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domingo, 22 de julio de 2018

_- El hambre es un crimen. El repunte de la subalimentación coincide con una década de declive gradual de la paz mundial.

_- No hay otro modo de decirlo, no hay atenuante: en un mundo que produce suficientes alimentos para dar de comer a todos sus habitantes, el hambre es un crimen.

Todos los días vemos, desde la comodidad de nuestras butacas y a través de la confortable distancia que nos proporcionan las pantallas, la desesperación de las personas pobres y vulnerables que se ven forzadas a migrar en las condiciones más humillantes. La mayoría de ellas provienen de áreas rurales.

Tenemos que hacer más por ellas. No podemos permitir, ni permitirnos, que se queden atrás.

Mirar hacia otro lado y no abordar las causas más profundas para acabar con el hambre y la pobreza es un crimen, ante todo, porque sabemos cómo hacerlo. Sabemos qué funciona, sabemos cómo hacerlo. Pero no lo lograremos si la violencia continúa y los conflictos no cesan.

Los datos más recientes de la FAO señalan que, tras casi una década de descensos, el número de personas afectadas por el hambre en el mundo ha vuelto a crecer, con 815 millones de personas víctimas de la subalimentación crónica en 2016. En 2017, unos 124 millones necesitaron ayuda de emergencia para evitar caer en la hambruna, en comparación con 108 millones en 2016.

No es casualidad que estas cifras coincidan con una década de declive gradual en la paz mundial debido, principalmente, a los conflictos en Oriente Medio y en África y a sus efectos indirectos en otras zonas, según el Índice Global de la Paz 2018, publicado hace unos días.

La paz no es solo la ausencia de conflicto: es una dinámica mucho más compleja en la que la alimentación ocupa un lugar fundamental

No nos falta ninguna evidencia más: en un mundo más violento, el hambre aumenta. La relación es directa. Es en países como Siria, Yemen, Afganistán, Sudán del Sur, Irak y Somalia donde encontramos algunas de las tasas más elevadas de inseguridad alimentaria. También América Latina ha asistido a un retroceso en su desarrollo y al repunte del hambre y de la exclusión social por los conflictos y la inestabilidad social.

Por eso es paradójico que el gasto militar mundial continúe aumentando frente a los escasos recursos que los países asignan la lucha contra el hambre.

Necesitamos más compromiso y más apoyo financiero para poder salvar los medios de vida que contribuyen a sostener una paz duradera. Una en la que las personas tengan oportunidades para permanecer en su tierra y la migración sea una opción y no un último resorte desesperado.

Esta relación a menudo se pasa por alto, pero todos los países deben tener en cuenta que la paz y el fin de los conflictos son fundamentales para volver a reducir las cifras del hambre.

Y todos debemos recordar que la paz no es solo la ausencia de conflicto. La paz es una dinámica mucho más compleja y permanente de relaciones entre las personas y los pueblos en la que la alimentación ocupa un lugar fundamental.

Los derechos humanos y los de los pueblos son valores indivisibles en la construcción democrática y fundamentales para alcanzar la igualdad para todos y todas. Por lo tanto, es urgente fortalecer las condiciones de vida y trabajar por el desarrollo, tanto de los pueblos como de los pequeños y medianos productores rurales para que puedan afirmar sus valores y disfrutar una vida digna.

En esa dinámica, hay algo incuestionable: los más necesitados requieren el apoyo y la solidaridad del resto. Solo desde esa concepción seremos capaces de erradicar el hambre y construir una sociedad más justa y más humana para todos.

José Graziano da Silva es director general de la FAO. Adolfo Pérez Esquivel es Premio Nobel de la Paz y miembro de la Alianza de la FAO por la Seguridad Alimentaria y la Paz.

https://elpais.com/elpais/2018/06/21/planeta_futuro/1529616624_583951.html

Nota.:
La distancia entre el hambre y la alimentación, la comida, es muy corta y fácil de salvar, solo con algo, un poco de dinero. (En armas nos gastamos muchísimo más) "Por qué aquí el sacrosanto mercado -"tan eficiente y eficaz"- no lo soluciona?

