Mostrando entradas con la etiqueta Yugoeslavia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Yugoeslavia. Mostrar todas las entradas

sábado, 3 de septiembre de 2016

El otro crimen de guerra en los Balcanes

Manuel E. Yepe

El Tribunal Internacional para la ex Yugoslavia (TPIY, por las siglas en inglés), en La Haya, ha exonerado al difunto Presidente de Serbia, Slobodan Milosevic, de toda culpabilidad por los crímenes de guerra cometidos durante la guerra de Bosnia de 1992 a 1995, incluyendo la masacre de Srebrenica.

Lejos de conspirar con el convicto líder serbobosnio Radovan Karadzic, Milosevic condenó la limpieza étnica preconizada por éste y trató de evitar la guerra que desmembró a Yugoslavia.

Tal constatación, de hecho, desmiente la propaganda dirigida a justificar la ilegal agresión de la OTAN contra Serbia en 1999.

Milosevic murió prisionero en una celda de la prisión de alta seguridad con tecnología avanzada de Scheveningen, en La Haya. Fue víctima de un ataque al corazón en el año 2006, cuando estaba siendo sometido a una pantomima de "tribunal internacional" tras serle negada una cirugía cardíaca que podría haber salvado su vida. Su fallecimiento impidió que aportara comprometedores testimonios contra sus captores estadounidenses y europeos.

La reconocida escritora norteamericana y activista contra las guerras Sara Flounders, quien participó como testigo de la defensa en el proceso contra Milosevic, consideró en un artículo que tituló “Un asesinato político en el cual se culpa a la víctima” que “nadie que se haya reunido con el Presidente Milosevic en los últimos cuatro años creería que éste sería capaz de suicidarse antes de terminar su juicio. Y nadie que haya visitado la penitenciaría de Scheveningen en La Haya, podría creer las afirmaciones de que él de alguna manera pudo introducir allí, en secreto, medicamentos no autorizados para inmolarse. En todo caso, llegarían a la conclusión de que las autoridades responsables de su encarcelamiento trataban desesperadamente de encubrir sus propios crímenes”.

Milosevic estaba en una unidad especial dentro de una prisión de alta seguridad con tecnología avanzada. Estas unidades son especialmente vigiladas por guardias de las Naciones Unidas. Hay cámaras por todas partes. Cada movimiento de los prisioneros es observado y controlado. Las autoridades de la prisión sostienen que Milosevic había tomado rifampicin, un antibiótico muy raro y difícil de obtener, que se usa para tratar la lepra o la tuberculosis y que tiene la especial condición de anular el efecto del medicamento que le estaba indicado para el control de la presión arterial.

Cuando la citada rifampicin fue supuestamente encontrada en la sangre de Milosevic, el 12 de enero, la TICY ocultó el reporte de sus efectos hasta del mismo Milosevic y sus médicos, quienes se quejaban de que algo muy extraño estaba dañando la salud del prisionero. Mientras que su comité de defensa y sus abogados asistentes demandaban información sobre la salud del prisionero, los oficiales de la TICY mantenían en secreto este reporte.

Igual de alarmantes fueron las aseveraciones de que Milosevic fingió su propia enfermedad para postergar el juicio cuando en verdad fue la fiscalía quien lo postergó, primero para agregar acusaciones en contra del prisionero cuando se dieron cuenta de que no tenían elementos que justificaran las acusaciones originales de crimen de guerra, y posteriormente para agregar cientos de testigos que generaron 500.000 páginas de supuestos testimonios desde febrero del 2002 hasta febrero del 2004.

Milosevic estaba decidido a utilizar el juicio no sólo como plataforma para defenderse a sí mismo sino también al pueblo yugoslavo, y acusar a Estados Unidos, Alemania y los poderes de la OTAN por su papel en la destrucción criminal de su país. Veía el juicio como la única manera de aportar antecedentes para la historia. En sus declaraciones en la corte, constantemente reiteraba que, no obstante su estado de salud, estaba resuelto a continuar.

En una carta dirigida a la embajada rusa dos días antes de su muerte, Milosevic escribió que no había tomado ningún antibiótico en más de cuatro años. Advirtió que estaba seguro de que lo estaban envenenando y que su vida corría peligro.

Dijo que el TICY no es en verdad una corte internacional con capacidad para enjuiciar a cualquier persona acusada de crímenes de guerra. Es una corte política establecida por el Consejo de Seguridad de la ONU ante la insistencia de Estados Unidos en 1993 en violación a la Carta de las Naciones Unidas. Su objetivo es castigar a los crímenes cometidos contra los agresores y absolver a los imperialistas que invadieron, bombardearon, despedazaron y forzaron la privatización de Yugoslavia.

Ahora le han pedido al mundo que crea que el acusado es el responsable de su propia muerte. Es un argumento increíble, una elaborada historia de suicidio que es tan improbable como los cargos que Milosevic enfrentaba. Los medios masivos corporativos aceptan y diseminan la historia de su muerte de la misma manera servil que aceptaron la existencia de esta corte ilegal y justifican la destrucción de Yugoslavia.

Publicado en el diario POR ESTO! de Mérida, México.

Blog del autor:
http://manuelyepe.wordpress.com/

jueves, 10 de septiembre de 2015

Croacia. Escandalosa celebración de la limpieza étnica, "Operación Oluja".

Las celebraciones de la Operación Oluja en Croacia o cómo un Estado miembro de la Unión Europea festeja una limpieza étnica ante la total indiferencia general de la «comunidad occidental» (1).

Hace unas semanas, el pasado 5 de agosto, Croacia celebró, como todos los años desde 1995, el Día de la Victoria y de la Gratitud de la Patria (2), así como el Día de la Defensa Croata (3). Además, para marcar el vigésimo aniversario de la Operación Oluja («tempestad» en serbio-croata), se organizó un desfile militar el 4 de agosto en Zagreb que las poblaciones serbias condenaron con dureza.Es importante recordar que en esta ocasión Croacia celebra también uno de los mayores crímenes cometidos en las guerras que desgarraron la antigua Yugoslavia en los años 90.

