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miércoles, 1 de febrero de 2017

Jorge Riechmann un poquito de física, un poquito de matemáticas, un poquito de economía política1. Para entender el mundo en que vivimos. El fracaso de una sociedad basada en el crecimiento y en su destrucción de los sistemas vivos de la Tierra

“El fracaso inescapable de una sociedad basada en el crecimiento y en su destrucción de los sistemas vivos de la Tierra son los hechos apabullantes de nuestra existencia. Como resultado, casi no son mencionados en ninguna parte.

Constituyen el gran tabú del Siglo XXI, los temas garantizados para enajenar a amigos y vecinos. Vivimos como si estuviésemos atrapados dentro de un suplemento dominical: obsesionados por la fama, la moda y los tres elementos básicos aburridos de la conversación de clase media: recetas culinarias, innovaciones tecnológicas y centros turísticos.” 2 George Monbiot

Pero cómo puede ser, nos preguntamos una y otra vez, que en esta sociedad pomposamente autobautizada “del conocimiento”, donde ciertamente hemos acumulado más saber científico que en ningún momento anterior de la historia de la humanidad, toda esa masa de información y conocimiento no parezca servir de nada a la hora de evitar el colapso socioecológico hacia el que nos encaminamos…

Quizá habría que comenzar aquí con un chiste, el de Groucho Marx en Sopa de ganso: “Claro que lo entiendo, incluso un niño de cuatro años podría entenderlo. ¡Que traigan a un niño de cuatro años: a mí esto me parece chino!”3

¿Entendemos lo que deberíamos entender como niños de cuatro o diez años? Necesitamos entender tres cosas

Creo que para entender el mundo en que vivimos (y donde probablemente moriremos la mayor parte de los seres humanos, por hambre, falta de asistencia sanitaria y violencia armada, consecuencias de la crisis ecológico-social, antes de que acabe el siglo XXI) hacen falta esencialmente tres conocimientos básicos.

Un poquito de física, un poquito de matemáticas, un poquito de economía política.

El primero de estos conocimientos es la termodinámica básica, y especialmente el significado de la entropía (codificado en el segundo principio de la termodinámica).

El segundo es la dinámica de los crecimientos exponenciales (particularmente cuando se dan dentro de ambientes finitos: esto es matemática sencilla, pero habría que enmarcarla dentro de unas nociones básicas de teoría de sistemas).

El tercero de los conocimientos lo recogen las fórmulas de la reproducción ampliada del capital (D - M - D+ΔD) que Marx explica al comienzo del libro primero del Capital.

Si falta alguna de las tres piezas, no entenderemos casi nada (al propio Marx le faltó comprensión de lo que significaban las piezas uno y dos funcionando dentro de un planeta finito; pero no podemos reprochárselo demasiado, los angustiosos problemas evidentes en la segunda mitad del siglo XX sólo eran perceptibles por indicios en la segunda mitad del siglo XIX). Si entendemos cabalmente las tres piezas en su conexión recíproca, yo diría que habremos dado pasos importantes para saber en qué tipo de mundo, de verdad, estamos viviendo. Habremos encajado tres piezas de conocimiento en el mosaico que hoy nos hace falta –en esa “ecología de los saberes” que preconiza Boaventura de Sousa Santos— para tratar de hacer frente a la crisis ecológico-social.

Un poquito de física: termodinámica básica 4

Si –por la primera ley de la termodinámica-- la materia-energía no se pierde, sino que solamente se transforma, ¿no desaparecen como por ensalmo todos los problemas de límites al crecimiento económico que preocupan a los ecologistas?

Pues no, a causa del segundo principio (o la segunda ley) de la termodinámica – entre otras razones--. Los diversos tipos de energía no son igualmente convertibles en trabajo útil. Si se quiere decir de otra forma: existen formas de energía de “buena” y “mala” calidad para nosotros. La segunda ley establece que, en un sistema aislado, la entropía (desorden atómico o molecular) aumenta inevitablemente.5

DOS CANTARES DE ANTONIO MACHADO PARA EXPLICAR TERMODINÁMICA 
[Primer principio de la termodinámica] [Segundo principio de la termodinámica]

¿Dices que nada se crea? No te importe, con el barro de la tierra, haz una copa para que beba tu hermano.

¿Dices que nada se pierde? Si esta copa de cristal se me rompe, nunca en ella beberé, nunca jamás.

Antonio Machado: Proverbios y cantares, EL PAÍS/ Clásicos del siglo XX, Madrid 2003, p. 19 y 21.

La entropía es una medida de la disponibilidad de la energía: mide la cantidad de energía que ya no se puede aprovechar transformándola en trabajo. Un aumento de la entropía supone una disminución de la energía disponible: ni el carbón ni el petróleo pueden quemarse dos veces. Podemos vincular la idea de entropía con los recursos naturales que empleamos para nuestra subsistencia de la siguiente forma: el recurso natural más básico y fundamental es la materia-energía de baja entropía (vale decir: materia-energía con alto grado de orden y disponibilidad). 

El mineral de hierro con alta concentración de metal es un recurso precioso para nosotros, mientras que el hierro disuelto en el océano es prácticamente inutilizable.

En la Tierra existen de forma natural “depósitos de baja entropía”, islas de entropía negativa o “neguentropía” que desde los comienzos de la Revolución Industrial hemos ido agotando rápidamente: se trata de las reservas de combustibles fósiles, los yacimientos minerales, etc. Dilapidar de forma irresponsable la riqueza natural que constituyen estos “depósitos de baja entropía” restringe cada vez más las opciones vitales de los seres humanos que nos sucederán. En cierto sentido, el imperativo de una sociedad ecológicamente sustentable podría formularse como un imperativo de minimización de entropía.

5 La tercera ley de la termodinámica viene a decir, más o menos, que nada puede enfriarse hasta el cero absoluto. “Si, para un jugador, la primera ley equivaldría a no puedes ganar, la segunda ley sería no puedes no perder y la tercera no puedes abandonar el juego” (Eric D. Schneider y Dorion Sagan, La termodinámica de la vida, Tusquets, Barcelona 2008, p. 73).

La economía convencional ha tenido en cuenta, más o menos, la primera ley de la termodinámica (conservación de la materia-energía); pero no la segunda, que es incomparablemente más importante que la primera a efectos prácticos. Si uno observa la representación clásica del proceso económico en los manuales al uso, verá que en realidad se trata de una máquina de movimiento perpetuo, o sea, un objeto imposible. La termodinámica enseña que esos diagramas circulares, ese movimiento pendular entre producción y consumo en un sistema completamente autárquico, no corresponde a la realidad. El hecho de que el sistema económico se halle inserto dentro de sistemas biofísicos que forman una biosfera altamente compleja, y que dependa para su funcionamiento de fuentes de materiales de baja entropía y de sumideros para los desechos de alta entropía producidos; el hecho de que el principio de entropía gobierna todos los procesos del mundo material, sencillamente se ignora en la economía convencional.

En cierta ocasión, en una audiencia ante el Congreso estadounidense en 1973, el economista Kenneth E. Boulding (1910-1993) afirmó que “quien crea que el crecimiento exponencial puede durar eternamente en un mundo finito, o es un loco o es un economista”. 6

Podríamos parafrasear la humorada del modo siguiente: quien crea que se puede violar la ley de la entropía, o es un loco o es un economista convencional. Pues, en efecto, los economistas convencionales tienen tantos problemas con la ley de la entropía como con los fenómenos de crecimiento exponencial en sistemas cerrados (y por razones parecidas).

La economía ecológica, por el contrario, sitúa la segunda ley de la termodinámica en el centro de sus reflexiones. Parte de la premisa de que el proceso económico es entrópico en todas sus etapas materiales. 7

La segunda ley de la termodinámica tiene importantes implicaciones económico-ecológicas. Lo que muestra es esencialmente que la actividad económica está constreñida por ciertos límites insuperables:

(I) Límites al reciclado: el reciclado perfecto es imposible. Sólo se puede recuperar una parte; siempre hay un resto que se pierde irrecuperablemente. Los neumáticos pueden reciclarse; las partículas de neumático adheridas al asfalto no. El plomo de las baterías puede recuperarse en un alto porcentaje; el plomo

6 Se atribuye este dicho a Boulding en United States Congress House (1973), Energy reorganization act of 1973: Hearings, Ninety-third Congress, first session, on H.R. 11510. p. 248.

7 El hombre a quien se debe el mayor esfuerzo por integrar termodinámica y economía en una reflexión unitaria es el economista rumano exiliado a EEUU Nicholas Georgescu-Roegen (1906-1994). Una breve introducción a su vida y obra es “La economía ecológica de Nicholas Georgescu-Roegen” de Joan Martínez Alier, capítulo 1 de su libro De la economía ecológica al ecologismo popular (Icaria, Barcelona 1992). Óscar Carpintero nos brindó el soberbio estudio La bioeconomía de Georgescu-Roegen (Montesinos, Barcelona 2006) y preparó la edición de Ensayos bioeconómicos de Nicholas Georgescu-Roegen (Catarata, Madrid 2007).

emitido a la atmósfera junto con los gases de escape de los automóviles no. El cierre total de los ciclos es imposible, y las pérdidas de materia inevitables.

Por lo demás, el problema se desplaza pronto al terreno de la entropía energética (reciclar exige siempre utilizar energía, en cantidades que pueden ser muy grandes, inabordables); y a menudo lo que hacemos es “infraciclar” más que reciclar, como cuando rompemos en mil pedazos valiosos recipientes de vidrio (en vez de reutilizarlos), con la pérdida estructural y energética en que incurrimos entonces…

Algún optimista tecnológico insuficientemente consciente de los límites que las leyes de la termodinámica imponen a la ecologización de la economía ha postulado que “los elementos químicos que constituyen los recursos del planeta pueden ser reciclados y reutilizados indefinidamente, siempre y cuando la energía necesaria para recogerlos y refinarlos esté disponible”.

8 Ahora bien: sin entrar en otros problemas que plantearía la extremosidad de este planteamiento, el reciclado perfecto es un imposible termodinámico, y por eso esta supuesta solución falla. Un ejemplo aducido a veces en este contexto prueba en realidad lo contrario de lo que se supone que tendría que probar. “A pesar de su enorme dispersión, más de la mitad del oro extraído hasta ahora sigue controlado hasta hoy día, siendo reunido cuando es necesario gastando energía”.

" 9 El ejemplo se vuelve contra la intención de quien lo propuso: a pesar de que el oro ha sido un metal valiosísimo para todas las civilizaciones, y de que los seres humanos lo han reunido, atesorado y conservado (o sea, reciclado) como ningún otro material en toda la historia humana, sólo algo más de la mitad de todo el oro extraído en toda la historia humana está hoy disponible. ¡Piénsese lo que ha ocurrido y ocurrirá con materiales menos preciados! Y no vale replicar que, con las escaseces crecientes o con los nuevos impuestos ecológicos, el latón o el papel llegarán a ser tan valiosos como el oro: sería una salida por la tangente fraudulenta, que no tendría en cuenta hechos termodinámicos básicos, por no hablar de los supuestos irreales sobre la organización social y la psique humana. 10

8 Aunque esto lo dice mi admirado Barry Commoner (En paz con el planeta, Crítica, Barcelona 1992, p. 142), en esta ocasión yerra…

9 Commoner, En paz con el planeta, p. 142.

10 El ejemplo anterior muestra que lo valioso desaparece de donde debía estar, pero la entropía crea igualmente problemas de signo contrario: lo dañino aparece donde no debía estar. Así, un estudio de la FDA estadounidense (Agencia Alimentaria y del Medicamento) hecho público en marzo de 2004 muestra que la acrilamida –un potente cancerígeno— está presente en el 27’7% de los alimentos en la cesta de la compra promedio en EE.UU. (en cantidades superiores a 10 microgramos por kilo de alimento). Véase Emilio de Benito, “Hallada acrilamida en el 27% de los alimentos de EE.UU.”, El País, 27 de marzo de 2004.

