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sábado, 2 de marzo de 2024

La hechicera, el gato y el demonio: De Zenón a Stephen Hawking: 12 experimentos imaginados que cambiaron la historia. (Ensayo y Pensamiento)– 13 abril 2023 de Manuel Lozano Leyva (Autor)

Un estimulante viaje a través de los experimentos imaginados de la física que han puesto a nuestras mentes a jugar.

¿Qué relación guarda una competición de atletismo entre una tortuga y el campeón Aquiles con nuestra noción de infinito?

¿En qué medida afectan los movimientos de un demonio del siglo XIX a la hora de refrigerar nuestros ordenadores?

¿Pueden ayudar a explicar dos hermanos nadando en un río la teoría especial de la relatividad?

Con el mismo estilo ameno y didáctico que ya empleó en De Arquímedes a Einstein, Los diez experimentos más bellos de la historia de la física, el célebre físico nuclear Manuel Lozano Leyva vuelve a acompañar al lector en este nuevo libro por un viaje humanista, didáctico y creativo a través de los doce experimentos imaginados más ingeniosos y productivos de la historia de la física, aquellos cuya teoría (y paradojas) mejor explican nuestro mundo sin siquiera necesitar probarse empíricamente.

Sobre el autor: «Uno de nuestros mejores cerebros». ABC Sobre De Arquímedes a Einstein: «Un derroche de amenidad y capacidad divulgativa».

Emilio Lahera, sobre El fin de la ciencia: «El fin de la ciencia se ocupa, principalmente, de revelar errores de juicio, supercherías notorias y campos donde la ciencia será decisiva en un futuro inmediato: la pesca, la alimentación, el suministro de agua, la prevención y el combate de enfermedades endémicas, etc». 

Diario de Sevilla, sobre Los hilos de Ariadna: «Lozano Leyva ha escrito un libro entretenido y de lenguaje claro que ayuda a acercarse a la ciencia».

Santiago Belausteguigoitia, El País, sobre El cosmos en la palma de la mano: «Plantea un cosmos con proporciones humanas». ABC «Se nota que en el libro ha unido sus dos pasiones: la astrofísica y la docencia». Revista Fusión El Corte Inglés. 

viernes, 20 de julio de 2018

Carlo Frabetti: «He vendido más ejemplares de “Malditas matemáticas” que de los otros cien libros juntos. Vivo de ese libro»

A Carlo Frabetti (Bolonia, 1945) a menudo se lo presenta como un escritor italiano que escribe en castellano, aunque desde los ocho años vive en España. Él no parece estar en desacuerdo con esta descripción; apunta que, según los psicólogos, todo se resuelve en los primeros siete u ocho años de vida y, además, no tiene pasaporte español. Con un centenar de libros publicados, este matemático de formación ha sabido reconciliar ciencia y humanidades, literatura para adultos y libro juvenil, marxismo y cristianismo, entre otras dicotomías aparentes, en sus libros y columnas para la prensa. Su carrera abarca un recorrido de difícil catalogación durante el que ha alcanzado la cima varias veces: en los ochenta fue con La bola de cristal, en los noventa con la literatura; ha llegado a ser el autor más leído en Cuba, después de Fidel Castro.

En la terraza de su casa en La Bisbal del Penedés, bajo la sutil y constante luz característica de una tarde de primavera, el ruido es inexistente. Es el lugar perfecto para más de tres horas de conversación tranquila que dan para profundizar en su trayectoria y reflexionar sobre ciencia, literatura, filosofía, política, religión, actualidad. Gestiona sus respuestas con la calma del que parece capaz de mantener su presión arterial baja, con una actitud en apariencia neutral y distante, pero con opiniones no exentas de indignación por las injusticias; sabe que el sistema está roto, pero no transmite ninguna urgencia en particular.

Te dedicas a muchas actividades que no parecen relacionadas: divulgación científica, activismo político, literatura infantil y juvenil… ¿Cómo se relaciona todo esto?

Cuando te interesa y te preocupa el mundo en el que vives, el viaje viene a ser siempre el mismo: un viaje hacia el conocimiento. Puedes cambiar de vehículo, hay gente que se siente muy cómoda con un vehículo concreto y hace el viaje siempre o casi siempre en ese vehículo, pero hay otros que por razones a veces circunstanciales vamos cambiando.