La Operación Oluja, la mayor limpieza étnica en Europa desde 1945
Durante aquella operación, que se desarrolló del 4 al 7 de agosto de 1995 y permitió a Croacia recuperar un territorio de 10.400 km2 (el 18 % del país) que se encontraban hasta entonces bajo el control de la RSK, alrededor de 220.000 serbios fueron expulsados de Krajina (4) por el ejército croata. Al mismo tiempo casi 2.000 serbios, entre ellos 1.200 civiles –hombres, mujeres y niños- fueron asesinados. El ejército croata, aconsejado por antiguos oficiales del ejército estadounidense y apoyado técnicamente por las redes de inteligencia de la OTAN, movilizó al menos a 130.000 hombres para llevar a cabo una operación que representa la mayor limpieza étnica en Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Por otra parte, si nos referimos a los datos del censo de 1991 (5), más de un tercio de la población serbia que vivía entonces en Croacia fue expulsado a lo largo de cuatro días terribles marcados, además, por la destrucción de propiedades inmobiliarias serbias (casas, iglesias, cementerios, hospitales, escuelas…) por medio de bombardeos de artillería. Las colonias de refugiados debieron sufrir durante su huida los sobrevuelos amenazadores de la aviación croata.

La Operación Oluja se inscribía en el proyecto del presidente croata de la época Franjo Tudman, dirigido a crear una Croacia étnicamente pura, que se puso en marcha desde su llegada al poder por medio de las primeras modificaciones constitucionales que ceñían el estatuto de ciudadanos solo a los croatas mientras las minorías étnicas y religiosas presentes en el país veían reducidos sus derechos. Las transcripciones de las instrucciones dadas por el presidente croata a su Estado Mayor en la reunión preparatoria de la operación Oluja, el 31 de julio de 1995 en Broni, hablan por sí mismas: «Hay que infligir tal golpe a los serbios que prácticamente desaparezcan» (6). Es importante señalar que el proyecto de Tudman marcaba un resurgimiento de la política racista llevada a cabo por los ustachis (7) en la Segunda Guerra Mundial.

Debido a numerosos obstáculos a su retorno, especialmente en lo que se refiere a la restitución de sus bienes inmobiliarios pero también de sus derechos de ciudadanos de la República de Croacia, solo una ínfima parte de los refugiados serbios regresó a Krajina después del conflicto. También las difíciles condiciones de vida, debidas a las diversas violaciones del derecho de las minorías (especialmente casos de discriminación en la administración croata), a las maniobras de intimidación (por ejemplo con la destrucción sistemática de los carteles bilingües, en escritura latina y cirílica, en la ciudad de Vukovar, donde los serbios representaban más de un tercio de la población) (8), así como las agresiones físicas de las que son víctimas episódicamente las poblaciones serbias de Croacia, no hacen más que animar a estos últimos a abandonar el país (9). En las condiciones actuales, como señalan los representantes de los serbios de Croacia, esta tendencia no parece fácil de revertir. Máxime cuando la reconciliación entre las poblaciones serbias y croatas, necesaria para su convivencia en el mismo país, está frenada por el omnipresente sentimiento de injusticia de los serbios, en particular en lo que concierne a la Operación Oluja.

Porque aunque los principales responsables militares de esa operación -Ante Gotovina, Mladen Markač e Ivan Čermak– fueron juzgados por el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (TPIY), que emitió una orden de arresto contra ellos en 2011, resultaron absueltos (10). Al respecto hay que recordar el regreso triunfal de Gotovina y Markač a Croacia, recibidos como héroes tras su absolución definitiva en 2012, que sentó muy mal a la población serbia.

Celebraciones con gran pompa y tufo a fascismo ustachi
El desfile militar del 4 de agosto, transmitido íntegramente por las cadenas nacionales, se desarrolló, naturalmente, en presencia de los más altos personajes del Estado croata –la presidenta Kolinda Grabar Kitarović, el primer ministro Zoran Milanović y el presidente del Parlamento- pero también de los generales que comandaron la Operación Oluja como Ante Gotovina y Mladen Markač (11). También estaban presentes en la tribuna oficial dos antiguos presidentes croatas –Stjepan Mesić e Ivo Josipović– así como 42 delegaciones extranjeras: embajadores, agregados militares y altos dignatarios militares, entre ellos dos generales estadounidenses, el ministro de Defensa de Bosnia-Herzegovina, los jefes de Estado Mayor de Albania y Bosnia así como otros altos oficiales militares de China, Polonia, Macedonia, Lituania… A este respecto, hay que señalar que no asistió al desfile ningún representante de la Federación Rusa.

Ante los oficiales croatas y extranjeros desfilaron 3.000 personas, principalmente los miembros del ejército croata, pero también la policía y los servicios de protección y rescate. Y además 450 veteranos. Los miles de espectadores presentes en las calles de Zagreb, agitando las banderas de Croacia, también pudieron admirar el desfile de más de 300 vehículos civiles y militares y de una treintena de aviones y helicópteros. Por otra parte, aunque Zagreb había invitado a participar en este desfile a todos los miembros de la OTAN, de la que Croacia forma parte desde 2009, no estuvo presente ningún contingente de la Alianza Atlántica. Sin embargo se vieron banderas de algunos países miembros –Reino Unido, Polonia, Albania y los tres Estados Bálticos- enarboladas por las unidades croatas y particularmente aplaudidas a su paso ante la tribuna oficial, especialmente por la presidenta croata (12). Esta última, en el discurso de apertura del desfile, declaró que Oluja fue una operación militar «impecable, legítima y brillante» que permitió «liberar una región de Croacia ocupada». Y añadió que esa acción permitió fijar las modalidades de una «paz estable». La presidenta croata también ordenó a sus conciudadanos que se mostrasen «orgullosos y dignos de ese suceso».

Las celebraciones del 5 de agosto que se desarrollaron principalmente en la ciudad de Knin, en presencia en particular de la presidenta y el primer ministro de Croacia, estuvieron marcadas por la inauguración de una estatua de Franjo Tuđman en el antiguo baluarte de la república serbia de Krajina. Ese monumento, que simboliza el cumplimiento del proyecto racista del primer presidente de la Croacia posyugoslava, naturalmente será muy poco apreciado por los 3.500 serbios que viven todavía en esta ciudad que antaño fue mayoritariamente serbia (el 80% en 1991) y donde en la actualidad tres cuartas partes de la población es serbia. Más anecdótico, pero altamente ilustrativo del grado del odio antiserbio que reina en una parte de la población croata, el concierto de Marko Perković «Thompson», cantante conocido por sus posiciones ultranacionalistas, estuvo marcado por el alarde de símbolos ustachis y llamamientos al asesinato de los serbios, ya proferidos durante la inauguración de la estatua de Tuđman. Hay que señalar que «Thompson» había dado el tono empezando su recital con el famoso saludo ustachi «Za dom spremni!» literalmente «¡Por la patria estamos dispuestos!», que se considera equivalente al «Sieg Heil» nazi y fue coreado por las varias decenas de miles de espectadores presentes en el estadio de fútbol de Knin –todo con la más absoluta impunidad y sin que la clase política croata se conmoviera particularmente. Más comprometido todavía para esta última, fue la presencia en el concierto de algunos miembros del HDZ (Hrvatska Demokratska Zajednica, Unión Democrática Croata) (13), partido nacionalista fundado en 1989 por Tuđman y del cual Kolinda Grabar Kitarović fue la candidata ganadora en las últimas elecciones presidenciales. También se pudo ver entre otros, en la zona VIP, al actual presidente del HDZ, Tomislav Karamarko, así como al esposo de la presidenta croata.

