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martes, 26 de diciembre de 2023

_- Un ingenuo artículo de regalo.

_- Popper opinaba que la cultura democrática nace con el mercado del libro en Atenas, en el siglo V antes de Cristo. Hoy, lo opuesto: vemos la democracia en peligro inmersos en una saturación de lecturas.

Regalo Navidad
Una mujer leía un libro a orillas del Sena, en París, el día 17.

El artículo de regalo al que me refiero en el título es este artículo que está leyendo, porque es Navidad. Y por eso es ingenuo, es un intento de hacerlo con espíritu navideño, sea lo que sea eso, que para mí es pensar que estamos todos en una película de Frank Capra, donde todo el mundo al final es más bueno de lo que parece, y se ve que somos todos humanos y vecinos. Ya ven, decir estoy hoy en día, quién te va a tomar en serio. Pero también quería hablar de uno de los mejores artículos de regalo, un libro. Aunque comprar o tener libros está muy bien, pero luego hay que leerlos. Abandonen las redes sociales, la autopromoción, de verdad se lo digo. Denle una oportunidad al libro, tiene algo muy original: te hace escuchar, no le puedes replicar, y es muy relajante saber que no espera tu respuesta. Con la lectura se crea un tiempo más sosegado, baja el ritmo cardiaco. No tienes el deber de interrumpir o decir lo que piensas. Lo que solemos entender por escuchar es esperar el momento para hablar, y no es eso. Hablo de libros porque he leído uno, Los demasiados libros, de Gabriel Zaid, que hace saborear el maravilloso y único objeto que es un libro. Dice, por ejemplo: “Ante la disyuntiva de tener tiempo o cosas, hemos optado por tener cosas. Hoy es un lujo leer a Sócrates no por el costo de los libros, sino por el tiempo escaso”. Si regalas un libro, regalas tiempo.

Popper opinaba que la cultura democrática nace con la aparición del mercado del libro en Atenas, en el siglo V antes de Cristo, cuando el libro comercial acaba con el libro sagrado (esto lo he leído ahí, no haré como que lo sabía). Y es curioso porque hoy vemos la democracia en peligro y estamos justo en el extremo opuesto: estamos inmersos en una saturación de libros y lecturas sin precedentes en la historia, pero con una incapacidad ―física o de tiempo― para leer más de cuatro líneas, y consecuencia de ello, vivimos en un intercambio masivo de mensajes breves y efímeros, o ya tan solo imágenes. Es el colapso de la conversación. Leemos ansiosamente y en diagonal, un picoteo de frasecitas, y es como si el principio de incertidumbre de Heisenberg, eso de que el observador condiciona lo observado (creo, yo de mecánica cuántica no tengo ni idea), funcionara al revés: es lo observado lo que altera al observador. De hecho, lo acelera y le vuelve loco. Luego ya no es capaz de leer más de dos frases y se enfada con el mundo por cosas que a los dos minutos no recuerda. En fin, lo que creo es que después de leer tranquilamente un libro, la vida se ve de otra manera, y se impone más el sentido común. Esa es mi ingenua solución navideña para el tremendismo y la sobreexcitación en que vivimos en nuestro querido país. Ortega y Gasset dijo hace más de cien años (España invertebrada, 1921): “Casi todas las ideas sobre el pasado nacional que hoy viven alojadas en las cabezas españolas son ineptas y, a menudo, grotescas”. Y ahí seguimos, dando vueltas a la idea de España, los catalanes, los vascos, somos una unidad de desatino en lo universal. A lo mejor es que somos así y ya está, y seremos siempre así, con un cabreo permanente de fondo, así que paciencia y a relajarse.

No hay tantas cosas que te cambien la vida, a mejor. Un amor, un libro, un viaje. Dice Zaid: “¿Qué importa si uno es culto, está al día o ha leído todos los libros? Lo que importa es cómo se anda, cómo se ve, cómo se actúa, después de leer. Si la calle y las nubes y la existencia de los otros tienen algo que decirnos. Si leer nos hace, físicamente, más reales”.

miércoles, 25 de agosto de 2021

_- Saramago y Katrina

_- Por Aixaferra | 26/10/2005
Fuentes: Lo que Somos

Lo bueno que tienen las vacaciones es que uno puede permitirse el lujo de hacer lo que más le gusta sin la interrupción del trabajo. Cada año cuando se acerca el mes de julio se cierne sobre mí lo que yo llamo el ansia del bibliógrafo y atesoro en mis estanterías todos los libros que quiero (o los que puedo) que esperan pacientemente su turno veraniego.

Este año Saramago fue el primer elegido de la temporada porque pocos días antes de las vacaciones una compañera y yo comentábamos nuestras últimas lecturas, me hablaba del «ensayo sobre la lucidez» y recordé que en la estantería me esperaba «ensayo sobre la ceguera», no me dijo nada, me conoce bien porque compartimos utopías y otros fracasos, pero su mirada me hizo ansiar su lectura y no dejé pasar ni un solo día más, me puse a ello y me sumergí en la lectura incluso con agonía.

Una de las cosas que más me interesa en esta vida es comprender algunos comportamientos humanos, por ello siempre estoy con los sentidos en estado de emergencia y este libro narra algunos comportamientos que lejos de ser humanos han sido cometidos (en un principio, en la ficción de esta novela) por humanos. Muchas veces he afirmado con rotundidad que cualquier persona es capaz de matar, algunos de mis interlocutores se han echado las manos a la cabeza y no han estado de acuerdo conmigo, sin duda eran tan idealistas como yo pero muchísimo menos realistas, lo que nos gustaría que fuera es muy improbable que se dé. Quitarle la vida a otro ser humano es algo extremo, un simple ejemplo gráfico para orientar mis pensamientos, es el extremo de un continuo de comportamientos que pueden darse en cualquiera de nosotros, este libro, ofrece un amplio ramillete de ellos y me dejó la impronta de que puestos en esa situación: una epidemia mundial de ceguera, podríamos mostrarnos tan salvajes como describe Saramago, los que lo hayáis leído comprenderéis mejor lo que digo, a los que no se lo recomiendo vivamente y espero no haberlo destripado mucho. Durante varios días el libro me acompañó a todas partes porque me ensimismé con la historia, tanto que hasta mitad del libro no me di cuenta de la forma peculiar de usar los signos de puntuación del portugués y días después de acabarlo siguió acompañándome, no entendí la historia como una metáfora sino, con ciertos escalofríos, como una realidad posible, la ceguera no sólo es la pérdida de la vista sino del propio entendimiento y esto es lo que aquí sucede.

Con Saramago y sus ensayos comencé el verano y con su ceguera lo terminé. Empezaron a llegar noticias de los estragos de un huracán Katrina y aunque tengo poca confianza en la veracidad de noticias americanas, en esta ocasión, por las imágenes y sobre todo por la, por fin, caída de popularidad del presidente, presté más atención de la que acostumbro y esos escalofríos que sentí ante la posibilidad de que una ceguera temporal del planeta nos convirtiera en seres inhumanos, se exacerbaron porque es cierto que la realidad supera con creces la ficción, las imágenes de saqueos y violencia, que probablemente fueron las más dulces de la verdadera situación que pudieron ofrecernos sin… herir la sensibilidad del telespectador, fueron la confirmación de mis sospechas, la ceguera mundial ya estaba aquí, unos porque el hambre, la pérdida o la satisfacción de aprovecharse de las desgracias ajenas restó perspectiva, otros porque miramos para otro lado para no toparnos con la herida de nuestra sensibilidad… ciegos todos. La ceguera del planeta a la que abriré mis ojos una vez más, en nombre de huracanes, vallas fronterizas, destrucción, niños que viven en la calle, guerras petrolíferas, atentados y otras pérdidas, inaceptables todas y a las que parecemos habernos vuelto insensibles. ¿Aún hay esperanzas para este planeta? Recuperemos la visión, abramos los ojos y dejemos que nuestra sensibilidad nos guíe.

miércoles, 4 de agosto de 2021

_- Amor a los libros

_- Estoy muy preocupado por la escasa afición a la lectura de nuestros jóvenes. Bueno, de jóvenes y adultos. Pero especialmente de los jóvenes porque creo que una juventud que da la espalda a los libros es menos libre, menos inteligente y menos esforzada que una juventud que ama la lectura.

Más libros, más libres. Más libros, más comprensión del mundo. Más libros, más reflexión y más compromiso con la mejora de la sociedad en que vivimos. Si los libros están bien elegidos, claro. Porque da la impresión de que hay que tener criterios selectivos para ver series, películas y programas de televisión, pero que no hay necesidad de elegir bien a la hora de leer.

Mi hija Carla, que era una lectora voraz hace años, solo lee aquello que le exigen en el Colegio. Y a regañadientes. Me cuesta aceptar ese cambio. Está rodeada de más de diez mil libros en la casa, nos ve a los padres con libros en las manos (tengo esperándome un e-book hace años, pero me resisto a abandonar el objeto físico que me ha acompañado durante toda la vida, como amigo inseparable y fiel), la invitamos a leer con machacona insistencia, le hablamos de la importancia y la necesidad de la lectura, no solo para su formación sino para su diversión.

Cuando le pregunto por qué no lee (ahora mismo lo he hecho, deteniendo la escritura) me dice que no le entusiasma. También se lo he preguntado hace días a un grupo de amigos y de amigas que estaban en mi casa, y he podido constatar el mismo desinterés. Su respuesta me interpela como padre y debería interpelar también al profesorado. ¿Qué está pasando? Porque es evidente que algo les está pasando a los jóvenes y algo nos está pasando a los educadores y a las educadoras en las casas y en las escuelas.

Reflexiono sobre las causas de esta inquietante desafección. Y, sin pretensión de exhaustividad, se me ocurren las siguientes.

Leer supone un poco más de esfuerzo que encender la televisión. Ver una serie o una película solo requiere pulsar un botón del mando a distancia. Tumbados en el sofá, resulta muy cómodo seguir la historia al hilo las escenas. Y no es necesaria una reflexión profunda para entender lo que se cuenta. Las imágenes se van sucediendo y resulta muy fácil establecer los nexos de la historia.

El uso del móvil absorbe un tiempo, una atención y unas energías que dejan poco espacio para otras actividades, por importantes que sean. La proporción de tiempo que consume el uso del móvil no tiene comparación con cualquier otra actividad de la vida de los jóvenes.

Leer exige concentración. No se puede estar leyendo y haciendo otras cosas, como sucede en el caso de la televisión. He visto a mi hija seguir una película mientras contestaba a los incesantes whatsapps que recibía en el móvil. No se puede hacer lo mismo mientras se lee.

La aceleración de los tiempos, las prisas, los planes encadenados, dejan poco espacio para el reposo que requiere la lectura de un buen libro. Creo que la juventud está dominada por el frenesí de la acción, de los encuentros, de las citas, de las reuniones.

Una voluminosa novela llevada a la pantalla puede verse en hora y media, mientras que la lectura de la novela consumiría muchas horas. M han contado que algunos alumnos, cuando tienen como tarea leer un libro que ha sido llevado a la pantalla, prefieren ver la película y no leer el libro. Queda muy atrás para ellos y ellas la galaxia Gutemberg.