En definitiva, el reciclado perfecto es imposible; y precisamente podríamos enunciar el segundo principio de la termodinámica también de la siguiente forma: la energía no puede reciclarse, y la materia no puede reciclarse nunca al 100%. 11

(II) Límites al aprovechamiento de los recursos naturales. Detrás de las distintas leyes de rendimientos decrecientes con que tropieza el género humano se halla por lo general la estructura entrópica de nuestro mundo. Por ejemplo, en lo que se refiere a los recursos naturales: a medida que consumimos los mejores yacimientos minerales, los depósitos de combustibles fósiles más accesibles, sólo nos van quedando (en una corteza terrestre progresivamente más desorganizada) depósitos de materia-energía con mayor entropía, y por ello menos disponibles, menos útiles, menos aprovechables y cada vez más caros de explotar. “Cada vez nos acercamos más al momento en que la obtención de una tonelada de petróleo implique el consumo de tanta energía como la que contiene ese petróleo. En esa tesitura de nada sirve ya la sabiduría del economista, según la cual todo es sólo una cuestión de precios, pues el precio debe ser pagado en la única divisa fuerte de este mundo, a saber, en energía”.12 Si la civilización minera que ha desarrollado el capitalismo fosilista prosigue su loca huida hacia adelante, y seguimos desorganizando la corteza terrestre de nuestro planeta y único hogar cósmico, cada vez nos acercaremos más al estadio de ese “puré póstumo” o crepuscular que con humor negro ha evocado en más de una ocasión José Manuel Naredo.13

PRODUCCION Y CONSUMO A LA LUZ DE LA TERMODINAMICA
"Producir es para los economistas [convencionales] llevar a cabo actividades que generen ingresos o valor añadido; se habla de producir petróleo como se habla de producir trigo sin tener en cuenta que las dos actividades son totalmente diferentes respecto a la periodicidad, es decir, a su relación con la naturaleza, a la relación entre el tiempo biogeoquímico y el tiempo económico. Una consiste en extraer una parte de un stock, de un fondo ya existente, mientras que la otra consiste básicamente, en el caso de la agricultura tradicional, en captar energía solar, que llega como un flujo renovable, y transformarla en la energía de los alimentos. O se afirma que la agricultura de los EE.UU. es más productiva que la de México, aunque utilice mucho los recursos energéticos no renovables, y a pesar de que la agricultura del sur de México --en peligro por culpa del NAFTA-- es energéticamente más eficiente y además ha conservado mucha más biodiversidad.

(...) [Para los economistas convencionales] todo es escaso únicamente a corto plazo, porque a largo plazo se cree ciegamente en el cambio técnico, en la posibilidad de la sustitución sin límites: de apropiarse cada vez de nuevos recursos naturales, de utilizarlos sin crear problemas ambientales, y además de sustituir recursos naturales por capital --sin tener en cuenta el hecho elemental de que el capital es también fruto del trabajo y los recursos naturales.

El concepto de consumo como destino final de los bienes producidos también puede cuestionarse si tenemos en cuenta que, por la ley de conservación de la materia, todo lo utilizado por las empresas y los consumidores, antes o después, o bien es reciclado o bien vuelve a la naturaleza.

(...) Por consiguiente no se justifica la distinción habitual de los economistas entre los bienes producidos, que tienen un valor de cambio, y los bienes que se suponen libres --como el aire que respiramos-- de los que se considera que se dispone de una cantidad determinada independientemente de cuál sea la actividad económica. En realidad, los bienes considerados libres se ven afectados a menudo --y a veces de forma irreversible-- por las actividades de extracción, de producción, de consumo y de generación de residuos, aunque las externalidades o costes ecológicos y sociales de estas actividades no entran dentro de la contabilidad de las empresas y de los consumidores."14

(III) Límites al crecimiento. Los productivistas suelen argumentar que la preocupación por el medio ambiente más bien refuerza que debilita la necesidad de crecimiento económico, pues --según ellos-- la protección y la restauración del medio ambiente exigen recursos económicos que previamente deben conseguirse mediante más crecimiento. (Obsérvese que todas las políticas ecokeynesianas y socialdemócratas salpimentadas de verde presuponen este argumento.) Pero este argumento, en primer lugar, encierra una petición de principio, pues el medio ambiente no sólo puede conservarse mediante la reparación del daño causado, sino evitando las actividades que ocasionan el daño.

El ecólogo Antoni Farràs equiparaba el proceder del productivista con el de un hombre que se deja cortar un dedo a cambio de dinero para pagar con ese dinero los trabajos de un cirujano y un ortopedista fabricante de dedos artificiales, que le implantan la prótesis correspondiente: prótesis que naturalmente nunca hubiese necesitado si no se hubiese dejado cortar el dedo.

Y en segundo lugar, se trata de un completo contrasentido cuando nos hallamos ya –como es el caso— en situación de overshoot o extralimitación. Podemos fechar, con cierta exactitud, el momento en que las demandas colectivas de la humanidad superaron por vez primera la capacidad regenerativa de la Tierra: según un grupo de científicos dirigidos por Mathis Wackernagel –uno de los creadores del concepto de “huella ecológica”— eso sucedió hacia 1980, y ya treinta años más tarde nuestras demandas excedían esa biocapacidad de la Tierra en un 50% aproximadamente.15 Usar los recursos y las capacidades regenerativas de una Tierra y media es vivir de manera abismalmente nihilista, como si no hubiera un mañana.

Pretender que para proteger el medio ambiente lo que necesitamos es más crecimiento económico constituye un absurdo que sólo se mantiene mientras se mantenga la desconexión entre la economía monetaria (el “cajón de sastre de la producción de valor”, lo llama José Manuel Naredo) y su soporte biofísico.

Desde la perspectiva de una economía ecológica consciente de los rudimentos de la termodinámica es un disparate: equivale, directamente, a negar el principio de entropía. 16

“La fórmula mágica 'necesitamos crecimiento económico para poder pagar la protección del medio ambiente' es una manifestación fundamental de la ignorancia de la entropía. Las consecuencias negativas para el medio ambiente de la correspondiente adición al crecimiento serían superiores a los beneficios derivados de esa protección técnica del medio ambiente, aun cuando esa adición se dedicase en su integridad a protección técnica. Así lo determina el segundo principio de la termodinámica.”17

Aquí topamos, de nuevo, con una ley de rendimientos decrecientes de fundamento entrópico. Podemos verlo bien con un ejemplo: la eliminación de contaminantes atmosféricos como los óxidos de nitrógeno y el dióxido de azufre.

18 Es relativamente barato eliminar hasta el 75% de las emisiones por medio de tecnologías “de final de tubería”: a partir de ahí los costes se disparan exponencialmente, hasta hacerse literalmente impagables, y es imposible eliminar el 100% de la contaminación. Queda siempre, por tanto, un resto ineliminable por razones económicas en primer término y entrópicas en última instancia (puede ser entre un 5 y un 15% en el ejemplo que nos ocupa); en un nivel alto de emisiones, este 5-15% puede estar por encima de los niveles asumibles. Más crecimiento económico no puede mejorar el problema, sino sólo empeorarlo.

Por otro lado, es sencillamente falso que todos los efectos perniciosos del crecimiento económico sean reversibles: no lo son la erosión del suelo, ni la eliminación de especies vivas, ni la concentración de tóxicos organoclorados en las cadenas tróficas, ni el agotamiento del petróleo u otros recursos energéticos; ninguna cantidad adicional de recursos permitirá convertir los desechos radiactivos en isótopos fisionables. Siendo la contaminación en lo esencial un amasijo de elementos en intrincada mixtura, su reversión resulta muchas veces desesperadamente costosa o simplemente imposible: pues vivimos en un mundo en el que tiene vigencia el principio de entropía.

(IV) Límites al progreso técnico. Algunos adictos al crecimiento económico reaccionaron a las malas noticias contenidas en el informe al Club de Roma Los límites del crecimiento (1972) y otros estudios semejantes postulando un hipotético crecimiento exponencial de la tecnología que nos sacaría siempre las castañas del fuego. Pero se trata de una ilusión. Las leyes de la termodinámica también imponen límites inflexibles a la eficiencia de nuestra tecnología.

El teorema de Carnot --bautizado con el nombre del descubridor de la termodinámica, el ingeniero francés Sadi Carnot-- impone límites últimos a la eficiencia de los motores. En esencia, lo que afirma este importantísimo resultado es que el rendimiento de una máquina 19 es igual a la unidad menos el cociente entre la temperatura de la fuente fría y la temperatura de la fuente caliente. Es decir, hay una fracción máxima de energía térmica que se puede transformar en energía mecánica, y esta fracción sólo depende de la diferencia de temperaturas entre la fuente caliente y la fuente fría (entre el estado inicial y el estado final), con independencia del tipo de motor que consideremos y del tipo de sustancia con que opere. Cuanto menor sea la diferencia de temperaturas entre el estado inicial y el final, menor será la eficiencia del motor.

“La mayoría de las modernas centrales eléctricas utilizan vapor a temperaturas de aproximadamente 800 K (527 grados centígrados) y fuentes frías de aproximadamente 373 K (100 grados centígrados). Su rendimiento límite se sitúa por tanto alrededor del 54%, aunque otras pérdidas lo reducen hasta el 40%. Los rendimientos mejorarían si se usaran temperaturas más altas en la fuente caliente, pero esto introduciría nuevos problemas, ya que los materiales empezarían a fallar. Por razones de seguridad, los reactores nucleares operan con temperaturas de la fuente caliente más bajas (unos 620 K, 350 grados centígrados) que limitan su rendimiento teórico al 40%, e incluso al 32% si contamos las pérdidas. Por citar ejemplos de otros sistemas relacionados con la vida cotidiana, el motor de automóvil funciona con una temperatura de entrada de más de 3300 K (alrededor de 3000 grados centígrados) mantenida durante un tiempo muy corto, y expulsa los gases a una temperatura de alrededor de 1400 K (1000 grados centígrados) con un rendimiento teórico del 56%. En realidad, los motores de automóvil siguen un diseño ligero para conseguir buenas prestaciones de facilidad de respuesta y movilidad, por cuya razón alcanzan un rendimiento de menos del 25%”.20

La importancia del teorema de Carnot es que establece un límite absoluto para el rendimiento de las máquinas, un límite independiente de la inventiva de nuestros científicos e ingenieros.

“Una ilustración de la fuerza de las leyes de la termodinámica es que en muchas situaciones se pueden usar para predecir la eficiencia máxima que se puede lograr con una máquina perfecta, sin especificar detalle alguno de ella. (La eficiencia se puede definir en este caso como la proporción entre el trabajo útil y el flujo total de energía.) Así, se puede especificar, por ejemplo, la cantidad mínima de energía necesaria para separar la sal del agua marina, los metales de sus minerales y los contaminantes de los escapes de los automóviles sin conocer detalles de lo que se podría inventar en el futuro para lograr estos propósitos. De manera similar, si se conoce la temperatura de una fuente de energía termal (como, por ejemplo, una roca caliente en las profundidades de la corteza terrestre) se puede calcular fácilmente la eficiencia máxima con que esta energía térmica se puede convertir en trabajo aplicado, independientemente de la habilidad de los inventores futuros. En otras palabras, existen límites fijos a la innovación tecnológica, colocados allí por las leyes fundamentales de la naturaleza”.21

Es hora de ir concluyendo este apartado. En buena medida, la crisis ecológica actual puede interpretarse como un salto en el aumento de entropía dentro de la biosfera, y un debilitamiento de los mecanismos de reducción de entropía de la propia biosfera (que proceden, esencialmente, de la capacidad de conversión de energía solar en energía bioquímica que todos los habitantes de la biosfera debemos a los organismos fotosintetizadores); salto y debilitamiento producidos por la actividad humana. Como ha sintetizado magistralmente Daly:
“Una característica de la Revolución Industrial cuyas implicaciones no se aprecian suficientemente es el cambio al uso de los combustibles fósiles y los materiales minerales. Este es un cambio de la explotación de la superficie de la Tierra a la explotación del subsuelo; o como dice Georgescu-Roegen (1971), es un cambio de la dependencia de la energía proveniente a cada momento del sol a la energía almacenada en la Tierra. (...) La Revolución Industrial ha cambiado la dependencia, de un fuente relativamente abundante [la luz solar] a otra relativamente escasa del recurso final: la materia-energía de baja entropía.”22

Para superar la crisis ecológica y reconstruir nuestras sociedades de forma que resulten sustentables (es decir, ecológicamente compatibles con la biosfera en el largo plazo) es necesario un gran esfuerzo colectivo para invertir la tendencia al desbordamiento de entropía que hoy impera. Esquemáticamente, se trataría de aprovechar la energía disponible de la luz solar para reducir la entropía material de nuestro mundo. Para ello es necesario conservar o regenerar la productividad natural de la biosfera, basada en la fotosíntesis de las plantas verdes, la preservación de la biodiversidad y el correcto funcionamiento de los ciclos biogeoquímicos del planeta; realizar la transición desde el sistema energético actual (basado en los combustibles fósiles y la energía nuclear) a un sistema energético basado en las energías renovables; y “cerrar los ciclos” de la producción industrial y agrícola, alimentándola con energías renovables.

