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jueves, 22 de febrero de 2024

_- HOLOCAUSTO. Viaje al campo de Ravensbrück, el mayor burdel del Tercer Reich.

Supervivientes del campo de Ravensbrück, en la inauguración de un monumento conmemorativo en 1959.
_- Supervivientes del campo de Ravensbrück, en la inauguración de un monumento conmemorativo en 1959.
La historiadora Fermina Cañaveras novela en ‘El barracón de las mujeres’ el horror de las presas obligadas a prostituirse, entre ellas dos centenares de españolas

La historiadora Fermina Cañaveras (Torrenueva, Ciudad Real, 46 años) lleva desde 2008 poniendo nombre, rostro y dignidad a las mujeres obligadas a prostituirse en el campo de concentración de Ravensbrück, el mayor burdel del Tercer Reich, pero aún conserva la emoción intacta. Con la voz entrecortada, no se ha acostumbrado al relato de una infamia. Imposible hacer callo ante un material de trabajo tan espeluznante: el proyecto levantado en la Alemania nazi exclusivamente para atentar contra los derechos de la mujer: violaciones, abortos forzados y esterilización eran los tres pilares sobre los que se levantó este campo de concentración y exterminio por donde pasaron hasta 130.000 mujeres entre 1942 y 1945. El día de su liberación, habían sobrevivido 15.000, de las cuales 200 eran españolas. Fermina Cañaveras ha podido localizar de momento a 26.

A 90 kilómetros de Berlín, Ravensbrück fue el campo más grande para mujeres en territorio alemán y el segundo de Europa después de Auschwitz. Sin embargo, poco se sabe de él. Fue uno de los últimos en ser liberados por los aliados y hubo tiempo para destruir mucha de la documentación que allí se conservaba. 

Así que, enterradas en la cal viva del olvido, que Fermina Cañaveras esté poniendo nombre y rostro a las mujeres convertidas en esclavas sexuales en Ravensbrück se convierte en una literalidad. De entre todos ellos surge el de Isadora Ramírez García (Madrid, 1922-2008), la protagonista de El barracón de las mujeres (Espasa), primera novela de esta historiadora especializada en el área de mujer y represión durante los conflictos del siglo XX. “La historia, por desgracia, está contada en su mayoría por hombres; siempre se ha hablado de exilios, guerras, campos… desde el sufrimiento de los hombres, pero ¿qué pasa con las mujeres? ¿Por qué existe esta tendencia al olvido de la memoria de nuestro país, pero sobre todo al olvido de la mujer?”, se pregunta Cañaveras durante una breve visita a Sevilla, donde se encuentra con EL PAÍS.

Cañaveras ha tenido que novelar la historia de Isadora y otras compañeras en aquel viaje al infierno porque la ficción ha sido el único pegamento para unir las piezas encontradas en su intenso rastreo documental. Aun así, los nombres y, sobre todo, el sistema de humillación y degradación humana perfectamente orquestado por el Tercer Reich para explotar y experimentar con las mujeres bajo pretextos pseudocientíficos son de extremo rigor y veracidad. “Las violaban del orden de 20 veces al día, delante de muchos soldados que acudían para mirar, y muchas de ellas quedaban embarazadas. Era con estas con las que experimentaban, les abrían el vientre y las dejaban morir para ver cuánto aguantaban los fetos”, dice. No es morbo, reivindica la historiadora, “es memoria y así hay que contarlo”.

Fermina CañaverasLa escritora Fermina Cañaveras, con un ejemplar de su libro 'El barracón de las mujeres'.
HUGO G. PECELLÍN

El contexto, pues, que describe El barracón de las mujeres es escalofriante: junto a las violaciones cotidianas, este campo fue un laboratorio para prácticas que escapan a cualquier consideración científica o moral, como inyectarles a las mujeres semen de chimpancé para comprobar si podían procrear híbridos de mujer y mono. A otras les extirpaban partes del cuerpo y las reimplantaban para comprobar su recuperación.

Pero volvamos a Isadora Ramírez García, una de las últimas supervivientes españolas conocidas, que murió en Madrid en 2008, justo el año en el que Fermina Cañaveras decidió embarcarse en el rescate de esta historia, y a la que no pudo conocer. El punto de arranque fue una fotografía hallada mientras estaba sumergida en otro proyecto de recuperación de memoria histórica: “Yo estaba investigando cómo se organizó el Partido Comunista en un piso de Atocha en la clandestinidad tras la Guerra Civil, no soy experta en la II Guerra Mundial, pero una militante del PC me puso sobre la pista”. Se resistió en un principio por pulcritud profesional, pero fueron muchas las voces que la animaron a embarcarse en este viaje hacia la dignificación de aquellas mujeres. El juez Baltasar Garzón, que firma la faja de la novela; y sus compañeros en la Comisión de Historia del Teatro del Barrio de Madrid, del que formaba parte entonces, fueron fundamentales para empujar a Fermina Cañaveras a escribir este relato del que no ha salido “indemne”, confiesa.

