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martes, 22 de agosto de 2017

Cada vez vivimos más años y eso obliga a replantearnos nuestra manera de estar en el mundo. La actitud fundamental es mantener viva la capacidad de aprender y saber que la curiosidad y la experiencia son valores que juegan a nuestro favor.

Cada vez vivimos más años y eso obliga a replantearnos nuestra manera de estar en el mundo. La actitud fundamental es mantener viva la capacidad de aprender y saber que la curiosidad y la experiencia son valores que juegan a nuestro favor.

... Vivir mucho tiempo obliga a gestionar nuestras vidas de un modo radicalmente distinto de como se ha venido haciendo. Una persona con 50 años, por ejemplo, más allá de la edad legal de jubilación, es probable que deba trabajar, de una forma u otra, superados los 80, si es que la salud se lo permite. ¡Eso significa que a los 50 años lleva todavía menos tiempo trabajando del que le queda por delante!

Todos los estudios sobre empleabilidad juvenil que se están realizando ponen de manifiesto una aptitud fundamental en el mundo laboral: la capacidad de aprender a aprender. En inglés se llama learnability. Facultad de seguir formándose, experimentando, de actualizar habilidades y competencias. De, por ejemplo, dirigir los conocimientos y aptitudes hacia el mundo digital y la tecnología.

Conducir la vida profesional supondrá cada vez más un aprendizaje continuo. A muchos les da pereza mantener esta actitud en la edad madura. Ya han pasado por las aulas, ya se hizo la Formación Profesional o se acudió a la Universidad, algunos cursaron posgrados. Y se preguntan: ¿cuándo acabará esto?

Formación significa hoy en día algo distinto a lo que era antaño. Es una nueva perspectiva que obliga, a cualquier edad, a recuperar la curiosidad y las ganas locas de saber que se tienen durante la adolescencia. A Benjamin Button, hubo de sucederle, en la ficción, algo así: a medida que su cuerpo rejuvenecía, su afán y energía por saber también se revitalizaban.

Esta posibilidad requiere mantener activas las ganas de conocer, de leer, de observar, de adquirir conocimientos y de disfrutar de la cultura. Esa curiosidad despierta de la niñez hay que mantenerla intacta, experimentar como nuevo ese afán e interés por conocer y comprender que, sin lugar a dudas, mantiene viva a la persona porque produce ilusión, sorpresa y, a veces, alegría o sentido del humor.

El asunto no es vivir muchos años. Es hacerlo queriendo seguir aprendiendo, experimentando con curiosidad para interpretar mejor y para descubrir cómo llevar los conocimientos adquiridos al nuevo entorno económico, tecnológico o global. Es verdad que entre los humanos, al contrario de lo que ocurre con el personaje de ficción que interpretó Brad Pitt, la energía física mengua al envejecer, pero las neuronas tienen ciclos reproductivos muy largos y las personas maduras debemos entrenarnos en mantenerlas vivas y despiertas si no padecemos ninguna enfermedad incapacitante.

Algunas empresas y organizaciones se están dando cuenta de este hecho. Retired Brains, por ejemplo, es una organización que ofrece servicios de asesoría y consultoría por parte de personas jubiladas y que gozan de excelente salud física y mental, además de una dilatada experiencia. Eso demuestra que, incluso tras la revolución tecnológica, muchos de los criterios aprendidos en la era analógica son perfectamente válidos. De hecho, la tecnología modifica el cómo hacemos las cosas, pero no altera sustancialmente los productos y los servicios, es decir, lo que entregamos. Hace unos años, un directivo de una importante entidad financiera de nuestro país me reconoció en privado que, a menudo, recurrían a sus propios directores de oficina prejubilados y les solicitaban ayudar en análisis de riesgos y carteras a los más jóvenes que carecían de la experiencia necesaria. La vida laboral va a ser muy larga. Pero debemos hacer que sea bella, que no se convierta en una condena.

Para conseguirlo debemos tener en cuenta algunos elementos básicos.

1. Lo primero, no sobreestimar los cambios tecnológicos. Son más sencillos de lo que parece. Hay que acercarse a la tecnología sin miedo y, sobre todo, sin pereza. Pensemos que una persona madura puede aportar mucho más a la tecnología porque conoce el modelo previo, mientras que muchos nativos digitales solamente tienen la experiencia del actual.

2. En segundo lugar, debemos tener presente que el mundo de las relaciones, de los negocios, de los servicios está todavía en fase de definición. No hay nada asentado. En realidad, hay muchas dudas en cada sector de actividad sobre cuál será definitivamente el modelo ganador e imperante.

3. Debemos tener presente que si algo otorgan las nuevas tecnologías es lo que se denomina el alcance al nicho de mercado. Es decir, hay espacio y oportunidad para microempresas o para profesionales aislados. De hecho, las ofertas están polarizándose: o se compite por ser muy grande o por ser muy pequeño y flexible. No importa disponer de menos recursos.