Finalmente, una observación general: un aspecto de mucho interés en relación con la entropía es que no deberíamos verla sólo como factor limitante, sino también capacitante.

23 La entropía no es sólo, o esencialmente, una fuerza destructiva: también es creativa. “La naturaleza aborrece los gradientes”, vale decir las diferencias naturales de temperatura, presión y concentración química: así reza el que quizá sea el lema principal de la comprensión de la “termodinámica de la vida” que se desarrolló en la segunda mitad del siglo XX.

La reducción de los gradientes energéticos es lo que crea diversas clases de sistemas complejos en el universo y, a la postre, la vida; por eso la segunda ley no es sinónimo de movimiento inexorable hacia la muerte térmica o el equilibrio (contra las metáforas que empleó la termodinámica del siglo XIX). “La vida, como el universo, fluye termodinámicamente corriente abajo. Somos remolinos en un mar termodinámico, parte del proceso de un universo lleno de energía vivificadora”.24 O como dice animosamente Carlos de Castro: “El universo aborrece los gradientes energéticos, la desigualdad. Lo importante no es la meta, lo importante es el largo y creativo camino hacia esa muerte térmica en el lejanísimo futuro (una vez más física y Tao parecen conectar)”.25

Un poquito de matemáticas: Crecimientos exponenciales en ambientes finitos 
Se supone que el comportamiento de las funciones exponenciales se aprende en las matemáticas del bachillerato, ¿verdad? O a lo más tardar en un primer curso universitario de análisis matemático… Pero entonces ¿es posible que nuestras sociedades productivistas/ consumistas avancen con la decisión con que lo hacen hacia la catástrofe preprogramada porque no acaban de entender lo que es una función exponencial? ¿Tan mal andamos de matemática básica?

En lo que hace a nuestro mundo de las muchas crisis, hemos de recordar algunos hechos básicos sobre crecimientos exponenciales en ambientes finitos. Nos servirá un apólogo francés que ya se usó, en su momento, en los primeros informes del Club de Roma: hay un estanque con nenúfar que tiene una sola hoja.

Cada día se duplica el número de hojas, o sea, dos hojas el segundo día, cuatro el tercero, ocho el cuarto, y así sucesivamente. Ahora, si el estanque está lleno el día treinta, podemos preguntar, ¿en qué momento está lleno hasta la mitad?

Respuesta: el día veintinueve. Reparemos además en que en el día 26 apenas 1/16 de la superficie del lago (poco más del 6%) está cubierto de nenúfares… El colapso parece lejano, y sin embargo la rapidísima dinámica de crecimiento lo ha situado ya muy cerca de nosotros. Y lo terrible es que hoy, en realidad, nosotros ya estamos en el día treinta y uno... aunque mayoritariamente nos seguimos negando a reconocerlo. Los psicólogos han mostrado que la gente tiende a subestimar en gran medida las dinámicas de crecimiento exponencial. 26

Veamos un ejemplo, que George Monbiot toma del banquero de inversiones Jeremy Grantham.27 Imaginemos que en 3030 a. de C.28 las posesiones totales del pueblo de Egipto llenaban un metro cúbico; no es gran cosa, en realidad podríamos pensar en las propiedades de un solo egipcio… Propongamos que esas posesiones crecieron al 4,5% por año.

“¿Qué tamaño hubiera tenido esa pila al llegar la Batalla de Actium en 30 a. de C.? (La trayectoria de la tasa de crecimiento compuesto muestra que la erosión del planeta solo acaba de comenzar. Simplemente no podemos seguir por el mismo camino.) Continuemos, adivina.


¿Diez veces el tamaño de las pirámides? ¿Toda la arena del Sahara? ¿El Océano Atlántico? ¿El volumen del planeta? ¿Un poco más? Es 2.500 trillones (1018) de sistemas solares. No se precisa mucho tiempo, al considerar ese resultado, para llegar a la paradójica posición de que la salvación reside en el colapso. Tener éxito sería destruirnos. Fracasar es destruirnos. Es el atolladero que hemos creado. (…) La trayectoria del crecimiento [según tasas de interés] compuesto muestra que la erosión del planeta acaba sólo de comenzar. A medida que el volumen de la economía global se expande, todo sitio que contenga algo concentrado, poco usual, precioso, será buscado y explotado, sus recursos extraídos y dispersados, las diversas y diferenciadas maravillas del mundo reducidas al mismo rastrojo gris.” 29

El “tema de nuestro tiempo”, no me canso de repetirlo, 30 es el choque de las sociedades industriales contra los límites biofísicos del planeta. Crecimientos exponenciales en el uso de los recursos naturales y de los servicios ecosistémicos son imposibles de mantener, pero las políticas dominantes –al servicio de la reproducción ampliada del capital-- se empecinan en ello 31…

LA IRRACIONALIDAD DEL CRECIMIENTO PERMANENTE DE CUALQUIER MAGNITUD RELACIONADA CON EL MUNDO FÍSICO

(A) Si la población humana siguiera creciendo a una tasa cercana al 2% actual, en menos de dos milenios alcanzaría una masa similar a la de la Tierra. De continuar el crecimiento exponencial, en pocos milenios más su masa se aproximaría a la estimada para el conjunto del universo. 32

(B) Como planteaba elocuentemente George Monbiot en 2002: “El capitalismo es un culto milenarista, elevado al rango de religión mundial. (...) Igual que los cristianos imaginan que su Dios los salvará de la muerte, los capitalistas creen que los suyos los librarán de la finitud. A los recursos del mundo, aseveran, les ha sido garantizada la vida eterna. Basta una reflexión breve para mostrar que esto no puede ser verdad. Las leyes de la termodinámica imponen límites intrínsecos a la producción biológica. Incluso la devolución de la deuda, el pre-requisito del capitalismo, resulta matemáticamente posible sólo a corto plazo.

Heinrich Haussmann ha calculado que un simple pfennig invertido al 5% de interés compuesto en el año cero de nuestra era sumaría hoy un volumen de oro de 134.000 millones de veces el peso del planeta. El capitalismo persigue un valor de producción conmensurable con el reembolso de la deuda…”33 La producción material no puede crecer al ritmo del interés compuesto con que se acumulan las deudas (o los retornos de las inversiones):
pero ese imposible es un supuesto básico del capitalismo.

(C) Si el consumo de energía siguiese creciendo al 2’3% anual (eso supone un incremento de “factor diez” cada cien años), ¿Cuánto tardaríamos en alcanzar el máximo posible de captación de energía solar, por ejemplo con células fotovoltaicas? Suponiendo para éstas un rendimiento del 20% (actualmente no supera el 15%), y teniendo en cuenta que las tierras emergidas suponen el 28% de la superficie del planeta, se podría aspirar a captar un máximo de 7.000 terawatios (Tw; esto es, unas 600 veces el consumo actual de unos 12 Tw).

Parece un margen grande… pero creciendo el consumo al 2’3% anual, ¡se alcanzaría en apenas 275 años! Y eso ¡cubriendo cada metro cuadrado de tierra con paneles fotovoltaicos –suponiendo implausiblemente que existiesen en el planeta suficientes materiales para fabricarlos! No quedaría tierra disponible para cultivar alimentos o construir viviendas, ni aunque se tratase apenas de minipisos para minieuristas…34

D) Otro cálculo sobre energía. “Todo científico afirmará que el crecimiento indefinido de cualquier parámetro físico es imposible. La utilización de energía en todo el mundo ha aumentado aproximadamente un 3% anual durante los dos últimos siglos. A este ritmo, las actuales 16 teravatios (TW) de demanda energética global se dispararían hasta igualar la producción total del sol en unos mil años, y en el plazo de dos mil años igualarían la energía de los 100.000 millones de estrellas que existen en nuestra galaxia. Pero mucho antes de eso –en los próximos cuatrocientos años- el calor directo generado en la Tierra sería suficiente para incrementar su temperatura superficial hasta los cien grados centígrados, la del agua hirviendo. Se podrían hacer cálculos parecidos sobre incremento de la población, consumo de recursos o cualquier otro parámetro que haya experimentado un crecimiento sostenido durante los últimos siglos. Evidentemente, el mundo ‘normal’ del crecimiento es una anomalía pasajera condenada a autodestruirse de forma natural.”35

Entre 1950 y 2000 la economía mundial se multiplicó aproximadamente por cinco. Pero si continuase creciendo al mismo ritmo ¡en 2100 sería ochenta veces mayor que en 1950! Como señala Tim Jackson, “esta extraordinaria aceleración de la actividad económica no tiene ningún precedente histórico, y está completamente reñida con nuestro conocimiento científico relativo a la base finita de recursos y a la frágil ecología de la que depende nuestra supervivencia”.

36 Como en otras dimensiones de la crisis socioecológica, en lo referente al calentamiento climático se nos escapa la rapidez de los cambios movidos por dinámicas de crecimiento exponencial: nuestra intuición no está a la altura. No nos damos cuenta de lo que está pasando… y además hay poderosos grupos de interés que hacen cuanto pueden para que sigamos sin darnos cuenta.

“En los últimos treinta años [1980-2010, aproximadamente] se ha emitido a la atmósfera una cantidad de GEI equivalente a la mitad de la emitida en toda la historia de la humanidad. Es muy probable que, veinte o treinta años antes del final del siglo pasado, hubiéramos estado a tiempo de encontrar una trayectoria colectiva en términos de emisiones que hubiera impedido llegar hasta aquí, cuando las respuestas ya no pueden ser incrementales y no se producirán, en su caso, sin severos sacrificios. (…) Que todo esto podía ocurrir se sabe desde hace más de cincuenta años, pues ya el presidente Lyndon B. Johnson advirtió del peligro en el Congreso de los EEUU en los años sesenta [del siglo XX]. Sin embargo, décadas de negacionismo sofisticadamente organizado y de freno al pensamiento sistémico como elementos de la expansión ultraliberal programada nos han llevado hasta aquí.”37

La reducción en el uso de energía y materiales necesaria para que las economías de los países ricos fuesen más o menos sostenibles (paliando las desigualdades Norte/ Sur) está alrededor del 90% (según los cálculos del proyecto Towards Sustainable Europe en 1993-1996). Si esto se quisiera lograr con medidas de ecoeficiencia, sería posible –comenta Joachim Spangenberg— en medio siglo, operando con un “factor 10”. Pero si en este tiempo la economía siguiera creciendo al 2% necesitaríamos un “factor 27”, y si creciera al 3% --¡el umbral que suele aducirse para la creación neta de empleo en una economía como la española!— un “factor 45”… El crecimiento exponencial dentro de ambientes finitos plantea problemas que sencillamente no tienen solución. En un planeta finito, con seres finitos como somos los humanos, la sustentabilidad es incompatible con un sistema económico que necesita vender cantidades siempre crecientes de mercancías –sin límite—para subsistir. Puedes tener sustentabilidad, o puedes tener capitalismo, pero no puedes tener ambos a la vez. Para terminar de entender esto, nos hace falta asomarnos a la economía política.

Un poquito de economía política: reproducción ampliada del capital 
Numerosos filósofos, a lo largo de la historia del pensamiento, alabaron las virtudes del comercio como práctica pacificadora y civilizadora de las relaciones humanas. Para llegar a tales conclusiones se centraban en el intercambio de bienes equivalentes, donde cada una de las dos partes remediaba una carencia con el bien que recibía de la otra parte, y ambas anudaban así un vínculo social.

Pero importa aquí subrayar que los intercambios comerciales que no buscan satisfacer necesidades, sino amasar capital, no conducirán a esa socialidad enriquecida. Aquí hay que recordar el clásico análisis de Marx al comienzo del libro primero del Capital: el trueque (intercambio de un bien por otro diferente) representa el método más simple y antiguo de intercambio (podemos simbolizarlo así: M-M*).

El uso del dinero como medio de intercambio supera las limitaciones del trueque, dando lugar a la producción simple de mercancías (“vender para comprar”): MD-M*.

Aquí la suma de dinero D es instrumental para lograr una mejora en la satisfacción que procuran los valores de uso. 38

Pero el cambio crítico ocurre con el siguiente paso histórico, que Marx llama circulación mercantil capitalista (“comprar para vender”): D-M-D*, donde D* representa una suma de dinero mayor que D (es decir, D* = D+ΔD).