Y así, en la desvaída fotografía encontrada supo que tenía que dar un vuelco a su trabajo: allí aparecía la imagen de una mujer desde el cuello hasta la cintura, con una inscripción en alemán tatuada en el pecho: Feld-Hure, puta de campo. Así marcaron a Isadora, que murió a los 86 años con el recuerdo imborrable de la humillación escrito aún en su piel. “Utilizo la palabra puta porque es la traducción literal de hure”. En esta novela no hay eufemismo, hay verdad. También en la crueldad de las palabras. “Las embarazadas eran las conejas”, relata la autora, y el barracón de las locas fue el nombre que se utilizó para recluir, en un ostracismo aún más ignominioso, a todas las que no pudieron soportar tanto dolor y perdieron el juicio.
Una prisionera del campo de concentración de Ravensbrück con la inscripción 'Feld-Hure' (puta de campo) en el pecho.
Una prisionera del campo de concentración de Ravensbrück con la inscripción 'Feld-Hure' (puta de campo) en el pecho.EDITORIAL ESPASA


Esa fue la experiencia que marcó para siempre la historia de Isadora Ramírez García, hija, sobrina y hermana de republicanos. Al acabar la Guerra Civil, precisamente, cruzó la frontera a Francia en busca de su hermano Ignacio, desaparecido durante la contienda nacional. Allí se enroló en la Resistencia hasta que fue detenida y deportada a Ravensbrück. Tenía 20 años. Pero hay más personajes reales dentro de El barracón de las mujeres, todas supervivientes del horror: Constanza Martínez (1917-1997), también miembro de la Resistencia, cuya frágil salud tras las huellas que dejó en ella la experiencia del campo de concentración no le impidió llegar a ser vicepresidenta del Amical de Mauthausen. O Neus Català (1915-2019), a quien Fermina Cañaveras sí conoció y cuyo testimonio fue clave para reconstruir esta historia. Neus, precisamente, fue la fundadora del Amical de Ravensbrück. Desde el final de la II Guerra Mundial dedicó su vida a intentar no olvidar los nombres de las que murieron y sufrieron el cautiverio en aquel infierno.

La aragonesa Elisa Garrido (1909-1990) también protagoniza un pasaje del libro que emociona por su coraje. Esta presa provocó la explosión que inutilizó la fábrica nazi de obuses del comando Hafag, al que había sido destinada como esclava. Dedicó su vida a ayudar a quienes habían pasado por la Resistencia.

Y en un escalofriante contraste, la francesa Catherine Dior (1917-2008), hermana del celebérrimo diseñador Christian Dior, se pasea por las páginas de esta novela enrolada en una unidad de inteligencia franco-polaca. “Catherine tuvo muy mala suerte porque fue arrestada en la víspera de la liberación de París. Fue deportada a Ravensbrück, pero sobrevivió”, relata Cañaveras. Su hermano creó en 1947 un perfume en su honor y en recuerdo de sus compañeras: Miss Dior.

Presas con sus hijos en el barracón.
Presas con sus hijos en el barracón.EDITORIAL ESPASA

Y es que, el infierno de Ravensbrück, también el mensaje que quiere trasladar la autora en El barracón de las mujeres, es “una historia de resiliencia y de sororidad. Allí se ayudaron, se acompañaron, se cuidaron y protegieron todas estas mujeres para hacer sobrevivir a la mayoría de ellas. Esta novela es la consecuencia de sus vivencias, de sus miedos, de sus silencios y de sus sentimientos. Es el trabajo de muchas horas de investigación que han culminado en un homenaje a todas las que han permanecido en la sombra de la historia”.

viernes, 26 de enero de 2024

HOLOCAUSTO. La judía que sobrevivió al Holocausto oculta en el corazón del terror nazi.

El libro de memorias ‘Clandestina’ relata la insólita historia de Marie Jalowicz, que desafió al Tercer Reich sin salir de Berlín, eludiendo a la Gestapo y superando las violaciones, el frío y el hambre.
Pasaporte falsificado que usó Marie Jalowicz, cortesía de su hijo Hermann Simon.
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Marie Jalowicz, judía berlinesa que tenía 11 años cuando Adolf Hitler llegó al poder en 1933, nunca había contado cómo sobrevivió al Holocausto. Tras la guerra, se matriculó en la universidad, se casó y tuvo dos hijos, y desarrolló una exitosa carrera académica como profesora de Filosofía en la Universidad Humboldt de Berlín. Durante 50 años, apenas dejó caer algún dato suelto a su familia.