La multiplicidad de estímulos que les llegan de amigos y amigas, la red de relaciones que cultivan, las canciones frenéticas que escuchan y tararean les tiene ocupada la mente. No es fácil aislarse de esa frenética cadena de estímulos.

Aunque se puede leer en todos los lugares, es cierto que la concentración que exige la lectura requiere espacios llenos de silencio y de paz. No abundan en los lugares que frecuentan los jóvenes y las jóvenes. No hay silencio en ninguna parte. El ruido es enemigo de la lectura. No hay silencio en las casas, en los lugares de encuentro juvenil. Y para leer hace falta silencio.

Hace tiempo que escribí un artículo titulado “Si no leo me aburro”. Algunos jóvenes se apresurarán a tachar el no con trazos bien gruesos. Piensan que leer es aburrido. Qué error. No haber tenido buenas experiencias lleva a no creer que existan.

Hay también un problema en la mala didáctica sobre la lectura. Obligar a leer textos que no despiertan el interés, exigir tareas ingratas sobre lo leído, hace que se rechace la lectura como si fuera un castigo.

Y no hablo solo de la desafección a la lectura. Hablo de los libros, de la falta de amor a los libros. Pocas veces he visto que en conmemoraciones, cumpleaños y otras fiestas los jóvenes y las jóvenes se hagan el regalo de un libro. Los veo y las veo en muchas tiendas (de ropa, de telefonía, de informática…), pero no tanto en librerías o en bibliotecas (salvo en época de exámenes). No les veo comprando libros para formar una biblioteca de obras de su interés. No les oigo hablar de libros, de lo que han descubierto en ellos, de lo que les ha aportado una obra, de lo emocionante que ha sido el final de una novela...

Seguir aquí. https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2021/07/31/amor-a-los-libros/

miércoles, 15 de abril de 2020

Cuarenteneando. El conteo constante de infectados y muertos enerva y hace mella en el espíritu. Y crece mi impaciencia, mi impotencia y mi cabreo

1. Clásicos
En cierta ocasión Borges le contó a Bioy Casares una fábula que les resumo: el rey David llamó a un joyero y le pidió que le hiciera un anillo que le recordara que en momentos de júbilo no debía ensoberbecerse, y, en momentos de tristeza no debía abatirse; abrumado por la responsabilidad, el joyero no supo cómo afrontar el difícil encargo hasta que un joven al que le contó sus cuitas (y que resultó ser Salomón) le dio la clave: “Fabrica un anillo de oro con la inscripción: ‘Esto también pasará”. Fin de la fábula. Me agarro estos días, cuando siento que me vence el muermo, a la sabiduría que encierra su conseja: no hay mal (ni, ay, bien) que dure eternamente. Lo hago con esperanza, pero sin convencimiento. El conteo constante (y sonante: no se escucha otra cosa) de infectados y muertos, aunque menor que al principio, acongoja, enerva y hace mella en el espíritu.

Algo ha cambiado, también en mi ánimo, a medida que proceso las informaciones, declaraciones, errores y mixtificaciones de autoridades y “expertos” (los hodiernos intelectuales orgánicos); lo noto en los entretenimientos que elijo para pasar los cada vez más largos días de confinamiento: he pasado de la resignada lectura de los estoicos —me devoré Sobre la serenidad (Guillermo Escolar), de Séneca, en media mañana— a enfrascarme con Hijos de Caín (Ariel), de Peter Vronsky, una muy ilustrativa historia de los asesinos en serie; y de revisitar pelis más o menos positivas e “inspiradoras”, como la inevitable Arsénico por compasión (Frank Capra, 1944), a sumergirme en las sórdidas oscuridades morales y ambientales de El estrangulador de Rillington Place (Richard Fleischer, 1971), o en el mediocre pero angustioso confinamiento sadomaso de Saw (James Wan, 2004). Y es que crece mi impaciencia, mi impotencia y mi cabreo.

Sigo buscando ayuda en los libros, sin embargo, y miren por dónde: “Una epidemia tan grande y un aniquilamiento de hombres [vidas humanas] como éste no se recordaba que hubiera tenido lugar en ningún sitio; pues al principio los médicos, por ignorancia, no tenían éxito en la curación, sino que precisamente ellos morían en mayor número porque eran los que más se acercaban a los enfermos (…); y fue inútil suplicar en los templos”. El que describe esa epidemia, su proceso y sus efectos (también sociales) de modo memorable, es Tucídides en el segundo libro (46-54) de su Historia de la guerra del Peloponeso (utilizo la traducción de Rodríguez Adrados, en Crítica). La peste acabó entonces (429 antes de Cristo) con la vida de más de 100.000 personas, un tercio de la población del Ática. Los atenienses, agotados por la guerra y la enfermedad, se revolvieron contra Pericles, que pronunció entonces uno de los discursos más emocionantes y patrióticos de toda la historia política (59-64). Tomo mi lámpara, como Diógenes, para buscar a uno semejante entre nosotros, pero no lo encuentro: si acaso lo hay son muchos, no uno, y se están jugando la vida en silencio mientras los demás cuarenteneamos, enfrentándose al único superpoder que nos amenaza; a lo mejor ellos forman parte, ahora, del intelectual colectivo del que hablaba Gramsci. Engaño mi angustia frotando imaginariamente el anillo y pronunciando su mensaje —esto también pasará— como si se tratara de una jaculatoria.

2. Libros
Todos los datos apuntan a un pronunciado descenso general de ventas de libros tradicionales y a un aumento muy apreciable de la lectura digital durante el confinamiento. Las librerías más dinámicas o mejor dotadas venden libros electrónicos, de acuerdo, pero esto no sirve para salvar un sector que lo está pasando muy mal. En Francia, que casi siempre ha gozado de Gobiernos particularmente atentos al tejido librero, ya se están planteando fuertes ayudas para el día después. Si se prolonga el confinamiento, o cuando llegue la recuperación, las librerías siguen siendo consideradas negocios no esenciales, me pregunto cómo sobrevivirán las independientes.

Y lo mismo vale también para los pequeños y algunos medianos editores, obligados en el mejor de los casos a ERTE de los que se ve la entrada, pero no la salida. Un Ministerio de Cultura sensible al sector —algo que, últimamente, no se ve mucho, quizás por la ridiculez de su presupuesto— es hoy más necesario que nunca. Por lo demás, en todas partes cuecen habas víricas: en Estados Unidos, las big five (Penguin Random House, HarperCollins, MacMillan, Simon & Schuster y Hachette) despiden o licencian a numerosos trabajadores; las grandes librerías de cadena (Barnes & Noble, especialmente) cierran docenas de tiendas y proceden también a “aligerar la nómina”. Toda la gran cadena del libro se encuentra en situación de peligro.

Cuarenteneando
Y, cuando nos suelten de nuevo (si es que algún día), es necesario conseguir que los neolectores de esta cuarentena no identifiquen lectura con confinamiento: es preciso estimular la lectura de modo eficaz e ingenioso, adoptando en gran escala técnicas y reclamos que están empleando con éxito los pequeños y grandes editores. En todo caso, y parafraseando otra vez a Brecht, también se sigue publicando en (estos) tiempos sombríos: ahí tienen, por ejemplo, los dos primeros e importantes libros de la nueva editorial Nola: Imperios; la lógica del dominio del mundo desde la antigua Roma a Estados Unidos, del politólogo Herfried Münkler, y La invención de la cultura, de Roy Wagner, un influyente tratado de antropología cultural publicado originalmente en 1975, e inédito entre nosotros. Termino con una frase extraída de una estupenda entrevista de Livres Hebdo al patrón Antoine Gallimard, y que resume muy bien el desconcierto de los editores: “Estamos en un estado de suspensión, sin saber demasiado cómo vamos a salir de él. Es preciso tomar medidas para preservar y preparar el porvenir y, al mismo tiempo, gestionar lo cotidiano”. Crucemos los dedos.

https://elpais.com/cultura/2020/04/07/babelia/1586278767_899694.html

domingo, 14 de abril de 2019

_- Reseña de "Las ideas que cambiaron el mundo", de Daniel Farías y Juan Carlos Cuevas. Divulgación (insuperable) de dos grandes teorías científico-filosóficas

_- No existen muchas teorías científicas que hayan tenido y tengan el alcance filosófico y cultural de la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica. Espacio, tiempo, determinismo, ondas gravitacionales, cuantos de energía, materia-energía, sistemas inerciales y no inerciales, principio de incertidumbre, la ecuación de onda, el principio de exclusión... son algunos de los conceptos involucrados. No hay filósofo que se precie ni incluso poeta, novelista o ensayista que no haya hablado alguna vez, con mayor o conocimiento de causa, de estas teorías científicas que son algo más que dos grandes teorías científicas, básicas, esenciales, en nuestra forma de entender el cosmos y la materia, por no hablar de la base científica de muchas de las tecnologías que nos rodean. Desde el móvil hasta el GPS pasando por el láser.

Pues bien, les adelanto lo esencial de este comentario: no se pierdan, no se sale como se ha entrado, lejos de ello, este nuevo ensayo de la colección Buridán, que es, que puede ser un material formidable para seminarios de formación científica básica de la ciudadanía. ¡Lo que muchos filósofos o afines hemos soñado durante décadas! Sería más que interesante un curso de introducción para personas interesadas (no sólo estudiantes) que tuviera este libro como nudo central. Las ideas que cambiaron el mundo. Relatividad, mecánica cuántica y la revolución tecnológica del siglo XX (el título me ha recordado los 10 días que estremecieron el mundo) es uno de los mejores libros -muy bien pensado, muy bien escrito, muy didáctico, informado, pensado para el lector no especialista- de divulgación científica (seria, rigurosa, con conocimiento de causa) sobre estas dos grandes teorías físicas (teoría de la relatividad, la especial y la general, y la mecánica cuántica) que se han publicado en nuestro país en años, en decenios.

No me atrevo a afirmarlo con rotundidad, pero no creo que haya muchos libros de divulgación científica, en España, en Europa o en el mundo, que estén a su altura.

En la Introducción apuntan los autores: “El objetivo de este libro es ayudar en la tarea de acercar las ideas básicas de la relatividad y de la mecánica cuántica al gran público. Estas teorías son la base de nuestra visión moderna del mundo y proporcionan las mejores respuestas que tenemos hasta el momento a algunas de las preguntas más básicas que la humanidad se ha formulado desde siempre” Por ello, añaden, “creemos que estas teorías deberían formar parte del bagaje intelectual de cualquier persona culta o simplemente curiosa”. Tienen razón y su libro contribuye a ello.

Una breve presentación de los autores. Juan Carlos Cuevas (Medina del Campo, 1970) se doctoró en 1999 en la Facultad de Físicas de la Universidad Autónoma de Madrid (de donde ahora es profesor titular). Ha trabajado en el prestigioso Karlsruhe Institut of Technology de Alemania. Es un referente mundial en los ámbitos de la materia condensada y la nanotecnología, y autor de un libro que se han convertido en un clásico del segundo campo: Molecular Electronics, 2010. Ha publicado ¡más de 120 artículos! de investigación en revistas prestigiosas como Science y Nature. Daniel Farías (Buenos Aires, 1965) es un físico experimental formado en la Universidad de su ciudad natal y en la Universidad Libre de Berlín, donde se doctoró en 1996. Como su compañero es profesor titular de la UAM donde también trabaja en asuntos de materia condensada. También ha publicado más de 100 artículos en revistas de prestigio internacional (también como Science o Nature). Ha publicado también artículos de divulgación en revistas como Ciencia Hoy, Investigación y Ciencia, y en el blog Naukas.