Finalmente es importante señalar que algunos actores de la sociedad civil croata, en particular periodistas, artistas y las ONG, no dudaron en criticar el hecho de celebrar el vigésimo aniversario de la Operación Oluja con un desfile militar. Hay que señalar también la valiente iniciativa del director de teatro croata Oliver Frljić, quien organizó en la ciudad de Rijeka, en colaboración con el Consejo Nacional Serbio (organismo que coordina la minoría serbia de Croacia), una representación teatral dirigida a «combatir la glorificación de la guerra» que sufrió insultos e incluso amenazas físicas por parte de individuos próximos a los medios ultranacionalistas locales.

A pesar de ese último elemento que viene a salvar un poco el honor de la sociedad croata, los diferentes hechos relatados justificaron la actitud más que negativa de las autoridades serbias frente a esas celebraciones.

Reacciones de Serbia: victoria diplomática (a medias) y conmemoración de las víctimas serbias

Desde el anuncio de la celebración de un desfile militar en Zagreb, Serbia mostró su oposición. También, por medio de su ministro de Asuntos Exteriores Ivica Dačić, en Belgrado, lanzó una advertencia a los países de la OTAN señalando que su participación en ese desfile se consideraría «un gesto antiserbio». El rechazo de la invitación croata por parte de los países de la OTAN fue una victoria para la diplomacia serbia (14) incluso aunque fue incompleta porque, como hemos señalado, algunos países tuvieron que asistir, por diversas razones (15) a que su bandera fuera ondeada durante el desfile.

Sin embargo la diplomacia serbia también ha mostrado sus limitaciones, ya que no ha conseguido que la comunidad internacional condene las celebraciones de la Operación Oluja. Además, aunque algunos políticos serbios apelaron al Parlamento Europeo, como el en caso del genocidio de Srebrenica, para adopte una resolución condenando esa operación de limpieza étnica, sus esfuerzos fueron vanos, tanto más que esa institución se encontraba en ese momento en vacaciones parlamentarias.

Además de esos enfoques diplomáticos más o menos fructíferos, las autoridades serbias decidieron organizar una ceremonia de conmemoración de las víctimas de la Operación Oluja el mismo día del desfile militar en Zagreb. Esa ceremonia, dirigida por el primer ministro serbio Aleksandar Vučić y el presidente de la República de Bosnia-Herzegovina Milorad Dodik, se celebró en la ciudad de Sremska Rača, situada en la frontera bosnia-serbia. Ante miles de personas, en un ambiente de recogimiento, ambos dirigentes arrojaron ramos a las aguas del Sava desde lo alto del puente por el que los primeros refugiados serbios huyeron de Croacia cruzándolo para llegar a Serbia.

Hay que señalar que al contrario que sus homólogos occidentales, el embajador de la Federación Rusa en Serbia asistió a la ceremonia. Así, algo menos de un mes después del veto ruso al Consejo de Seguridad de la ONU sobre la resolución británica concerniente a la masacre de Srebrenica, Moscú demuestra, una vez más, que es la única aliada de las poblaciones serbias y reafirma su intención de desempeñar un papel importante en el escenario balcánico. Recordemos a este respecto que esta táctica de posicionarse como defensor de los pueblos ortodoxos de los Balcanes (16) es una constante de la geopolítica rusa en esa región. Dicho esto, si está claro que la presencia de Alexander Tchépourine fue muy apreciada por la mayoría de los serbios, mayormente rusófilos, no es seguro que el Gobierno residente en Belgrado, cada vez más bajo influencia occidental según algunos analistas, haya apreciado este nuevo gesto de apoyo de Moscú.

Además de la ceremonia de Sremska Rača, las autoridades serbias también decidieron instaurar el 5 de agosto como día de la memoria de los serbios asesinados y desplazados en la operación Oluja, que será también un día de luto nacional y aparece como una respuesta directa a las celebraciones croatas. A este respecto, Aleksandar Vučić expresó su decepción frente al rechazo de las embajadas occidentales a poner su bandera a media asta durante esa jornada de luto, considerando que ese gesto era irrespetuoso frente a la decisión del Gobierno serbio, pero también del protocolo diplomático.

Finalmente, en un alarde de honestidad intelectual, es importante señalar que algunos altos dirigentes políticos serbios no mostraron la contención legítimamente esperada en un día de luto nacional. Así, en un discurso pronunciado en Belgrado, el presidente serbio Tomislav Nikolić estableció abusivamente una continuidad entre el NDH de Ante Pavelić y la Croacia contemporánea, añadiendo que los croatas son fascistas por naturaleza. Una retórica retomada complacientemente por algunos medios locales, reconocidos próximos del primer ministro serbio y que no dudaron, por ejemplo, de calificar al presidente croata de «ustachi». Por otra parte, esa jornada estuvo marcada por las protestas ante la embajada de Croacia en Serbia, donde se reunieron 300 miembros del SRS ( Srpska Radikalna Stranka, Partido Radical Serbio), partido ultranacionalista fundado en 1991 por Vojislav Šešelj (17) y del que todavía es presidente. Una bandera croata fue quemada por el presidente del SRS, que salpicó su acto con declaraciones patrióticas serbias llamando a la reconquista de Krajina, lo que desencadenó la ira de las autoridades de Zagreb.

En desafío de estos últimos elementos que recuerdan la complejidad de las relaciones entre Serbia y Croacia, las tensiones entre ambos países seguramente se podrían haber mitigado si la comunidad occidental hubiera tomado posiciones claras desde el anuncio de las celebraciones.