Ya septuagenaria, un día su hijo Hermann le colocó sin previo aviso una grabadora sobre la mesa del comedor. Y empezó a relatar. De forma cronológica, fue contando sus recuerdos, los de una adolescente que hizo frente a la adversidad como trabajadora forzada en Siemens, escapando de los tentáculos de la Gestapo, ofreciendo su cuerpo a cambio de cobijo, pasando frío y hambre. En definitiva, intentando salir a flote de forma clandestina en pleno Berlín, el centro de la pavorosa maquinaria del Tercer Reich, hasta que en 1945 los Aliados derrotaron a la Alemania nazi.

“No sabía cómo iba a reaccionar. Era una mujer difícil de manejar, de sí o de no, en el medio no había nada. Le dije que siempre había querido contar su historia. Y me sorprendió: preguntó: ‘¿Por dónde empiezo?’. Le dije que por el principio, y así lo hizo”, recuerda hoy su hijo, Hermann Simon, historiador de 74 años. El resultado de aquellas sesiones iniciadas el 26 de diciembre de 1997 fueron 77 casetes (900 páginas transcritas), horas y horas de grabación que Jalowicz se tomaba como si fueran una clase magistral. “Duraban 60 o 90 minutos, y tenían principio y final. Algo así solo se puede hacer una vez en la vida”, apunta todavía maravillado Simon en una cafetería del barrio de Prenzlauer Berg, muy cerca de la Nueva Sinagoga de Berlín.

La última de las cintas se grabó ya en el hospital, pocos días antes de la muerte de Jalowicz en 1998. Le dio tiempo a relatar la increíble historia de cómo una joven de 19 años decidió en 1941 que quería vivir y que iba a intentarlo ocultándose en la boca del lobo del terror nazi. Simon trabajó durante 15 años el contenido de las cintas. Comprobó nombres, fechas, lugares y hechos. Aún se sorprende de la exactitud del relato de su madre, de cómo pudo retener toda aquella información durante décadas y sin más ayuda que su memoria.

Hermann Simon Hermann Simon, en la entrada de la Nueva Sinagoga de Berlín, en julio. PATRICIA SEVILLA CIORDIA

Cuando la historia de Jalowicz vio la luz en Alemania en 2014, impactó a crítica y lectores. Se habían publicado muchos relatos de supervivientes, pero ninguno como este. Ninguno contaba cómo una joven judía había pasado a la clandestinidad y había aguantado sin ser descubierta en Berlín hasta el final de la guerra. Tampoco era habitual ese estilo desapasionado, crudo, sin voluntad estilística sino puramente documental. Y, sobre todo, como destaca Simon, “tan honesto”.

La versión abreviada y editada de las grabaciones de Jalowicz, elaborada con ayuda de la autora Irene Stratenwerth, no ahorra detalles de ningún tipo, tampoco los más íntimos. “No quisimos dejar nada fuera”, confirma el historiador. Las memorias, tituladas Clandestina, se han publicado en España en las editoriales Periférica y Errata Naturae, en traducción de Ibon Zub

Marie Jalowicz.
Marie Jalowicz Imagen de Marie Jalowicz alrededor de 1944, cortesía de su hijo Hermann Simon. @HERMANN SIMON

La historia de Jalowicz es sobre todo una hazaña de supervivencia. Hija de una familia culta de clase media, con 15 años pierde a su madre víctima del cáncer y con 17 es reclutada como trabajadora forzada en una fábrica de Siemens. Allí participa en pequeños sabotajes de la producción junto a otras obreras y capataces, y por primera vez describe cómo muchos alemanes no estaban de acuerdo con los nazis. En el relato no hay buenos ni malos, sino personas con sus ambigüedades que se comportan bien o mal según las circunstancias. Recuerda por ejemplo lo que les decía el capataz alemán Max Schulz: “Mi párroco dice que los nazis son los mayores criminales de la historia de la humanidad”.

En 1941, hostigado por las restricciones antisemitas, su padre fallece y ella decide abandonar la fábrica. Pide a su jefe que la deje marchar. Sabe, o intuye, que la persecución de los judíos solo puede empeorar. “¿Por qué quiere irse de aquí?”, le pregunta él. “Quiero salvarme”, responde Jalowicz. “¿Qué pretende hacer sola? Ahí fuera estará sola en el páramo helado”. “Prefiero el páramo helado y prefiero estar sola porque veo en qué va a acabar todo esto. Nos deportarán, y será el final para todas”. En Berlín vivían más de 160.000 judíos en 1933; al final de la guerra quedaban apenas 5.100, según recoge el ensayo Judíos en Berlín, coeditado por Simon.