Las oportunidades están naciendo para todos, para jóvenes y mayores.

http://elpaissemanal.elpais.com/confidencias/envejecimiento-psicologia/

miércoles, 11 de mayo de 2016

Ondas Gravitacio… ¿qué?

“Desde que los matemáticos han invadido la teoría de la relatividad, ni yo mismo la entiendo”.

Albert Einstein (1879-1955)

La historia empieza así: “El 14 de septiembre de 2015, científicos de LIGO [por las siglas en inglés de ‘Observatorio de Interferometría Laser para ondas Gravitacionales’] detectaron por primera vez en la historia de la humanidad las arrugas en el espacio-tiempo provocadas por la fusión de dos agujeros negros, predichas hace exactamente cien años por la teoría de la Relatividad General de Albert Einstein.

El descubrimiento supone la comprobación directa de la última predicción de la teoría del gran genio, así como la primera observación de la fusión de dos agujeros negros, y la primera observación directa de un agujero negro de cualquier manera. Además, abre una nueva ventana de observación para la astronomía, que hasta ahora estaba limitada a ondas de luz…”
ondasgravitacionales
Un momento… ¿Qué? ¿Arrugas? ¿Relatividad general? ¿Espacio-ti… empo?

Mucho se puede leer ya sobre la reciente detección de las ondas gravitacionales y la increíble precisión del interferómetro LIGO. ¡Puede medir diferencias en longitudes diez mil veces más pequeñas que el tamaño de un protón! Es tan impresionante que hasta suena ridículo. Pero, ¿de qué estamos hablando? ¿De dónde viene todo esto? Si en verdad estas ondas “gravitacioblabla” se van a convertir en algo importante a partir de este descubrimiento, merece la pena retroceder un poco y olvidarse, por el momento, de LIGO, y del 14 de septiembre de 2015.

Luz, Espacio y Tiempo
Finales del siglo XIX; conforme el siglo veinte se venía abriendo paso apresuradamente, algunos experimentos comenzaron a romper la paz que científicos como James Clerk Maxwell habían creído encontrar hacía unos pocos años. (Los más famosos, por Albert Abraham Michelson y Edward Morley). Maxwell había encontrado finalmente la ansiada respuesta a la pregunta de “qué es la luz”: pues bien, la luz es una onda, como el sonido. Y lo que una onda es, por cierto, es una oscilación que transporta energía de un lado a otro. ¿Y una onda de qué? Si el sonido es una onda de presión, la luz es una onda de electricidad y de magnetismo: una onda electromagnética.

Así que, a finales del siglo XIX, los físicos creían haber alcanzado la cima. Pero los experimentos que mencioné antes arrojaban un comportamiento peculiar a la luz: su velocidad es constante, y toma siempre el mismo valor; no importa quien la emita o quien la mida. A primera vista, no suena muy peculiar, pero pensándolo bien, es bastante raro. Imagina que viajas en un tren a 100 km/h, y en un momento dado te levantas a caminar hacia la parte delantera del tren a 5 km/h. Una chica sentada en el tren mediría tu velocidad en 5 km/h. Sin embargo, un chico sentado en el andén conforme pasa el tren por su lado mediría tu velocidad en 105 km/h (la del tren más la de tu caminar). Ahora hagamos el mismo experimento mental con la luz. La velocidad de la luz es (se ha medido) 300.000 km/s. Imagina ahora que el tren en el que vas viajando se mueve a 200.000 km/s, y tú lanzas un rayo de luz hacia la parte delantera del tren (apuntas con una linterna hacia delante) a la velocidad de la luz, que ya hemos quedado que es 300.000 km/s. La chica de antes, sentada en el tren, mediría la velocidad de la luz en 300.000 km/s. Sin embargo, el chico sentado en el andén mediría 500.000 km/s (la del tren más la de la luz).

Bueno, pues en realidad no. Resulta que en todos los experimentos que se han hecho hasta el día de hoy, el chico del andén mide 300.000 km/s, exactamente lo mismo que la chica sentada en el tren. Ese “empuje” del tren parece no afectar a la luz, de manera que todo el mundo mide la misma velocidad, de 300.000 km/s, no importa cómo se mueva, esté quieto, se esté alejando o se esté acercando. Pensémoslo de otro modo: si yo trato de alcanzar un rayo de luz, aunque pueda acelerarme a velocidades cada vez más cercanas a ésta, la luz siempre se estará alejando de mí a 300.000 km/s. ¡La luz es inalcanzable!

Pero no te esfuerces aún en pensar por qué esto es así. No es una hipótesis, ni un resultado de alguna complicada teoría; es una observación, como que la Tierra da vueltas alrededor del Sol. Lo tomas o lo dejas, pero así es.