La estructura del libro (con muy pocas fórmulas matemáticas, todas ellas al alcance del lector medio, de todos ustedes, de todos nosotros): 1. Introducción. 2. La relatividad especial. 3. La relatividad general. 4. La mecánica cuántica. 5. De la mecánica cuántica al chip. Bibliografía (comentada, vale la pena detenerse en los comentarios). Agradecimientos.

Algunos de los apartados, para abrir su apetito lector: La dilatación del tiempo; Causalidad; La relatividad y el GPS; la curvatura del espacio tiempo; La relatividad general y el Universo; La dualidad onda-partícula; el efecto túnel; Decoherencia; El experimento EPR; Conciencia y libre albedrío; Resumen: realismo y no localidad; Hay un Nobel en tu móvil; Superconductividad; Aplicaciones de los superconductores Diferentes tipos de láser (ocho apartados están dedicados al láser: fue Einstein quien, también en esto, tuvo una brillante idea que que haría posible el láser). Destacado los apartados que desarrollan las interpretaciones más interesantes de la mecánica cuántica. Especialmente el de la decoherencia.

Los autores señalan, con razón, que la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica son los dos pilares fundamentales sobre los que descansa la física moderna. “Estas dos grandes teorías, que surgieron en las tres primeras décadas del siglo XX, comparten algunas cosas, pero también se diferencian notablemente en otras”. Ambas teorías son tremendamente radicales: “rompieron en su momento con principios establecidos hacía siglos y que se creían intocables”. Ambas teorías cambiaron, siguen cambiando, “nuestra visión del mundo y nuestra percepción de la realidad”. Ambas teorías son, además, “tremendamente exitosas y superan a diario innumerables pruebas experimentales”. Son la base de muchas ramas de la física y también del desarrollo de incontables aplicaciones prácticas (en especial la mecánica cuántica) de las que ellos dan cuenta. Ambas teorías, afirman, “comparten el aura de ser un tanto misteriosas e inaccesibles para el gran público, una visión con la que no estamos de acuerdo y que esperamos ayudar a cambiar con este libro”. Lo logran sin duda.

Ambas teorías tienen también diferencias básicas. La primera está en su génesis: “mientras que la relatividad fue principalmente el producto de un solo hombre, Albert Einstein, el prototipo de genio” (parece imposible pero es así, no es una exageración cientificista de los autores), “la mecánica cuántica surgió del esfuerzo colectivo de un grupo de físicos, todos ellos brillantes, que se complementaron mutuamente”. Cito algunos nombres, todos ellos grandes científicos e importantes filósofos al mismo tiempo: Niels Bohr, Erwin Schrödinger, Werner Heisenberg, Wolfgang Pauli.

Otra diferencia en su génesis, señalan, es que “ mientras que el desarrollo de la mecánica cuántica fue motivado por la dificultad de explicar numerosos experimentos, esto no ocurrió con la teoría de la relatividad, donde la motivación obedeció esencialmente al deseo de Einstein de construir una teoría armoniosa que unificara o generalizara conceptos ya conocidos”. En este sentido, “aunque la relatividad es para mucha gente el arquetipo de teoría física, esta teoría es, en realidad, una excepción, una anomalía dentro de la física moderna” y dentro de la historia de la física en general.

A pesar de su radicalidad y originalidad, “la teoría de la relatividad aún se asienta sobre conceptos clásicos como el determinismo o el realismo”. Es física clásica. En este sentido, la mecánica cuántica es, si cabe, “aún más radical y acaba con el concepto de determinismo y proporciona una nueva visión de lo que entendemos por realidad”. Estas diferencias son profundas y, en buena medida, señalan, “son el motivo por el cual estas dos teorías aún existen por separado” y, cuestión esencial, “no ha sido posible hasta el momento unificarlas en una sola teoría que explique todos los fenómenos de la naturaleza”. Tarea pendiente desde hace décadas. Una de las grandes finalidades de la física actual.

A quién va dirigido este libro se preguntarán. La respuesta de Cuevas y Farías: “Va dirigido a todos aquellos curiosos sin formación científica que deseen conocer cuál es la visión moderna del mundo que nos ofrecen la relatividad y la mecánica cuántica. Va dirigido a estudiantes de secundaria o de carreras de humanidades que deseen acercarse por primera vez a estas dos grandes teorías de la ciencia de una forma amena y accesible. Va dirigido a aquellos que piensan que la relatividad nos dice que todo es relativo, a aquellos que creen que la cuántica solo nos habla de gatos que pueden estar vivos y muertos a la vez, y a quienes piensan que la relatividad y la cuántica no tienen ninguna aplicación práctica”. Muchos formamos parte de ese colectivo.

No se pierdan (más allá de ligeros desacuerdos) las notas a pie de páginas ni las reflexiones culturales, filosóficas e históricas de los autores, incluidos sus comentarios de política de ciencia o su visión de las relaciones entre ciencia básica, ciencia aplicada y tecnología.

Falta en mi opinión un índice analítico y nominal y un glosario de conceptos (muchos de ellos definidos en el texto o en notas a pie) y creo que hay una errata cuando los autores atribuyen a Copérnico la primera cosmovisión que sacó a la Tierra del centro del Universo. Aristarco de Samos y otros autores clásicos tuvieron también su papel en esta decisiva revolución científica y cultural.

Fuente:

El Viejo Topo, núm. 374, marzo de 2019, pp. 79-80.

jueves, 7 de febrero de 2019

Una subversión fuera de sospecha


La rebelión empieza en una biblioteca, dice alguien en Libro de las máscaras, de Javier Vela, volumen de pensamientos que algunos considerarán inclasificable

La rebelión empieza en una biblioteca, dice alguien en Libro de las máscaras, de Javier Vela, volumen de pensamientos que algunos considerarán inclasificable y al que preferiría situar simplemente al lado de maravillas como Sur plusieurs beaux sujects (Wallace Stevens), o A Certain World (Auden), dos fascinantes commonplace books, es decir, cuadernos de citas forjados por poetas, creados como cuadernos de trabajo a los que fueron trasladando pasajes de obras ajenas relativos a sus propios intereses.

Una subversión fuera de sospechaLos intereses de Javier Vela en Libro de las máscaras (Pre-Textos) son los del misterioso poeta vasco Juan Iturbe o, mejor dicho, los de su hija Valeria Iturbe, que, según se nos informa en la inicial “advertencia al lector”, retó a Vela a atreverse a espigar, de entre el sinfín de archivos y cuadernos que emborronó su padre, “apenas un puñado de aforismos en los que había venido trabajando justo en los meses previos a su muerte, a fin de compilarlos en un pequeño volumen”.

Sospecho que pronto hubo de trocarse a los ojos de Vela el aparente desorden de las numerosas citas recogidas por Iturbe en un orden secreto, un orden fundado en la misma aparatosidad de la confusión, como si las palabras del cuaderno no estuvieran más que subrayando estas de Edmond Jabès: “Una vez concebido por el hombre, el Todo se abismó en la Nada, y la Nada era el vocablo y el vocablo era el libro y el libro era la confusión. De esa confusión, ¿conoceremos alguna vez el alcance?”.

De conocer ese alcance o no trata esta antología, que no solo explora las fronteras entre poesía, ficción y pensamiento, sino también cómo pueden incluirse entre los aforismos reales y los sospechosos, entre las relativas verdades y el doble de esas relativas verdades, algunos aforismos del propio autor de la antología. Porque lo cierto es que Vela parece construir su subversiva poética —alejada de cualquier sospecha, precisamente por lo sospechosa que es— con aforismos ajenos, incluidos algunos que nunca fueron escritos, y por tanto ni tan siquiera trasladados por Iturbe a su cuaderno de citas, como si en el confuso espejo que determina nuestra noción de verdad lo real no tuviera sitio.

Parece que aún hay mitómanos que siguen hoy en día dispuestos a aceptar sin reservas ciertas imposturas, anota Vela al comienzo del libro. Y antes de abandonar él mismo, sutilmente, su propio yo, y de escapar como quien sale huyendo de una frase, o de un amor, o de un sueño, o de un país, añade. “Lo que es más: casi toda la obra del misterioso Iturbe, y sin duda el librito que ahora presentamos, parece preguntarse si tales subterfugios, tan comunes en siglos precedentes, lo son acaso menos en este”. Y es curioso pero, por raro que parezca, el país abandonado al que pertenece este libro podría ser el nuestro. Un país en el que lo que no está, no falta, solo se echa de menos. Y en el que, entre lo que hemos olvidado, se encuentra lo que dice O’Sullivan: “Bajo el soberanista puede no haber un patriota; bajo el cosmopolita al menos hay soberanamente un apátrida”.

martes, 29 de mayo de 2018

_- 150 frases célebres de la literatura sobre el libro.

_- Como cada año, hoy 23 de abril se celebra el Día Mundial del Libro. Fecha simbólica elegida por la UNESCO por su “coincidencia” con la muerte de dos grandes escritores como Shakespeare y Cervantes, de los que este año 2016 conmemoramos el IV centenario (ambos fallecieron en 1616). También un 23 de abril nacieron – o murieron – otros escritores eminentes como Inca Garcilaso de la Vega, Maurice Druon, K. Laxness, Teresa de la Parra, Edwin Markham, Edgar Neville, Josep Pla o Manuel Mejía Vallejo. Precisamente a ellos y a su sapiencia recurrimos para entender algo más del arte de la literatura en el que es su día grande del año.

De Cicerón y Séneca a Mario Vargas Llosa y Jorge Luis Borges pasando por maestros como Cervantes, Quevedo, Oscar Wilde, Kafka o Santa Teresa de Jesús. Todos ellos han dejado para la posteridad lúcidas frases sobre los libros y la literatura, citas célebres que nos invitan a reflexionar sobre el poder de la palabra.

A continuación os dejo 150 frases célebres de grandes personajes del arte y la literatura para celebrar y reflexionar en el Día del Libro:

“Algunos libros son probados, otros devorados, poquísimos masticados y digeridos”. Sir Francis Bacon.

“Allí donde se queman los libros, se acaba por quemar a los hombres”. Heinrich Heine.

“Amar la lectura es trocar horas de hastío por horas de inefable y deliciosa compañía”. John Fitzgerald Kennedy.

“Ante ciertos libros, uno se pregunta: ¿quién los leerá? Y ante ciertas personas uno se pregunta: ¿qué leerán? Y al fin, libros y personas se encuentran”. André Gide.

“Aprender a leer es lo más importante que me ha pasado en la vida”. Mario Vargas Llosa.

“Carecer de libros propios es el colmo de la miseria”. Benjamin Franklin.

“Cuando oigo que un hombre tiene el hábito de la lectura, estoy predispuesto a pensar bien de él”. Nicolás de Avellaneda.

“Cuando rezamos hablamos con Dios, pero cuando leemos es Dios quien habla con nosotros”. San Agustín.

“Cuanto menos se lee, más daño hace lo que se lee”. Miguel de Unamuno.

“De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo… Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria”. Jorge Luis Borges.