39 Aquí el objetivo no es lograr mejor valor de uso, sino la expansión del valor monetario de cambio. La dinámica ya no es la satisfacción de necesidades humanas, sino la valorización del valor –que en su esencia carece de todo límite. “El dinero que con su movimiento se ajusta a ese último tipo de circulación se transforma en capital” (p. 180). Y comenta el economista Herman Daly:
“La desviación del enfoque del valor de uso al valor de cambio [que acontece con la circulación mercantil D-M-D*] es crucial. La acumulación de bienes y valores de uso es autolimitante. (...) [Pero] el valor de cambio de los bienes en general, abstraído en forma de dinero, se torna el centro de la acumulación. No hay nada que limite el valor de cambio abstracto que se puede tener. A diferencia de los valores de uso concretos, que se arruinan o se deterioran cuando se acaparan (debido a la entropía), el valor de cambio abstracto se puede acumular indefinidamente sin costes de deterioro o de almacenamiento. De hecho, el valor de intercambio abstracto crece por sí mismo, dando intereses, y luego intereses sobre los intereses. Marx, y Aristóteles antes que él, señalaron el peligro de este fetichismo del dinero.

(...) En nuestra época este proceso histórico de abstraerse cada vez más del valor de uso ha sido llevado quizás al límite en la así llamada ‘economía de papel’ [o de apuntes electrónicos, más bien: J.R.], que puede ser simbolizada como D-D*, la conversión directa de dinero en más dinero sin referencia a los bienes ni siquiera como un paso intermedio.”40

En los mercados capitalistas se produce, vende e invierte con el objetivo de maximizar los beneficios, y la rueda de la acumulación de capital no cesa de girar. (En una economía ecosocialista se perseguiría, por el contrario, el equilibrio: habría que pensar en algo así como una economía de subsistencia modernizada, con producción industrial pero sin crecimiento constante de la misma.) 41

La ciega dinámica valorización del valor es la fuerza que hoy nos está impulsando con tanta fuerza hacia el colapso socio-ecológico. El capitalismo es la civilización de la hybris. Su dinámica lleva a la destrucción de cualquier clase de barreras que pongan trabas a la generación de beneficios y la acumulación de capital. Si las características fisiológicas de los organismos vivos obstaculizan las estrategias de maximización que se valen de la ingeniería genética, el capital aliado con la tecnociencia tratará de dar el salto a la biología sintética (construyendo organismos nuevos desde su misma base molecular). Si el carácter finito de la biosfera terrestre limita la expansión económica, tratarán de dar el salto al cosmos, escapando del planeta Tierra. Si las capacidades físicas y psíquicas del ser humano son factores limitantes, tratarán de dar el salto más allá de Homo sapiens, promocionando un “transhumanismo” que se valdrá de herramientas cibernéticas, informáticas, biotecnológicas, nanotecnológicas… La cultura capitalista es un grito de guerra contra los límites. La sabiduría de la autocontención le resulta por completo ajena.

La conclusión de este mínimo apunte de “ecología de saberes” podría ser entonces: 
I) hemos de asimilar de verdad la dimensión entrópica de los procesos económicos. 
II) Necesitamos con urgencia transitar hacia formas de economía que no precisen el crecimiento constante, y no sólo eso: ha de decrecer el “transumo” o flujo metabólico (la materia-energía de baja entropía) que estamos empleando para generar bienes y servicios. 
III) Para ello resulta imperativo superar el capitalismo.

Mínimo apunte sobre teoría de sistemas
Los seres humanos somos (igual que los demás seres vivos) interdependientes y ecodependientes. Formamos parte de sistemas complejos adaptativos (ecosistemas)42 y del “sistema de ecosistemas” que es la biosfera, con múltiples bucles de retroacción. ¿Qué son estos?
Una noción básica y central en teoría de sistemas es la de los bucles de retroalimentación o retroacción o realimentación (feedback loops). La idea viene de la cibernética...
“Estamos acostumbrados por la experiencia de la vida a aceptar que existe una relación entre causa y efecto. Algo menos familiar es la idea de que un efecto puede, directa o indirectamente, ejercer influencia sobre su causa. Cuando esto sucede, se llama realimentación (feedback). Este vínculo es a menudo tan tenue que pasa desapercibido.

La causa-efecto-causa, sin embargo, es un bucle sin fin que se da, virtualmente, en cada aspecto de nuestras vidas, desde la homeostasis o autorregulación, que controla [entre otros parámetros] la temperatura de nuestro cuerpo, hasta el funcionamiento de la economía de mercado.” 43

Si son bucles positivos, tienden a hacer crecer un sistema y desestabilizarlo (en esa medida, y si se me permite la broma, los bucles positivos resultan negativos).

Si se trata de bucles negativos tienden a mantener la integridad de un sistema y estabilizarlo. Los primeros son “revolucionarios” y los segundos “conservadores”.

“La realimentación positiva sin límite, al igual que el cáncer, contiene siempre las semillas del desastre en algún momento del futuro. [Por ejemplo: una bomba atómica, una población de roedores sin depredadores...] Pero en todos los sistemas, tarde o temprano, se enfrenta con lo que se denomina realimentación negativa. Un ejemplo es la reacción del cuerpo a la deshidratación. (...) En el corazón de todos los sistemas estables existen en funcionamiento uno o más bucles de realimentación negativa.” 44

Al estar inmersos en estas clase sistemas complejos donde “todo está conectado con todo” (o casi) mediante bucles de realimentación, sucede que --como intuyeron muchas sabidurías tradicionales-- los efectos de nuestras acciones acaban por volver sobre nosotros mismos (aquí cabría evocar incluso la noción hindú de karma). Por lo demás, es la misma dinámica de los sistemas complejos adaptativos la que conduce a las ideas de autolimitación y suficiencia:
“Los sistemas autoorganizados existen en situaciones en las que consiguen suficiente energía, pero no demasiada. Si no consiguen suficiente energía de suficiente calidad (por debajo de un umbral mínimo), las estructuras organizadas no tienen base y no se da auto-organización. Si se suministra demasiada energía, el caos se adueña del sistema, pues la energía sobrepasa la capacidad disipativa de las estructuras y éstas se derrumban. De forma que los sistemas autoorganizados existen en el terreno intermedio entre lo suficiente y lo no demasiado.”45

Ay… cuatro gatos “Primero hay que dar de comer a la gente, luego ya nos ocuparemos del medio ambiente”. Esta manera de razonar ya era falaz hace siete decenios, cuando escribía Aldo Leopold su Sand County Almanac; y hace cuatro decenios, en los debates mundiales que siguieron a la publicación de The Limits to Growth. Pues, amigos y amigas, nos pongamos como nos pongamos ¡somos interdependientes y ecodependientes!
(Por lo demás, para la mayoría de quienes así argumentan lo que de verdad está en juego no es dar de comer a la gente, sino vender mercancías obteniendo su buena tajada de beneficio.)

La mayor parte del (muy minoritario) movimiento ecologista/ ambientalista no es anticapitalista. La mayor parte del (muy minoritario) movimiento anticapitalista no es ecologista.

A unos les falta comprensión de lo que es la acumulación de capital, y cómo condiciona casi todo. A otros les falta comprensión de lo que es el cenit del petróleo, el calentamiento climático y la Sexta Gran Extinción, y cómo condicionan casi todo. En la intersección de esas dos pequeñas minorías tenemos un minúsculo grupo de ecologistas anticapitalistas (que deberían ser también feministas y animalistas) con una comprensión más o menos adecuada de dónde estamos en realidad, de en qué mundo vivimos de verdad. Los llamamos, para abreviar, ecosocialistas.

Somos cuatro gatos. Entre la realidad y la anestesia prefiero la anestesia, sigue diciendo la mayoría.
Anejo: nociones básicas de teoría de sistemas46
En el decenio de los años cuarenta del siglo XX emerge un nuevo punto de vista o "paradigma" (si empleamos este término en sentido laxo) dentro de las ciencias: el enfoque sistémico. Frente al talante analítico y reductivo de la ciencia clásica, el enfoque sistémico pone a la orden del día el estudio de las totalidades complejas.

"La ciencia clásica procuraba aislar los elementos del universo observado --compuestos químicos, enzimas, células, sensaciones elementales, individuos en libre competencia y tantas cosas más--, con la esperanza de que volviéndolos a juntar, conceptual o experimentalmente, resultaría el sistema o totalidad --célula, mente, sociedad-- y sería inteligible. Ahora hemos aprendido que para comprender no se requieren sólo los elementos sino las relaciones entre ellos --digamos, la interacción enzimática en una célula, el juego de muchos procesos mentales conscientes e inconscientes, la estructura y dinámica de los sistemas sociales, etc. (...) La teoría general de los sistemas es la exploración científica de 'todos' y 'totalidades' que no hace tanto se consideraban nociones metafísicas que salían de las lindes de la ciencia"47 .

Frente a la concepción mecanicista del mundo como caos dominante en la ciencia del siglo XIX y de los primeros decenios del siglo XX (según la cual la vida es un producto accidental de procesos físico-químicos, y la mente mero epifenómeno; se trata del paradigma analítico, positivista, mecanicista y unidireccionalmente causal de la ciencia clásica), surge desde este enfoque sistémico una interpretación del mundo como gran organización: como una jerarquía de niveles complejamente organizados. En suma, una interpretación en términos de sistemas. ¿Pero qué son sistemas?

Como primera aproximación, y si se quiere una definición muy sencilla pero no trivial, sistema es un conjunto de elementos en interacción 48

 Explicitemos:
Sistema es una totalidad, compuesta por elementos y relaciones entre estos elementos, en la que las relaciones entre los elementos son más importantes que los elementos mismos. Precisamente éste es el punto de vista que adopta la ciencia ecológica. Así, Ramón Margalef señala que en el estudio de los ecosistemas "interesa más el conocimiento de las relaciones entre los elementos interactuantes que la naturaleza exacta de estos elementos, los cuales son estudiados por alguna otra ciencia que explica sus características en función de las relaciones entre componentes de un orden inferior.

En ecología no hay que preocuparse demasiado por la organización de los seres que forman los ecosistemas y la biosfera entera, y si se desea saber sobre ellos suele acudirse a la información que proporcionan las ciencias que los estudian expresamente como la botánica, la zoología o la bacteriología."49

Por todo ello, podrían enunciarse las siguientes tres propiedades definitorias de un sistema:
(I) está constituido por elementos que mantienen entre sí relaciones de interdependencia, y estos elementos son potencialmente sustituibles por otros de naturaleza similar (sin que cambie por ello la naturaleza del sistema);
(II) la totalidad formada por el conjunto de los elementos no es reducible a la suma de esos elementos (expresado con la vaguedad tradicional, "el todo es más que la suma de las partes");
(III) las relaciones de interdependencia entre los elementos, y la totalidad resultante, son regidos por reglas susceptibles de ser expresadas en términos lógicos, es decir: las relaciones son interpretables bajo un modelo igualmente aplicable a otros sistemas. Se dan isomorfismos entre sistemas que pertenecen a ámbitos a veces muy distintos de la realidad, y por ello los sistemas son esencialmente modelizables (es posible una formulación matemático-axiomática de la teoría general de sistemas). 50

Esta definición es equivalente a la siguiente, ofrecida por el conocido filósofo argentino Mario Bunge:
"Un sistema es un todo complejo cuyas partes o componentes están relacionadas de tal modo que el objeto se comporta en ciertos respectos como una unidad y no como un mero conjunto de elementos. Y un sistema concreto es un sistema cuyos componentes son objetos concretos o cosas. Cada uno de los componentes de un sistema concreto influye sobre algunos otros componentes del sistema."51

Bunge prosigue distinguiendo diversos géneros de sistemas concretos, cada uno de los cuales constituye un nivel de organización de la realidad:

(A) FISIOSISTEMAS como una roca y un campo magnético;
(B) QUIMIOSISTEMAS como una hoguera y una batería eléctrica;
(C) BIOSISTEMAS tales como una bacteria y un banco de coral (recordemos la definición de ecosistema que ofrecimos antes, y la de biosfera como el sistema de los ecosistemas);
(D) PSICOSISTEMAS tales como un pájaro y un mamífero;
(E) SOCIOSISTEMAS tales como una tropa de macacos y una comunidad humana (podemos definir la sociosfera como el conjunto de los sociosistemas);
(F) TECNOSISTEMAS tales como una fábrica y un hospital (y podemos definir la tecnosfera como el conjunto de los tecnosistemas). 52
En ecología suele emplearse la noción de ecosistema más que la de biosistema. Un ecosistema es el conjunto formado por comunidades vivientes de muchas plantas y animales que interactúan en un ambiente físico, el cual proporciona un escenario de características definibles. Todo ecosistema puede interpretarse en términos de la superposición de un ciclo y un flujo: un ciclo cerrado de materia y un flujo abierto de energía, ambos regulados por los organismos vivos a través de los eslabones tróficos (productores, consumidores y descomponedores). El conjunto de los ecosistemas forman la biosfera. Al conjunto de los sociosistemas humanos podemos llamarlo sociosfera. El conjunto de los tecnosistemas humanos es la tecnosfera.