Y dado que la velocidad de la luz en el vacío es constante, se le ha asignado, como a todas las buenas constantes de la física, una letra. En este caso, la letra c. A partir de ahora, no te tengo que decir que la velocidad de la luz es 300.000 km/s. Te diré que la velocidad de la luz es c, y con eso bastará. Pero entiende que c es un número fijo y siempre es el mismo.

Einstein se dio cuenta de que cuando uno trata con la luz, no puede sumar velocidades como está acostumbrado (como en el caso del tren), y en el año 1905 publicó una nueva teoría de velocidades, tiempos y demás, a partir de este hecho de que la velocidad de la luz es constante, no importa quien la emita, o quien la mida. A esta teoría se le llama Relatividad Especial, y sus consecuencias son tremendas: las longitudes y los tiempos no son absolutos; un metro o un segundo no miden lo mismo para alguien que está quieto o para alguien que se está moviendo; los metros se contraen, y los segundos se dilatan. Lástima que estos efectos sólo son apreciables cuando las velocidades son cercanas a la velocidad de la luz. Pero me estoy desviando…

En 1907, a un matemático llamado Hermann Minkowski se le ocurrió una cosa curiosa. Dado que velocidad es igual a espacio dividido entre tiempo, podemos expresar la velocidad de la luz como c = e/t, donde e es el espacio que recorre la luz en un tiempo t. De aquí podemos despejar el tiempo, t = e/c, o el espacio, e = c·t. Y dado que c es una constante universal, que siempre vale lo mismo, sin lugar a dudas, podemos decir que el tiempo y el espacio son proporcionales, y se relacionan con esta constante de proporcionalidad, que es c. Esto quiere decir que podemos expresar el tiempo transcurrido en cualquier evento (por ejemplo, el tiempo que tardo en comerme un elote) como una longitud e dividido entre esa constante. Puedo decir que he tardado 10 minutos en comerme mi elote; o puedo decir que he tardado 180 millones de kilómetros en comerme mi elote (es decir, 10 minutos, que son 600 segundos, multiplicado por la velocidad de la luz). A efectos prácticos, estoy diciendo que en el tiempo en que me comí el elote, un rayo de luz en el vacío recorrió 180 millones de kilómetros. Es una manera de expresar un tiempo, tan válida como cualquier otra. Tan sólo que resulta absurdo hacerlo: para tiempos tan pequeños como lo que tardo en comerme un elote, los minutos son mucho más apropiados.

Pero Minkowski no se quedó en una mera cuestión de proporcionalidad. Su interpretación, mucho más profunda, fue que el espacio y el tiempo están íntimamente relacionados entre sí, de manera que uno no tiene sentido sin el otro. Para Minkowski, espacio y tiempo forman parte de una única entidad de cuatro dimensiones que él denominó espacio-tiempo. Así que el espacio-tiempo tiene cuatro coordenadas, una temporal y tres espaciales, y el tiempo y el espacio se relacionan mediante la constante c. Como ejemplo, trata de dibujar un movimiento sencillo en un gráfico espacio-tiempo simplificado. Imagina que estás de pie, y de repente saltas con todas tus fuerzas hacia arriba y vuelves a caer. ¿Cómo se dibujaría esto en el espacio-tiempo de Minkowski? Pon la coordenada que representa la altura que alcanzas con tu salto en el eje vertical, y el tiempo transcurrido en el eje horizontal. En el momento del salto subes muy rápido, y poco a poco te vas frenando para detenerte en el aire justo antes de volver a caer, acelerándote de nuevo hacia el suelo. Dibujado en el espacio-tiempo, esto es una parábola: una línea curva que sube, se tuerce y da media vuelta para volver a caer.

De buenas y a primeras, a Einstein, como seguramente te esté pasando a ti, todo esto del espacio-tiempo le pareció totalmente superfluo y sin ninguna utilidad real. Sin embargo, y como preparación para lo que se avecina, date cuenta de una cosa: en el espacio-tiempo, un movimiento acelerado (como el salto vertical de antes) siempre se representa con una línea curva.

La teoría de la Relatividad General
La idea más feliz de la vida de Einstein (tal y como él mismo lo dijo) le vino dos años después de la publicación de la teoría de la Relatividad Especial, cuando pensaba sobre qué sucedería con los sistemas acelerados. (Algo que había pasado por alto en su teoría). Imagina que estás subiendo en un elevador, y de repente, se rompen los cables que lo sostienen y el elevador cae libremente hacia el suelo. Durante la breve caída, antes del horripilante final, tú, dentro del elevador, estás experimentando lo que supone estar en gravedad cero. Si sueltas una moneda, no verás cómo ésta cae al suelo del elevador, sino que se quedará a tu lado “flotando”; porque todo, tú, el elevador y la moneda, están cayendo con la misma aceleración. Ahora imagina que estás en una cabina en el espacio, realmente en gravedad cero, e imagina que la cabina comienza a propulsarse desde “abajo” y comienza a acelerar con la misma intensidad que acelera la gravedad terrestre. El avance acelerado de la cabina te irá dejando atrás, de manera que sentirás un empuje hacia el suelo exactamente igual que si estuvieras en el campo gravitatorio terrestre. En el primer caso, estás simulando gravedad cero en la Tierra; en el segundo, estás simulando la gravedad terrestre en el espacio. Einstein se dio cuenta de que gravedad y aceleración son equivalentes, en el sentido de que lo que ocurre en presencia de una debería suceder también en presencia de la otra.