“Detesto la vulgaridad del realismo en la literatura. Al que es capaz de llamarle pala a una pala, deberían obligarle a usar una. Es lo único para lo que sirve”. Oscar Wilde.

“El estudio ha sido para mí el principal remedio contra las preocupaciones de la vida; no habiendo tenido nunca un disgusto que no me haya pasado después de una hora de lectura”. Montesquieu.

“El libro es fuerza, es valor, es fuerza, es alimento; antorcha del pensamiento y manantial del amor”. Rubén Darío.

“El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”. Miguel de Cervantes.

“El regalo de un libro, además de obsequio, es un delicado elogio”. Anónimo.

“El verbo leer, como el verbo amar y el verbo soñar, no soporta el modo imperativo”. Daniel Pennac.

“En muchas ocasiones la lectura de un libro ha hecho la fortuna de un hombre, decidiendo el curso de su vida”. Ralph Waldo Emerson.

“Erotismo y poesía: el primero es una metáfora de la sexualidad, la segunda una erotización del lenguaje”. Octavio Paz.

“Es un buen libro aquel que se abre con expectación y se cierra con provecho”. Amos Bronson Alcott.

“Hacer versos malos depara más felicidad que leer los versos más bellos”. Hermann Hesse.

“He buscado el sosiego en todas partes, y sólo lo he encontrado sentado en un rincón apartado, con un libro en las manos”. Thomas De Kempis.

“La Biblioteca es una esfera cuyo centro cabal es cualquier hexágono, cuya circunferencia es inaccesible”. Jorge Luis Borges.

“La escritura es la pintura de la voz”. Voltaire.

“La lectura de un buen libro es un diálogo incesante en que el libro habla y el alma contesta”. André Maurois.

“La lectura es a la mente lo que el ejercicio al cuerpo”. Joseph Addison.

“La lectura es para mí algo así como la barandilla en los balcones”. Nuria Espert .

“La lectura no da al hombre sabiduría; le da conocimientos”. William Somerset Maugham.

“La lectura nos regala mucha compañía, libertad para ser de otra manera y ser más”. Pedro Laín Entralgo.

“La literatura es el arte de la palabra”. Manuel Gayol Fernández.

“La literatura es siempre una expedición a la verdad”. Franz Kafka.

“La más noble función de un escritor es dar testimonio, como acta notarial y como fiel cronista, del tiempo que le ha tocado vivir”. Camilo José Cela.

“La pluma es la lengua del alma”. Miguel de Cervantes.

“La poesía no quiere adeptos, quiere amantes”. Federico García Lorca.

“Lee y conducirás, no leas y serás conducido”. Santa Teresa de Jesús.

“Leer un libro enseña más que hablar con su autor, porque el autor, en el libro, sólo ha puesto sus mejores pensamientos”. René Descartes.

“Libros, caminos y días dan al hombre sabiduría”. Proverbio árabe.

“Los libros no se han hecho para servir de adorno: sin embargo, nada hay que embellezca tanto como ellos en el interior del hogar”. Harriet Beecher Stowe .

“Los libros que el mundo llama inmorales son los que muestran su propia vergüenza”. Oscar Wilde.

“Los libros son amigos que nunca decepcionan”. Thomas Carlyle.

“Los libros son el mejor viático que he encontrado para este humano viaje”. Michel Eyquem de Montaigne.

“Los libros son las abejas que llevan el polen de una inteligencia a otra”. James Russell Lowell.

“Los libros son, entre mis consejeros, los que más me agradan, porque ni el temor ni la esperanza les impiden decirme lo que debo hacer”. Alfonso V el Magnánimo.

“Ningún escritor joven desea tanto la crítica constructiva como la alabanza”. William Hill.

“Nunca releo mis libros, porque me da miedo”. Gabriel García Márquez.

“Ser escritor es robarle vida a la muerte”. Alfredo Conde.

“Si cerca de la biblioteca tenéis un jardín ya no os faltará de nada”. Cicerón.

“Un hogar sin libros es como un cuerpo sin alma”. Cicerón.

“Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora”. Proverbio hindú.

“Un libro es un regalo estupendo, porque muchas personas sólo leen para no tener que pensar”. André Maurois.

“Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído”. Jorge Luis Borges.

“A veces lees un libro tan especial que quieres llevarlo contigo durante meses, incluso después de haberlo terminado, sólo para estar cerca de él”. Marcus Zusak.

“Adquirir el hábito de la lectura y rodearnos de buenos libros es construirnos un refugio moral que nos protege de casi todas las miserias de la vida”. W. Somerset Maugham.

“Aprender a leer es encender un fuego, cada sílaba que se deletrea es una chispa”. Victor Hugo.

“Cada poema es único. En cada obra late, con mayor o menor grado, toda la poesía. Cada lector busca algo en el poema. Y no es insólito que lo encuentre: Ya lo llevaba dentro”. Octavio Paz.

“Con nuestros amigos los libros, si pasamos una velada en su compañía, es solo y porque realmente nos apetece”. Marcel Proust.

“Creo que la literatura tiene algo más que hacer que divertir: debe tener razón”. Max Aub.

“Creo que parte de mi amor a la vida se lo debo a mi amor a los libros”. Adolfo Bioy Casares.

“Creo que vale la pena leer porque los libros ocultan países maravillosos que ignoramos, contienen experiencias que no hemos vivido jamás. Uno es indudablemente más rico después de la lectura”. Adolfo Bioy Casares.

“Cuando aprendas a leer serás libre para siempre”. Frederick Douglass.

“Cuando leemos, creamos nuestras propias imágenes y asociaciones. El libro vive dentro de nosotros, se reinventa en nosotros a medida que lo vamos leyendo”. Jostein Gaarder.

“Cuanto más se lee, menos se imita”. Jules Renard.

“El arte de leer es, en gran parte, el arte de volver a encontrar la vida en los libros, y de comprenderla mejor gracias a ellos”. André Maurois.

“El autor sólo escribe la mitad del libro. De la otra mitad debe ocuparse el lector”. Joseph Conrad.

“El escritor escribe su libro para explicarse a sí mismo lo que no se puede explicar”. Gabriel García Márquez.

“El gran inconveniente de los nuevos libros es que nos privan de leer los antiguos”. Joseph Joubert.

“El gusto por la lectura se adquiere casi siempre en la niñez, y me sorprende que parezca tan difícil inculcarlo”. Esther Tusquets.

“El mundo está lleno de libros preciosos que nadie lee”. Umberto Eco.

“El propósito de la lectura no es conseguir que se vendan más libros, sino que los lectores disfruten más de la vida”. Holbrook Jackson.

“El tiempo para leer, al igual que el tiempo para amar, dilata el tiempo de vivir”. Daniel Pennac.

“En algún lugar de un libro hay una frase esperándonos para darle un sentido a la existencia”. Miguel de Cervantes.

“Escribir es la manera más profunda de leer la vida”. Francisco Umbral.

“Estamos habitados por libros y por amigos”. Daniel Pennac.

“Hablar de lectura obligatoria es como hablar de felicidad obligatoria”. Jorge Luis Borges.

“Estar a solas con un buen libro es ser capaz de comprenderte más a ti mismo”. Harold Bloom.

“Hace muy poco tiempo, comprendí que la literatura no es algo menor, sino el arte supremo”. César Aira.

“Hay más tesoros en los libros que en todo el botín de los piratas de la Isla del Tesoro”. Walt Disney.

“Hay peores cosas que quemar libros, una de ellas es no leerlos”. Ray Bradbury.

“Hay quienes no pueden imaginar un mundo sin pájaros; hay quienes no pueden imaginar un mundo sin agua; en lo que a mi se refiere, soy incapaz de imaginar un mundo sin libros”. Jorge Luis Borges.

“Hay solo dos cosas con las que uno se puede acostar: una persona y un libro”. Ray Bradbury.

“Junto con los libros debiera venderse el tiempo suficiente para leerlos”. Arthur Schopenhauer.

“La educación ha logrado que las personas aprendan a leer, pero es incapaz de señalar lo que vale la pena leer”. George Trevelyan.

“La ilusión es hacer creer que la literatura es muy similar a la vida y es exactamente lo contrario. La vida es amorfa, la literatura es formal”. Françoise Sagan.

“La lectura adelanta el tiempo de la vida y, paradójicamente, aleja el de la muerte. Leer es buscar otras realidades para comprender mejor esta realidad”. Fabricio Caivano.

“La lectura es el único medio a través del cual nos deslizamos, involuntariamente, a menudo sin poder hacer nada, a la piel de otro, a la voz de otro, al alma de otro”. Joyce Carol Oates.

“La lectura es el viaje de los que no pueden tomar el tren”. Francis de Croisset.

“La lectura es placer, conocimiento, emoción, enajenación”. Fernando Trueba.

“La lectura es un acto de creación permanente”. Daniel Pennac.

“La lectura obligada es nefasta. Lean por placer, tengan una profunda sospecha”. Álvaro Mutis.

“La lectura, como el amor, es la piedra ideal para afinar el alma”. Paul Desalmand.

“La literatura es esencialmente soledad. Se escribe en soledad, se lee en soledad y, pese a todo, el acto de la lectura permite una comunicación profunda entre los seres humanos”. Paul Auster.

“La literatura es la sinceridad misma, la única expresión auténtica de la vida”. Joseph Roth.

“La literatura es una extraña máquina que traga, que absorbe todos los placeres, todos los acontecimientos de la vida. Los escritores son vampiros”. Bernard Henri Levy.

“La literatura está llena de cosas inútiles absolutamente necesarias”. Rosa Montero.

“La literatura no es otra cosa que un sueño dirigido”. Jorge Luis Borges.

“La literatura nos permite comprender la vida, nos habla de lo que puede ser pero también de lo que pudo haber sido… No hay nada más subversivo que la literatura”. Enrique Vila-Matas.

“La mejor característica de un libro es que provoque reacciones en el lector y le empuje a actuar”. Thomas Carlyle.

“La mujer que lee, almacena su belleza para la vejez”. Frida Kahlo.

“La radio marca los minutos de la vida; el diario, las horas; el libro, los días”. Jacques de Lacretelle.

“Las personas libres jamás podrán concebir lo que los libros significan para quienes vivimos encerrados”. Ana Frank.

“Leemos para saber que no estamos solos”. William Nicholson.

“Leemos, pero también somos leídos por otro. Interferencias entre ambas lecturas. Obligar a alguien a que sea a sí mismo como le leen los demás (esclavitud). Obligar a los demás a que nos lean como nos leemos a nosotros mismos (conquista)”. Simone Weil.

“Leer es encontrar algo que va a existir”. Italo Calvino.

“Leer lo es todo. La lectura me hace sentir que he logrado algo, he aprendido algo, que soy mejor persona”. Nora Ephron.

“Leer no es matar el tiempo, sino fecundarlo”. Herminia Brumana.

“Lo único que lamento es que nunca tendré tiempo para leer todos los libros que quiero leer”. Françoise Sagan.

“Los buenos libros son siempre campos magnéticos de cuya atracción no se puede huir”. Italo Calvino.

“Los libros han ganado más batallas que las armas”. Lupercio Leonardo de Argensola.

“Los libros solo se escriben para, por encima del propio aliento, unir a los seres humanos, y así defendernos frente al inexorable reverso de la existencia: la fugacidad y el olvido”. Stefan Zweig.