La odisea de la protagonista cruza un punto de no retorno en junio de 1942, cuando escapa de una pareja de la Gestapo que iba a detenerla y pasa a la clandestinidad. Se quita la estrella amarilla y permanece bajo la superficie de la vida cotidiana de la gran ciudad, con el miedo constante a ser descubierta y una aguja enhebrada en el forro del abrigo. En los tres años que vivió oculta de la burocracia nazi cambió casi 20 veces de casa. La acogieron o ayudaron comunistas, sindicalistas, opositores al régimen, y hasta nazis fanáticos. Algunos sabían quién era, otros lo sospechaban. Al nazi, que presumía de detectar a un judío a distancia, consiguió engañarlo.
Marie Jalowicz Simon

 Marie Jalowicz Simon en 1988, en una imagen cedida por su hijo. @HERMANN SIMON

A través de estas experiencias, los recuerdos de Jalowicz dibujan un vívido fresco de la diversa sociedad berlinesa bajo el yugo del nazismo. No solo de los comerciantes, médicos e intelectuales que formaban su entorno más cercano, sino también de obreros, empleadas del hogar, inmigrantes y marginados. A diferencia de otros clandestinos, como Ana Frank, la joven Jalowicz se movía constantemente por la ciudad. Cogía el transporte público, caminaba, hacía las colas del racionamiento para quienes la cobijaban.

En una ocasión, mientras esperaba que le consiguieran un nuevo lugar donde dormir, tuvo que pasar la noche fuera dando vueltas por Berlín. Y la llamaron las necesidades fisiológicas. Cuenta que se coló en un edificio pequeñoburgués al sudeste de la ciudad. “Cuando encontré una placa con un nombre que me resultó antipático y sonaba a nazi, me acuclillé e hice mis necesidades. ¿Qué pensaría aquella gente al descubrir por la mañana el regalito en el felpudo?”.

La importancia de la suerte
Sus recuerdos evocan momentos de una gran crudeza, como cuando tiene que ofrecer su cuerpo para mantenerse a salvo. Lo cuenta como quien relata lo que desayunó por la mañana. Tampoco elude las violaciones masivas que describe Una mujer en Berlín, el escalofriante texto anónimo que cuenta cómo las mujeres se convirtieron en víctimas de las tropas soviéticas que entraron en Berlín al final de la II Guerra Mundial. “A mí también me tocó, claro. […] Me visitó de noche un tipo fornido y amable llamado Iván Dedoborez. No me importó gran cosa. Luego escribió a lápiz una nota que dejó en mi puerta: que esa de allí era su novia y que me dejaran en paz. Y el hecho es que después de aquello no volvieron a molestarme”.

Su determinación y fuerza de voluntad la empujaron hacia la salvación, pero Jalowicz siempre subrayó la importancia de la pura suerte, tal como lo recordaba en una conferencia en 1993: “La supervivencia de cada individuo que subsistió en la clandestinidad se asentó en una concatenación de azares que a menudo resulta increíble y cabe llamar milagrosa”.

sábado, 13 de enero de 2024

_- ¿Y si todos los libros de historia están mal y la Segunda Guerra Mundial no empezó en 1939?

Pearl Harbor
_- Una imagen de las consecuencias del ataque japonés a la base estadounidense de Pearl Harbor en 1941.FOX PHOTOS (GETTY IMAGES)

Dos de los principales historiadores del conflicto, Antony Beevor y Olivier Wieviorka, apuntan que pudo arrancar en 1937 y en 1941, respectivamente

Sobre la Segunda Guerra Mundial se han escrito decenas de miles de libros. Se ha analizado cada batalla, el frente o la retaguardia, los generales y los gobernantes, los resistentes y colaboracionistas, por no hablar del Holocausto. Sin embargo, existen pocas investigaciones que tengan la ambición de abarcar en un solo volumen uno de los acontecimientos más decisivos y catastróficos no solo del siglo XX, sino de la historia. Dos de las más importantes, La Segunda Guerra Mundial (Pasado y Presente), del británico Antony Beevor, y Histoire totale de la Seconde Guerre Mondiale, del francés Olivier Wieviorka, que acaba de ser editada en Francia, coinciden en plantearse una cuestión crucial: ambas ponen en duda que el conflicto comenzase en 1939.

Beevor argumenta en su ensayo de 800 páginas, que apareció hace una década, que la Segunda Guerra Mundial comenzó en realidad en 1937, cuando Japón invadió China, mientras que Wieviorka cree que no se puede hablar de una contienda global hasta 1941, con el ataque japonés contra Pearl Harbour y la invasión nazi de la URSS. No son los únicos. El periodista  Manu Leguineche arrancaba así su historia general del conflicto, Los años de la infamia (Ediciones B): “La Segunda Guerra Mundial empezó en mi pueblo, Guernica [en 1937]. Así lo aseguró el embajador de Estados Unidos en Madrid, Claude Gernade Bowers, en 1954 en su libro Misión en España. El bombardeo, por vez primera en la historia, de una ciudad abierta le sirvió a la fuerza aérea alemana para ensayar sus aviones y sus bombas”.