Bunge sugiere dos criterios para reconocer si una cosa u objeto concreto es un sistema:
"Para reconocer si una cosa u objeto concreto es un ente simple, o bien un mero agregado (o conglomerado), o bien un sistema, se puede recurrir a uno u otro de los criterios siguientes.
Primer criterio: una cosa es un sistema si y sólo si se comporta como un todo en ciertos respectos, o sea, si tiene leyes propias en cuanto totalidad.
Segundo criterio: una cosa es un sistema si y sólo si su comportamiento cambia apreciablemente cuando se quita uno de sus componentes o se reemplaza por otro de clase diferente."53
Muy característico de los sistemas es la aparición de propiedades emergentes. Podemos definirlas del siguiente modo:
P es una propiedad resultante o hereditaria de x si y sólo si también algunos componentes de x poseen P; P es una propiedad emergente o colectiva de x si y sólo si ningún componente de x posee P54

 Lo que importa resaltar aquí es que algunas de las propiedades de cualquier sistema son emergentes. Así, por ejemplo, los seres vivos son emergentes respecto de los sistemas bioquímicos, éstos respecto de los químicos, y a su vez éstos lo son respecto de los físicos.
No hay que pensar que la perspectiva o el análisis sistémico se limite a las ciencias llamadas naturales. En sociología, por ejemplo, cabe denominar análisis sistémico a toda investigación, teórica o empírica, que, partiendo del postulado según el cual la realidad social ofrece las características de un sistema, interprete y explique los fenómenos sociales por los lazos de interdependencia y que hacen de ellos una totalidad. 55

En ciencias sociales, el enfoque sistémico conduce a descartar un atomismo que descuida el estudio de las relaciones, o la "física social" que desprecia la especificidad de los sistemas.
"El análisis sistémico (...) ha sido objeto de una importante crítica, formulada por varios autores. Se le ha reprochado --y se le reprocha aún-- el hecho de ser demasiado exclusivamente estático, de situarse fuera del tiempo, de no tener en cuenta el cambio social, las contradicciones y los conflictos inherentes a la vida social; en resumen, de ignorar la dialéctica social. Es cierto que buen número de sociólogos y antropólogos han utilizado el análisis sistémico de una manera susceptible de ser criticada. En sus investigaciones, muchos sociólogos y antropólogos han subrayado harto exclusivamente las relaciones de interdependencia 'armoniosas', las complementariedades entre los diferentes elementos de la sociedad. Pero, como han precisado no pocos autores, no debe achacarse esto al análisis sistémico en sí mismo, sino al uso demasiado restringido que haya podido hacerse del mismo."56
La teoría de sistemas arroja luz sobre objetos de distintas ciencias, y se nutre de resultados alcanzados en diversas ciencias: cibernética, teoría de la información y de la comunicación, diversas disciplinas matemáticas (como por ejemplo la teoría de juegos, la topología, la teoría de grafos, etc), ciencias de la computación, investigación operativa, teoría de la decisión, ciertas ramas de la física, biología, psicología. La ambición es muy grande: se trataría de aplicar el mismo tipo de análisis científico a todos los niveles de la realidad, desde la célula orgánica hasta el universo sociocultural; conseguir la unidad del saber científico sobre la base de un mismo método en todo el ámbito de las ciencias (tanto las ciencias naturales como las ciencias sociales). Esta unificación se derivaría del principio heurístico según el cual encontramos organización en todos los niveles de la realidad.

Como señalé al principio, la teoría de sistemas tiende a generar un punto de vista particular, un punto de vista sistémico: se concibe al mundo como un haz de pautas de comportamiento interrelacionadas que se desarrollan dinámicamente.

La atención del investigador familiarizado con la teoría de sistemas se dirige a las interconexiones, las causaciones y los vínculos recíprocos, las retroalimentaciones. Un desarrollo de la teoría de sistemas que seguramente resultará familiar a cualquier lector o lectora preocupados por cuestiones ecológicas es la dinámica de sistemas creada por Jay W. Forrester y otros investigadores a partir de los años cincuenta del siglo XX: su trabajo está en la base del modelo Mundo 3 que sirvió para elaborar el primer informe al Club de Roma, Los límites del crecimiento (1972).57

martes, 10 de enero de 2017

El sistema se rompe. Michael Roberts. 31/12/2016


 En una nota de fin de año, el biógrafo de John Maynard Keynes, el economista Lord Robert Skidelsky (en la foto) escribe: "Seamos honestos: nadie sabe lo que está sucediendo en la economía mundial en la actualidad. La recuperación del colapso de 2008 ha sido inesperadamente lenta. ¿Estamos en el camino de una plena recuperación o estamos sumidos en un "estancamiento secular?". ¿La globalización va o viene?


Y continúa: "Los políticos no saben qué hacer. Utilizan las palancas habituales (e incluso las inusuales) y no pasa nada. La flexibilización cuantitativa (QE) se suponía que produciría la inflación "prevista". No lo hizo. La contracción fiscal debía restablecer la confianza. No lo hizo".

Skidelsky echa la culpa de esto al estado de la macroeconomía - nos recuerda la ahora infame visita de la reina británica Isabel II a la London School of Economics en medio de la Gran Recesión en 2008, cuando preguntó a un grupo de eminentes economistas: ¿por qué no la vieron venir? (Véase mi libro, La Larga Depresión). Le respondieron que ¡no sabían lo qué no sabían!

Skidelsky pasa a considerar varias razones del fracaso de la economía dominante a la hora de ver venir la crisis o saber qué hacer con ella. Una de las razones podría ser la concentración de la enseñanza de la economía en modelos poco realistas y fórmulas matemáticas, en vez de comprender "la imagen completa". Cree que la economía se ha aislado de "la comprensión común de cómo funcionan o deben funcionar las cosas”. Este análisis sigue al que hizo recientemente Paul Romer, el nuevo economista jefe del Banco Mundial, que, tras renunciar a la academia, también criticó el estado actual de la macroeconomía.

La segunda razón de Skidelsky es que la economía dominante entiende la sociedad como una máquina que puede alcanzar el equilibrio de la oferta y la demanda a fin de que "las desviaciones de equilibrio son ‘fricciones’, simples ‘baches en el camino’; restringiéndolos, los resultados son pre-determinados y óptimos". Lo que esto no tiene en cuenta, dice Skidelsky, es que hay seres humanos que operan en un sistema económico y que no pueden entrar en los cálculos de un modelo de equilibrio. Las matemáticas se interpone en el camino de la gran imagen con todos sus impredecibles y cambios humanos. Lo que no funciona en la teoría económica, según Skidelsky es su falta de una "educación y visión amplias". Los economistas necesitan saber más cosas sobre la organización social, el comportamiento y la historia del desarrollo humano, no sólo de modelos y matemáticas.

Si bien los argumentos de Skidelsky tienen más de un punto de razón, en realidad no explican por qué la teoría económica convencional se ha divorciado de la realidad. No se trata de un error pedagógico o de una falta de reconocimiento de las ciencias sociales más generalistas, como la psicología; se trata del resultado deliberado de la necesidad de evitar la realidad del capitalismo. 'La economía política' comenzó como un análisis de la naturaleza del capitalismo sobre una base "objetiva" por los grandes economistas clásicos Adam Smith, David Ricardo, James Mill y otros. Pero una vez que el capitalismo se convirtió en el modo de producción dominante en las principales economías y se hizo evidente que el capitalismo era otra forma de explotación de la mano de obra (esta vez por el capital), la economía se apresuró a negar la realidad. En lugar de ello, la economía convencional se convirtió en una apología del capitalismo, y el equilibrio general sustituyó a la competencia real; la utilidad marginal sustituyó a la teoría del valor trabajo; y la Ley de Say sustituyó a la teoría de las crisis.

Como Marx lo resumió: "De una vez por todas quiero aclarar que por economía política clásica entiendo la teoría económica, que, desde la época de W. Petty, ha investigado las relaciones reales de producción en la sociedad burguesa, a diferencia de economía vulgar, que se ocupa sólo de las apariencias, rumia sin cesar los materiales que desde hace mucho tiempo ha proporcionado la economía científica, y busca explicaciones plausibles de los fenómenos más abstrusos, para uso diario de la burguesía, pero para el resto, se limita a sistematizar de forma pedante, y proclamando verdades eternas, las ideas trilladas en las que cree la auto-complaciente burguesía con respecto a su propio mundo, que es para ellos el mejor de los mundos posibles".

El problema de la teoría económica convencional no es (solo) que los economistas actuales se centran demasiado en las matemáticas y los modelos económicos - no hay nada inherentemente malo en utilizar matemáticas y modelos - o que la mayoría de los economistas no tengan tanta "erudición y talentos múltiples" como los clásicos del pasado. El problema es que la economía ya no es "economía política", un análisis objetivo de las leyes del movimiento del capitalismo, sino una apología de todas las "virtudes" del capitalismo.

La asunción de la economía es que el capitalismo es el único sistema viable de organización social humana capaz de satisfacer los deseos y necesidades de las personas. No hay alternativa. El capitalismo es eterno y funcionará siempre que no haya demasiadas interferencias en los mercados de fuerzas externas como el gobierno o de monopolios "excesivos". De vez en cuando, la tarea es controlar los 'choques externos' del sistema (visión neoclásica) o intervenir para corregir los "problemas técnicos" en la producción y la circulación capitalistas (visión keynesiana). Pero el sistema en sí, funciona.

Veamos la reacción de Paul Krugman a la nota de Skidelsky. Lo que molesta a Krugman es la sugerencia de Skidelsky de que la economía dominante mantiene que la contracción fiscal (austeridad) era necesaria para "restablecer la confianza" después de la Gran Recesión. Krugman, como decano moderno del keynesianismo, no está de acuerdo con el biógrafo de Keynes. La economía dominante, al menos su ala keynesiana, sostienen lo contrario. Más gasto público, no menos, es lo que hubiera sacado a la economía capitalista de su depresión. Eso dice la macroeconomía básica, afirma Krugman.

A continuación, señala que la austeridad está "fuertemente correlacionada con las crisis económicas". En realidad, la evidencia de ello es realmente débil, como he demostrado en varias notas y en varios ensayos (publicados y futuros). Las grandes soluciones keynesianas de dinero fácil, tasas de interés cero y gasto fiscal no han sido capaces ni de lejos de acabar con la depresión cuando se han aplicado (y las tres se han probado en Japón). Krugman, por supuesto, nos dice que no se han intentado, o por lo menos no lo suficiente. Los políticos "se negaron a utilizar la política fiscal para promover el empleo; prefirieron creer en la hada de la confianza para justificar los ataques contra el estado de bienestar, porque eso es lo que querían hacer. Y sí, algunos economistas les dieron excusas. Pero eso es una historia muy diferente a la afirmación de que la economía no pudo ofrecer una orientación útil. Por el contrario, se ofrecieron orientaciones muy útiles, que los políticos, por razones políticas, prefirieron ignorar ".

En mi opinión, los políticos pueden haber decidido ignorar el gasto fiscal para resolver el "problema técnico" de la Larga Depresión en parte "por razones políticas". Pero también hay muy buenas razones económicas para defender que en una economía capitalista, el aumento del gasto público y el crecimiento del déficit fiscal no conseguirían la recuperación económica si la rentabilidad del capital es baja.