Este efecto de que, si estás en una cabina acelerada, el movimiento de la cabina te va dejando atrás, es fácil de comprobar. La próxima vez que subas a un avión, cuando el avión esté acelerando para despegar, siente como tu espalda se pega al respaldo de tu asiento, o lanza una pelota hacia el techo y verás cómo la pelota se va hacia atrás. Si esto lo haces cuando el avión ya está volando a velocidad de crucero, no sentirás nada y la pelota no se irá hacia atrás. Cuando el avión se mueve con velocidad constante es como si el avión estuviese quieto. Esto sólo funciona con movimientos acelerados.

Pero seguro que entiendes que no hay ninguna fuerza oculta en la parte de atrás del avión que atraiga a la pelota mientras el avión está acelerando; el movimiento que observo en la pelota no es real: más bien es el avión el que se mueve, pero como yo estoy amarrado al asiento, para mí parece que es la pelota la que se está moviendo. Pues bueno, este efecto también incluye a la luz; no tendría por qué no hacerlo. Si yo lanzo un rayo de luz hacia arriba o hacia un lado, conforme el avión se está acelerando, el rayo de luz se irá quedando atrás. (Claro, el efecto es pequeñísimo, porque la luz se mueve muy deprisa; para poder apreciarlo, el avión tendría que tener una aceleración grandísima).

Y aquí es donde entra la mente brillante de Einstein, y su equivalencia entre aceleración y gravedad: si un rayo de luz pareciera torcerse en presencia de una aceleración, entonces, el rayo de luz debería parecer torcerse de la misma manera en presencia de un campo gravitatorio. (La palabra “parecer” es importante aquí y quiero que la recuerdes; ten en cuenta que en el caso del avión, la pelota, o la luz, no se tuercen realmente, sino que es el avión, al acelerar, el que provoca esa ilusión). Aun así, ¿cómo va a parecer torcerse la luz en presencia de la gravedad, si (como sabemos desde hace mucho tiempo, y está demostrado por activa y por pasiva) la luz sigue siempre la trayectoria más corta entre dos puntos? Y la trayectoria más corta entre dos puntos es siempre la línea recta. ¿O no lo es?

Retrocedamos algunos siglos. Estamos, quizás, en el siglo XV, y dos imponentes carabelas surcan los mares del pacífico con sus grandes velas izadas. Imagina que los dos navíos se encuentran distanciados, pero sobre la misma línea del ecuador, y piensa que en esta época se creía que la Tierra era plana. Si los dos barcos comenzaran a navegar al mismo tiempo en trayectorias perpendiculares al ecuador, hacia arriba de su mapa por ejemplo, irían avanzando por el océano en trayectorias paralelas… ¡hasta encontrarse en el polo norte! ¿Pero cómo es posible? Si avanzaban en líneas paralelas, ¡que nunca se cortan! Lo que nuestros navegantes no saben es que la superficie por donde navegan –la de la Tierra– no es un plano, ¡sino una esfera! Y al no saber esto, podrían pensar que existe una fuerza misteriosa que está atrayendo a los barcos el uno hacia el otro, porque ellos navegaban en líneas paralelas… ¡Pero esta fuerza es una ilusión! Una ilusión debida al hecho de que se mueven en la superficie de una esfera, y no en un plano, como ellos creen. Después de todo, lo que están experimentando no es una fuerza, sino una curvatura del espacio en el que navegan.

Y aunque pareciera que las trayectorias de los dos barcos se están torciendo la una hacia la otra, no es verdad. Lo que está torcido no son las trayectorias de los barcos, ¡sino el espacio en que se mueven! Visto de otra manera, nuestras carabelas no hacen más que seguir la distancia más corta entre el ecuador y el polo, que en la superficie de una esfera no es una línea recta, sino una línea curva.

Regresemos con Einstein: en donde decíamos “carabelas” ahora diremos “luz”, y en donde decíamos “superficie de la Tierra” ahora diremos “espacio tridimensional”. Ahora quizás podamos contestar a la pregunta de ¿cómo va a parecer torcerse la luz en presencia de la gravedad, si ésta sigue siempre la trayectoria más corta? Existe una manera: esto podría ocurrir si la gravedad no fuese una fuerza realmente, sino el efecto de una curvatura del espacio tridimensional en que vivimos. De ser así, la luz se torcería con el espacio siguiendo la trayectoria más corta, que no siempre sería la línea recta.