Hay una serie de cosas que me han gustado a lo largo de la vida y he tenido la suerte de poder dedicarme a varias de ellas, ganando el mínimo de dinero que me ha permitido emplear un tiempo considerable en esas actividades. Todos hacemos muchas cosas, pero no siempre nos pagan por ellas. Si me pagaran por pasear, sería paseante profesional. Sin embargo, por escribir, por hacer divulgación científica o dar clases, que son cosas que siempre me han gustado, he conseguido que me pagaran lo suficiente para vivir.

El activismo político, por el contrario, no solo no te lo pagan, sino que te lo hacen pagar caro. Cuando vives en un mundo tan injusto como este e intentas comprenderlo, llega un momento en el que no te conformas con comprender y piensas que, si puedes hacer algo, por modesto que sea, para modificarlo, tienes que hacerlo. Es lo que decía Marx: «Hasta ahora los filósofos se han preocupado por interpretar el mundo y lo que hay que hacer es cambiarlo». Esa frase me influyó mucho. Yo era un ratón de biblioteca, estaba obsesionado con conocer, y me di cuenta de que no bastaba, que había que utilizar ese conocimiento para hacer algo.

Naciste en 1945 y llegas a España ocho años después, ¿a qué se debió esta decisión familiar?

Algo muy italiano, mi padre montó en Valencia una fábrica de máquinas para hacer helados. Al principio vino él solo a España y durante un tiempo mi madre y yo íbamos y veníamos. A partir del 53, a mis ocho años, tuvimos casa propia en Valencia, nos instalamos, mi hermana nació en Valencia. Y la causa fue esa. En Valencia había una gran afición a los helados, y cuando nosotros llegamos se hacían a mano. Había unos tambores de corcho llenos de hielo con sal y un cilindro de metal con la crema dentro que había que mover a mano hasta que se congelaba, mi padre a eso le puso un motorcito y, en vez de corcho, una estructura refrigerante, y así empezó a fabricar máquinas de hacer helado aptas para instalarse en cafeterías. Llenó España. Primero Valencia y luego todo el país.

¿Cuándo publicaste tu primer libro y cuántos has publicado?

He publicado un centenar, en números redondos. Pero mi primera novela, posterior a los libros de cocina vegetariana, yoga, juegos y pasatiempos matemáticos, la publiqué en el 94. Fue una novela infantil que, para mi sorpresa, tuvo mucho éxito. Nunca me había planteado ser narrador, que es algo mucho más concreto que ser escritor. Me paso el día escribiendo desde hace muchos años. Había hecho guiones de televisión, teatro, poesía, pero narrativa… cuentos sí, pero novela no. Alfaguara, a raíz del éxito de La bola de cristal, me pidió algo…

Esto fue en el 94 y La bola de cristal acabó en el 88.

Sí, digo a raíz, pero no inmediatamente. Se pusieron en contacto conmigo, pero la primera novela no salió hasta el 94. Fue La magia más poderosa. Tuvo mucho éxito… Yo entonces no tenía ni idea de cómo funcionaba el mercado de la literatura infantil, pero resulta que el 90% de las ventas ocurre en los colegios. Lo que se llama venta por prescripción. La venta por impulso, es decir, que entre un niño o su padre en una librería y compre un libro, solo supone el 10%.

En algún colegio deciden que un libro está bien y compran cincuenta o cien de golpe. La magia más poderosa tuvo éxito porque gustaba a la vez a niños y profesores. Muchas veces lo que les gusta a los niños a los profesores no les parece lo suficientemente instructivo o didáctico y viceversa, lo que les gusta a los profesores a los niños les parece aburrido. Este libro se convirtió en un best seller infantil y, a raíz de eso, empezaron a pedir más y más.

Teniendo en cuenta que eres matemático y escritor, ¿cómo ves la relación actual entre ciencia y letras?

Pobre. Muy pobre. Cuando yo era joven la dicotomía era brutal. Casi se podía hablar de enemistad. De hecho, había un pique entre la gente de letras y la de ciencias. Los de ciencias decíamos que los de letras utilizaban la memoria porque carecían de inteligencia y los de letras que los de ciencias estábamos deshumanizados. Ahora por suerte la situación ha cambiado, pero sigue habiendo una separación demasiado estricta a mi modo de ver. Mi objetivo con los libros de divulgación que hago para Alianza y con los libros infantiles, donde siempre hablo de ciencia de alguna manera, es acercar estos dos campos. Porque este divorcio hace mucho daño a las dos partes.

En tu primer artículo en El País, en el año 96, hablas precisamente de eso, ¿seguimos un paradigma de cultura oficial basada exclusivamente en lo literario y artístico?