La (no) reacción de la comunidad occidental, un silencio que dice mucho
Al contrario de lo que se podría esperar, la comunidad occidental ha optado por encerrarse en el silencio, considerando que no había que reavivar las tensiones de la región. Una posición que a primera vista podría parecer justificada en tanto que las cuestiones relativas a las guerras de los años 90 permanecen sensibles en los países procedentes de la antigua Yugoslavia. Sin embargo las celebraciones de la Operación Oluja estuvieron precedidas, unas semanas antes, de un caso típico de injerencia occidental en los asuntos de la memoria de la antigua Yugoslavia. Con ocasión del vigésimo aniversario del «genocidio» de Srebrenica, la actitud de los occidentales aparece menos sincera, por no decir puramente hipócrita. Más allá del silencio de los occidentales es la ausencia de condena de las celebraciones lo que chica, ya que resulta irónico que la comunidad occidental, a pesar de su compromiso en la defensa de los derechos humanos, acepte sin la menor protesta que uno de sus miembros, Croacia, que forma parte de la Unión Europea y de la OTAN, celebre con gran pompa una operación de limpieza étnica, por añadidura la más importante de Europa desde 1945. Por lo tanto se puede considerar legítimamente que la actitud de los occidentales muestra una vez más su hipocresía, flagrante en el episodio de la resolución británica sobre Srebrenica,como recordamos en un artículo anterior, (18) pero que aquí llega a cumbres enfermizas.

Porque, en el caso de las celebraciones de la Operación Oluja, la falta de reacción de los occidentales constituye una minimización, incluso una negación pura y simple, de los crímenes de los que fueron víctimas los serbios de Croacia, una actitud que no ha evolucionado desde los años 90, como lo demostraron Edward S. Herman y David Peterson en un artículo reciente (19). Para tener una idea del grado de cinismo que reinaba ya en la época de la Operación Oluja en la comunidad occidental, basta con recordar las declaraciones de Peter Galbraight, embajador de Estados Unidos en Croacia de 1993 a 1998: según el diplomático estadounidense no hubo limpieza étnica en Krajina porque esa práctica era una especialidad exclusivamente serbia. Además del comportamiento arbitrario, siempre presente, de los dirigentes políticos occidentales,el tratamiento mediático de esos acontecimientos en Occidente revela también esa visión sesgada según la cual existen víctimas buenas y malas. Y los serbios, por supuesto, entran en la segunda categoría. A ese respecto, el estudio realizado por Herman y Peterson sobre la cobertura mediática que dedicaron al «genocidio» de Srebrenica y a la Operación Oluja (en los aniversarios de 2000, 2005 y 2010) es reveladora: demuestra con claridad la existencia de un fenómeno de memoria selectiva en los medios occidentales y, de forma todavía más flagrante, en los medios estadounidenses (20). El vigésimo aniversario de ambos sucesos no ha cambiado la regla, las víctimas bosnias del «genocidio» de Srebrenica se han beneficiado de una amplia cobertura mediática que contrasta claramente con la casi-ausencia de mención de las víctimas serbias de la Operación Oluja en los medios occidentales, a pesar de algunas excepciones notables, en particular en Francia (21).

La ausencia de condena de las celebraciones de la Operación Oluja por parte de los occidentales, aparte del hipócrita argumento de no reavivar las tensiones en la región, está motivada sobre todo por la voluntad política de no cuestionar el relato desarrollado en la época de los hechos y que permanece, veinte años después, en la directriz de la comunidad occidental. Porque una revisión de ese relato de los acontecimientos, según la cual los serbios son los únicos agresores y por lo tanto no pueden gozar del estatuto de víctimas, seguramente expondría a los occidentales a un análisis crítico de su papel, no solo en la Operación Oluja, sino también, y este es el mayor peligro, en todo el conjunto de las guerras yugoslavas. El mantenimiento del relato actual, bien sea en el caso del «genocidio» de Srebrenica o en el de la Operación Oluja, sigue siendo necesario para la comunidad occidental en términos de credibilidad política, máxime cuando el proceso de europeización y «atlantización» de los Balcanes occidentales se basa en ese relato de los sucesos.

Sin embargo, mientras en la actualidad Belgrado negocia su entrada en la Unión Europea, lo que le obliga a tomar ciertas medidas de política exterior impopulares para la población serbia (normalización de las relaciones con Kosovo, disolución progresiva de los lazos con la República Serbia de Bosnia-Herzegovina, alejamiento forzoso de Rusia…), el hecho de que Bruselas ni ningún otro país europeo hayan expresado la menor crítica en cuanto a la celebración de la limpieza étnica de los serbios por parte de Croacia, que por añadidura es el último estado que se integró en la Unión Europea, no hace más que acentuar la progresión del euroescepticismo en Serbia. Los famosos principios de respeto de la memoria de las víctimas y la reconciliación de los pueblos, constantemente repetidos por los diplomáticos occidentales en los medios serbios, en el caso de las celebraciones de la Operación Oluja se enfrentan a un terrible desmentido. Un desmentido tanto más cruel en cuanto que esos principios justificaron, un mes antes, la presión de los europeos y los estadounidenses sobre las autoridades serbias para que estas aceptasen la resolución británica sobre la masacre de Srebrenica y para que Aleksandar Vučić asistiera a la conmemoración de esa tragedia en Donji Potočari, de donde fue expulsado, recordemos, a pedradas. Así, la táctica de los occidentales aparece de doble filo puesto que al intentar favorecer o cuidar a sus aliados bosnios y croatas, al mismo tiempo se enfrenta a las poblaciones serbias y alimenta su sentimiento legítimo de injusticia. Peor todavía, los últimos acontecimientos no hacen más que reavivar la animosidad de los serbios frente a los croatas. Pero acaso ahí, como en el caso de la resolución sobre Srebrenica, el despertar de las tensiones interétnicas sea precisamente el objetivo del enfoque occidental. Incluso si es cierto que el terreno es propicio a ese tipo de escalada.

¿Hacia una congelación de las relaciones entre Croacia y Serbia?
En una perspectiva más amplia, este episodio marca un nuevo incremento de las tensiones políticas que permanecen entre Zagreb y Belgrado desde el final de la guerra de 1995 y que se acentuaron a principios de 2015.