jueves, 5 de enero de 2017

Los ultraliberales y la banalización de la pobreza

Cada año vemos en la prensa noticias que informan sobre el riesgo de pobreza en España, riesgo que se mide con el indicador AROPE (At risk of poverty and/or exclusion), una metodología europea que considera que se está en riesgo de pobreza si se cumple uno de estos tres requisitos: Tener ingresos por debajo del 60% de la mediana del país (8.011€/año para un hogar unifamiliar en España), sufrir privación material severa (cumplir cuatro de las nueve condiciones que se ven aquí) o vivir en hogares con una “intensidad del empleo” de menos del 20% (una jornada completa sería 100%, 20% implica 8 horas/semana por adulto activo del hogar de media). Según los datos de 2015, un 28,6% de la población española está en riesgo de pobreza, mientras los países más avanzados de Europa tienen una tasa AROPE de entre el 15 y el 20%.

Como reacción a estos datos, todos los años encontramos articulistas y medios alineados con el ultra-liberalismo económico que se dedican a desprestigiar los datos del indicador AROPE y a decir que realmente la pobreza es mucho menor de lo que muestra el indicador, que según ellos sobredimensiona el riesgo de pobreza, insinuando que está mal hecho.

¿Cómo lo rebaten? Pues intentando señalar casos hipotéticos de personas que podrían estar en alguna de estas tres situaciones y que, sin embargo, no serían pobres ni estarían en riesgo de serlo. Por ejemplo, podría haber personas que ingresasen en un año menos de 8.000€ pero que viviesen en una casa en propiedad pagada y en una región donde el coste de la vida fuese bajo, en un caso así podría ponerse en duda que esa persona fuese realmente pobre o estuviese en riesgo de serlo. O respecto a la intensidad del trabajo argumentan que es posible que haya personas que trabajen pocas horas a la semana pero que cobrasen mucho dinero por hora o bien que recibiesen otro tipo de rentas no salariales. O incluso he llegado a ver cuestionada la carencia material severa, diciendo que podría darse el caso de un vegetariano que no quisiese tener coche ni TV ni irse de vacaciones una semana al año y que por tanto no se le debería considerar pobre (el argumento es infame, pero os prometo que lo he leído). Rebatiendo cada caso individualmente y mostrando excepciones pretenden desmontar la metodología AROPE y sembrar confusión sobre la misma, buscando que la gente rechace su validez.

Estamos ante el típico caso donde una pequeña parte de verdad se vende como una impugnación a la totalidad en un claro ejercicio de manipulación. Es verdad que la tasa AROPE no es perfecta y que hay muchas situaciones que entran en ese grupo pero que si hiciésemos un análisis pormenorizado no las consideraríamos como riesgo de pobreza. Seguro que hay personas que durante un año no tienen ingresos pero que no los necesitan porque tienen ahorros y capital que no liquidan. También habrá personas que no trabajen y tengan rentas suficientes, o personas que trabajen en la economía sumergida y que por eso aparecen con escasos ingresos cuando realmente no los tienen tan bajos. Por supuesto que hay casos como estos entre los 13,3 millones de españoles que están en riesgo de pobreza según AROPE.

Pero a este argumento se puede desmontar fácilmente haciendo el ejercicio al revés. ¿Cuantas personas están objetivamente en riesgo de pobreza y, por cuestiones metodológicas, no se cuentan en la metodología AROPE? Probablemente muchas también. Por ejemplo, ¿cuantos hogares superarán el 60% de los ingresos medianos gracias a las pensiones que cobran los abuelos que viven en él? Estos hogares están en riesgo objetivo de pobreza porque en cuanto muera el pensionista entrarán indefectiblemente en él. Otro ejemplo ¿cuántas familias no están en carencia material severa porque sus padres les ayudan económicamente, les pagan las facturas cuando no pueden pagarlas o hasta las vacaciones? Seguro que todos conocemos casos así. O respecto a la baja intensidad del empleo, solo se contabilizan las personas hasta 59 años ¿No hay hogares con personas de entre 60 y 65 años con esa baja intensidad en el empleo y que no habrán sido contabilizados?

Pretender ridiculizar un índice por las excepciones o las anécdotas es absurdo, sobre todo cuando se pueden hacer las mismas excepciones en sentido contrario y a lo mejor nos encontramos con que la tasa AROPE no solo no está hinchada, sino que podría hasta quedarse corta.