Einstein pensó que, quizás, la presencia de una masa enorme como el Sol no ejerce ninguna fuerza misteriosa sobre los planetas, esa que se ha llamado gravedad. Por el contrario, la presencia de una masa enorme como la del Sol lo que hace es que curva el espacio a su alrededor, estirándolo de tal manera que los planetas, cometas, etcétera, no tienen más remedio que seguir una trayectoria curva a su alrededor, en forma de órbita. La manera más fácil de visualizarlo (y la más estándar) es imaginar una sábana bien estirada sobre la que se coloca una pelota en el centro: la masa de la pelota deforma la sábana de tal manera que si lanzamos una canica a su lado, el camino de ésta se torcerá siguiendo la curvatura de la sábana. Como la sábana ejerce una fricción sobre la canica, ésta puede acabar cayendo hacia la pelota; pero si no hubiera fricción, la canica se podría quedar girando alrededor de la pelota en una órbita estable, como lo hacen los planetas. Es una analogía muy buena, muy visual y muy recurrida, pero tiene un problema bastante gordo que nadie nunca menciona.

Este problema se remonta al principio de toda esta locura: la equivalencia entre aceleración y gravedad de la que partió Einstein. Piensa que todo parte de este principio, y si de repente violáramos el principio, se iría todo a la basura. Entonces, si un movimiento se ve torcido en el espacio en presencia de la gravedad, un movimiento acelerado debería también verse torcido en el espacio. Pero aquí hay algo que no cuadra: y es que un movimiento acelerado no está torcido en el espacio (por ejemplo, el salto vertical del ejemplo de antes es puramente un salto en línea recta). Para que un movimiento acelerado se vea torcido, y pueda así haber una relación entre aceleración y gravedad, se necesita la coordenada temporal. Un movimiento acelerado no aparece torcido en el espacio, pero sí en el espacio-tiempo. Para mantener la cordura, la curvatura producida por una masa enorme como el Sol no puede ser una curvatura del espacio y ya. Es totalmente necesario que esta curvatura incluya al espacio y también al tiempo. Si no, se acaba la equivalencia entre gravedad y aceleración, volvemos al principio de la historia, y no podemos seguir. Sin espacio-tiempo, es un callejón sin salida. (Volveremos con esto cuatro párrafos más adelante).

Así que cuando Einstein comenzó a tratar de describir matemáticamente esta relación entre la presencia de una masa y la curvatura que ésta produciría en el espacio para dar lugar a lo que llamamos gravedad, encontró que la única manera de hacerlo era incluyendo también al tiempo, recuperando aquella idea de Minkowski que él mismo había despreciado.

Y la tarea no fue fácil. La curvatura producida por una masa tenía que ser completamente independiente de quien la midiera (aunque el observador se estuviese moviendo y/o acelerando). Einstein tuvo que aprender a abstraerse en las matemáticas de superficies curvas en cuatro dimensiones y en el uso de tensores (dicho mal y rápido, un tensor es una matriz muy complicada que cumple con ese requisito de que es independiente del observador) con la ayuda de su amigo y antiguo compañero de clase, el matemático Marcel Grossmann. Imaginen por un momento que Einstein tenía una profunda idea sobre lo que debía ser la gravedad, un sentimiento que provenía de los mismos experimentos mentales que hemos discutido en los párrafos anteriores; pero que debía ser formalizado de alguna manera. Irónicamente, Einstein no era precisamente amante las matemáticas, y su mayor logro le acabó costando ni más ni menos que ocho años de esfuerzo, frustración, compromiso y dudas. Finalmente, en el año 1915, Albert Einstein lo consiguió. Ninguna teoría de comparable magnitud ha sido nunca gracias a la labor casi exclusiva de un único científico.

Su triunfo consiste en una complicada ecuación que describe de forma precisa cómo la presencia de una masa deforma el espacio-tiempo, y cómo esta deformación del espacio-tiempo define la trayectoria de los cuerpos que se mueven libres en su cercanía. Es la ilusión de la gravedad.