Skidelsky mencionó el otro gran punto ciego de la economía convencional: la afirmación de que la libre circulación de mercancías y capitales, la globalización, beneficia todos. Angus Deaton, ganador del Premio Nobel de Economía en 2015, es un defensor optimista de la globalización. El libro de Deaton La gran evasión (2013) defendió que el mundo en que vivimos hoy es más sano y más rico de lo que hubiera sido, gracias a siglos de integración económica. En una entrevista en el FT, Deaton cree que "la globalización no parece ser un mal importante en si misma y me resulta muy difícil no pensar en los miles de millones de personas que han salido de la pobreza gracias a ella".

He discutido los argumentos de Deaton en notas anteriores. Deaton representa lo mejor de la economía dominante actual cuando aborda los grandes temas: la globalización, los robots, la desigualdad, la salud humana y la felicidad. Ahora está preocupado por la amenaza de los robots a las rentas del trabajo, las crecientes desigualdades en la "búsqueda de rentas" y el deterioro de la salud de los estadounidenses por el uso abusivo de medicamentos con los que les bombardean las compañías farmacéuticas. Cree que "la felicidad alcanza su punto máximo cuando una persona gana el equivalente a 75.000 dólares al año". Por supuesto, la mayoría no gana eso, como bien sabe Deaton. Pero él sigue confiando en que el capitalismo es el mejor sistema de organización social, ya que ha sacado a mil millones de personas "de la pobreza" en los últimos 250 años. Así que el capitalismo funciona, incluso si sus apologistas ignoran su funcionamiento y no pueden explicar como funciona.

El entrevistador del FT dejó a Deaton y se dirigió hacia su coche: "Hay una multa de aparcamiento mojada en mi parabrisas, una multa de 40 dólares. Sonrío. Recuerdo el consejo de Deaton cuando me senté con él y le mencioné mi temor de acabar con una multa. "Estoy seguro de que podrá evitar pagarla", me dijo el premio Nobel. "Simplemente dígales que el parquímetro no funcionaba".

Pues bien, el sistema se rompe y los economistas no pueden sacarnos de él.

Michael Roberts
http://www.sinpermiso.info/textos/el-sistema-se-rompe

sábado, 3 de diciembre de 2016

Entrevista a Juan Torres en la presentación de su libro, Economía para NO dejarse engañar por los economistas, donde analiza los principales problemas económicos actuales. “Cuanto más libre se deja al capitalismo más daño hace a los seres humanos”.



La inhumanidad del capitalismo es inevitable, porque mercantiliza el trabajo y la naturaleza, y por tanto una dimensión del ser humano", considera.

Juan Torres (Granada 1954) trata de impedir que los economistas engañen a la ciudadanía. Es la premisa, al menos, que anuncia en las tapas de su nuevo libro, Economía para NO dejarse engañar por los economistas (Planeta). Así, con el no en mayúsculas. Torres, catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Sevilla, busca dar respuesta a las principales preguntas sobre los problemas económicos actuales, frente a aquellos discursos con que los economistas más mediáticos reiteran presuntas verdades absolutas sin cabida para el matiz.

El economista, coautor del primer documento económico de Podemos –partido con el que tuvo al final diferencias irreconciliables– plantea con esta obra 50 cuestiones clave para entender el funcionamiento de la economía y exponer, de este modo, la diversidad de respuestas –en función no sólo de corrientes, sino también de ideologías e intereses particulares– que buscan dar solución a las principales incógnitas económicas de la actualidad.

PREGUNTA: ¿Nos dejamos engañar por los economistas?
RESPUESTA: Es una frase de Joan Robinson, que fue una economista británica muy interesante, y que decía que el objetivo de la economía no podía ser aprenderse unas cuantas recetas para la gestión de los problemas económicos, sino aprender a no dejarse engañar por los economistas. En los últimos tiempos de gran protagonismo de los economistas, se ha podido observar claramente cómo cuestiones que son políticas se presentan como técnicas, y proposiciones que se presentan como verdades, certezas, en realidad no lo son, y yo creo que eso es engañar a la gente. Como he visto tan abundantemente ese tipo de actuaciones en los últimos años, me ha inspirado para escribir el libro.

P. En el libro menciona la creciente presencia de los economistas en los medios de comunicación. ¿Se han convertido en carne de tertulia?
R. No sé hasta qué punto pueden ser mayoritarios, pero sí es una evidencia que la presencia de economistas en televisión se ha multiplicado. Eso es bueno porque socializa el conocimiento, el debate, la discusión, cuestiones que antes no llegaban a la gente. Y en ese debate la gente tiene más medios para forjar su propia opinión. El problema es que la opinión de los economistas no es neutra , y como no lo es, los medios de comunicación, que tienen también objetivos e intereses, procuran que la opinión económica publicada, la difundida, sea la que más les convenga. Es facilísimo observar que los grandes medios donde esos economistas se han hecho famosos, el desequilibrio de posiciones ideológicas es grandísimo, y también es fácil observar que, salvo honrosas excepciones, la mayoría de economistas que intervienen suelen ser de pensamiento liberal, y que difunden sus ideas como si fueran las únicas, las verdades que todo el mundo tiene que suscribir.

P. ¿Cómo afecta esto a la percepción económica de la gente común?
R. Cuando uno oye permanentemente un discurso, cuando uno oye tantas veces que para crear empleo hace falta que bajen los salarios, que las pensiones públicas no se van a poder pagar en el futuro porque la sociedad va a ser muy vieja, que el Gobierno no puede gastar más de lo que ingresa, cuando tantas veces se oye eso, la gente se lo acaba creyendo. La gente no tiene a mano las estadísticas, es normal, pero resulta que si uno coge las estadísticas internacionales, comprueba que los países que tienen renta per cápita más alta son los que tienen impuestos más altos, o que los países donde han bajado los salarios son los que tienen menos empleo y los que han subido los salarios son los que tienen más empleo. Pero esas estadísticas no las tiene la gente, y a eso hay que añadir al economista que sale en los medios y que no las enseña, que hace sólo un discurso y no le indica a la gente que hay otra versión. Porque cada versión se diferencia en que pone el dinero en un bolsillo o en otro , y la gente no lo entiende, no despierta. La gente se convierte en lo que dice José Saramago: ciegos que viendo no ven. Ves lo que te han puesto delante, pero lo que te han puesto delante es un engaño.

P. ¿Encuentra carencias en la educación económica?
R. Hace poco se ha hecho un estudio en Inglaterra y se ha comprobado que de cien planes de estudio, en poco más de veinte se mencionan corrientes diferentes. En los centros de estudios y en los medios es donde se difunde un pensamiento como si fuera el único. ¿Qué se puede hacer ante eso? Cuando una persona o un grupo empresarial es dueño de un medio, tiene sus productores y sus reuniones de contenido para difundir lo que creen que es mejor difundir, pero los medios públicos no deberían ser así, y lo son. Hay que pedir transparencia, pluralidad, honestidad, hay que pedir democracia, y el problema es que no la tenemos. Una democracia en la que los ciudadanos no tienen la capacidad de acceder a toda la información, sino sólo a una determinada lectura de las cosas, no es auténticamente democrática.

P. En el libro incide en la importancia moral de la subida de impuestos, y en la percepción negativa por parte de los ciudadanos. ¿Por qué en España existe esta impresión ciudadana?
R. Nuestra democracia es muy joven. Venimos de una dictadura en donde la fiscalidad era una aberración. Eso no está tan lejano, no fue hace tres siglos, y ha creado una sociedad de las más avanzadas de europa, pero que acepta de mejor grado el fraude fiscal. Es un problema de educación , de cultura, que no se combate. No se combate porque a los que defraudan les interesa que la gente no combata el fraude. Porque al fin y al cabo el 70% del fraude fiscal lo cometen las grandes empresas y los grandes patrimonios, a los cuales les interesa que la gente no sea consciente del fraude y que incluso lo vea bien. Creo que eso es uno de los grandes retos que los partidos políticos no afrontan. Yo entiendo que los partidos no se pongan de acuerdo en todo, pero hay que poner sobre la mesa este tipo de cuestiones porque si se hiciera, la ciudadanía le pediría cuentas a estos partidos para que se pusieran de acuerdo. Esto requiere unas reformas y unas medidas que no suelen ser eficaces si no se hacen con el compromiso colectivo de que lo sean. Si mañana se pone en marcha una campaña de concienciación ciudadana contra el fraude fiscal, y la oposición la pone en jaque porque la ha hecho el Gobierno, la campaña no va a ser efectiva. Se necesita mucho compromiso colectivo, mucho acuerdo, mucho consenso, y por desgracia este país no ha superado la adolescencia democrática. El problema es que no hemos superado la adolescencia en un momento en que se tendría que tener mucha madurez para defender la democracia.

P. Cuando habla del sistema capitalista, insiste en su impureza, e incluso menciona la continuidad de sistemas como el feudalista o el esclavista en aspectos como el trabajo doméstico.
R. Los sistemas económicos no son puros, se tarda mucho en superar lo antiguo. Existen determinadas formas de empleo doméstico que no son ni feudales, sino esclavistas. Muchas empleadas no pueden ni salir de las casas. Se va mejorando afortunadamente, pero docenas de miles de mujeres están sometidas a servidumbre . Se decía eso: ir a servir, la sirvienta. Es un lazo feudal. Y aunque se ha podido romper un poco, ni siquiera se ha entrado en el asalariado capitalista. Porque sí cobran, pero ni siquiera con contrato, ni siquiera con derechos asociados. Lo pongo de ejemplo de la impureza de los sistemas. Al mismo tiempo vivimos en una economía capitalista donde hay innumerables muestras de sociedad poscapitalista, con trabajo cooperativo, voluntario, con servicios públicos basados en la no mercantilización de lo que se le entrega a la gente… Que es otro mundo.

P. También la brecha salarial o el techo de cristal posicionan a la mujer como el eslabón más débil en el sistema capitalista. ¿Por qué?
R. El capitalismo necesita en gran medida al patriarcado, porque para poder someter a los asalariados y para obtener beneficio del trabajo asalariado es necesario que alguien lleve a cabo una inmensa cantidad de trabajo no remunerado, y ese trabajo no remunerado la inmensa mayoría lo hacen las mujeres. La desigualdad de género estaba antes, durante y después de la crisis, y es un elemento sin el cual no se puede explicar el origen de la crisis, ni se puede explicar lo que ha pasado durante, ni lo que ha pasado después de la crisis. La desigualdad entre mujeres y hombres es un elemento detonante y corrector de los problemas económicos. Es posiblemente la desigualdad llevada a su lado extremo. Uno podría entender que haya desigualdad entre un directivo y el portero de la empresa, se puede explicar, pero la desigualdad entre mujeres y hombres en un mismo trabajo no tiene explicación. Y la prueba de que no tiene explicación es que quienes defienden el sistema se dedican a decir que no existe tal desigualdad, cuando es evidente. Porque es una desigualdad que no tiene explicación en sí misma, que no tiene sentido. Es importante incorporar este elemento en el análisis de la realidad. Si no se incorpora es imposible entender lo que está ocurriendo con la economía de nuestro tiempo.

P. A menudo ciertos economistas emplean el término "capitalismo humano". ¿Es posible caminar hacia un capitalismo más humano?
R. Un amigo me dijo una vez que "si es capital no es humano". El capitalismo es un sistema económico, con ventajas e inconvenientes, y es humano como creación de los seres humanos, pero la historia nos ha demostrado que cuanto más libre se le deja, más daño hace a los seres humanos y por tanto más inhumano se hace. Hemos visto que ha habido etapas del sistema capitalista en las que el poder ha estado más equilibrado y entonces el capitalismo ha vivido sometido a frenos. Vivimos en una etapa de capitalismo neoliberal que es el capitalismo sin bridas, y por tanto más inhumano. Es más inhumano tener a la gente trabajando horas extraordinarias sin cobrar, que con una jornada más reducida y con buen sueldo. Hay diferencias, hay matices. Ahora, mi objetivo personal, intelectual y lo que yo desearía no es que el capitalismo sea más humano, mi aspiración es que no haya capitalismo.