Ian Kershaw, uno de los grandes especialistas en el nazismo, divide su historia del siglo europeo en dos periodos. El primero, titulado Descenso a los infiernos (Crítica), abarca desde 1914 a 1949, porque considera que, en realidad, hubo una única gran guerra en Europa que, además, no acabó en 1945, con la capitulación de Alemania, sino en 1949, cuando quedaron claros los contornos de la posguerra. “Había pensado concluir este primer volumen en 1945, cuando cesaron los combates”, escribe Kershaw. “Pero aunque las hostilidades acabaron oficialmente en Europa en mayo de ese año (continuaron hasta el mes de agosto contra Japón), el fatídico rumbo que siguieron los años 1945-1949 vino determinado de forma tan evidente por la guerra y las reacciones ante ella, que pensé que estaba justificado mirar un poco más allá del momento en que la paz volvió a instalarse oficialmente en el continente”.
Soldados soviéticos en la batalla de Stalingrado, entre septiembre de 1942 y febrero de 1943.Soldados soviéticos en la batalla de Stalingrado, entre septiembre de 1942 y febrero de 1943.
ROGER VIOLLET (ROGER VIOLLET VIA GETTY IMAGES)

Según la cronología canónica, la Segunda Guerra Mundial estalla con la invasión nazi de Polonia, el 1 de septiembre de 1939. El 22 de junio de 1941, Hitler lanza la invasión a gran escala de la URSS, pese a haber firmado un pacto con Stalin. El 7 de diciembre de 1941, Japón ataca por sorpresa la base estadounidense en HawáiEl 7 de diciembre de 1941, Japón ataca por sorpresa la base estadounidense en Hawái, y Estados Unidos entra en el conflicto. El 8 de mayo de 1945, se produce la rendición incondicional de Alemania (en los países occidentales se conmemora el 8, mientras que en Rusia se celebra el 9, en uno de los primeros signos de la división que se iba a abrir entre los antiguos aliados). El 14 de agosto de 1945, tras el lanzamiento de dos bombas atómicas contra Hiroshima y Nagasaki, Japón se rinde incondicionalmente y acaba “un conflicto bárbaro en el que murieron entre 60 y 70 millones de personas, un macabro balance en el que los civiles se llevaron la peor parte”, escribe Wieviorka.

Pero en una contienda tan brutal y compleja, que implicó a 23 países y se desarrolló en todos los continentes menos América (aunque uno de los principales contendientes fuese Estados Unidos), es imposible que no haya debates en torno a su cronología. “Yo mismo y otros historiadores tenemos el sentimiento de que no se puede ignorar la guerra chino-japonesa que empezó en 1937 y que continuó hasta 1945″, explica por correo electrónico Antony Beevor, el más famoso historiador vivo del conflicto. “Tampoco se puede ignorar el enfrentamiento entre la URSS y Japón en la batalla de Jaljin Gol, conocida también como el incidente de Nomonhan, en agosto de 1939, porque cambió el curso de la guerra: Japón decidió no invadir Siberia, sino atacar en sus territorios en Asia a Estados Unidos, Reino Unido y Holanda”.
El soldado coreano Yang Kyoungjong, combatiente en el ejército alemán, capturado por los aliados en Normandía, en junio de 1944.El soldado coreano Yang Kyoungjong, combatiente en el ejército alemán, capturado por los aliados en Normandía, en junio de 1944.

De hecho, su libro La Segunda Guerra Mundial arranca con una imagen que une esos múltiples conflictos, que la historiografía más tradicional ha tratado de forma separada: muestra a un soldado coreano, prisionero de los aliados, poco después del desembarco de junio de 1944. Aquel combatiente, Yang Kyoungjong, fue reclutado a la fuerza por los japoneses y enviado a Manchuria en 1938. Fue capturado posteriormente por los soviéticos en la batalla de Jaljin Gol, pero en 1942 lo obligaron a combatir en Járkov, donde fue a su vez capturado por los nazis, que también lo obligaron a servir en un batallón de extranjeros encargado de la defensa de la playa de Utah, durante el desembarco aliado en Normandía de junio de 1944. Pasó un tiempo en un campo de prisioneros en el Reino Unido y, cuando fue liberado, emigró a Estados Unidos. Falleció en 1992 en Illinois, después de haber sobrevivido a demasiadas guerras, que en realidad fueron una.