El cambio más significativo empieza a notarse en este siglo; si contemplamos un intervalo de sesenta años sí que hay un cambio considerable, científicos que se interesan por las humanidades y humanistas que se interesan por la ciencia.

¿Los hay?

Claro. Los filósofos se interesan por ejemplo con la irrupción de la mecánica cuántica, que es de principios del siglo XX, igual que la relatividad. Ya la relatividad influyó en movimientos artísticos y literarios como el surrealismo y el cubismo. Poco a poco la ciencia se ha ido infiltrando en el discurso literario y artístico.

¿Crees que los filósofos comprenden la mecánica cuántica?

Al menos lo intentan, que ya es algo. Aunque algunos lo único que hacen es apropiarse de la terminología de manera puramente efectista, como han señalado críticos como Sokal.

Cuando entrevistamos a Jesús Mosterín también los puso a parir a todos, a Derrida… no dejó títere con cabeza.

Yo también los he puesto bastante a parir. Lo que pasa es que valoro el intento. Que hablen, aunque sea mal, ya es algo. Recuerdo haberle enseñado a un conocido escritor un libro en el que había fórmulas y que dijera: «Quita, quita, eso es pornografía». Esta mentalidad sigue muy presente. Pero al menos se dan cuenta de que hay conceptos nuevos… Porque la física de Galileo y Newton no es nada contraintuitiva y no interfiere con la visión del mundo que viene de los griegos. Sin embargo, la mecánica cuántica y la relatividad son totalmente contraintuitivas, te obligan a modificar tus ideas. Y los filósofos, algunos, sí se han dado cuenta de esto e intentan no perder ese tren. A veces lo hacen de una forma lamentable, como cuando Lacan te dice que el falo es la raíz cuadrada de menos uno, que es… bueno, señor, córtese un poquito.

Te consideras discípulo de Martin Gardner, ¿qué aportó este matemático y divulgador a la sociedad?

Sí, me considero discípulo suyo porque empecé a leer sus artículos en Scientific American cuando todavía no se publicaban en España. Tenía diez u once años y se convirtió automáticamente en mi ídolo; si echas una ojeada a mi biblioteca tengo un estante lleno con toda su obra. No solo es un divulgador matemático excelente, sino que tiene libros filosóficos, ensayos contra el irracionalismo y contra las pseudociencias, es un escritor sumamente interesante en muchos aspectos y, sí, lo considero un maestro. A él y a Raymond Smullyan, de hecho, eran amigos, los dos han muerto recientemente. No llegué a conocerlos, pero sí me escribí con ellos. Tengo una novelita que no está publicada en España, solo en Cuba, que está dedicada a ellos dos y aparecen como personajes. Se titula las Las islas desventuradas y no me la quisieron publicar en España.

Todas las editoriales de libros infantiles, sean religiosas o no, tienen en cuenta que tienen que vender en los colegios religiosos. En el libro Las islas desventuradas los buenos son los herejes y los malos son los católicos ortodoxos, y esto no les pareció bien. Pero en Cuba tuvo muchísimo éxito.

Has dedicado mucho trabajo a los pasatiempos matemáticos. El primer desafío lógico que planteaste en la revista Algo fue el de los nueve puntos, ¿por qué es tan importante este problema?

Lo encuentro muy interesante porque es un claro ejemplo de que muchas veces, al intentar resolver un problema, no solo de matemáticas sino en cualquier área, nos imponemos más condiciones de las que en realidad nos piden. ¿Cuál es la condición no pedida que casi todo el mundo se impone sin darse cuenta? Que todos los vértices de la línea quebrada coincidan con alguno de los nueve puntos, pero eso no te lo piden… solo te dicen que tiene que ser un trazo continuo y de segmentos rectilíneos. Me parece un acertijo precioso. Ahora mucha gente lo conoce, se hizo famoso. ¿De cuándo es esta revista? [Señala un ejemplar de la revista que hemos llevado].

Del 84.

Me da vértigo. En su día muy poca gente resolvía ese problema. Todo el mundo llegaba a la conclusión de que tenían que ser cinco líneas, no que con cuatro bastaba.

¿Qué recuerdas de esta revista de divulgación?

La recuerdo con mucho cariño porque, por desgracia, las revistas de divulgación científica o son poco accesibles o son poco serias. Pasamos de Investigación y Ciencia a Muy Interesante. Es tremendo. La revista Algo, por el contrario, era bastante seria y muy accesible.

En tu último libro, Detective íntimo, dices que la clave del pensamiento lateral es la atención flotante. Cuéntanos más.