“Los libros sólo tienen valor cuando conducen a la vida y le son útiles”. Hermann Hesse.

“Los libros son como espejos: mirándonos en ellos descubrimos quiénes somos”. José Luis de Villalonga.

“Los libros son compañeros, maestros, magos y banqueros de los tesoros de la mente”. Bárbara Wertheim Tuckman.

“Los libros tienen los mismos enemigos que los hombres: el fuego, la humedad, los animales y su propio contenido”. Paul Valéry.

“Los libros van siendo el único lugar de la casa donde todavía se puede estar tranquilo”. Julio Cortázar.

“Los que escriben con claridad tienen lectores; los que escriben oscuramente tienen comentaristas”. Albert Camus.

“Los verdaderos escritores son aquellos que quieren escribir, necesitan escribir, tienen que escribir”. Robert Penn Warren.

“Me resisto a considerar el afán de leer una simple afición entre otras: es una pasión, aún más, una forma de vida”. Fernando Savater.

“Mis libros están siempre a mi disposición, nunca están ocupados”. Marco Tulio Cicerón.

“No es cierto que tengamos sólo una vida: si leemos podemos vivir tantas y de tantos tipos como queramos”. Samuel I. Hayakawa.

“No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo”. Oscar Wilde.

“No hay ninguna lectura peligrosa. El mal no entra nunca por la inteligencia cuando el corazón está sano”. Jacinto Benavente.

“No importa lo ocupado que creas que estás, debes encontrar un hueco para la lectura. De lo contrario habrás escogido sumirte en la más absoluta ignorancia”. Confucio.

“No lean, como hacen los niños, para divertirse, o como hacen los ambicioso, con el propósito de la instrucción. No, lee para vivir”. Gustave Flaubert.

“Nunca se termina de aprender a leer. Tal vez como nunca se termine de aprender a vivir”. Jorge Luis Borges.

“Ordenar bibliotecas es ejercer de un modo silencioso el arte de la crítica”. Jorge Luis Borges.

“Por grandes y profundos que sean los conocimientos de un hombre, el día menos pensado encuentra en el libro que menos valga a sus ojos, alguna frase que le enseña algo que ignora”. Mariano José de Larra.

“Porque un libro que no abres es condenarlo a una especie de purgatorio esperando que alguien le de vida”. Alberto Manguel.

“Quien escribe lo que le gusta a los demás puede ser un buen escritor pero nunca será un artista”. Juan Carlos Onetti.

“Sabes que has leído un buen libro cuando al cerrar la tapa después de haber leído la última página te sientes como si hubieras perdido a un amigo”. Paul Sweeney.

“Si no podéis disfrutar leyendo un libro repetidas veces, de nada sirve leerlo ni una sola vez”. Oscar Wilde.

“Si piensas llegar a alguna parte en la vida, tienes que leer muchos libros”. Roald Dahl.

“Si un libro está bien escrito, siempre me parece que es demasiado corto”. Jane Austen.

“Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca”. Jorge Luis Borges.

“Soy un lector que escribe libros; si fuera sólo escritor estaría muerto”. Arturo Pérez-Reverte.

“Soy una persona anticuada que cree que leer libros es el pasatiempo más hermoso que la humanidad ha creado”. Wislawa Szymborska.

“Tienes que amar la lectura para poder ser un buen escritor, porque escribir no empieza contigo”. Carlos Fuentes.

“Todos los libros pueden dividirse en dos clases: libros del momento y libros de todo momento”. John Ruskin.

“Un buen libro no es aquel que piensa por ti, sino aquel que te hace pensar”. James McCosh.

“Un buen libro no sólo se escribe para multiplicar y transmitir la voz, sino también para perpetuarla”. John Ruskin.

“Un escritor es algo extraño. Es una contradicción y también un sinsentido. Escribir también es no hablar. Es callarse. Es aullar sin ruido”. Marguerite Duras.

“Un lector vive mil vidas antes de morir. Aquel que nunca lee vive solo una”. George R. R. Martin.

“Un libro de cabecera no se escoge, se enamora uno de él”. José Luis de Villalonga.

“Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado que hay dentro de nosotros”. Franz Kafka.

“Un libro es la única cosa inmortal”. Rufus Choate.

“Un libro es una cosa entre las cosas, un volumen perdido entre los volúmenes que pueblan el indiferente universo; hasta que da con su lector, con el hombre destinado a sus símbolos”. Jorge Luis Borges.

“Un libro es una prueba de que los seres humanos son capaces de hacer magia”. Carl Sagan.

“Un libro, un verdadero libro, no es alguien que nos hable, es alguien que nos oye, que sabe oírnos”. Christian Bobin.

“Uno escribe pensando en el lector que lleva dentro. Escribes o intentas escribir el libro que te gustaría leer”. Rosa Montero.

“Uno nunca termina de leer, aunque los libros se acaben”. Roberto Bolaño.

“Usted no tiene que quemar libros para destruir una cultura. Sólo tiene que hacer que la gente deje de leerlos”. Ray Bradbury.

“Vivir sin leer es peligroso, porque obliga a conformarse con la vida”. Michael Houellebecq.

Tomado de Internet https://algundiaenalgunaparte.com/2016/04/23/150-frases-celebres-de-literatura-para-el-dia-del-libro/

lunes, 16 de abril de 2018

57 libros admirables para entender la vida. Una antología reúne estudios para crear una lista de títulos capitales de las letras occidentales, sin “caer en lo políticamente correcto”, según su coordinador, Jordi Llovet.


  Peggys Point Lighthouse, Peggys Cove/ Phare de Peggy2s Point, Peggy (de internet)
Se dice de algo que es admirable cuando se le tiene singular estima por juzgarse sobresaliente y extraordinario. Y ese es el hilo que ata los 56 títulos que conforman el haz libresco de La literatura admirable (Pasado & Presente), que el que fue primer catedrático de Literatura Comparada de Cataluña, Jordi Llovet, ha compilado y analizado junto a 43 colaboradores de alta alcurnia filológica y lectora, desde Francisco Rico y Fernando Savater a Isabel de Riquer y Joaquim Mallafré, pasando por los ya desaparecidos Luis Izquierdo y José María Valverde.

“Tengo gran vocación por la incorrección, o sea que aquí faltan muchos representantes de determinados colectivos, zonas geográficas…Tampoco se trataba de hacer un canon, ni mucho menos caer en lo políticamente correcto: este libro no tiene prejuicios, es una selección de títulos que animen a leer de entre el ovillo de la literatura occidental, ya que tampoco lo es de la literatura universal porque no creo en ella”, sienta rápidamente las bases del volumen su coordinador.

De la Biblia (“está el prejuicio de que es un libro religioso, pero es gran literatura”) a la Lolita de Vladimir Nabokov, en un “gran respeto al continuum de la tradición occidental”, el libro es presentado por alguno de sus grandes expertos a partir de textos que, mayormente, fueron los que utilizaron en su día para unas Lecciones de Literatura Universal impartidas en el Institut d’Humanitats de Barcelona, del que Llovet es una de sus almas. Tras las claves de cada obra, atrapada en una rica tela de araña literaria y cultural de la época, el catedrático aconseja la mejor edición que ha leído en la lengua original para, luego, hacer lo propio con dos o tres publicadas en castellano y salpimentarlo con cuatro o cinco estudios específicos.

Sabe Llovet qué recomienda porque, lector de “unos 10.000 títulos” de los 40.000 que atesora en su biblioteca, tiene, por ejemplo, “unas 40 ediciones” del Quijote o “unas veinte” de Moby Dick, dos de las obras analizadas en el volumen. Devorador de libros, como manda la tradición “seguramente judía”, de los de lápiz en mano (tiene junto a su sofá de cinco calibres porque “cada papel demanda un grosor”), anotador de lo más inverosímil (posee centenares de fichas con citaciones de libros clasificados por conceptos como “paraguas”, “tirar pañuelos para seducir” o “calvicies”: “la literatura está hecha de detalles”), también es raudo y astuto al responder a supuestas sorpresas del índice, como que sólo haya, amén de referencias a las Baladas líricas de Wordsworth y Coleridge y a la obra poética global de Rubén Darío, un par de libros de poesía contemporánea, los Cantos de Leopardi y La tierra baldía, de T.S. Eliot. “Son una excepción porque la poesía suele dar buenos poemarios, pero no libros; quizá podría haber entrado también Carles Riba..., pero es que, además, hoy se lee más narrativa que poesía”.

Más que alguna inevitable ausencia (no hay obra alguna de Thomas Mann, “pero está Robert Musil y su El hombre sin atributos… Sí, se podría haber añadido, como el Tirano Banderas de Valle Inclán, el mejor prosista en castellano desde Cervantes”), llama la atención la inclusión de títulos poco canónicos, como La Princesa de Clèves, de Madame de Lafayette, una de las tres únicas mujeres incluidas. “Es de los mejores libros seleccionados: es la primera novela psicológica de la literatura; de esa, tengo diez ediciones”.

Igual de chocante es la apuesta por Las amistades peligrosas, de Pierre Choderlos de Laclos. “Es el mejor ejemplo de la emancipación de la mujer en el XVIII, de su poder obtenido desde la conversación de los salones literarios y del celestinaje, pero claro, has de situarte en el siglo y el lector de hoy no sé si ve la novedad”. En otros casos, sorprende la valentía en la elección de la obra que representa a un autor, que no siempre es la más emblemática. Así ocurre con las hermanas Brontë, de las que no se selecciona Cumbres borrascosas de Emily sino Villette de Charlotte; o James Joyce, donde luce Dublineses por Ulises; o William Faulkner, de quien se elige ¡Absalón, Absalón! y no El ruido y la furia… “Villette no es mejor que Cumbres borrascosas, pero es más fácil de leer y generará más lectores, amén de que así damos a conocer otra gran obra; lo mismo con el Ulises, que, a pesar de ser más inteligible de lo que se dice, habría asustado a la gente por ese prejuicio, o El ruido y la furia, de la que no hubieran entendido nada… En cualquier caso, todos los títulos son, al menos, de una puntuación de ocho sobre 10; son admirables. ¿Que hay más? Seguro, pero estos son estimulantes y generan amor a la literatura y a la lectura por la vía rápida; no es un canon académico, sino que se mueve entre lectores con gusto y los sabios de la Academia”. Hacia el final del volumen, Terenci Moix (que tradujo en su día Suave es la noche) comenta El gran Gatsby de Francis Scott Fitzgerald (“demostró ser un fino lector”) y lo cierra El cuaderno gris, de Josep Pla, la única no ficción junto a las Crónicas de Ramon Muntaner. “Si quieres entender la historia del siglo XX catalán has de recorrer a Pla, como pasa con Balzac para entender la Francia de la primera mitad del XIX”. Pero están todos: Dante, Shakespeare, Cervantes, Borges…, y hasta el Voltaire de Cándido, de los preferidos de Llovet: “Tengo 40 o 50 ediciones, al menos… Es de rabiosa actualidad: es una crítica a ese optimismo de Leibniz, esa tontería de que vivimos en el mejor de los mundos, algo que, al menos, desde 1972 se acabó”. Parte de ese pesimismo llovetiano se traslada también a la dificultad de encontrar vivos estos títulos hoy en las librerías españolas, fruto de una demanda casi inexistente. “Leer a los clásicos requiere un traslado epistemológico en el tiempo y una preparación de base; la enseñanza de la literatura es muy endogámica, no se aborda bien la literatura universal… El Instituto Cervantes o la Institució de les Lletres Catalanes deberían promocionarla; está por hacerse una buena y sistemática colección; en Cataluña se intentó con la serie Mejores Obras de la Literatura Universal (MOLU), que lanzó Edicions 62, pero era en traducciones ilegibles… Hoy, apenas editan literatura universal como filosofía y con continuidad sellos como Edicions de 1984, en catalán, y Alba y Cátedra, en castellano”.