Así, en enero, el primer discurso de Kolinda Grabar Kitarović tras su victoria electoral estuvo a punto de provocar un incidente diplomático al mencionar, sin querer o queriendo, la provincia autónoma de la República Serbia de Voïvodineentre los países de la región donde ella defendería a las poblaciones croatas; esa mención fue interpretada por Belgrado como un cuestionamiento de la integridad territorial de Serbia. Por otra parte, además de la espinosa cuestión del regreso de los refugiados serbios a Croacia y la difícil situación de las poblaciones serbias que viven en ese país, las relaciones entre los dos países se vieron empañadas últimamente por una batalla judicial (22), a propósito de los crímenes cometidos por ambas partes durante la guerra, que ha finalizado en febrero. La Corte Penal Internacional sentenció que ni Serbia ni Croacia cometieron genocidios durante el conflicto que los enfrentó. Teniendo en cuenta la actitud, como mínimo negativa, de los tribunales internacionales frente a Serbia, en testimonio de la conducta arbitraria del TPIY, esa sentencia aparece más como una victoria serbia que como un «empate» judicial, lo que no deja de enfurecer a la parte croata. También hay que señalar que Croacia aprovecha su estatuto de miembro de la Unión Europea, adquirido en 2013, para presionar a Serbia en algunos asuntos, sopesando la posibilidad de los croatas de ralentizar la integración serbia en la UE. A este respecto las últimas evoluciones del diferendo territorial que enfrenta a los dos países desde hace 13 años a propósito del trazado de sus fronteras a lo largo del Danubio, presentan un ejemplo bastante edificante. Así, en el mes de marzo Croacia decidió recurrir a un arbitraje internacional para arreglar definitivamente ese diferendo y hacer valer sus reivindicaciones sobre 10.000 hectáreas de territorio serbio (23). También en este proceso, que necesita el acuerdo de Belgrado para ser lanzado, Zagreb no ha dudado en blandir la carta de las negociaciones de su adhesión a Europa para doblegar a la parte serbia.

Finalmente, en el período anterior las celebraciones de la Operación Oluja, diversas declaraciones de dirigentes políticos croatas en cuanto a la situación de los serbios de Croacia, consideradas «satisfactorias» según se dice, también contribuyeron al clima de tensión entre ambos países cuyo paroxismo, lo vimos, llegó a principios del mes de agosto (24).

Actualmente, como considera Mate Granić, asesor de la presidencia croata y antiguo ministro de Asuntos Exteriores de Croacia, las relaciones de los dos países no son buenas aunque la visita del presidente serbio antes de los últimos acontecimientos ya no está de actualidad. Por lo tanto el ambiente podría ser espeso en la cumbre dedicada a los Balcanes occidentales, que se celebrará en Viena el próximo 27 de agosto.Apostamos a que Angela Merkel, cuyo Gobierno estuvo en el origen de esta iniciativa regional, sabrá encontrar argumentos para reconciliar, o al menos conducir a ambos países a dejar al margen sus diferencias durante esta importante reunión. En todo caso la canciller alemana seguramente podrá contar con el primer ministro serbio para limar las asperezas, ya que este último siempre está dispuesto a justificar el nuevo estatuto de Serbia como «factor de paz y estabilidad en los Balcanes».

Epílogo: el primer ministro serbio propone homenajear a todas las víctimas de las guerras yugoslavas
En esta óptica, Aleksandar Vučić anunció su intención de proponer a los dirigentes de los países que tomaron parte en los conflictos de los años 90 la instauración de un día común de conmemoración de todas las víctimas de esas guerras sin distinción de nacionalidades. Aunque la propuesta oficial se hará en la cumbre de Viena, el primer ministro croata Zoran Milanović y el primer ministro kosovar Hashim Thaçi, así como el miembro bosnio de la presidencia de Bosnia-Herzegovina Bakir Izetbegović, ya han rechazado esa iniciativa. Por el contrario el presidente de la república serbia de Bosnia Milorad Dodiky su homólogo montenegrino Filip Vujanovićcelebraron la sugerencia de Aleksandar Vučić. Incluso aunque no hay que perder de vista la dimensión política de esta propuesta, que el primer ministro serbio busca claramente desde hace algunos meses atraerse las simpatías de los occidentales, semejante iniciativa merece celebrarse en cuanto que la reconciliación de los pueblos de la antigua Yugoslavia es necesaria.

Pero como señalan algunos responsables serbios, para eso es necesario que los demás países de la región acepten poner en cuestión el relato maniqueo de la guerra, apoyado como hemos visto por la comunidad occidental, según el cual esos estados fueron esencialmente víctimas de la agresión serbia y por lo tanto no pudieron cometer crímenes puesto que actuaron en legítima defensa. Un relato que comienza a desmoronarse en algunos de esos países a medida que el trabajo de los historiadores locales progresa, así como gracias a las revelaciones de documentos hasta ahora secretos y a testimonios de los actores de la época entre los que las lenguas se sueltan progresivamente. Esperemos, por tanto, que el principio según el cual la historia de las guerras yugoslavas está escrita por los vencedores croatas, bosnios y albaneses y sus protectores occidentales, y eso siempre en detrimento de los vencidos serbios, pronto se romperá.

Notas:
(1) Hemos decidido utilizar este término haciéndonos eco deliberadamente de la desprestigiada expresión «comunidad internacional», con el fin de hacer referencia a estados occidentales –Estados Unidos, estados miembros de la UE y otros (Australia, Canadá, Noruega…) en los que las decisiones políticas en el ámbito internacional aparecen cada vez más uniformes-. Por supuesto el líder de dicha comunidad occidental es Washington. Los estadounidenses delegan en Bruselas y Berlín la tarea de mantener el control estadounidense en el continente europeo. Hay que subrayar, por ejemplo, que la comunidad occidental aplica de manera coordinada la política de sanciones contra Rusia establecida en el contexto de la crisis ucraniana.

(2) Este día (Dan pobjede i domovinske zahvalnosti en croata) celebra la reconquista de la ciudad de Knin por el ejército croata durante la Operación Oluja, que marca el final de la República Serbia Krajina (RSK), una entidad serbia autoproclamada en el territorio croata en 1991, en el contexto de ascensión a la independencia de Croacia.

(3) Dan hrvatskih branitelja en croata. Desde 2008 el 5 de agosto también está dedicado a los militares en servicio y a los veteranos del ejército croata.

(4) Históricamente Krajina (que significa «frontera» o «confines» en serbio-croata) fue constituida en la segunda mitad del siglo XVI por el Imperio Austro-húngaro como zona de contención a lo largo de la frontera con el Imperio Otomano. Austria-Hungría hizo venir en particular, a esas fronteras militares, a las poblaciones serbias que huían de la dominación otomana, ofreciéndoles la libertad religiosa y una cierta autonomía a cambio de su contribución militar a la defensa de esa región fronteriza.

(5) El censo de 1991, que representa la última fotografía de la población de Croacia antes de la guerra, contabilizaba 581.663 serbios, es decir, el 12,2 % de la población total de país.