Creo que en el propio libro lo explica el detective. No es una idea mía, cuando nos concentramos de una manera un poco obsesiva en una idea perdemos de vista el contexto. Esto lo saben todos los escritores. Lewis Carroll inventó un aparatito, que llamaba nictógrafo, para anotar ideas durante la noche. Entonces no era fácil tener una lamparita en la mesilla de noche, así que inventó ese artilugio porque de repente se despertaba con una idea genial y, si no la escribía, al día siguiente se le había olvidado. En estados como el duermevela o cuando uno está a punto de despertarse, la mente no ha puesto en marcha todas sus rutinas de control. Hay una serie de mecanismos mentales que son muy útiles, aunque a veces nos atenazan un poco. La atención flotante es un concepto que usan mucho los psicoanalistas, consiste en escuchar lo que te dicen, pero sin estar excesivamente concentrado. Dejar que la mente vague un poco a su antojo para no perder de vista cosas que pueden parecer accesorias pero que son información relevante.

Contabas en una conferencia que Malditas matemáticas lo escribiste a partir de los recortes de un libro de texto que los responsables de la editorial rechazaron por ser demasiado divertido.

Sí, Alfaguara y Santillana son de la misma empresa, Prisa. Están en plantas sucesivas de un mismo edificio. Hubo una época en que casi todos mis libros infantiles los publicaba en Alfaguara. Un día me llamaron del piso de arriba, de Santillana, donde siguen haciendo libros de texto, y me dijeron que, como yo era matemático, que por qué no les hacía un libro para segundo de la ESO.

¿El libro entero?

Sí. Me pasaron el programa y lo desarrollé. Meticulosamente. Intentando poner ejemplos divertidos, creando situaciones que ilustraran el concepto en vez de soltarlo sin más, seco y árido. Y me quedé muy contento. Lo llevé y me dijeron que no podía ser, que era demasiado divertido. Estaban ahí todos los conceptos, pero me dijeron: «No, no, no, tienes que podarlo», por así decirlo, y hacerlo más ceñido a lo que la gente espera de un libro de texto.

Pero claro, me dieron mucha pena aquellos descartes y decidí hacer una novelita. Y la llevé al piso de abajo. Al principio la rechazaron también, esto era a finales de los noventa, y me dijeron lo contrario que me habían dicho en el piso de arriba, que los niños detestan las matemáticas y lo que quieren es divertirse, que las matemáticas fuera. Y me fui muy triste a mi casa. Pero tuve la suerte de que el año 2000 fue el año mundial de las matemáticas y me llamaron de Alfaguara: «Oye, queremos publicar algo, y no importa que no se venda mucho, para poder decir que hemos publicado algo conmemorativo»...

seguir aquí:
Fuente:
https://www.jotdown.es/2018/07/carlo-frabetti-he-vendido-mas-ejemplares-de-malditas-matematicas-que-de-los-otros-cien-libros-juntos-vivo-de-ese-libro/

martes, 12 de julio de 2016

La ciencia de Nabokov. El escritor ruso se veía a sí mismo como un científico que narraba historias. Un nuevo libro trata de relacionar su obra con el vuelo de las mariposas.

Fue Franz Kafka quien dijo aquello de que “en la ciencia uno intenta contarle a la gente algo que nadie sabía hasta ese momento de manera en que pueda ser comprendido por todos. Pero en la poesía sucede exactamente lo opuesto”.

Así, en principio, nada le interesaba menos a ­Kafka (más preocupado por su singular poética que enseguida resulta universal) que, por ejemplo, proponer alguna explicación biológica para lo que Gregor Samsa descubre que le ha sucedido en la primera línea de La metamorfosis. Es más: Kafka dejó instrucciones —en una carta a su editor— para que esa criatura jamás fuese dibujada para ilustrar su libro. Kafka quería que el lector supiese tan poco como Samsa sobre su nuevo cuerpo y apariencia.

Lo que el escritor checo promovía en su entendimiento del yin y yang de lo científico y lo poético era, en realidad, una muestra más de un conflicto tan antiguo como el mundo. La idea es que el inexacto arte escrito es lo que narra, mientras que las ciencias más o menos exactas nos ayudan a contar. Distraerse con uno y concentrarse con las otras entonces. Lo real y lo irreal, mejor cada uno por su lado y cada quien en su sitio, y no agitar ni mezclar antes de su uso.