Pero, ¡mucho ojo! Si dejamos de lado el tiempo, y nos quedamos únicamente con el espacio susceptible a ser deformado, ¡la gravedad tal y como la explica Einstein no tendría ningún sentido! Imagina que suelto una pelota desde lo alto de mi balcón: la pelota está quieta entre mis manos, de repente abro los brazos y la pelota cae. Newton diría que la Tierra está ejerciendo una fuerza de atracción sobre la pelota. Einstein diría que la Tierra está curvando el espacio a su alrededor, de forma que la pelota sigue la trayectoria que queda libre de cualquier otra fuerza en un espacio curvo hasta la superficie de la Tierra. ¿Pero qué tontería es esta? ¿Qué trayectoria? ¡Si la pelota estaba quieta! Aunque fuera verdad que la Tierra curva el espacio a su alrededor, ¿por qué tendría mi pelota que ir hacia ningún lado si yo la dejé quietecita entre mis manos? Volviendo a la analogía de la sábana estirada sobre la cual se coloca una pelota y se lanza una canica, aquí tenemos el tremendísimo defecto de esta analogía: ¿por qué cae la canica hacia la pelota? ¿Porque la sábana está curvada? ¡Por supuesto que no! La canica cae hacia la pelota porque la pelota se hunde hacia abajo en la sábana; la canica cae hacia la pelota por la gravedad de la Tierra; y cuando entra en juego la gravedad de la Tierra en una analogía para comprender el efecto mismo de la gravedad, perdón, pero nuestra analogía ya no sirve. Es como tratar de definir un cactus usando la palabra “cactus”.

¿Por qué tendría mi pelota que “caer” si yo la dejé quietecita entre mis manos? La gravedad como deformación del espacio sencillamente no funciona, y no tiene sentido. Sin embargo, la gravedad como deformación del espacio-tiempo funciona a la perfección. En el espacio-tiempo nada está quieto, pues al tiempo no hay quien lo pare. Ya no se trata de otorgar una trayectoria a algo que está quieto, sino de modificar la trayectoria existente, porque la pelota “quieta” entre mis manos posee ya una trayectoria en el espacio-tiempo (se mueve en el tiempo, aunque no se mueva en el espacio). Cuando yo abro mis brazos y dejo la pelota libre, en el espacio-tiempo curvo (por la presencia de la masa de la Tierra) la pelota seguirá la trayectoria marcada por dicha curvatura, que hace que mi pelota caiga al suelo. Piénsalo bien, ayúdate si así es más fácil con un gráfico espacio-tiempo con una coordenada espacial y una temporal, como el de antes, y verás que tiene todo el sentido del mundo.

Por último, aunque se necesita un cuerpo con masa para curvar el espacio-tiempo, la curvatura es una propiedad intrínseca de este espacio-tiempo, así que la gravedad afecta a todos los cuerpos por igual, independientemente de la masa. Y lo que es más, ni si quiera se necesita un cuerpo con masa para sentir la curvatura del espacio-tiempo: según la teoría de Einstein, la luz también siente la gravedad (lo cual no es así con la teoría de Newton). De hecho, la luz lo hace de tal manera que, como mencioné antes, siempre sigue el camino más corto entre dos puntos en el espacio-tiempo; sólo que si el espacio-tiempo es curvo, este camino más corto no es la línea recta.

El siguiente paso para Einstein era decisivo. Su teoría era el resultado directo...

seguir aquí http://naukas.com/2016/03/16/ondas-gravitacio-que/

video de Albert Einstein: https://youtu.be/pItb8zKxnW0

lunes, 13 de enero de 2014

Cinco claves para combatir la soledad en el espacio

Richard Hollingham BBC Future
La lejanía del hogar puede incrementar la sensación de soledad.
Los astronautas deben enfrentar numerosas dificultades, pero la falta de compañía puede a veces volverse la más desalentadora. Para aquellos interesados en lanzarse hacia la frontera última, aquí les presento las mejores formas de vencer la desolación espacial, desde tuitear hasta conversar con robots.
El 28 de marzo de 1934 el almirante estadounidense Richard Byrd estaba de pie frente a su refugio antártico, viendo cómo dos tractores rojos desaparecían en el vacío de la barrera de hielo de Ross. Era su segunda expedición al continente blanco y el aviador y explorador polar había decidido vivir solo, en una aislada base, para estudiar el clima durante el invierno. No vería tractores ni ningún otro indicio de humanidad por más de cuatro meses. Byrd escribió en su diario que al perder de vista a los vehículos, "las cosas del mundo se redujeron a nada".
Esa es una sensación que probablemente se vea magnificada en futuros viajeros a Marte o a otros planetas más lejanos. A medida que sus naves espaciales aceleren hacia nuevos mundos, la Tierra se reducirá primero a una pequeña mancha azul, antes de desvancerse entre las constelaciones.
Sabiendo que las misiones serán cada vez más largas, las agencias espaciales están sirviéndose de estudios sobre la vida en las bases antárticas para desarrollar formas de mantener a los astronautas cuerdos. También están poniendo un especial énfasis en la selección y compatibilidad de los miembros de las tripulaciones, además de fijarse en posibles soluciones tecnológicas. A modo de servicio para los futuros viajeros espaciales, aquí les ofrecemos cinco consejos para mantener a raya a la soledad fuera de la Tierra

1) Llévate bien con tus compañeros de tripulación
Se acabaron los días en que los hombres de fuerte ego y carácter eran considerados "de buena madera". Ahora, para ser seleccionado para un viaje espacial tendrás que tener algunos de los atributos que más valoran los gerentes de recursos humanos, como ser alguien que trabaja bien en equipo. Los psicólogos espaciales rusos llegan incluso a analizar el lenguaje corporal y tono de voz de los candidatos para asegurarse de que serán compatibles entre sí.