A pesar de que hace tiempo ya que ve pender una espada de Damocles sobre el mundo de la lectura (“al libro, al leer, le quedan 50 años a lo sumo: requiere tiempo y paciencia, virtudes que han desaparecido”), Llovet se refugia en Elias Canetti: “Decía que nunca hacía deporte porque la mente ahí no actuaba para nada; pues eso: el espíritu actúa más que nunca con la música clásica, y la mente actúa más que nunca con la lectura; la literatura es una interpretación del mundo: la vida no enseña; en la calle encontrarás el mundo, pero no lo entenderás”. Con La literatura admirable, al menos, hay la esperanza de que un poco, sí.

‘LOLITA’ Y LAS LEYES DEL FEMINISMO
Defiende Jordi Llovet, colaborador de Quadern, el suplemento cultural de la edición catalana de EL PAÍS, que más vale leer un centenar de libros que muchos más, eso sí, con la condición de que sean buenos y se relean sistemáticamente. “Siempre será mejor leer poco y a fondo, que leer distraídamente: los buenos libros siempre destilan alguna lección”, opina, contraponiéndolos a los que leen los jóvenes en su etapa formativa, quienes “de tanto leer literatura mala ya no saben discernir la que es buena de la que no”. No dice que, “de momento”, la literatura esté acabada, pero sí sostiene que lo está “la tradición literaria”: “A causa de la postmodernidad y la magnífica incultura de muchos escritores de nuestros días, ya no se escribirán muchos más libros basados en la herencia de la tradición occidental, que es riquísima y había sido la base de muchas narraciones, hasta en el caso de Franz Kafka”. El desconcierto imperante es tal que hasta uno de los libros admirables, Lolita, de Nabokov, tiene hoy detractores en el mundo occidental que lo vetarían. “Es un libro extraordinario por sus valores estéticos, y hasta morales. Si las ultrafeministas lo critican es porque hacen una lectura sesgada y dogmática. Ellas se lo pierden… Puede pasar perfectamente que un adulto pierda el juicio por una chiquilla: las leyes del deseo no son las mismas que las leyes del feminismo”.

https://elpais.com/cultura/2018/03/29/actualidad/1522342415_192894.html

sábado, 10 de diciembre de 2016

Patrick McMullan Archives DOCUMENTOS. EL PULSO 325 millones de libros no se equivocan.

James Patterson ha creado una auténtica factoría de novelas con un equipo de ayudantes. La producción en serie le ha hecho rico.

QUIZÁS EL ERROR sea insistir en que es una persona cuando es, en realidad, una empresa. Pero es bajo su nombre de persona que James Patterson está tercero en la lista mundial de las “celebridades que más dinero ganan”: Cristiano Ronaldo está 4º; Messi, 8º; Madonna, 12º; los Rolling Stones, 16º. El señor Patterson, dice la revista Forbes, se lleva unos 95 millones de dólares –85 millones de euros– al año haciendo libros. Escribirlos es –¿era?– otra cuestión.

En 1976, a los 29 años, el joven Patterson era un madman consumado, director creativo en la gran agencia de publicidad J. Walter Thompson. Fue entonces cuando –tras 31 rechazos– consiguió publicar su primera novela: la había escrito él, tenía una buena trama policial y vendió menos de 10.000 ejemplares. Veinte años y 15 libros después, Patterson ya ganaba suficiente como para dejar su puesto de CEO de Walter Thompson: sus novelas policiales solían ser número uno en los famosos rankings de The New York Times y se vendían por millones. Fue entonces cuando decidió que su propia pluma no alcanzaba, y empezó a organizar su factoría.

“Tenía demasiadas ideas, no me alcanzaban las horas del día”, diría después. “Tenía muchas historias que merecían ser escritas, pero yo solo no podía”. Así que se puso a contratar escritores, y ahora tiene unos veinte que elaboran sus novelas. Él se ocupa de sus tapas, sus campañas publicitarias, su mercadeo, cada detalle de la venta –con un equipo de seis ejecutivos–. Y se ocupa incluso de pensarlas: en general, entrega al negro de servicio una especie de guion –de varias docenas de páginas– donde resume las peripecias de la historia, para que él o ella las redacte. El año pasado Vanity Fair publicó el principio de uno de esos guiones: “Nora y Gordon tontean, divertidos y enamorados. Nos gustan. Se ven bien juntos –y no solo cuando están de pie–. Un minuto más tarde empiezan un polvo tremendo, terremoto. Nos hacen sentir bien, calientes, envidiosos”.

Patterson empezó produciendo policiales; con el tiempo entendió la utilidad de diversificarse y ahora fabrica libros para chicos, adolescentes, mujeres, ciencia-ficción, fantasía. Ya vendió 325 millones de ejemplares: más que Stephen King, John Grisham y Dan Brown juntos. Una de cada 25 novelas consumidas en Estados Unidos lleva su nombre en la tapa. El martes pasado, por ejemplo, publicó dos libros, y el próximo fin de semana tiene previsto publicar seis más. La cifra se ha acelerado mucho estos últimos meses con la aparición de su colección BookShots.

Los BookShots son unos tomitos de pura acción, menos de 150 páginas, menos de 30.000 palabras –50 veces este artículo–, con los que Patterson quiere cambiar la idea de lo que consideramos una novela. Deberían comprarse en cualquier lado y leerse “de una sentada” –o casi–; cada ejemplar cuesta cinco dólares y la primera tirada suele ser de medio millón. Patterson dice que en ese tipo de emprendimientos está el futuro del libro: que si quiere competir con la televisión, los videojuegos y las redes sociales tiene que usar sus mismas armas –y que por eso vale la pena simplificar los textos y armarlos en equipo y venderlos a golpes de mercadeo agresivo–. Cuando no escribe, Patterson insiste en lo importante que es leer y paga campañas para fomentar los libros como “vehículos de cultura”. Es curioso que la forma de algo lo defina tanto que la respetemos por sí misma: que un libro sea un libro, sea un libro, aunque sus palabras cuenten las tonterías del señor Patterson –o tantas otras–.

http://elpaissemanal.elpais.com/documentos/libros-no-se-equivocan/

jueves, 30 de junio de 2016

Libros de Paulo Freire

Paulo Freire nació en Recife, Pernambuco, el 19 de septiembre de 1921 y murió el 2 de mayo de 1997. Fue considerado como un educador y experto en temas de educación, y por tanto uno de los teóricos más influyentes de la educación del siglo XX.

Se considera que Freire es uno de los representantes de la pedagogía crítica la cual “ha sido considerada en la actualidad como el nuevo camino de la pedagogía, una en la cual se invite a las dos partes involucradas a construir sociedad desde la conciencia de los problemas sociales que se viven a diario y que afectan de manera directa e indirecta a las aulas de clase”.

Paulo Freire consideraba que “se debe construir el conocimiento, desde las diferentes realidades que afectan a los dos sujetos políticos en acción, aprendiz y maestro”.

1.Pedagogía del Oprimido

2.Pedagogía de la Esperanza

martes, 2 de junio de 2015

El sueño eterno. La fascinación que tenemos por fragmentos ininteligibles de libros y películas quizá provenga de nuestra sospecha de que dicen la verdad. No olvidemos que Einstein decía que lo más incomprensible del mundo es que sea comprensible

Oyeron ustedes hablar de los que ven una película dos veces, pero la segunda no la entienden? Me hablaron de ellos el otro día y sonreí y me acordé de aquel profesor de filosofía que, según Unamuno, solía empezar su curso con esta pregunta a sus alumnos:

—¿Sabe alguien qué venimos a hacer aquí?

Decía Unamuno que cada año, cuando acababa el curso, profesor y estudiantes seguían preguntándose lo mismo.

Seguramente, repetían curso todos los alumnos y, al finalizar el segundo año, ya no entendían ni la pregunta inicial. Me recuerda los 12 años que pasé estudiando en Barcelona en los Maristas sin llegar a entender nada. Aquel colegio era como el Instituto Benjamenta de la novela de Robert Walser: “Aquí venimos a aprender, pero no aprendemos nada”.

De todo esto me acordé cuando, al hablar de las películas a competición este año, Thierry Frémaux, delegado general del Festival de Cannes, dijo que The Lobster, del gran Yorgos Lanthimos —relato futurista en el que aquellos que no consiguen una pareja son transformados en animales— era “uno de esos filmes en los que no todo se entiende”.

Al día siguiente, Le Monde publicaba una breve antología de películas que son famosas por no entenderse en ellas todo. La encabezaba El sueño eterno, de Howard Hawks, filmada en 1946 y considerada la pionera de esta tendencia a incluir lo incomprensible dentro de un armónico y sensato conjunto. Quizás tuvo demasiados guionistas la adaptación de la novela de Chandler, pero el caso es que cuando Lauren Bacall canta en un tugurio, no está claro por qué. Y se sabe que cuando el productor le preguntó al novelista quién podría haber matado al chófer de la familia Sternwood, Chandler contestó: “Ni puta idea”.

Es una historia que recuerda a la que me contó Juan Marsé de cuando Victor Erice trabajaba con tan extraordinaria meticulosidad en el guión de El embrujo de Shanghai. Una tarde, Erice dejó la plaza Rovira de Barcelona, donde se pasaba horas tomando notas, y le preguntó a Marsé a qué se dedicaba el abuelo de un personaje secundario de la novela. Pasado el primer momento de estupor, la respuesta del escritor se pareció a la de Chandler.

“No comprender es una operación en la que conviene invertir mucho tiempo”, escribió Juan Tallón en la revista Vozed, en febrero de 2013. Yo invertí muchos años en la primera frase de un libro de Pavese: “Le llamaban Pedro porque tocaba la guitarra”. Como no había forma de entender qué significaba, publiqué un artículo en febrero de 2001 pidiendo que alguien me la explicara. Y un día, no sé dónde, el gran José María Riera de Leyva se tomó la molestia de explicármela. Me pasó unos datos muy precisos que lo justificaban todo, pero los he olvidado. Es decir, sigo igual que antes. Pero a veces pienso que es mejor así. Después de todo, siempre me funcionó una manera muy simple de averiguar si algo me gusta o no: me atrae lo que no entiendo; si lo entiendo, lo abandono corriendo.

Nunca olvidaré lo mucho que me atrajo en la primavera de 1963 el filme El año pasado en Marienbad, de Alain Resnais, con guion de Robbe-Grillet. Me fascinó porque no lo entendí y cada tarde, al salir del colegio, acudía al Savoy del Paseo de Gracia a correr el riesgo de que en cualquier desgraciado momento pudiera llegar a entenderla. Veinte veces la vi y veinte veces no la entendí. Sólo llegué a saber que se contaba en ese filme la historia de un hombre que en un extraño y decadente hotel trataba de convencer a una mujer de que ella y él, el verano anterior, habían tenido una relación. ¿Se trataba de un encuentro imaginario? El guionista Robbe- Grillet y el realizador Resnais discrepaban en este punto y también en todos los demás referidos a la película. Y los pobres o felices espectadores parecían quedar atrapados entre ambos, entre Robbe y Resnais, cabreados unos por el inmenso tedio, y alegres los otros por el entusiasmo que producía una obra de arte que, por decirlo con palabras de Le Monde “condenaba al público a no entender nada”.