El libro de Wieviorka, una obra monumental de casi 1.000 páginas, editada a medias por Perrin y el Ministerio francés de Defensa, adopta otro punto de vista: la contienda fue, en realidad, una amalgama de guerras diferentes, pero no se convirtió en global hasta 1941. “A los historiadores les gusta cuestionar las divisiones cronológicas, incluso cuando parecen obvias”, explica por correo electrónico Wieviorka, de 63 años, autor de una amplísima bibliografía sobre el conflicto y un gran experto en la Resistencia francesa. “Por ejemplo, las fechas de la Primera Guerra Mundial (¿terminó en 1918?) o de la Guerra Fría (¿empezó en 1917?, ¿en 1943?, ¿en 1945?, ¿en 1947?) están abiertas al debate. La Segunda Guerra Mundial no es una excepción. El punto de vista de Beevor es totalmente defendible. Por mi parte, creo que debemos fijarnos en el significado de las palabras. Si pensamos en el conflicto como una guerra mundial, que obliga a los beligerantes a conectar los distintos teatros de operaciones, la guerra se convierte en verdaderamente mundial en 1941, con la entrada en liza de Estados Unidos, Japón y la Unión Soviética”.
Soldados soviéticos celebran en Berlín el final de la Segunda Guerra Mundial el 9 de mayo de 1945, en una foto tomada por Mark Redkin.Soldados soviéticos celebran en Berlín el final de la Segunda Guerra Mundial el 9 de mayo de 1945, en una foto tomada por Mark Redkin.
LASKI DIFFUSION (GETTY IMAGES)
Sin embargo, Wieviorka no comparte la opinión de Leguineche —y de otros historiadores— de que la Guerra Civil española (1936-1939, aunque para ciertos investigadores empezó en 1934 en Asturias) formó parte de ese gran conflicto. “Algunos autores afirman que la Guerra de España fue un ‘ensayo general’ de la Segunda Guerra Mundial. No comparto esta opinión. Hay que admitir que hubo una serie de presagios de ese conflicto, como el bombardeo de civiles. Pero, por lo demás, sigo siendo escéptico. En primer lugar, porque Asia no participó en modo alguno, ni tampoco Estados Unidos. En segundo lugar, porque el componente naval desempeñó un papel limitado. Por último, y sobre todo, me parece que las cuestiones internas pesaron más que las cuestiones más globales que caracterizaron la Segunda Guerra Mundial”.

Otro gran investigador del contienda, Max Hastings, también escribió una historia global, Se desataron todos los infiernos. Historia de la Segunda Guerra Mundial (Crítica). No pone en duda la cronología oficial, pero aporta una frase que resume muy bien la dimensión de aquel cataclismo: “Fue la más colosal y terrible experiencia de cuantas haya vivido el ser humano, que siempre inspira a quienes la abordan desde nuestros tiempos una gran humildad nacida de la gratitud por no haber tenido que vivir nada comparable”. Lo peor no es que todavía no sepamos ni cuándo empezó ni cuándo terminó: lo peor es que para algunos dictadores, como Vladímir Putin, todavía puede ser utilizada para empezar una nueva guerra.


sábado, 18 de noviembre de 2023

NAZISMO. Más allá de Mengele: la clase médica en su conjunto consintió o se implicó en el horror nazi.

Un informe de la revista ‘The Lancet’ destaca cómo la ciencia y medicina más avanzadas de su tiempo degeneraron por una ideología nacionalista

Nazismo Alemania
Médicos y científicos alemanes sentados en el banquillo, acusados de experimentos con los prisioneros de los campos de concentración. De los juicios de Núremberg salieron las primeras normas universales para la experimentación con humanos.BETTMANN (BETTMANN ARCHIVE/GETTY IMAGES)
Anita Andres no había cumplido los dos años cuando ingresó en un centro que atendía a niños con problemas de desarrollo en Mosbach (Alemania). La pequeña no había logrado aún el promedio cognitivo y físico para su edad. Era 1941 y el régimen nazi había aprobado hacía años la esterilización de las personas con alguna discapacidad y, en caso de quedarse embarazada, el aborto forzoso. Pero para los niños con algún trastorno cognitivo o incapacidad física, bastó una orden ministerial en 1939. Anita fue derivada, junto a otros 52 niños, al Hospital Universitario Psiquiátrico de Heidelberg. Estaba dirigido por Carl Schneider, uno de los más reputados psiquiatras de su tiempo. Dirigía un estudio que buscaba establecer las diferencias entre discapacidades del desarrollo congénitas y las adquiridas en los primeros meses y años de vida. Schneider era también el responsable de Aktion T4, el programa estatal de eutanasia. Tras ser estudiada, Anita fue asesinada y, como ella, otros 10.000 niños con alguna discapacidad. La revista médica The Lancet acaba de publicar un informe repleto de historias como la de Anita. Uno de los objetivos del trabajo, publicado 90 años después del ascenso de Hitler al poder, es que los actuales y futuros médicos no olviden el horror en el que degeneró la ciencia y práctica médica.

La medicina del período nazi probablemente sea tristemente famosa hoy sobre todo por los experimentos que realizaron personajes como el médico Josef Mengele con los prisioneros del campo de exterminio de Auschwitz. Mengele, primero destinado al campo de los gitanos, acabo siendo jefe de la enfermería del complejo Auschwitz-Birkenau. Su poder sobre quién moría y quién vivía un poco más era absoluto. A los pies de las rampas de los trenes que traían a los judíos como ganado desde toda Europa, Mengele decidía con un gesto los que iban directamente a las duchas, es decir, las cámaras de gas, y quién iba a trabajos forzados. Sus investigaciones, en especial con los gemelos, fueron infames, sin ningún respeto por la condición humana.