P. En el libro defiende un intervencionismo por parte del Estado, pero matiza las imperfecciones como consecuencia del poder que tienen los grupos de interés. ¿Cuáles son estos grupos y a través de qué mecanismos podrían estar controlados?
R. Esos grupos son las empresas internacionales, que cuentan con departamentos dedicados exclusivamente a influir en los gobiernos, a redactar las leyes que les interesa que impulsen los gobiernos y a intentar por todos los medios que esas leyes sean las que se aprueben en los parlamentos. Las empresas contratan con sueldos astronómicos a los políticos que tienen una buena agenda para que les ayuden. Estos son los grandes grupos de poder y actúan de una manera directa, a veces sin escrúpulos. Se puede evitar con leyes, con normas, con prevención, y sobre todo con transparencia. Y con poder ciudadano que obligue a los gobiernos a tomar medidas contra eso. Es muy fácil evitar que esos grupos no tengan en sus nóminas a políticos que tienen una información privilegiada, sencillamente prohibiéndolo. Si usted quiere ser ministro o presidente del Gobierno, después no va a trabajar en una empresa cuyo interés choca contra los intereses públicos. No vamos a permitir que se haga rico a costa del empobrecimiento de la gente. Eso es relativamente fácil, el problema es que la dificultad radica en la manera en que eso se hace efectivo, pero las normas y las leyes se pueden establecer, y los mecanismos de control se pueden imponer siempre que se tenga poder para eso.

P. Siguiendo con los mecanismos de control, y centrándolos en un plano más político, Ciudadanos se ha postulado como "una oposición de control" al Gobierno del PP en esta nueva legislatura.
R. El hecho de que no haya mayoría absoluta ya obliga al Gobierno a negociar, eso siempre es mejor que lo otro. Que solamente lo vaya a hacer Ciudadanos ya es más discutible. Que las ideas de Ciudadanos sean el mejor contrapeso… Ese es el típico totalitarismo inocente que hay en nuestros partidos políticos. Que Ciudadanos se crea que es el portavoz de los intereses generales es un totalitarismo , en el sentido de que es creerse que la voluntad de unos pocos es la que representa la voluntad del todo. Y es inocente porque seguramente no se dan cuenta de ello y no lo hacen con mala intención, pero es un totalitarismo. Creer que un partido es la representación del todo, es un totalitarismo. Aunque ese contrapeso es un gran servicio a la sociedad española, hay que ser consciente de que hace falta que actúen todos los contrapesos, no solamente el de uno.

P. ¿Cómo ha sido su experiencia con Podemos? En más de una ocasión ha asegurado sentirse defraudado por alguno de sus integrantes.
R. Cuando uno hace este tipo de trabajos lo hace porque tiene el compromiso moral de hacerlo. Yo no cobré, no tenía vínculos con Podemos, y lo hice con gusto. Para mí resultó frustrante que ni antes, ni durante, ni después pudiéramos tener una reunión con los dirigentes de Podemos para tener un feedback . Uno ve que no se toman en cuenta las cosas, algo que en realidad es normal y pasa muchas veces. Pero lo que sí resulta duro es que alguien te pida una colaboración, tú se la des, en un momento muy difícil, muy costoso, que nos estén poniendo verdes en todas las esquinas del país y en todos los medios opuestos a Podemos, y que no haya nadie de la dirección que levante el teléfono para darte ánimos. Eso para mí es algo que defrauda porque yo no entiendo la vida sin afectos . La ausencia de afecto para mí es un vacío muy grande y es algo que me defrauda, con cualquiera. Porque es una forma de entendernos mejor y que la sociedad sea más humana. Es lo que eché de menos. Lo demás no, porque entiendo que se haga una propuesta y no se tenga en cuenta, a mí eso no me afecta, es normal, predicar en el desierto lo hacemos casi todos los días. Ahora, sí resulta un poco frustrante la falta de afecto.
Fuente:
http://www.infolibre.es/noticias/politica/2016/12/01/historia_demostrado_que_cuanto_mas_libre_deja_capitalismo_mas_dano_hace_los_seres_humanos_58258_1012.html

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Tres olas de repudio de deuda pública en Estados Unidos durante el siglo XIX


CADTM


¿Sabíais que en Estados Unidos, y por tres veces, hubo gobiernos que repudiaron con éxito deudas públicas que debían a banqueros privados?

En los años 1830 cuatro Estados de los Estados Unidos repudiaron sus deudas: Misisipi, Arkansas, Florida y Míchigan. Los acreedores eran principalmente británicos. Sack escribe sobre ello: «Una de las principales razones que justificaban estos repudios fue el derroche del dinero prestado: muy frecuentemente se había pedido prestado para el establecimiento de bancos o la construcción de ferrocarriles; ahora bien, esos bancos quebraron, las líneas de ferrocarril no fueron construidas. Estas operaciones sospechosas fueron a menudo resultado de un acuerdo entre miembros insensibles del gobierno y acreedores deshonestos.» (p. 158). Los intentos de los acreedores de llevar ante la justicia federal de Estados Unidos a los Estados que habían repudiado sus deudas fueron desestimados. Para fundamentar este rechazo de las denuncias, la justicia federal se basó en la 11ª enmienda de la Constitución de Estados Unidos, que prescribe que «el poder judicial de Estados Unidos no puede llevar a cabo ningún proceso civil o en equidad en contra de uno de los Estados de Estados Unidos intentado por un ciudadano de otro Estado o por ciudadanos o súbditos de Estados extranjeros.» |1| Este acto unilateral de repudio fue coronado por el éxito. Sack no menciona esta decisión de la justicia federal, probablemente porque ello debilitaría su alegato a favor de la posibilidad de que los acreedores privados obtengan la condena para un Estado que no pague sus deudas. Los motivos del repudio eran el mal uso de los fondos prestados y la falta de honestidad, tanto de los prestamistas como de los prestatarios, y sobre este punto el resumen presentado por Sack es correcto. No se hacía referencia a ningún tipo de carácter despótico del régimen.

Tras la Guerra de Secesión (1861-1865), el gobierno federal obligó a los Estados sudistas a repudiar las deudas que habían contraído para llevar a cabo la guerra. Es el objeto de la 14ª enmienda de la Constitución de Estados Unidos, que estipula que «neither the United States nor any State shall assume or pay any debt or obligation incurred in aid of insurrection or rebellion against the United States» (ni Estados Unidos, ni cualquier otro Estado asumirá o pagará una deuda o una obligación contratada para ayudar a una insurrección o una rebelión contra Estados Unidos). |2|

Los acreedores habían comprado en Londres y en París principalmente títulos emitidos por banqueros europeos por cuenta de los Estados sudistas. Entre los acreedores se encontraba la Banque Erlanger de París así como su filial londinense. Dicho banco organizó en 1865 la suscripción del «empréstito Erlanger», que permitía a los ahorradores hacerse reembolsar en algodón del Sur de los Estados Unidos, en la época de la Guerra de Secesión, bajo reserva de que los Estados Confederados del Sur ganasen. Esta apuesta era remunerada con una tasa de interés, relativamente elevada para la época, del 7% anual. El empréstito era también negociable en Londres. Durante la Guerra de Secesión, los Estados del Sur habían organizado una retención del algodón, que disparó las cotizaciones hasta un récord histórico de 1,89 dólares la libra, que sigue inigualado dos siglos más tarde. Esta subida representaba una multiplicación por veinte de la cotización en algunos meses, pero los industriales británicos habían tenido el tiempo de constituir stocks. En 1870, cinco años después del final de la guerra, el algodón americano había vuelto casi a su nivel de producción y el país seguiría siendo líder mundial del algodón hasta 1931, como lo era desde 1803. Pero los portadores de obligaciones no fueron jamás reembolsados, dado el repudio decretado por el gobierno federal y la aplicación de la sección 4 de la 14ª enmienda de la Constitución. |3| La motivación del repudio era que los préstamos habían servido para financiar la rebelión de los Estados del Sur, reagrupados en la Confederación, contra Estados Unidos. No se trataba de la naturaleza, despótica u otra, del régimen de los Estados del Sur. Fue la finalidad de los préstamos lo que fue invocado y sobre todo el hecho de que habían sido contratados por fuerzas rebeldes.

Una tercera ola de repudios tuvo lugar en Estados Unidos después de 1877. Ocho Estados del Sur |4| repudiaron sus deudas decretando que los empréstitos realizados durante el período que se extiende entre el fin de la Guerra de Secesión y 1877 habían dado lugar a empréstitos ilícitos, efectuados por políticos corruptos (entre ellos esclavos liberados) que estaban apoyados por los Estados del Norte. Este repudio fue, por lo tanto, decidido por gobernantes racistas (pertenecían en general al partido demócrata) que volvieron al poder en el Sur tras la retirada de las tropas federales que ocuparon el Sur hasta 1877. Sack no menciona este repudio.

Estos tres ejemplos de anulación de deudas públicas muestran que es perfectamente posible para los gobiernos repudiar sus deudas. Las razones invocadas fueron variadas, y el tercer caso de repudio, cuyas motivaciones eran contrarias a los derechos humanos, refuerza la idea de que los gobiernos, si quieren, pueden imponer a los banqueros pagar el precio de una anulación de deudas. Evidentemente, hay que asegurarse de que ese repudio sea legítimo y respetuoso de los derechos humanos.

Traducido por Alberto Nadal y Griselda Pinero

Notas
|1| Sobre la 11ª enmienda, véase: https://es.wikipedia.org/wiki/Und%C...

|2| Es muy importante subrayar que la 14ª enmienda excluye igualmente toda indemnización a los propietarios de esclavos. Cuatro millones de esclavos fueron emancipados sin la menor compensación a sus antiguos dueños. Fuente Sarah Ludington, G. Mitu Gulati, Alfred L. Brophy, «Applied Legal History: Demystifying the Doctrine of Odious Debts», 2009, http://scholarship.law.duke.edu/cgi...

|3| Véase http://www.cadtm.org/Francia-se-apodero-de-Tunez-usando

|4| Se trata de Alabama, Arkansas, Florida, Georgia, Luisiana, Carolina del Norte, Carolina del Sur y Tenessee. Para más detalles véase Sarah Ludington, G. Mitu Gulati, Alfred L. Brophy, op.cit.

Eric Toussaint es maître de conférence en la Universidad de Lieja, es el portavoz de CADTM Internacional y es miembro del Consejo Científico de ATTAC Francia. Es autor de diversos libros, entre ellos: Procès d’un homme exemplaire, Ediciones Al Dante, Marsella, 2013; Una mirada al retrovisor: el neoliberalismo desde sus orígenes hasta la actualidad, Icaria, 2010; La Deuda o la Vida (escrito junto con Damien Millet) Icaria, Barcelona, 2011; La crisis global, El Viejo Topo, Barcelona, 2010; La bolsa o la vida: las finanzas contra los pueblos, Gakoa, 2002. Es coautor junto con Damien Millet del libro AAA, Audit, Annulation, Autre politique, Le Seuil, París, 2012. Este último libro ha recibido el premio Prix du livre politique, otorgado por la Feria del libro político de Lieja. Último libro: Bancocracia. Icaria Editorial, Barcelona 2015. Es coordinador de las publicaciones Comisión de la Verdad Sobre la Deuda.

Fuente:
http://www.cadtm.org/Tres-olas-de-repudio-de-deuda

jueves, 13 de octubre de 2016

El impulso de las cooperativas para transformar la economía

La Marea

La última crisis ha disparado la creación de empresas sociales. Algunas surgen por pura supervivencia, pero otras obedecen a la voluntad de cambiar el sistema.

Las cooperativas están tomando en la actualidad un nuevo impulso al calor de la crisis. Desde 2008 el número de este tipo de empresas ha crecido un 75%. Además, según el Ministerio de Empleo, la estabilidad laboral en estas empresas es bastante por encima del resto del tejido empresarial. Algunas de estas cooperativas –cerca del centenar, según estima la Confederación Española de Cooperativas de Trabajo Asociado– han sido construidas a partir de compañías arruinadas, cuyo control han tomado los propios trabajadores. Hay ejemplos de empresas recuperadas en una gran variedad de sectores. Por ejemplo, Ibersolar, una empresa de ingeniería de energías renovables de Barcelona, tuvo que anunciar un ERE a principios de 2009 cuando la crisis y los recortes golpearon al sector. Algunos de sus trabajadores entonces constituyeron una cooperativa que, bajo el nombre de Arkenova, hoy sigue funcionando. En el caso del fabricante de muebles Cuin Factory de Vilanova i la Geltrú (Barcelona), ante la amenaza de cierre el dueño se asoció con sus empleados para reflotar el negocio como cooperativa.

Y es que la filosofía básica del cooperativismo se basa en que la empresa es propiedad de sus trabajadores, o de los consumidores, en vez de contar con accionistas que, a menudo, tienen un mero interés financiero en lograr la máxima rentabilidad de su inversión. La responsabilidad es compartida ya que las cooperativas son gobernadas de forma asamblearia donde cada socio tiene un voto. En Argentina o Chile, países muy acostumbrados a las crisis económicas, ha habido cientos de casos de empresas recuperadas por sus trabajadores, y este modelo se está extendiendo en España. Pero, ¿qué hay detrás de este repunte? ¿Una fórmula forzosa ante la crisis o un verdadero espíritu cooperativista?