Al poco tiempo de que Kafka se negara a toda representación visual de su Samsa metamorfoseado —en un mundo nuevo donde todo era ciencia—, semejante prohibición probó ser irresistible de desobedecer para el escritor Vladímir Nabokov, quien concluyó sin dudarlo que se trataba de “un simple escarabajo grande” mientras procedía a bosquejarlo en pizarras y apuntes para sus conferencias en la Cornell University, añadiendo que “Kafka construyó su lenguaje a partir de los términos del derecho y de la ciencia, dándoles una suerte de precisión irónica donde no había sitio para que se inmiscuyesen los sentimientos más íntimos del autor”.

En resumen: para Nabokov, Kafka era un científico que escribía y narraba historias.

Y Nabokov para Nabokov, también.

Gozoso padecedor del don/estigma de la sinestesia (el síndrome de ver letras en colores), Nabokov definió “la textura del tiempo” de su Van en Ada o el ardor a partir de los postulados de Martin Gardner en El universo ambidiestro, y dedicó buena parte de su tiempo al estudio de las mariposas de la subvariedad blue. Luego de años de observación, Nabokov tuvo la intuición de un posible rumbo alternativo para las varias (y no única, como se creía) migraciones de esta especie sudamericana. Los profesionales del asunto de por entonces se rieron del entregado amateur, quien siempre dijo que, de no haber tenido lugar la revolución rusa, jamás hubiese escrito una novela —y hubiera optado por perseguir y alcanzar insectos—. Y restaron importancia a sus sketches de alas y antenas. Ahora estos dibujos, acompañados por estudios donde se relaciona la mecánica del vuelo con la estructura novelesca en la obra del autor, acaban de reunirse en el precioso volumen publicado por Yale University Press, Fine Lines: Vladimir Nabokov’s Scientific Art (que viene a sumarse a los ya editados sobre el tema Nabokov’s Butterflies: Unpublished and Uncollected Writings y Nabokov’s Blues: The Scientific Odyssey of a Literary Genius). Dibujados a lo largo y ancho de los moteles made in USA en los que el hombre se alojaba junto a su red y sus alfileres mientras, de paso, tomaba notas para una novela con nínfula mariposeante de nombre Lolita. El que, mucho tiempo después de muerto Nabokov, se haya probado fehacientemente —más allá y por encima de lo opuesto y lo exacto— que él estaba en lo cierto en cuanto a los movimientos de los colores de los lepidópteros, no deja de ser un acto de justicia poética.

O, si se prefiere —da igual, por encima y más allá de lo opuesto y de lo exacto—, de justicia científica.

A los profesionales de bata les atrae la posibilidad de hallar algún orden secreto en el caos de lo creativo. Esta separación de campos y polaridades es, por supuesto, más que engañosa y muy representativa de nuestro presente. Como bien avisó J. G. Ballard —de formación psiquiátrica—, “en los últimos tiempos, la ciencia se basa más y más no en la tradicional naturaleza de las ecuaciones, sino en los términos inestables de las obsesiones de aquellos sujetos, todos nosotros, para quienes se investiga. Llevamos viviendo ya muchos años en un inmenso laboratorio desbordante de máquinas que no es otra cosa que una inmensa novela”.

Tal vez de ahí el que ahora se multipliquen los textos de divulgación científica ocupándose de inspiraciones súbitas, impulsos narrativos y ocurrencias impredecibles —después de siglos de soportar esas risas operísticas del Fausto de turno entre truenos y rayos y probetas de científicos locos, inventados por la literatura—. Mal que le pese a Kafka, circulan por ahí tesis que apuestan a que el estudio de su obra permite explicar cómo la exposición a amenazas sirve para el aprendizaje de una gramática artificial. O algo así.

Y, claro, el autor de El proceso no fue, ni es, ni será el único en haber sido analizado bajo telescópicos microscopios. Hay libros y tesis que se arriesgan a un seguimiento desde el punto de vista astronómico (y alquímico y astrológico) de Don Quijote; a hacer comulgar al críptico y encriptado Finnegans Wake, de James Joyce, con la física cuántica; a sumar y restar alrededor de Borges; o que se valen de la prosa serpenteante de Marcel Proust (quien aseguraba que “nadie nos entrega la verdad, sino que debemos creerla por nosotros mismos”) para explicar que la descodificación y ordenación de un puñado de signos escritos no está incluida en una simple app del disco duro del hombre que se pueda abrir sin más, sino que se trata de una suerte de más o menos azarosa mutación que todo individuo debe desarrollar mediante el aprendizaje, porque “nuestros cerebros nunca fueron cableados para la lectura o la escritura”. De ahí que a muchas personas les cueste mucho leer y muchísimo escribir. O algo así.