(6) Edward S. Herman y David Peterson, Vulliamy and Hartmann on Srebrenica: A Study in Propaganda , 26 de julio de 2015, http://mrzine.monthlyreview.org/2015/hp260715.html

(7) Los ustachis, con el tristemente célebre Ante Pavelić a la cabeza, crearon en 1941 el Estado Independiente de Croacia (Nezavisna Država Hrvatska , NDH), tras la invasión de Yugoslavia por los nazis a quienes están muy cercanos ideológicamente. Elaboraron en particular el «plan de los tres tercios», concerniente a las poblaciones serbias de Croacia, según el cual había que eliminar a un tercio de los serbios, expulsar a otro tercio del país y convertir al último tercio, a la fuerza, al cristianismo. Desde esa óptica los ustachis crearon el campo de concentración de Jasenovac, situado en la región croata de Eslavonia, donde perecieron más de 100.000 personas, la mitad serbias.

(8) A este respecto, el Consejo Municipal de Vukovar decidió recientemente, violando la ley sobre el uso de las lenguas y la escritura de las minorías nacionales, así como la constitución croata, eliminar la escritura cirílica de los carteles de la ciudad.

(9) Así, siempre según los datos de la Oficina de Estadística Croata, de 201.631 en 2001 (es decir, el 4,5% de la población de Croacia), los serbios pasaron a solo 186.633 en el último censo, que se elaboró en 2011.

(10) Čermak fue absuelto en el juicio inicial de 2011. Gotovina y Markač, condenados en primera instancia, fueron absueltos en la apelación de 2012.

(11) Ya retirados, desde el mes de abril todos ellos forman parte del órgano consultivo del Consejo de Seguridad Nacional por decisión de la presidenta croata.

(12) Es interesante señalar a este respecto que de 2011 a 2014 Kolinda Grabar Kitarović ocupa el puesto de Secretaria General Adjunta de la OTAN, encargada de la diplomacia pública.

(13) En la actualidad, en la oposición del Parlamento croata, donde cuenta con 41 escaños de 151, el HDZ es una de los principales partidos políticos de Croacia con el SDP (Socijaldemokratska partija Hrvatske, Partido Socialdemócrata de Croacia) del primer ministro Zoran Milanović. El SDP, que posee 56 escaños en el parlamento, gobierna por medio de una coalición con otros partidos de centroizquierda.

(14) A este respecto hay que recordar que algunos países, como Estados Unidos y Alemania, inicialmente aceptaron la invitación croata antes de retractarse tras las advertencias de Belgrado.

(15) Así, se podría analizar la presencia de la bandera británica como una pulla de Londres a Belgrado en respuesta al reciente fracaso de la resolución sobre Srebrenica. También se puede explicar la presencia de las banderas de Polonia y de los países bálticos por una voluntad de estos últimos de recordar su adhesión a la OTAN en un momento en que se dicen amenazados por Rusia. Finalmente, en cuanto a la presencia de la bandera albanesa, además de un gesto de solidaridad hacia Zagreb, en Albania, que se adhirió a la OTAN al mismo tiempo que Croacia, (2009) se puede ver una señal de los disensos que existen entre Tirana y Belgrado, especialmente con respecto a Kosovo.

(16) Entre los que se cuentan los serbios, los búlgaros, los griegos, los macedonios y los montenegrinos.

(17) Vojislav Šešelj, acusado por el TPIY de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, encarcelado desde 2003 en La Haya, se muestra muy activo desde que el Tribunal le autorizó, en noviembre de 2014, a regresar a Serbia para tratarse un cáncer. Esta libertad provisional desató protestas en algunos países de la región, especialmente en Croacia, donde el presidente del SRS está considerado un criminal de guerra.

(18) Disponible en el enlace siguiente: http://arretsurinfo.ch/le-massacre-de-srebrenica-retour-sur-un-nouvel-exemple-de-lhypocrisie-et-du-cynisme-des-occidentaux/

(19) Edward S. Herman y David Peterson, The “Srebrenica Massacre” Turns 20 Years Old , 5 de Agosto de 2015, disponible en: http://dissidentvoice.org/2015/08/the-srebrenica-massacre-turns-20-years-old/

(20) Id.

(21) http://www.humanite.fr/vingt-ans-apres-lexode-des-serbes-une-region-vide-580773 y http://www.lefigaro.fr/vox/monde/2015/08/05/31002-20150805ARTFIG00143-operation-tempete-quand-la-croatie-celebre-le-nettoyage-ethnique-des-serbes-de-krajina.php

(22) Croacia presentó ante la Corte Penal Internacional una demanda contra Serbia en el año 2000 por crimen de genocidio. Belgrado respondió en 2009 con una contrademanda, también por genocidio.

(23) Serbia por su parte reclama 3.000 hectáreas de territorio croata.

(24) Señalamos el intercambio de notas de protesta tras los incidentes de Knin y ante la embajada croata en Belgrado.

Fuente: http://arretsurinfo.ch/croatie-scandaleuse-celebration-du-nettoyage-ethnique-doluja/

Arrêt sur Info

Más sobre Yugoeslavia y su historia:
 https://elpais.com/diario/1992/08/23/internacional/714520813_850215.html

lunes, 1 de julio de 2013

La neutralidad del tribunal Internacional de la Haya para los crimenes de la exYugoeslavia (TPIY) y su justa actuación, puesta en entredicho. Un juez del Tribunal para la exYugoslavia denuncia que su presidente presionó para absolver a presuntos criminales de guerra

La recta final del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY), que cerrará en 2016, se ha llenado de sombras. Tras 20 años de labor en los que ha conseguido la detención de los 161 principales sospechosos de los crímenes de la guerra de los Balcanes (1991-2001), las dudas sobre la actuación de su presidente, Theodor Meron, abarcan ahora todos los rincones. Polaco de nacimiento, de nacionalidad estadounidense y exasesor de la diplomacia israelí, Meron, de 83 años, habría presionado a sus colegas para que absolvieran a los altos cargos militares acusados por la fiscalía, ya fueran serbios o croatas. La denuncia es terrible, porque merma la credibilidad de un tribunal dedicado por Naciones Unidas a una región azotada por la limpieza étnica. Pero sobre todo porque proviene de uno de sus propios jueces, el danés Frederik Harhoff, en activo desde 2007.

En una carta remitida por correo electrónico a 56 personas, y divulgada por el rotativo danés BT, el jurista llega a preguntarse “si Estados Unidos o bien Israel han influido al presidente del tribunal para que cambiara de rumbo”. “No lo sabremos, pero la tenaz presión ejercida [por Meron] en los casos de Gotovina [exgeneral croata] y Perisic [exgeneral serbio] hace pensar que estaba resuelto a conseguir sendas absoluciones”, señala Harhoff. Ambos oficiales fueron condenados en primera instancia a largas penas de cárcel. Ante Gotovina, a 24 años, en 2011, por perseguir y aniquilar a civiles serbios. Momcilo Perisic, a 27 años, también en 2011, por prestar ayuda financiera y logística a los serbios que mataron a bosnios y croatas.