Lo cierto es que, en cualquier caso, el empleo cooperativo suele ser estable y de mayor calidad, con un 80% de contratos indefinidos. “El modelo está salvando la situación de crisis de manera muy distinta a las empresas del capital”, defiende María del Mar García, vicepresidenta de la Federación Andaluza de Cooperativas de Trabajo Asociado (FAECTA), quien a duras penas puede disimular su pasión por el sector. “En las cooperativas el trabajador es también el dueño, así que siempre se buscan vías alternativas al despido, más o menos imaginativas, no tenemos las cifras económicas como único objetivo”, explica. Andalucía es la región líder en cooperativismo de toda España: el 19,5% de este tipo de empresas están radicadas allí y dan trabajo a más de 62.000 andaluces y andaluzas. Sin embargo, según denuncian las asociaciones, la Junta no hace los esfuerzos suficientes para impulsar el modelo. “En Andalucía, por ejemplo, el 90% de la ayuda a domicilio la gestiona Clece [empresa de la constructora ACS, que cotiza en el Ibex 35], que ha tenido despidos mientras que suele acaparar las licitaciones públicas. Se deberían incluir cláusulas sociales en los concursos, ya que competimos en un mercado donde sólo impera lo económico”, lamenta García. “La Junta asegura que nuestro modelo es el que hay que fomentar pero impide que las pequeñas empresas accedan a los recursos”, agrega.

No todo han sido, sin embargo, méritos para el cooperativismo. A finales de 2013 Fagor, el buque insignia del grupo cooperativista vasco Mondragón, echó el cierre. La compañía, en la que trabajaban 5.600 personas, arrastraba una deuda de 859 millones de euros. Su quiebra fue presentado desde algunos sectores y medios como el fracaso de todo un modelo, incapaz, supuestamente, de sobrevivir en tiempos de neoliberalismo, sobre todo por no poder tomar con rapidez decisiones drásticas, como los despidos masivos. Más de dos años después, el debate ha quedado cerrado por los positivos números del sector. De hecho, las cooperativas de trabajo asociado, entre ellas las del grupo Mondragón, crecían el año pasado a un ritmo del 11%.

El papel de las personas
Sin embargo, muchas de las grandes cooperativas han perdido, en cierto modo, la esencia. Así lo cree Koldo Saratxaga, una especie de gurú de este sector tras los 14 años que estuvo al frente de Irizar, una de las empresas del grupo vasco, en los que logró sacarla de los números rojos y convertirla en un ejemplo de éxito. Para él, el modelo económico de una compañía cada vez cuenta menos. “Los estilos al final tienen que ver con las personas. Una de las razones por las que dejé Irizar, teniendo mucha categoría y ganando mucho dinero, fue por el estilo de relaciones”, asegura. “He visto muchas cooperativas, he estado en el grupo más grande del mundo y me he dado cuenta de que éstas en su gran mayoría al final funcionan como una S.A., es decir, siguiendo un modelo de arriba a abajo, con su director general, etc.”, critica. Saratxaga opina que, pese a que en un principio los promotores empiezan a trabajar de forma colaborativa y horizontal, posteriormente “se va sumando gente, porque es necesario, pero nos encontramos a nivel social una deficiencia de sentido cooperativo”. Es ahí donde, para este veterano, entran en juego los valores, algo que para él es la clave: “Se aprecian los conocimientos, los estudios, los idiomas, pero no se destacan los valores necesarios para trabajar en una cooperativa”, lamenta.

En cualquier caso, Mondragón ofrece una alternativa nada desdeñable dado el estado actual del mercado laboral. El grupo engloba a más de 30.000 socios y socias de diferentes cooperativas –soberanas y democráticas, aunque con algunas reglas comunes, como la limitación de sueldos de los directivos–, que facturan 11.875 millones de euros. En 2015 realizaron inversiones de cerca de 250 millones de euros y hacen el 71% de sus ventas en el mercado internacional. Además, el grupo cooperativo actúa como un Estado en miniatura: los socios destinan el 6,5% del salario bruto a un fondo de previsión, destinado a pensiones, desempleo o asistencia sanitaria privada. Cuando llegan vacas flacas, suele buscarse cualquier alternativa antes que el despido. De hecho, en 2013 los 8.500 socios de Eroski, cooperativa integrante de Mondragón, acordaron una bajada de sueldos general. Eso sí, la decisión recayó sólo en un 21% de la plantilla, ya que la cadena de hipermercados tiene hasta 40.000 trabajadores.

Pese a las ventajas del sector cooperativo con respecto a la empresa tradicional en términos democráticos y al cuestionamiento de la maximización del beneficio por encima de todo que tiene lugar en la mayoría de ellas, no todas tienen una dimensión política o un afán superador del sistema económico actual. De hecho, desde sectores más politizados afean a las cooperativas grandes que, en sus procesos de crecimiento e internacionalización, sufran una pérdida drástica de las esencias y caigan en la lógica de la deslocalización para producir en países donde las libertades sindicales son más reducidas. Aquí es donde entran en juego entidades de la economía social y solidaria como el Mercado Social de Madrid o la Xarxa d’Economia Solidària de Catalunya (XES), redes que aspiran a unir producción, distribución y consumo al mismo tiempo que participan en el debate político y los movimientos sociales. Para Fernando Paniagua, miembro de la XES, el cooperativismo no se puede considerar un fin en sí mismo, sino que es más bien una herramienta. “Permite empezar a caminar, a montar proyectos con formas distintas de gestionar lo económico. Pensar que porque la sociedad se organice en cooperativas vamos a superar un sistema injusto y depredador como el capitalismo es ingenuo”, sentencia.

El cooperativismo parece haber cobrado nueva fuerza tras el hundimiento del bloque soviético y la posterior crisis del modelo neoliberal. “Venimos de un siglo XX con recetas finalistas de revolución que han ido fracasando, así que creo que es mucho más constructivo dotarnos de herramientas que podamos usar como laboratorios, tanto en los terrenos del consumo, como en el de la precariedad, más allá de un sistema que nos convierte en marca y emprendedores”, profundiza. El movimiento de economía social y solidaria engloba, además de a cooperativas, a asociaciones, ONG y economías informales, esto es, las que logran la satisfacción de necesidades sin intermediación monetaria. “El objetivo es acercarse a lo económico de una forma distinta a la relación capital-trabajo, poniendo en el centro de la vida una economía a la escala de las personas”, agrega.

La XES se basa en tres ejes principales: la visibilización, sobre todo mediante la Fira d’Economia Solidària de Catalunya, los encuentros de intercooperación, que trabajan en la cohesión de las diferentes iniciativas, y el balance social, que vendría a ser un “termómetro” de las distintas iniciativas que la integran. El objetivo es generar un ecosistema cada vez más independiente, aunque reconocen que no lo tienen nada fácil. “El consumo responsable tiene una gran fuerza de transformación, pero es cierto que cuando se producen alternativas serias el sistema éste reacciona de la forma más violenta posible”, concede Paniagua. Como ejemplo, pone el de Som Energia, una cooperativa eléctrica, que se ha topado de lleno con el impuesto al sol [el gravamen del autoconsumo de la energía que se produce desde paneles solares] del Gobierno de Mariano Rajoy. “Las fronteras están aquí, pero bueno, podemos a día de hoy gestionar nuestro dinero en bancas éticas como Fiare o Coop57, lo que puede suponer al menos retirar parte del dinero del movimiento especulativo”, señala. También hay otras iniciativas destacables en territorio comanche, como Som Connexió, en las telecomunicaciones, a las que se suman las ya clásicas cooperativas agroecológicas, por ejemplo. “Ahora lo que tenemos que hacer es ir detectando agujeros en nuestras cadenas económicas e ir generando nuevos proyectos, con la idea del ensayo-aprendizaje”, continúa.

Los problemas de crecer
La prueba de fuego de las iniciativas que plantean una alternativa al capitalismo clásico es cómo afrontar el crecimiento sin perder las esencias del modelo. Un negocio grande requiere otro modelo de organización que una cooperativa pequeña que agrupa a cultivadores de aceitunas, por ejemplo. Así lo expresan en la revista de ideología anarquista Todo por hacer: “Hoy Mondragón es una empresa con una división del trabajo muy particular, con trabajadores/as socios/as cooperativistas, asalariados/as comunes y equipos ejecutivos/as completamente separados del proceso productivo. Se ha dado un salto cualitativo dirigiéndose hacia la internacionalización de la corporación, con filiales en países conocidos por sus estupendas condiciones laborales como son Brasil, Polonia, India o China”.

Desde los círculos cooperativistas menos rupturistas sostienen, sin embargo, que es posible acometer ese proceso sin perder la coherencia. “Es cierto que lo local es uno de nuestros mayores valores, pero la internacionalización actual no tiene por qué llevar aparejada la desestructuración del modelo, o salirse de los cánones”, opina García, de FAECTA, y asegura que lo importante es “conservar los valores”. Aun así, reconoce que en el plano práctico “nadie es totalmente puro”. Saratxaga tiene mucha experiencia en este terreno. “He creado ocho empresas en todo el mundo, como México o Brasil, y nadie ha puesto pegas. Hacíamos asambleas, repartíamos el 30% de los beneficios… y sólo recuerdo problemas en Marruecos, donde los gestores trataban mal a los empleados. Eran unos caciques, lo veía cada vez que iba a los consejos allí, pero al final logramos cambiarlos”, recuerda. “Después hemos vivido allí asambleas maravillosas, hemos practicado una transparencia total”, agrega.

No son tan optimistas en la XES, donde continuamente tienen debates sobre su modelo. “A día de hoy es muy difícil crecer en volumen de negocio o trabajadores sin perder la potencia de transformación social que tienen. No quiere decir que no se pueda, pero de momento no hemos sido capaces”, reconoce Paniagua. Lo local y el avance sostenido, lento y sólido, es la receta de estos cooperativistas-activistas. “Salir al entorno capitalista es muy difícil, las reglas de mercado están diseñadas para destruir todo lo que trate de romperlas. El mercado es tramposo, habla de manos invisibles y es el más intervenido, juega con la evasión fiscal, bordea irregularidades… Las reglas no son las mismas para todos, así que no queda otra que construir poco a poco, desde abajo, en un movimiento de largo recorrido”, desarrolla. Otra vuelta de tuerca son las llamadas cooperativas integrales. En 2010, el llamado “Robin Hood de la banca”, Enric Duran, que logró obtener 492.000 euros en créditos de 39 entidades bancarias durante la burbuja inmobiliaria que luego dedicó a iniciativas anticapitalistas, impulsó la creación de la Cooperativa Integral Catalana (CIC), un modelo que se ha replicado en otros lugares del Estado, como Aragón, Andalucía o Castilla y León. Este concepto pretende superar las cooperativas de un único proyecto o ámbito de actuación y aunar bajo el mismo paraguas jurídico a productores, consumidores y una mezcla de ambos, a los que llaman “prosumidores”. El objetivo: independizarse lo máximo posible del sistema capitalista, mediante el contacto directo de los diferentes elementos de la cadena económica y la utilización de una moneda social.

Juanito Piquete es músico de punk y, como socio de la CIC, también trata de construir “desde la base” y desde hoy ese otro mundo que imagina en sus canciones. “Tratamos de construir una economía que no esté relacionada con el sistema, y lo hacemos mediante herramientas como la moneda social, el crédito mutuo o el trueque, que están basadas en la economía real del territorio”, explica. Pese a la radicalidad de la propuesta, el cooperativismo “no es un fin en si mismo”, advierte este socio de la CIC. “Son herramientas que nos permiten hoy tener una realidad regida por la reflexión individual y colectiva pero también por la acción, por la posibilidad de poner en práctica todo ese afán coordinador que está surgiendo en todos los lugares del mundo”, concluye. Piquete defiende que la CIC no sólo es una vía revolucionaria sino también una alternativa ante la pobreza generada en España tras el comienzo de la crisis.
Fuente:
http://www.lamarea.com/2016/09/23/cooperativas-transformar-la-economia/

Este reportaje forma parte del dossier sobre cooperativas de #LaMarea41, a la venta en quioscos y en tienda online.