Al Worden, quien piloteó el módulo de comando del Apollo 15, es un experto en la soledad del espacio.
El arquetipo de camaradería espacial fue el de la tripulación del Apollo 12: Charles Conrad, Alan Bean y Dick Gordon, quienes pasaron la mayor parte de sus horas juntos, llegando incluso a manejar los mismos automóviles. Las tripulaciones más disfuncionales fueron probablemente las de las misiones Shuttle-Mir (colaboración entre transbordadores de EE.UU. y la estación espacial rusa) de los años 90. Con su limitado manejo del idioma ruso los primeros enviados de la Nasa se sentían aislados de sus compañeros. A eso se sumaron cortes de energía en la estación Mir, un incendio y el choque con una nave de reabastecimiento, pero todo fue exacerbado por una ruptura en las relaciones entre los controladores y los jefes en tierra.
Esos problemas pueden hacer que la tripulación sienta que no se los tiene en cuenta e inclusive puede llevarlos a un leve estado de paranoia. Tres astronautas que visitaban la estación Skylab en 1973-74 se declararon en huelga por la carga de trabajo que se les había asignado. Algo semejante ocurrió en la Tierra, hace pocos años, entre jefes con base en Reino Unido y el personal de una base en la Antártica británica; un conflicto que requirió una rápida cintura diplomática para recomponer relaciones.
Una estrategia alternativa es desarrollar un clima ameno de trabajo sin volverse amigo de los colegas. Después de todo, se trata de una tripulación, no de un grupo de amigos de vacaciones. Este es el enfoque que recomienda el piloto del módulo de comando del Apollo 15 Al Worden. "La relación tiene que ser profesional", dice. "Tienen que haber alguien que comanda, y tiene que haber gente trabajando para (esa persona) y se tiene que mantener ese estatus durante el vuelo si se quiere mantener una mínima salud mental".

2) Hazte amigo de un robot
Kochi Wakata y Kirobo
Digamos que no te estás llevando muy bien con tus compañeros de misión. ¿Qué tal un cibercolega? La ciencia ficción nos ha dado una larga lista de robots listos para compartir emociones humanes, como K-9 de Doctor Who o el afable C3PO de la "Guerra de las Galaxias". En la actualidad los astronautas de la Estación Espacial Internacional (EEI) comparten el lugar con Robonaut 2, un torso humanoide de cabeza dorada montado sobre un poste. La idea es que con el tiempo los robonautas sean capaces de llevar a cabo tareas repetitivas que requieren precisión, sin cometer el tipo de errores que cometen los humanos.
El más simpático robot hoy día puede ser Kirobo, que mide 34 cm de alto, habla y se sumó hace poco a la tripulación de la EEI. Fue diseñado con el objetivo de ofrecer apoyo emocional al astronauta japonés Kochi Wakata. El robot es capaz de reconocer a su amo y responder a sus órdenes.
Japón ha estado experimentando durante varios años con máquinas capaces de ofrecer algo cercano a respuestas emocionales. Mi favorita es Paro, que vi por primera vez en una visita a Japón en 2005. Al levantarla, esta suave e irresistible versión cibernética de un cachorro de foca, emite unos suaves grititos.

Paro, la foca robot.
La idea detrás de la foca robot es que ayude a mejorar la calidad de vida de personas internadas en centros de salud, especialmente personas mayores que se sienten solas o padecen demencia. Muchos hospitales utilizan perros para ayudar a los pacientes a recuperarse, y los investigadores que desarrollaron Paro aseguran que una mascota robot puede ser igual de efectiva; al menos en ciertas situaciones, como ayudar a reforzar funciones cerebrales en adultos mayores con problemas cognitivos. Cualquiera que haya tenido la oportunidad de acariciar a Paro y sentido cuán fácil es olvidar que sus ojos son de plástico, su piel sintética y sus gemidos generados por un microprocesador, podrá imaginar con facilidad que Kochi, el astronauta, no encontró dificultad en adaptarse a Kirobo, a verlo como uno más de la tripulación.

En el futuro inmediato será impracticable llevar al espacio un gato o un perro de verdad -además de ser poco práctico-, al menos hasta que alguien invente la gravedad artificial. Así que una mascota robot parece ser una buena idea.

