

Una de las principales obras de Heilmann es una  guía completa sobre el gobierno de Chinaque se actualizó y tradujo al inglés con el título China’s Political System. Se trata de un amplio análisis de la operación del sistema, su manera de guiar la economía, prestar servicios al pueblo y formular nuevas políticas. La versión en línea del libro se actualizará cada dos o tres meses, para que los lectores estén al tanto de la creación de agencias o campañas de gobierno.

En una entrevista, Heilmann habló acerca de las fortalezas del sistema político de China, que no han sido apreciadas en profundidad, y comentó que quizá durante el mandato del presidente Xi Jinping ese sistema ha abandonado la actitud de apertura a la experimentación que le ayudó a tener éxito en décadas recientes.

Un aspecto notable de su libro son los casos de estudio que presenta, pues muestran cómo funcionan diferentes ministerios y comisiones.

Queríamos mostrar cómo se resuelven los problemas, o lo que se conoce como provisión de bienes públicos. Por ejemplo, ¿cómo se crea exactamente un sistema rural de servicios de salud? ¿Cómo se garantiza la seguridad de los alimentos? Son problemas que enfrentan todos los gobiernos del mundo. No se concentra en la ideología, sino en el funcionamiento real del sistema.

Otra característica inusual que intentamos explicar es cómo funciona el sistema de cuadros dirigentes (funcionarios del partido). En Occidente, las políticas se establecen a través de leyes y los funcionarios de gobierno se encargan de su aplicación. En China, las políticas se aplican a través de los cuadros dirigentes. Reciben objetivos y parámetros claros para cumplir con ciertas tareas y después los envían a realizarlas. Los grandes cambios de políticas e iniciativas impuestas por la élite se manejan a través de este sistema, no mediante leyes.

¿Por ejemplo?
La campaña de Xi Jinping contra la corrupción. El Partido Comunista tiene desplegada y movilizada una burocracia disciplinaria paralela que cuenta con amplias facultades para actuar e investigar. Sin embargo, esta burocracia no tiene una base legal clara. Los documentos del partido y las directivas internas dictan sus operaciones.

Una pregunta clave es en qué medida puede atribuirse el éxito de China a este sistema político. ¿Cuál es su hipótesis?

Hay muchos elementos importantes. El primero es que el partido es muy exitoso al fijarse metas políticas a largo plazo, como la modernización industrial o tecnológica, o la planeación de infraestructura. Como dejó claro Deng Xiaoping en la década de 1980, ellos pueden concentrar recursos en áreas prioritarias. Considero que es una fortaleza de su fase inicial de desarrollo, digamos desde la década de 1980 hasta mediados de la década de los 2000.

Otro elemento crucial es la experimentación. En Occidente ignoramos este aspecto, la inesperada flexibilidad que puede mostrar el sistema profundamente burocrático de China. Esta flexibilidad es evidente en su capacidad de establecer proyectos piloto en zonas económicas especiales, en pruebas locales, como en el caso de la reforma de la vivienda o la quiebra de empresas estatales. Muchas veces se probaron medidas difíciles en proyectos piloto de varios años antes de promulgar leyes de aplicación nacional.

En su libro también se muestra cómo esta flexibilidad surgió de la experiencia revolucionaria del Partido Comunista.

Es un punto muy importante porque debemos preguntarnos cómo logró un sistema burocrático socialista tener este tipo de adaptabilidad que no se veía en Europa oriental. Eso fue posible por las experiencias históricas específicas de este partido en las décadas de 1930 y 1940, antes de llegar al poder. Controlaba distritos muy esparcidos y no contiguos. Así que cuando quería intentar algo como la reforma de la tierra, lo hacía de forma experimental y descentralizada. Se trata de una diferencia fundamental con respecto a la Unión Soviética.

Esta disposición a experimentar también fue una característica distintiva de los periodos de Deng Xiaoping y Jiang Zemin.

Así es pero se frenó con Xi Jinping y su idea de “diseño de alto nivel” porque se tenía la impresión de que esos experimentos descentralizados contribuían a que se generara corrupción y falta de disciplina. Así que ahora el centro de poder debe autorizar todas las iniciativas. Esta decisión ha eliminado gran parte de la energía del sistema político chino.

Se argumentó que las reformas debían aplicarse en secuencia, por lo que debían coordinarse. Pero el efecto ha sido que muy poco ha cambiado desde 2013 (cuando Xi se convirtió en presidente) en términos de resolución de problemas desde la raíz. Si decides basarte en jerarquía y disciplina, se elimina la posibilidad de tomar riesgos y experimentar en los niveles más bajos. A la gente le da miedo intentar algo nuevo.

Es irónico que apenas ahora algunos países observen a China como modelo. ¿En realidad puede ser un modelo?

Durante mucho tiempo, mi respuesta habría sido que no. Pero ahora muchos países sufren para saber cómo solucionar problemas básicos urgentes como mantener la seguridad interna, construir infraestructura física y crear empleos. Estos elementos constituyen el fundamento de los movimientos populistas en todo el mundo. China es un punto de orientación. No puede replicarse porque esos países no tienen un partido comunista con las características e historia particular de China.

Sin embargo, en lo que se refiere a considerar soluciones intolerantes e impuestas por el Estado, China se cita con frecuencia como ejemplo de un gobierno autoritario que puede resolver sus problemas de manera diferente. Así que la experiencia china siempre plantea interrogantes al mundo cuando se pregunta si el modelo occidental es el mejor.

Hacia el final del libro presenta varias hipótesis sobre el rumbo que puede seguir China en su desarrollo, y le pregunta a los expertos de Merics cuál opción prefieren. La mayoría escoge la primera situación: “un partido centralizado y disciplinado, y un Estado de seguridad (el sistema Xi Jinping)”. Usted no está tan seguro, pues argumenta que existen mayores riesgos de los que perciben las personas.

No estoy seguro de que el partido pueda lograr todo lo que pretende. Ha intentado mantener controlados todos los retos de la sociedad, pero dudo que pueda funcionar a largo plazo. En la sociedad existen diferentes estilos de vida y fuerzas. No estoy seguro de que puedan unificarse. Soy muy escéptico.

Tampoco hay que olvidar que los sistemas jerárquicos pueden sufrir descalabros. Si Xi Jinping tuviera una enfermedad grave, ¿qué le sucedería al sistema político? El sistema está diseñado a su medida. Si surgieran conflictos militares, ¿cómo reaccionarían las fuerzas nacionalistas de la sociedad?

Este sistema se construyó para lograr expansión, en especial económica, por lo que es muy difícil justificar cualquier contratiempo. Es más sencillo en los sistemas occidentales porque es posible cambiar de gobierno. Pero China no tiene esa opción, así que hay muchas probabilidades de que surjan diversos problemas.

https://www.nytimes.com/es/2017/06/06/como-fue-que-el-partido-comunista-logro-encaminar-a-china-hacia-el-exito/?smid=fb-espanol&smtyp=cur

“China, aunque suene fuerte, es de los países mejor gobernados del mundo” ver aquí.