“Hasta el otoño de 2012, los jefes militares eran considerados responsables de los delitos de sus subordinados en la guerra de la antigua Yugoslavia. Ello alcanzaba a políticos y policías que hubieran apoyado el objetivo general de erradicar a otras etnias de ciertos territorios. Es lo que se llama formar una empresa criminal conjunta”, sigue el juez danés. En su opinión, las cosas empezaron a cambiar con Gotovina. La sala de apelación señaló en 2012 que el exgeneral “no había ordenado o aprobado los crímenes perpetrados por sus hombres”. Lo liberó, y el listón de la responsabilidad subió de grado. En febrero de este año, ocurrió lo mismo con Perisic. Cuando otros dos oficiales serbios, Jovica Stanisic, antiguo jefe de seguridad del Estado serbio, y Franko Simatovic, responsable de las operaciones especiales, fueron exonerados en mayo pasado de haber contribuido a la limpieza étnica en Bosnia y Croacia, el jurista ya no pudo más. La fiscalía, por su parte, apeló este último fallo el viernes pasado.

“La sentencia de Stanisic y Simatovic dice que los acusados ignoraban que su ayuda serviría para cometer crímenes. ¡Pero si les pagan para eso! Para asegurarse de que nadie a sus órdenes delinquirá. Uno puede pensar que los oficiales en países como Estados Unidos o Israel sentían que el TPIY se acercaba demasiado”, afirma Harhoff. “Hemos pasado de tener que probar la contribución de un acusado en un crimen a exigir su intención específica y directa. Un retroceso que me turba. ¿Cómo explicarlo a millares de víctimas? Borrar al otro de una zona considerada propia contradice el orden esencial de la vida. Estas últimas sentencias platean un dilema moral y profesional desconocido para mí. Y lo peor es la sospecha de presión política por parte de algunos colegas. Algo que cambia las premisas de mi servicio a la ley”, concluye la misiva.

Si bien el diario danés BT no explica cómo obtuvo la carta, y nadie quiere hablar abiertamente en el TPIY, el malestar de su fiscal jefe, Serge Brammertz, es conocido. “En general, una absolución demuestra que la justicia funciona, aunque no estamos satisfechos. Mi mayor frustración es que los crímenes se cometieron, nadie lo duda, pero las víctimas quedan sin justicia”, dijo en mayo. Ante la tormenta desatada por Harhoff, el fiscal ha sido cauto y firme. “Nuestro objetivo es terminar el trabajo y que el TPIY demuestre su legitimidad”, afirma en un comunicado oficial. Y añade: “Mi oficina comparte el descontento de las víctimas. Por eso presentaré el viernes [de la semana pasada] una petición de apelación contra la puesta en libertad de Stanisic y Simatovic. La de Perisic merma el respeto por las leyes humanitarias internacionales. En cuanto a Gotovina, estudiamos la posibilidad de pedir una revisión de la apelación”.

La denuncia del juez danés no puede llegar en peor momento. El TPIY cerrará en 2016 y los procesos contra los serbobosnios Radovan Karadzic y Ratko Mladic, acusados del genocidio de Srebrenica, están en marcha y precisan claridad jurídica. Lo mismo ocurre con el serbocroata Goran Hadzic. Pero la mayor duda radica en la repercusión de las absoluciones sobre la protección de los civiles allí donde las fuerzas enfrentadas sean más poderosas que en la antigua Yugoslavia.
Fuente: El País.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Libia y el regreso del Imperialismo Humanitario

Volvió la vieja pandilla
Ha vuelto la pandilla completa: Los partidos de la Izquierda Europea (los partidos comunistas "moderados"), los "Verdes" de José Bové, ahora aliados de Daniel Cohn-Bendit, quien aún no ha hallado una guerra de EE.UU.-OTAN que le caiga mal, varios grupos troskistas y, por supuesto, Bernard-Henri Lévy y Bernard Kouchner, todos pidiendo una suerte de "intervención humanitaria" en Libia o acusando a la izquierda latinoamericana, cuyas posiciones son más sensibles, de actuar como "idiotas útiles" del "tirano libio".

Doce años después, es exactamente igual a Kosovo. Cientos de miles de iraquíes muertos, la OTAN en una posición dificilísima en Afganistán, y ¡no han aprendido nada! La guerra de Kosovo se hizo para parar un genocidio inexistente, la guerra de Afganistán para proteger a las mujeres (vayan y verifiquen la situación de ellas ahora), y la guerra de Irak para proteger a los kurdos. ¿Cuándo van a entender que todas las guerras se atribuyen justificaciones humanitarias? Hasta Hitler "protegía minorías" en Checoslovaquia y Polonia.

Por el otro lado, Robert Gates advierte que cualquier secretario de estado que le aconseje al presidente de EE.UU. a enviar tropas a Asia o África "debe ser examinado de la cabeza". El Almirante McMullen también aconseja prudencia. La gran paradoja de nuestros tiempos es que los cuarteles de la paz estén en el Pentágono y el Departamento de Estado, mientras que el partido pro-guerra es una coalición de neoconservadores y liberales intervencionistas, incluyendo guerreros izquierdistas humanitarios, al igual que ecologistas, feministas o comunistas arrepentidos.

Entonces ahora, todos tenemos que consumir menos por el calentamiento global del planeta, pero las guerras de la OTAN son reciclables y el imperialismo se ha vuelto un desarrollo sostenible.

Por supuesto que EE.UU. va a ir o no a la guerra por razones totalmente independientes de los consejos ofrecidos por la izquierda pro-guerra. El petróleo no va a ser probablemente un factor decisivo porque cualquier nuevo gobierno libio tendrá que vender petróleo y Libia no tiene la influencia necesaria para tener un peso importante en el precio del petróleo. Claro que la inestabilidad de Libia genera especulación que por sí misma afecta los precios, pero eso es diferente. Los sionistas tienen probablemente dos ideas encontradas sobre Libia: odian a Khadafi, y les gustaría derrocarlo, como a Sadam, de la manera más humillante, pero no están seguros si les gustará la oposición (y por lo poco que sabemos, no les gustará).