Pero, ¿de verdad no entender es una condena? Más bien diría lo contrario, no entender es la puerta que se abre. El filme de Resnais deja entrever cómo será el sueño eterno que a todos nos espera después de la vida. ¿Sabe alguien como será exactamente? Nadie. Sólo podemos entreverlo pero de todos modos, aun suponiendo que llegáramos a percibirlo del todo, no lo entenderíamos.

Puede que la fascinación por fragmentos ininteligibles de películas provenga de nuestra sospecha de que esas secuencias dicen la verdad sobre lo que será nuestro sueño eterno. En el campo de los libros, lo mismo. Pienso en Sordello, un poema del victoriano Browning, que todavía hoy se resiste, no ya a su interpretación, sino a su comprensión más elemental. Reconstruye la vida de un trovador del siglo XIII. Pero no se entiende nada. Cuando fue publicado en marzo de 1840, causó furor porque todo el mundo quería leerlo para comprobar que el poema no tenía ni pies ni cabeza. Cuenta César Aira en su ensayo Lo incomprensible que aquello que Browning decía en Sordello quiso leerlo un hombre enfermo, amante de interpretar textos. Su mujer terminó por comprar el libro y leerle el poema: “Sus últimas palabras (pues irónicamente murió casi inmediatamente después de haberlo escuchado) fueron: ¡No entendí nada, pero nada! Hoy se especula si su muerte fue a causa de la desesperación o precisamente lo inverso, si en realidad murió de esperanza. Tal vez lo que realmente quiso decir haya sido: ¡Por fin no entendí algo!”.

En la breve antología de Le Monde sobre el cine incomprensible, no faltan 2001: Una odisea del espacio (Kubrick), por sus tres minutos de pantalla en negro en la apertura (que han generado tantas leyendas), y algunos de los filmes de David Lynch, como el desazonante Lost Highway (Carretera perdida). Se podrían añadir ciertas películas de espías, como el reciente El topo, de Tomas Alfredson, basado en Le Carré y totalmente atestado de laberintos interiores imposibles de desentrañar. Nada grave. No olvidemos que Einstein decía que, después de todo, lo más incomprensible del mundo es que sea comprensible.
Enrique Vila-Matas es escritor.

lunes, 4 de mayo de 2015

Buena gente que camina. Andar puede ser un gesto revolucionario. Lo recuerda la ensayista Rebecca Solnit en 'Wanderlust'.

Crucé las avenidas mezclándome con inevitables flâneurs, vagabundos y turistas, con hombres sospechosos por su solo andar improductivo, sin rumbo ni destino; con mujeres que llevan siglos disputando su derecho a caminar sin ser tomadas por prostitutas ni acosadas ni violadas. Cruzando nuevos barrios amurallados y urbanizaciones planificadas contra el caminante, vimos tras las cristaleras de los gimnasios a los Sísifos de cinta mecánica (ese invento perverso que, recuerda Solnit, nació en una cárcel).

Juntos, sin dejar de caminar por las páginas de Wanderlust, nos unimos a quienes venían marchando desde lejos, desde muy lejos: revolucionarios y amotinados que un día echaron a andar y aún resisten, caminantes por la paz o los derechos que cruzan países, obreros, ecologistas, peregrinos, zapatistas, marchas civiles que corren una inacabada carrera de relevos hasta nuestras últimas marchas de la dignidad que prolongan el caminar como un acto político, una forma de desobediencia civil.

Junto a Solnit he caminado varias jornadas, siguiendo sus pasos, sus derivas y rodeos, sus momentos en que se detiene a mirar algo, incluso una nimiedad; las veces en que aprieta el paso y a fuerza de abarcar todos los aspectos posibles del tema nos fatiga, nos marea, nos aburre incluso, sin que podamos dejar de andar, porque caminar, leer, pensar, caminar, tiene un efecto euforizante, nos resitúa en la tierra, libera el cerebro y recupera el cuerpo frente a la incorporeidad creciente de nuestras vidas, nos vincula a quienes andan a nuestro lado, nos hace libres al buscar espacios libres y tiempo libre para recorrerlos.

No se pierdan esta marcha, este libro. Sigan andando.

Wanderlust. Una historia del caminar. Rebecca Solnit. Traducción de Andrés Anwandter. Capitán Swing. Madrid, 2015. 472 páginas. 22 euros.

lunes, 29 de diciembre de 2014

El largo abrazo de la lectura. La Navidad es una época ideal para que los niños se aficionen a leer

Con la lectura, con el placer de abrir ventanas, mundos nuevos, posibilidades, con ese desarrollo continuo de la fantasía, la imaginación, el niño va creciendo. Crece como persona y como lector, aunando estas dos vertientes y potenciando una visión más completa de ese encuentro con las letras, con la vida. Fechas éstas con mucho tiempo de ocio, con espacios para compartir la lectura en familia o de forma individual, pero cimentando un hábito, una costumbre que debe hacerse placentera. En esta nueva cita, esta invitación a navegar por títulos y temáticas, para que sea cada cual el que elija a qué aventura atreverse.

VALORES, CLASICOS Y EMOCION
12 poemas de Federico García Lorca, ilustrados por Gabriel Pacheco, en la editorial Kalandraka. Algunos libros no solo son para niños, alcanzan a todos los públicos. Este es uno de ellos, y la belleza y capacidad sugestiva de las ilustraciones potencia más si cabe el poder de la palabra del universal poeta granadino.
Sofía viaja a la Antártida, de Alison Lester, en Ekaré. Una aventura en forma de diario detallado, con sensibilidad y frescura, la protagonista Sofía nos lleva hacia un territorio para que lo disfrutemos, lo conozcamos y aprendamos a cuidarlo. Valores como la ecología, la amistad no son incompatibles con el desarrollo sensorial.
La cocinera del rey, de Soledad Felloza y Sandra de la Prada, en la editorial OQO. Para niños y niñas de 3 a 7 años, una historia de recetas y versos pero que esconde otros valores como la igualdad entre hombre y mujer, bien camuflada, con naturalidad, hace que ser positivo cambie la perspectiva sobre las cosas.
Las tres princesas pálidas, de María José Martín Francés y Carole Hénaff, en Kalandraka. Un libro para soñar, una historia mágica de princesas y un rey, con el atractivo suficiente para no dejarnos apenas respirar. Ilustraciones de coloridos suaves que ambientan oportunamente. Y valores como la humildad acaban por brillar con luz propia ante el pueblo.
Escarabajo en compañía, de Pep Bruno y Rocío Martínez, en Ekaré. Un escarabajo nada aburrido este, con aventuras en las que la amistad, la solidaridad, el juego, la diversión, aparecen como elementos de referencia en estas aventuras que no aburrirán a todo lector que se precie de ese disfrute.
Issun Boshi, de Icinori, en Ekaré. Una preciosa historia, basada en un cuento tradicional japonés, que nos habla del valor y de la entereza para no cejar en la lucha personal por hallar un lugar en el mundo. Unas ilustraciones de tonos cálidos ambientan este relato que gusta de ser escuchado en voz alta.
Un cóndor en Madrid, de Paloma Muiña, en Edelvives, para niños de más de 8 años. La historia de Adriana y Manu es una aventura cargada de acción, ternura, de valores como la amistad y el compañerismo, el respeto hacia los otros, y el abuelo de Adri y Esteban son dos personajes nada aleatorios en esta travesía que Muiña nos plantea desde la agilidad de un lenguaje y la ternura que hacen posible un viaje casi imposible.
Detective por casualidad, de Lucia Vaccarino, en Edebé. A veces los lazos familiares pueden fortalecerse a través de aventuras inesperadas, compartiendo vivencias y momentos, como es el caso de esta madre e hija, que tendrán que descubrir si es real la existencia de ciertos fantasmas en una mansión extraña, ya en las afueras del pueblo. Dinámica y entretenida, esta historia, para niños de más de 10 años, entrará fácil entre sus preferencias lectoras.
La tortuga tranquila y otros cuentos, de Michael Ende, en Algar. Con una prosa fácil y una serie de valores a tener en cuenta, Ende nos deja estos relatos con un poso siempre de humanidad en el papel de los animales protagonistas, y un buen saber hacer al frente de historias para ser contadas y leídas.
Brazos largos, de Jackeline de Barros y Nono Granero, en Canica books. Para que una historia sea entrañable tiene que llegar, extender sus alargados brazos entre los ojos del lector, hacer que esa enredadera te atrape. Abuela y nieta trenzan esta historia -ilustrada tan certera y vivamente- para que cualquier lector que busque lo emotivo de esa historia -universal- recoja todos esos valores y los incorpore a su vivencia personal y lectora. Un libro muy especial para lectores ávidos de buenas sensaciones.

AVENTURAS PARA SOÑAR
Feroz, el lobo, de Margarita del Mazo y Leire Salaberría, en OQO (8-12 años). Una versión revisada la que se nos hace del cuento de Caperucita, con cierto cambio en el rol de los personajes, y con apreciaciones sobre lo poco que hay que fiarse de las apariencias. Una historia -recuerda un poco a la Ensalada de cuentos, de G. Rodari- entrañable y sorpresiva.
Números, de Leo Lionni y Antonio Rubio, en Kalandraka. Un cuento para que los más pequeños no solo aprenda a contar, sino que disfruten con ese juego que se les propone, en el que lo musical y lo visual se compaginan para dar lugar a esta pequeña y deliciosa obra.
Otto, el niño que llegó con la nieve, de Laia Longan, en Algar. Una buena historia para un primer libro es no partir de cero. Longan traza este personaje (Otto) cuya personalidad irá llenando estas páginas con un misterio que guarda y que tendrá que resolver él solo. Intenso y tierno, este relato habla de esas apuestas que hay que hacer en la vida, y en cómo los dioses, en este caso, tienen algo que ver de fondo.
Historias de Tashi, de Anna y Barbara Fienberg, en SM. Jack tiene un nuevo amigo que es toda una caja de sorpresas continuas en forma de historias, que se dejan leer en voz alta. Pueblan este volumen el encuentro de Tashi con seres y personajes de todo tipo y condición, lo cual hará el viaje más intrépido e intenso.
¿Quién puede vencer al viento?, de Charo Pita y Mario Arbona, en OQO. Este cuento, con una base de historias tradicionales, mezclando personajes humanos y animales, nos trae unos valores a tener muy en cuenta, como la insistencia, la confianza, la humildad. Hay que traer al viento para que llueva, y hay que superar una prueba pero no siempre el más fuerte y rápido está preparado.
Enciclopedia de Idhún , de Laura Gallego, en SM. Un volumen completo y pormenorizado para adentrarse en un universo tan fascinante como mágico como Idhún. Este trazado cronológico recorre leyendas, seres mitológicos, pueblos, hábitos... llevándonos por luces y sombras, mitos y héroes, y atrapando a lector que se precie de estos mundos y aventuras.
La bruja del pan pringao, de Pilar Mateos, en Algar. Divertida esta historia de una pequeña empeñada en ser bruja, y cuya insistencia le hará acercarse a su propósito. Para ello nos lleva por un itinerario en el que las travesuras y las anécdotas salpicarán, alegremente, todo ese recorrido.
Erik Vogler y los crímenes del Rey blanco, de Beatriz Osés, en Edebé. Este es un libro para que los jóvenes se adentren con buen pie en la novela policíaca. Misterio, crímenes, bajo una prosa fluida, ágil, con diálogos dinámicos y personajes que se verán envueltos en situaciones inesperadas.
El caso del robot hipnotizador, en Edebé. La Pandilla Click en una nueva aventura en torno a un concurso científico. Parece que el profesor Click puede ganar, pero el malvado de turno pondrá las cosas bien difíciles, y la pandilla tendrá que neutralizar tan aviesas intenciones. La parte final del libro contiene información complementaria y pasatiempos, que hacen más atractiva dicha lectura.
Cara de pájaro, de Rocío Bonilla, en Algar. Un libro con un personaje entrañable de cuya búsqueda nos hará partícipes y cómplices desde el primer momento. La frescura y vitalidad del personaje es un reto para la imaginación, para indagar en esas posibilidades que hacen de lo cotidiano algo mágico.
Carrasco quiere ser un pájaro, y pondrá todo su empeño en ello. Un trocito de horizonte, de Arturo Abad y Miguel Cerro, en OQO. Un cuento que nutre la fantasía, la ensoñación, con ese aire poético que invita a navegar por esas ilustraciones tan cálidas y sugerentes de Miguel Cerro, camino de esa aventura de ir un poco más allá, de intentar descubrir qué nos aguarda, con este pirata, tras el horizonte. Un libro para salir a la búsqueda de sueños alcanzables, en un universo con algunos límites a tener en cuenta.