“La falacia más dañina sobre la implicación de la medicina en el nazismo quizá sea la idea de que las atrocidades fueron obra de unos médicos radicalizados

Extracto del informe
Sin embargo, personajes siniestros como Mengele o Schneider impiden ver el verdadero drama. El profesor Herwig Czech, de la Universidad Médica de Viena, codirector de la comisión autora del informe, lamenta en una nota que “a menudo sorprende lo poco que se conoce de los crímenes médicos de los nazis, más allá quizá de una idea vaga de los experimentos de Josef Mengele en Auschwitz”. Lejos de esa imagen estereotipada, la situación fue mucho peor y más allá de unos cuantos médicos. En la introducción del informe se puede leer: 

“La falacia más dañina sobre la implicación de la medicina en el nazismo y el Holocausto quizá sea la idea de que las atrocidades médicas fueron obra de unos médicos individuales, radicalizados”.

Esa idea de las manzanas podridas se contradice con los datos que ha reunido el informe: De entre las profesiones liberales, y dejando a un lado los funcionarios, fueron los médicos los que más se afiliaron en masa al NSDAP, el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán. Hasta el 65% de los doctores alemanes eran afiliados al final de la guerra, según cita el informe. Probablemente, muchos lo hicieran por simple oportunismo, pero también pesaron, dicen los autores del trabajo, el pensamiento autoritario mayoritario entre los facultativos y su convicción personal de que los judíos contaminaban al pueblo alemán.
 
Los visitantes del Memorial de Auschwitz observan una fotografía con unos de los niños que sufrieron los experimentos del doctor Josef Mengele.Los visitantes del Memorial de Auschwitz observan una fotografía con unos de los niños que sufrieron los experimentos del doctor Josef Mengele. BEATA ZAWRZEL (NURPHOTO/GETTY IMAGES)
Otro de los mitos que intenta desmontar este trabajo es la visión de que no fue la ciencia alemana, sino una especie de pseudociencia la que encontró el favor de los nazis. Esta minimización o justificación podría venir, al menos en parte, del deseo de la comunidad médica de distanciarse y distanciar su investigación de los que cometieron los crímenes. Sin embargo, como recuerda el informe, mucha de la investigación realizada durante el régimen nazi se publicó en revistas científicas (el mecanismo habitual para la validación de sus resultados). Algunos de sus hallazgos fueron leídos y aplicados en todo el mundo durante muchas décadas y han acabado integrados en el conocimiento médico general, muchas veces sin ni siquiera hacer mención a su origen oscuro.

Durante los juicios de Núremberg, en los que se juzgaron a los jefes nazis y sus cómplices, como destacados médicos, salieron a la luz una serie de experimentos de altitud e hipotermia llevados a cabo por el médico del campo de Dachau Sigmund Rascher. Aunque los ensayos casi siempre eran mortales, la aviación estadounidense no tuvo reparos en aprovechar sus resultados. Además, como recoge el informe de The Lancet, varios de los científicos involucrados en esta investigación, como Siegfried Ruff y Hubertus Strughold, fueron reclutados inmediatamente después de la guerra por la Fuerza Aérea del Ejército de Estados Unidos. Strughold tuvo una carrera destacada en el programa espacial estadounidense, siendo considerado el padre de la medicina espacial. El olvido ha llegado hasta el propio nombre de las enfermedades que, como sucede con el síndrome de Asperger o el síndrome de Reiter, llevan el apellido de médicos nazis o que enviaron a sus propios pacientes a la muerte.

Corresponde a todos en la comunidad médica y sanitaria evitar que se desvanezca el recuerdo de los acontecimientos de la era nazi” Shmuel Pinchas Reis, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén 

A lo largo del informe se insiste en no demonizar especialmente a la ciencia y medicina alemanas de la época. Ha habido otros caso de complicidad con las autoridades para cometer genocidios, pero el caso del alemán es especial. Los autores destacan, por un lado, que es la historia de horror mejor documentada, a pesar de que intentaran eliminar muchas pruebas cuando el destino de la guerra estaba decidido. Más importante es, según dicen los miembros de esta comisión, que, en aquel tiempo, Europa y su ciencia representaban la cumbre del progreso humano y en lo más alto estaba la ciencia alemana. Además, la bioética había nacido allí: en 1900, cuando tras una serie de experimentos con sífilis en mujeres y niños provocó un escándalo, se reguló la experimentación con seres humanos décadas antes de que lo hiciera cualquier otro país. En otros casos, el régimen nazi y sus médicos solo copiaron lo que se hacía en otros lugares: las primeras leyes de esterilización forzosa fueron aprobadas en Suiza y Dinamarca un lustro antes de que Hitler llegara al poder. Y la propia ley alemana aprobada en 1933 estaba inspirada en un borrador de un senador estadounidense. En Estados Unidos se esterilizó a miles de latinas en la primera mitad del siglo XX y se siguió esterilizando a discapacitados hasta los años 70.