3) Intenta mantenerte en contacto
Es posible que cualquier persona sensata considere que Clouds Across the Moon, de Rah Band, sea una de las peores canciones pop de los 80. El tema habla de las dificultades del protagonista de mantener una conversación con el comandante Johnson, en el vuelo 247 a Marte. Aunque el viaje de Johnson es al Planeta Rojo, inclusive los astronautas que están más cerca de casa encuentran dificultades a la hora de comunicarse con la Tierra. Aún estando en órbita alrededor de nuestro planeta, donde no hay demoras, la mayoría de la conversaciones en audio y video se dan en horarios fijados por el equipo en tierra y a veces sucede que conversaciones que deberían ser privadas son escuchadas por terceros. El correo electrónico les ha hecho la vida más fácil pero también puede ser interceptado.

Hoy los viajes son a distancias en las que aún se puede hablar con la Tierra.
En cualquier caso, los astronautas que han pasado largos períodos en el espacio sugieren que es extremadamente importante mantener los lazos emocionales con la gente en tierra. Unas fotos de casa, una respuesta en Twitter o una charla con un entusiasta de radio de onda corta pueden hacer una gran diferencia en el estado de ánimo de un astronauta. También ayuda, en el caso de la EEI, que todas las comunicaciones son a través de individuos llamados "comunicadores de cápsula": habitualmente son también astronautas y pueden entender qué les está sucediendo a sus compañeros que están en el espacio.
Las comunicaciones con una nave en viaje a Marte serán mucho más difícil. Los astronautas en la EEI están tan sólo a 350 km de la Tierra, así que tampoco hay demoras en la comunicación. Marte, por el contrario, está a un promedio de 225 millones de kilómetros, una distancia que puede llevarle 22 minutos a una señal de radio. Será entonces imposible mantener conversaciones de ida y vuelta, con lo cual es probable que los intercambios de correo electrónico y redes sociales se vuelvan indispensables.

4) Mantente ocupado
Hasta hace poco un vuelo hasta la EEI llevaba casi tres días en una estrecha cápsula rusa Soyuz. Un astronauta europeo que pasó por esta experiencia (y prefiere no revelar su nombre) dice que lo peor es el aburrimiento. Luego del entusiasmo de los días previos al despegue y la excitación del lanzamiento, se encontró atrapado en una lata sin nada que hacer.

Es difícil imaginar qué se puede hacer dentro de una de estas cápsulas Soyuz.
Quienes participaron de la misión Mars500 experimentaron una sensación similar. Aunque el viaje de 520 días y el aterrizaje fueron simulados y tuvieron lugar en una maqueta de una nave espacial en un suburbio de Moscú, la tripulación tenía muchas actividades para mantenerse ocupada. Fue en el viaje de regreso, habiendo completado el objetivo de la misión y sin mucho que hacer, que llegó el aburrimiento.
Los exploradores antárticos confinados en invierno en sus refugios han tenido que lidiar con el mismo problema. En el viaje del capitán Scott de 1910-1912 los miembros de la expedición se pasaron el invierno reparando su equipo, jugando, tocando música e incluso publicando su propio diario. Hoy en día el personal que se encuentra en Antártica ocupa el tiempo libre con pasatiempos como la fotografía, el arte o la música. Los conciertos de invierno son muy comunes.
Así que aprende a tocar un instrumento o a cantar y súmate a los primeros músicos espaciales, rebosa de contenido tu lector de libros electrónicos (no olvides el cargador) o pasa tu tiempo libre con una cámara en las manos, tomando imágenes de las vistas.

5) Disfruta de tu propia compañía
Si necesitas tener una constante interacción social es posible que el espacio no sea para ti. Cualquiera que pasa un tiempo importante fuera de casa aprende a disfrutar de su propia compañía y de la privacidad de tener su espacio propio. Aún en la relativamente menuda EEI hay lugares donde estar solo, desde los pequeños compartimentos de los que se apropian los astronautas hasta módulos desocupados. Para algunas personas el problema puede no ser la soledad sino el exceso de compañía.

Al Worden tiene este consejo: "Tienes que mantener la distancia entre las personas. Si llegas a un punto en un vuelo en que tienes que descansar, no hacer nada por un rato, necesitas saber que puedes estar solo sin sentirte obligado a hablar con todo el mundo".

¿Cómo le fue entonces al almirante Byrd en su refugio antártico? El capítulo de su libro que narra los sucesos de principios de junio llevar por título "desesperanza". Cuando un grupo que venía a tomar su lugar lo encontró, finalmente, el 11 de agosto, se encontraba en muy mal estado, débil, abatido. Él mismo describe como "en ese milagroso instante, toda la desesperanza y sufrimiento... desapareció y me sentí como si hubiera vuelto a nacer".

Así que si acabas de aceptar un viaje de ida a Marte, tal vez te interese conseguir una copia de “Solo” (Alone, en inglés), su relato de cómo logró soportar los largos y oscuros silencios de la noche antártica.
Además, hazte amigo de otros astronautas, practica conversar con robots, cultiva tus habilidades en redes sociales, interésate en un pasatiempo y aprende a disfrutar de tu propia compañía.