ALBUMES ILUSTRADOS
Antes, después, de Anne-Margot Ramstein y Mathhias Aregui, en la editorial SM. Album ilustrado que no contiene ni un sola palabra, todo son ilustraciones con ese lenguaje narrativo que se nos propone y que hace que nos detengamos en el antes y el después de las cosas, el principio y el fin, intervalo en el que transcurre la acción. La plasticidad de la propuesta nos lleva por ese hilo que se traza muy relacionado con la humanidad y lo cotidiano.
Cadavercita roja, de Luis Murillo y Emi Ordás, en Algar. Un álbum ilustrado que nos trae esta reinterpretación del cuento de Caperucita en una aventura de una zombi, su abuelita y un lobo, en un ambiente muy particular. Solo las ilustraciones ponen los pelos de punta, creando una atmósfera propicia para los amantes de historias terroríficas.
El viaje de Pipo, de Satoe Tone, en SM. Album ilustrado que alcanzó el Premio I. de Ilustración de la Feria de Bolonia 2013. Ilustraciones cálidas que ambientan esta historia de Pipo y una oveja que emprende un viaje a través de los sueños. El roce y las vivencias crean un vínculo entre ambos personajes.
Al sur de la alameda, de Lola Larra y Vicente Reinamontes, en Ekaré. Una novela gráfica que habla de la importancia de la educación pública, y de la reivindicación que los estudiantes chilenos hicieron en su momento. Nicolás y Paula son dos de los protagonistas de esta trepidante novela que nos mantiene atentos desde la primera página.
El miedo del pasillo, de Raimon Portell y Sergi Portela, en Algar. Narrar con alegría ese miedo infantil es una forma de conjurarlo. A través de este álbum tan oportunamente ilustrado con colores cálidos, no estridentes, y con una letra adecuada para los más peques, nos adentramos en un pasillo con un misterio franqueable.
La vuelta al mundo de Mouk, de Marc Boutavant, en SM. Album con vistosas ilustraciones que hacen más ameno y divertido ese itinerario a través de distintas culturas del personaje de Mouk. Descubrir otras formas de vivir, de alimentarse, otros idiomas, fortalece lazos con otros amigos, otras gentes, y con este planteamiento dicho acercamiento se potencia.

OTROS LIBROS, OTRAS LECTURAS
Altos vuelos, de Golden Cosmos, en Barbara Fiore. Preciosa la composición y la presentación de este desplegable, con referencia a la historia de la aviación, que hará pasar un rato entrañable y placentero a los lectores, no solo por el contenido en sí sino también por la ductilidad del formato y las posibilidades que nos ofrece.
A mares, de M Jesús Jabato, en Factoría K. La poesía, cuando la música y el ritmo se conjugan a un tiempo, puede resultar todo un placer para el lector, para el disfrute de los sentidos. En este libro hay un buen ramillete de poemas que invitan a la ensoñación en torno al mar, para todos los públicos.
Arrepita de manteca, de Rosana Faría, en Ekaré. Para los más peques este cuento -que suena a canción por la musicalidad- sobre la importancia de la lactancia materna, la familia, poniendo en alza valores del grupo que funciona como un todo en torno a los más pequeños.
¿Dónde está mi zapato?, de Tomi Ungerer, en la editorial Kalandraka. Para primeros lectores todo un clásico de la Literatura Infantil y Juvenil que aún mantiene las constantes vitales de frescura y planteamiento distinto. Para despertar la destreza visual, surgen esas ilustraciones que tienen la capacidad de sorprendernos a cada instante. Una creatividad que merece estar en toda biblioteca que se precie.
Las meriendas de Lila, de Moulin Roty, en SM. Una forma atractiva de acercar a los niños a la cocina, a través de la familia y de este libro con vistosas propuestas para hacer meriendas y postres, ahora que la cocina se ha puesto de moda.
Máquinas voladoras, de Nick Arnold, en Edebé. Este libro-caja es una incursión en el mundo de la aerodinámica, de manera lúdica, bien explicada. Ese vuelo de explorador que a los niños les permite soñar, ya desde pequeños, con ese misterio eterno de mantenerse en el aire. Práctico y original, un regalo ideal para estas fechas.
El diluvio universal, en Barbara Fiore. Es un álbum un tanto especial, no solo por el contenido, sino por el tratamiento de éste y el diseño y acabado de los desplegables que podemos encontrar en el interior y que son llamativos. La cronología del interior ayuda a seguir la línea narrativa propuesta en torno a Noé, un personaje interesante, y cuyas ilustraciones dan otra perspectiva sobre esta historia.
Dragonero, de John Lacey, en Ekaré. Una correspondencia en forma de correos electrónicos nos invita a entrar en esta aventura de Eduardo y su madre con su tío Manuel respecto a un dragón que les ha dejado y que les está causando no pocos problemas. Divertida y entretenida, esta lectura trepidante invita a los lectores a no despegar sus ojos de estas páginas.
Cuentos a patadas, de José Urriola, en Ekaré. Un volumen este interesante y distinto, no solo por la temática (deporte rey), también por el tono, por la forma de transmitir una serie de reflexiones en torno a la historia del fútbol, con buen sentido del humor, en el que a través del protagonista veremos el paralelismo entre fútbol y vida.
Lo que cuentan las estatuas del mundo, de Montse Ganges, en Ekaré. Para niños a partir de 12 años. Un planteamiento original el que se nos propone, en el que las estatuas son las protagonistas, con voz, invitándonos a un viaje un tanto especial hacia la fantasía y el conocimiento.
Fuente: http://www.diariocordoba.com/noticias/cuadernos-del-sur/largo-abrazo-lectura_928044.html

miércoles, 9 de julio de 2014

La mamá que ayuda a curar el miedo de los niños con cuentos de mono

Un libro sobre un mono escrito a mano por una madre que intentaba explicar una operación a su hija pequeña, ahora ayuda a decenas de miles de niños a no temerle a los hospitales.


La inglesa Helen Sadler dibujó la historia "El mono tiene una operación" cuando su hija Josephine tenía 18 meses y estaba a punto de ser sometida a una operación de pulmón.
Ahora, casi seis años después, el personaje forma parte del pénsum de libros de escuelas en el Reino Unido. El objetivo es ayudar a los niños a entender las situaciones que pueden encontrar en los hospitales, en las consultas del médico e incluso la vida.

También los motiva a llevar una vida saludable.
Todo empezó en 2007, cuando tras el escáner de ultrasonido de las 20 semanas de gestación a Sadler le dijeron que su bebé tenía una enfermedad hereditaria que consistía en la formación de quistes en los pulmones, y que la niña necesitaría de una operación grande a los 18 meses.

Pero, en la medida que fue preparando a Josephine para la sala de operaciones, Helen se dio cuenta que no habían muchos libros que explicaran a su hija lo que estaba sucediendo.

"Cuando fuimos a la cita preoperatorio, todo fue muy traumático y bastante aterrador", cuenta esta madre. "El hospital (en Brighton) tenía unas buenas fotografías que te explicaban todo el proceso, pero no te las podías llevar a casa". "Todo fue muy rápido y no podías absorber nada, y los niños estaban tan aterrados como los padres", agrega. Así que se basó en un juguete para dibujar a su personaje Mono y creó la historia de cómo este animal iba al hospital para una intervención.
"Esta historieta hecha a mano la tuvimos que haber leído cada día durante las tres o cuatro semanas previas (a la intervención). Para cuando llegó el día de la operación ella señalaba a las máquinas que hacían 'beep, beep, beep' y comentaba que era como en el cuento del mono".

Sadler cuenta que su hija estaba muy segura y que los especialistas le dijeron que eso había ayudado a que se acelerara su recuperación.
"Para los niños, visitar un hospital varias veces los hace ansiosos y que tengan miedo, es el temor a lo desconocido", dice por su parte el doctor Varadarajan Kalidasan, el pediatra que operó a Josephine.

No pueden vocalizar, y algunas veces no entienden por qué tienen que pasar por ciertas situaciones. Utilizar este concepto de una mascota, un animal o un peluche, lo hace más impersonal, como si le estuviera pasando a alguien más y la ansiedad disminuye", agrega.

El éxito del libro persuadió a Sadler a ayudar a otros en la misma situación. Para pagar por la primera impresión de "Mono tiene una operación" (Monkey Has An Operation), su esposo organizó una caminata de 160km para recoger fondos.

Después, el Hospital Real Alexandra de Brighton le pidió que hiciera una segunda parte con "Mono tiene una prueba de sangre" (Monkey Has A Blood Test). Y lo siguiente fue una petición para que escribiera una historia para las escuelas que explicara cómo funciona el sistema de salud británico en el Reino Unido.
Ahora, el personaje forma parte del pensum de 19.000 colegios del país. El paquete incluye un libro guía, etiquetas, un afiche, una marioneta, una canción y un certificado que anima a los niños a ejercitarse y comer bien.
Sadler está produciendo más de 60 títulos y su siguiente proyecto es trabajar en el aspecto de la salud emocional y el bienestar, lo que confiesa ser bastante difícil.
"Estamos abordando temas complejos como Mono siendo testigo de abuso de alcohol, abuso doméstico, pobreza, o un ambiente en que papá y mamá se están gritando todo el tiempo o están muy ocupados, y el personaje logra salir de esas situaciones".
Fuente: BBC. http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2014/07/140701_salud_testimonio_escritora_mono_gtg.shtml