Tras ellos, y en estampida, galopan y arrollan cada vez más todos esos estudios preapocalípticos (como los de Nicholas Carr y Sven Birkerts) que advierten acerca de la erosión que Google & Co. provoca en nuestras mentes, y de lo que en ellas sucede químicamente cada vez que nos adentramos en un “Había una vez…”; los que no titubean a la hora de reducir a todas las historias jamás imaginadas o vividas por el ser humano a siete tramas básicas y que se repiten y funden en diferentes combinaciones; los que se zambullen de cabeza, y con los ojos bien abiertos, en un estudio evolutivo del cómo y por qué y para qué contar historias. Sobre esto trata On the Origin of Stories: Evolution, Cognition and Fiction, un denso pero muy divertido ensayo firmado por Brian Boyd, biógrafo obsesivo y máxima autoridad en la vida y obra de Vladímir Nabokov, quien defiende —por oposición y exactitud, con sentimiento y frialdad, fundiendo tonalidades— que, además de mariposas en el estómago, también, al mismo tiempo, se pueden tener mariposas en el cerebro.

O un simple escarabajo grande.

http://cultura.elpais.com/cultura/2016/06/09/actualidad/1465487757_770034.html

viernes, 8 de enero de 2016

“Hay una pequeña élite que tiene el poder. Y lo tiene porque sabe matemáticas y tú no”. El profesor de matemáticas de la Universidad de Berkeley es uno de los mayores divulgadores de su disciplina. Y cree que deberíamos acercarnos a ella por nuestro bien.

Como explica el profesor Edward Frenkel (Kolomna, Rusia, 1968) en el prólogo de su libro Amor y Matemáticas (Ariel) “hay un mundo secreto ahí fuera. Un universo oculto, paralelo, de belleza y elegancia, intrincadamente conectado con el nuestro. Es el mundo de las matemáticas. Y a la mayoría de nosotros nos resulta invisible”. Frenkel es uno de los mayores divulgadores de las matemáticas modernas, además de ser uno de sus más prolíficos investigadores. En su nuevo libro trata de acercar sus conocimientos al público general, que suele alejarse de las matemáticas como de la peste, pensando que nunca jamás entenderá nada de lo que puedan explicarle.

En su ensayo Frenkel no sólo demuestra que nuestro miedo a las matemáticas está injustificado, además nos invita a aprender ciertos conocimientos básicos que pueden ayudarnos en nuestro día a día; y no para ir a hacer la compra, si no para defender nuestros derechos como ciudadanos libres. El profesor de la Universidad de Berkley ha contestado a las preguntas de El Confidencial. Y han bastado un puñado de preguntas para que el matemático nos convenza de acercarnos a su campo de estudio.

PREGUNTA. La mayoría de la gente piensa que las matemáticas sólo tienen que ver con los números. Pero como explicas en el libro no es cierto. 
¿Con que tienen que ver entonces?
RESPUESTA. Sí, es una falacia común. La mayoría de nosotros sólo conocemos las matemáticas que hemos estudiado en la escuela, que son muy limitadas y obsoletas. De hecho, decir que las matemáticas sólo tienen que ver con los números es como decir que el arte es el estudio de la composición química de una pintura. Son mucho más que eso.

Como muestro en mi libro Amor y Matemáticas hay muchas áreas de las matemáticas que no se basan en los números. Por ejemplo, está la geometría, que estudia las formas en todas las dimensiones; está el estudio de la simetría, que tiene aplicaciones en muchas áreas de la ciencia, desde la ingeniería a la física cuántica. Está también el estudio del infinito. Piensa que todo número es finito, así que el infinito es por fuerza algo completamente distinto. Las matemáticas son un camino de acercarse al infinito. Y esa es su belleza.

P. La de matemático es una de las profesiones con menos desempleo, pero la gente joven no se siente atraída por una disciplina que consideran demasiado compleja o aburrida. 
¿Por qué cree que ocurre?
R. El principal problema es que en nuestras escuelas hoy en día no enseñamos a los alumnos de qué van en realidad las matemáticas ni para qué sirven, en vez de eso hacemos que memoricen procedimientos y cálculos que aparecen ante ellos desprovistos de cualquier significado. Matemáticas se convierte en una asignatura fría, aburrida, sin vida e irrelevante. Y lo que es peor, muchos de nosotros hemos sufrido experiencias traumáticas en nuestra clase de matemáticas de niños, como ser avergonzados por un profesor delante de toda la clase por haber dado una solución incorrecta. Estos recuerdos permanecen junto a nosotros incluso aunque no seamos conscientes de ello. Y esto crea miedo a las matemáticas.