El principal argumento pro-guerra es que si las cosas se hacen rápida y fácilmente, se rehabilitará la OTAN y la intervención humanitaria, cuya imagen quedó manchada por Irak y Afganistán. Una nueva Grenada o, al menos, un nuevo Kosovo, es exactamente lo que se necesita. Otra motivación para una intervención es la mejor manera de controlar a los rebeldes, al ir a "salvarlos" en su marcha por la victoria. Pero es improbable que funcione: Karzai en Afganistán, los nacionalistas kosovares, los chiítas en Irak y por supuesto Israel están muy felices de recibir la ayuda estadounidense, cuando la necesitan, pero después continúan con sus propios planes. Además, una ocupación militar completa de Libia después de su "liberación" será difícil de mantener, lo que por supuesto hace que la intervención sea menos atractiva desde el punto de vista de EE.UU.

Por el otro lado, si las cosas salen mal, será probablemente el principio del fin del imperio estadounidense, de ahí la prudencia de los funcionarios a cargo, cuya ocupación no es meramente escribir artículos para Le Monde o hablar contra dictadores frente a las cámaras.
Es difícil para un ciudadano cualquiera saber qué está pasando exactamente en Libia, porque los medios occidentales se han desacreditado completamente por su cobertura en Irak, Afganistán, Líbano y Palestina, y las fuentes alternativas no son siempre confiables. Eso no ha afectado por supuesto a la izquierda pro-guerra que está absolutamente convencida de que los peores informes sobre Khadafi son verdaderos, como hace doce años sobre Milosevic.

El rol negativo de la Corte Penal Internacional se ha hecho visible otra vez, aquí, como sucedió con el Tribunal Penal Internacional para Yugoeslavia, en el caso de Kosovo. Una de las razones por las que hubo derramamiento de sangre relativamente limitado en Túnez y Egipto era que había salidas posibles para Ben Alí y Mubarak. Pero la "justicia internacional" quiere asegurarse de que no haya salida posible para Khadafi, ni probablemente para la gente cercana a él, y con esto los incitan a una lucha hasta el fin.

Si "otro mundo es posible", como repite la Izquierda Europea, luego, otro Occidente debería ser posible y la Izquierda Europea debería empezar a trabajar en ello. Las reuniones recientes de la Alianza Bolivariana pueden servir de ejemplo: La izquierda en América Latina quiere la paz y se oponen a la intervención de EE.UU. porque saben que ellos también están en la mira de EE.UU. y que sus procesos de transformación social requieren, sobretodo, de la paz y soberanía nacional. Por lo tanto, sugieren enviar una delegación internacional, posiblemente liderada por Jimmy Carter (al que nadie puede llamar marioneta de Khadafi), para comenzar un proceso de negociaciones entre el gobierno y los rebeldes. España ha expresado interés en la idea, pero por supuesto Sarkozy la ha rechazado. Esta propuesta puede sonar utópica pero no lo sería tanto si tuviera el respaldo de las Naciones Unidas, que de esta manera cumpliría con su misión -pero ello es imposible debido a la influencia de EE.UU. y Occidente. Sin embargo, no es tan imposible que ahora, o en algunas crisis futuras, una coalición no-intervencionista de naciones, incluyendo Rusia, China, países de América Latina y quizás otros, aúnen esfuerzos para construir alternativas confiables frente al intervencionismo occidental.

A diferencia de la izquierda de América Latina, la patética versión europea ha perdido todo sentido de lo que significa hacer política. No intenta proponer soluciones concretas a los problemas, y sólo es capaz de tomar posiciones morales, en particular la denuncia de dictadores y las violaciones de derechos humanos en tono grandilocuente. La izquierda social democrática sigue a la derecha con algunos años de retraso y no tiene ideas propias. La izquierda "radical" se las ingenia para denunciar a los gobiernos occidentales de todas las maneras posibles y al mismo tiempo pedir que esos mismos gobiernos intervengan alrededor del mundo para defender la democracia. Su falta de reflexión política los hace altamente vulnerables a las campañas de desinformación y a volverse aficionados pasivos de las guerras de EE.UU.-OTAN.

Esa izquierda no tiene un programa coherente y no sabrían qué hacer en el caso que un dios los coloque en el poder. En lugar de "apoyar" a Chávez y la Revolución Bolivariana, un reclamo sin significado que algunos adoran repetir, deberían aprender humildemente de ellos, y antes que nada, reaprender el significado de hacer política. (Jean Bricmont CounterPunch). Jean Bricmont ya escribió sobre este tema un libro; Imperialismo Humanitario. El uso de los Derechos Humanos para vender la guerra. 2008. Edt., El Viejo Topo. Con un prólogo de N. Chomsky.

Jean Bricmont enseña física en Bélgica y es miembro del Tribunal de Bruselas. Su libro Imperialismo Humanitario ha sido publicado por Monthly Review Press. Puede ser contactado en: Jean.Bricmont@uclouvain.be

Una entrevista sobre el tema a Bricmont aquí.

martes, 13 de julio de 2010

Aniversario en los balcanes

Nada puede hacerse ya por las decenas de miles de muertos de la guerra de Yugoslavia, pero pocas cosas hay más repugnantes para un periodista que la falsificación y el doble baremo en materia de información cuando se trata de crímenes tan horrendos. El procedimiento es viejo y conocido: se trata de ignorar unas masacres y enfatizar otras. Es así como la matanza de Srebrenica se convirtió, y sigue siendo recordada hoy, como, "la peor matanza de seres humanos en Europa desde el fin de la II Guerra Mundial". En realidad fue uno de los fraudes que jalonaron la guerra humanitaria, con la que Euro Atlántida apuntaló el nuevo orden continental...
...El general canadiense Lewis Mackenzie, jefe de las fuerzas de la ONU, dijo que, "todo indica que Naser Oric mató a tantos serbios fuera de Srebrenica como los serbio bosnios mataron luego".Los medios de comunicación prefirieron no hablar demasiado de estos hechos.
Tampoco se extendieron sobre otra masacre de serbios inmediatamente posterior a Srebrenica, la llamada "Operación tormenta" de los croatas contra la Krajna de agosto de 1995, que produjo una estampida de 200.000 refugiados serbios y seguramente más de 10.000 muertos civiles serbios...
...la Yugoslavia reducida de Milosevic continuaba siendo una especie de "país socialista" y, en ese sentido hay que entender las palabras del ex ministro de justicia y disidente americano Ramsey Clark; "destruimos Yugoslavia sólo porque era la última isla de socialismo en Europa". La terrible violencia de los Balcanes, y sus falsificaciones, no se explican sólo por estos aspectos, pero es inexplicable sin mencionar ese contexto.
Ver todo el escrito del corresponsal de "La Vanguardia" en Alemania, Rafael Poch en "Diario de Berlín" | 11/07/2010