Pero más allá de esto creo que es importante señalar muy bien qué mide AROPE y por qué sí es una medida adecuada. AROPE no mide la pobreza en un año concreto, mide el riesgo de pobreza que es algo más amplio pero quizá incluso más importante. Los ultra-liberales restan importancia al indicador por no contemplar sólo la pobreza de ese momento pero el riesgo de pobreza sostenido en el tiempo con altísima probabilidad se convierte en pobreza. Una cosa es que la tasa AROPE diese un resultado muy alto en un año aislado, eso podría ser un problema menor, pero cuando los valores se mantienen similares a lo largo de los años nos encontramos claramente ante un caldo de cultivo de la pobreza futura. En los últimos 6 años la tasa AROPE ha sido 26,1%-26,7%-27,2%-27,3%-29,2% y 28,6%, así que no estamos en una situación puntual sino en camino de ser estructural.

En la pobreza es fácil caer pero muy difícil salir. Que se mantengan en el tiempo hogares con ingresos por debajo del 60% de la mediana, con desempleos de larga duración o con carencias materiales severas es algo que “descuelga” del sistema a sus víctimas y que afecta a las siguientes generaciones. La riqueza y la pobreza se heredan en alto porcentaje, eso es algo que no debemos olvidar jamás. Las familias que están en riesgo permanente de pobreza pueden acabar insertas en el ciclo de la pobreza y, para sacarlas de allí, hacen falta esfuerzos titánicos que pueden durar más de una generación.

Pero en vez de preocuparse de este problema, algunos prefieren frivolizar quitando importancia a la pobreza relativa y el subempleo e incluso ponen en duda si la carencia material severa es lo suficientemente severa para ser considerada pobreza. Parece que a algunos cumplir cuatro de los nueve items que hacen entrar en carencia material severa les parecen pocos y argumentan que si fuesen cinco items entonces en vez de un 6,4% de los hogares abarcaría sólo a poco más de un 2%, y si fuesen seis items sólo al 0,6%…Pues sí, y si tuviesen que cumplirse los nueve items y, además, hubiese dormir con una cabra con piojos para ser pobre pues a lo mejor no había hogares pobres en España, pero es que resulta que los señores que han validado esta metodología han considerado cuatro para la carencia material severa, y la única alternativa “oficial” a esto es la Carencia material que es cumplir con tres de los nueve, algo que abarcaría alrededor del 17% de los hogares.

¿No nos gustan las cifras de pobreza? Pues decimos que el límite está mal y nos inventamos uno más bajo hasta que salga una cifra que nos guste más ¿Nos molestan las cifras de carencia material severa? Pues la reinterpretamos a conveniencia y metemos más ítems hasta que nos venga bien… Siempre hacen lo mismo, todo lo que muestra lo que no conviene a su dogma está mal, todo lo reinterpretan, ridiculizan y degradan en una estrategia destructiva y sectaria.

Los ultra-liberales son sospechosos habituales de la manipulación y el trilerismo numérico. Se inventan índices, agitan los números para crear ilusionismos al servicio de su causa, ignoran la desigualdad y hacen todo tipo de barbaridades ante el escándalo de quienes las leen. Pero banalizar la pobreza es probablemente de las cosas más feas que recuerdo. Quienes no pasamos necesidades no podemos frivolizar con estas cosas, hacerlo no es que demuestre ausencia absoluta de empatía es que quizá roce la sociopatía. No es moral, no es compasivo y no está bien.

Hablando de la compasión, me vienen a la cabeza unas palabras del filósofo José Sanmartín Esplugues en su libro Bancarrota Moral con las que me gustaría acabar: “No hay nada más alejado de la compasión que el individuo que se maneja con cifras y no quiere bajar al terreno de las personas y de sus padecimientos porque eso podría llevarle a desistir de las medidas que considera que ha de adoptar en nombre de un objetivo superior”. Sanmartín es un especialista en violencia, entendida ésta en todas sus vertientes, también la económica. Creo que algunos deberían leerle antes de dejarse llevar por los bajos instintos que les llevan a escribir al servicio de ese objetivo superior que creen perseguir.

Pedro Fresco, colaborador de econoNuestra.

Fuente:
http://blogs.publico.es/econonuestra/2016/12/27/los-ultraliberales-y-la-banalizacion-de-la-pobreza/