Ahora hablemos de la materia que se imparte. ¿Sabías que la mayoría de las matemáticas que se estudian hoy en día en nuestras escuelas tienen más de 1.000 años? Por ejemplo, la formula para solucionar las ecuaciones de segundo grado estaba en un libro de al-Khwarizmi que se publicó en el año 830, y Euclides sentó las bases de su geometría en el año 300 a. C, hace 2.300 años. Si el mismo lapso de tiempo se diera en física o biología hoy no sabríamos nada del Sistema Solar, el átomo o el ADN. Especialmente en la actualidad, cuando las matemáticas están a nuestro alrededor todo el rato (piensa en los ordenadores, los móviles, los navegadores GPS, los videojuegos, los algoritmos de búsqueda…). Pero no estamos enseñando a nuestros hijos nada de esto y seguimos atiborrándoles con las mismas enseñanzas antiguas. No tiene ningún sentido. La gente dice que tenemos que seguir estudiando las cosas antiguas y aburridas porque son necesarias para entender las nuevas y excitantes ideas. Pero puedo decirte una cosa como matemático profesional: eso no es cierto. No necesitas saber geometría euclidiana, la geometría de las líneas en un plano, para entender la geometría de una esfera, la geometría de los paralelos y los meridianos en un globo, que es curvo, no plano. Los estudiantes pueden captar esta geometría no euclidiana aún más rápido, ¡y es mucho más divertida! Y, de hecho, es más cercana a la realidad porque la Tierra es redonda y su superficie es esférica. ¡No es plana! Por desgracia en nuestras clases de matemáticas seguimos pensando que el mundo es plano.

P. La enseñanza de matemáticas en España deja bastante que desear. Los niños memorizan los procedimientos pero en la mayoría de los casos no tienen ni idea del funcionamiento de las operaciones. 
¿Cómo deberíamos enseñar matemáticas?
R. Para empezar,
1. Deberíamos abandonar esta obsesión por los exámenes y los test. Esto es parte de nuestra obsesión general por medirlo y calcularlo todo. Pero las cosas más importantes de la vida no se pueden medir. Por supuesto, necesitamos exámenes en nuestras escuelas, pero lo que está ocurriendo hoy en día es que forzamos a los profesores a gastar gran parte de sus clases en preparar a los estudiantes para hacer exámenes.
¿Y cuál es la forma más obvia para prepararles? La memorización. Así que, no sólo todo el mundo está estresado (profesores, estudiantes y padres), además los alumnos acaban memorizando fórmulas matemáticas y procedimientos sin comprender realmente nada. Las matemáticas entonces se convierten en un infierno y están deseando olvidarlo todo después del examen. Lo que debemos hacer es,
2. Presentar las matemáticas no como un conjunto de cálculos y procedimientos que se deben memorizar para superar un examen sino como lo que son realmente: un universo paralelo de belleza y elegancia, como el arte, la literatura o la música.

3. Y debemos mostrar a los alumnos las conexiones entre las matemáticas y nuestra vida cotidiana, para que les motive estudiar.

P. En el prólogo del libro afirma que no hay libertad sin matemáticas, pero a su vez las matemáticas permiten establecer sistemas de control. La gente poderosa suele decir que las matemáticas nunca fallan, que son la verdad absoluta.
¿No cree que un mundo dominado por completo por las matemáticas dejaría de ser libre?
R. Cuando digo que sin matemáticas no hay libertad quiero decir que si somos unos ignorantes de las matemáticas no podemos ser libres, porque entonces estamos dando el poder a una pequeña élite, que es la que conoce y usa las matemáticas. Y las consecuencias de esto pueden ser perjudiciales. Las matemáticas son muy poderosas, pero ese poder puede no usarse para el bien, sino para el mal. En la crisis económica global, por ejemplo, la élite usó modelos matemáticos inadecuados para generar enormes beneficios engañado al resto de la gente (y a veces también a ellos mismos).

No estoy diciendo que todos necesitemos aprender complicados detalles sobre las matemáticas. Estoy hablando de un conocimiento general, un sentido de qué es la matemática y cómo se usa. Esto es muy importante en este “mundo feliz” en el que vivimos. Si somos unos ignorantes de las matemáticas, estamos a merced de la manipulación.

Alguien con un conocimiento rutinario de la estadística matemática no invertiría jamás en una estructural piramidal cuestionable (como la que Madoff tenía montada en Estados Unidos) sabiendo que el porcentaje de beneficios ha sido el mismo año tras año. Desafortunadamente, la actitud prevalente en la sociedad actual es “odio las matemáticas. Son demasiado difíciles y no voy a entenderlas”. Y las compañías de finanzas siguen aprovechándose de esto.

Otro ejemplo es la manipulación de las estadísticas económicas, que explico en detalle en un artículo en Slate. En 1996, una comisión nombrada por el gobierno de EEUU se reunió en secreto y alteró la formula para calcular el IPC, la medida de la inflación que determina los tramos impositivos y los beneficios sociales de millones de americanos. Pero apenas hubo una discusión pública sobre la nueva fórmula y sus consecuencias. ¿Por qué? Porque la gente tenía miedo de hablar sobre matemáticas. Tenían miedo de no entender las cosas y sentirse estúpidos. Así que se escondieron. Le dieron al gobierno la potestad de usar las fórmulas matemáticas como le viniera en gana. Tenemos que ser conscientes de las consecuencias que tienen nuestra ignorancia de las matemáticas.

P. Hoy en día muchos negocios dependen de algoritmos matemáticos, pero la mayoría de la gente no los entiende.
¿Por qué deberíamos fiarnos de ellos?
R. No debemos fiarnos de esos algoritmos, ni tampoco de las compañías que los están utilizando. Mira, por ejemplo, las recomendaciones con las que nos bombardean a diario cuando compramos productos online, como los libros de Amazon. Por supuesto, esto puede ser útil. De esta manera he conocido libros de los que no había oído hablar y que realmente he disfrutado. Pero la otra cara de esto es que si seguimos ciegamente estas recomendaciones sin entender cómo funcionan, empezaremos a engañarnos a nosotros mismos.

La realidad es que estas recomendaciones son generadas por algoritmos matemáticos que relacionan nuestros datos (por ejemplo, qué libros compramos o cuáles nos gustan) con los de otra gente. Pero estos algoritmos pueden ser manipulados con facilidad o ser defectuosos. En teoría, puede haber un interés financiero o político que nos guiará a elegir determinados libros. No creo que esto este ocurriendo ahora mismo, pero debemos ser conscientes de que es algo que podría ocurrir.

Más peligroso aún, en mi opinión, es lo que está pasando con el desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA). Para ser claros, estoy hablando de la Inteligencia Artificial General, la idea de que podemos construir robots con el mismo nivel de inteligencia que los humanos. Algunas personas, como Ray Kurzweil, hablan seriamente de la posibilidad de conectar nuestros cerebros a la nube en 20 años, en 2035, lo que permitiría transferir nuestras mentes a los ordenadores en 2045 (lo que el llama “singularidad tecnológica”). Lo que esto significa es que él, y otros como él, creen que los humanos no somos más que máquinas, y lo único que necesitamos es actualizar nuestro hardware y software.

Estas ideas son insensatas y muy peligrosas y, además, contradicen a la ciencia moderna, como expliqué recientemente en mi discurso en el Festival de Ideas de Aspen. Pero ¿adivina qué? En 2012 Kurzweil fue contratado en Google como director de ingeniería, al cargo del desarrollo de investigación de la IA. Y Google es la mayor compañía de tecnología de la información del mundo, que ha comprado todas las empresas de IA y robótica que ha podido. Recientemente ha pagado casi mil millones de dólares por dos start-ups que trabajan la IA, Deep Mind y Magi Leap. Hace un año y medio, Google anunció la creación de un “comité de ética” para resolver cuestiones relacionadas con la IA. Bien, busqué en Google “comité de ética de Google” y no encontré ninguna información al respecto. En otras palabras, el desarrollo de la IA que es crucial para el futuro de la Humanidad, se pone en manos de Kurzweil, y no hay prácticamente ninguna supervisión. ¿Realmente queremos permitir que esto suceda? Es hora de que despertemos.

P. Cada vez es más común escuchar que todas las facetas de nuestra vida se pueden explicar mediante números.
¿Hay algún campo del conocimiento para el que las matemáticas no tenga nada que decir?
R. No creo que las matemáticas puedan explicarlo todo. Por ejemplo, las matemáticas no pueden explicar el amor. Es por ello que mi libro se llama “Amor y Matemáticas”. Son los dos pilares de la Humanidad, y ninguno puede reemplazar al otro. Necesitamos ambos.
Frenkel nació en la Unión Soviética pero ha desarrollado su carrera en EEUU. (Timothy Archibald)
Fuente:
http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2015-07-23/amor-y-matematicas-edward-frenkel-finanzas-inteligencia-artificial_938240/