De aquel espanto y su juicio en Núremberg nacieron las primeras normas internacionales sobre el tratamiento de los pacientes y, particular, el consentimiento informado para los ensayos con humanos. El profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén y coautor, Shmuel Pinchas Reis, recuerda en una nota: “Nuestro informe expone algunas de las distorsiones más horribles de la práctica y políticas médicas de la historia y corresponde a todos en la comunidad médica y sanitaria evitar que se desvanezca el recuerdo de los acontecimientos de la era nazi. Debemos estudiar esta historia de lo peor de la humanidad, para reconocer y trabajar contra patrones similares en el presente, con el objetivo de promover lo mejor”.

martes, 29 de agosto de 2023

Carta durante el nazismo. Testificando la Verdad

Estas líneas fueron escritas por la Dra. Eva Reichmann a “ES”

1 en una carta fechada el 10 de diciembre de 1958. 

 2 Reichmann, entonces Director de Investigación de la Biblioteca Wiener de Londres, se refería a un relato de más de 40 páginas de un testigo presencial que ES había proporcionado a la Biblioteca y que fue recopilado por la colega de Reichmann, Elisabeth (“Li”) Zadek, en octubre de 1958. 

El informe de ES fue presentado como parte de los ambiciosos esfuerzos de la Biblioteca Wiener para recopilar relatos de testigos presenciales del período del Holocausto a mediados de la década de 1950, un iniciativa que resultó en la recopilación de más de 1.300 informes escritos en siete idiomas diferentes. 

Estos informes ahora han formado la base de un nuevo recurso digital que está produciendo la Biblioteca de Wiener, Testificando la Verdad, al que actualmente se puede acceder en la Sala de Lectura de la Biblioteca y, en un futuro próximo, estará disponible en línea. 

Con el apoyo de la Conferencia sobre Reclamaciones Materiales Judías contra Alemania (Claims Conference), el proyecto comenzó en Londres, desde donde Reichmann dirigió un pequeño equipo de al menos cuatro o cinco miembros del personal remunerados y voluntarios adicionales para recopilar informes de los supervivientes. 

Los entrevistadores estuvieron ubicados por toda Europa y trabajaron en localizar, contactar y persuadir a los entrevistados potenciales para que participaran en el proyecto. Su estrategia fue algo desordenada al principio, pero con el tiempo se desarrolló de manera más sistemática. El proyecto comenzó a mediados de la década de 1950 y continuó hasta mediados de la década de 1960, avanzando en una dirección concéntrica y centrífuga: comenzaron cerca de Londres y gradualmente se extendieron más y más a medida que se ampliaba la red de entrevistadores y entrevistados. 

Los informes generalmente no fueron elaborados por los propios sobrevivientes, sino que se desarrollaron a través de conversaciones con los entrevistadores de la Biblioteca. 

Posteriormente, el borrador del informe se presentaba al superviviente para garantizar que fuera una representación precisa de su relato, verificación que a menudo dio lugar a una extensa correspondencia con Reichmann y sus colegas, así como a una firma del entrevistado para confirmar que el relato había sido sido registrado con precisión. 

Sin embargo, hasta donde pueden concluir las investigaciones actuales, no existe ningún registro de las preguntas o tipos de preguntas formuladas a los sobrevivientes ni hay ningún audio disponible de los diálogos entre los sobrevivientes y sus interlocutores. 

Como bien ha señalado Madeline White, los relatos deben considerarse informes altamente mediatizados, elaborados en conjunto en la mayoría de los casos tanto por el entrevistador como por el entrevistado, en lugar de “testimonios” directos palabra por palabra en el sentido contemporáneo de la palabra. 

3 Aunque la colección de informes de testigos presenciales de la Biblioteca Wiener es un registro escrito y los diálogos de las entrevistas no se han conservado, la colección en su conjunto exhibe características y desafíos de interpretación similares a los del testimonio audiovisual del Holocausto, que han sido identificados por Noah Shenker en su estudio Reframing Holocaust Testimony. . 

Al igual que el testimonio audiovisual, los informes de los testigos presenciales de la Biblioteca también “surgieron de una práctica arraigada individual e institucionalmente enmarcada por una amplia gama de objetivos…”

Shenker ha señalado, además, que los testimonios son “moldeados por intervenciones institucionales y técnicas en el momento de su grabación, [y] también se moldean a medida que migran a través de diversas plataformas de medios y a medida que los archiveros desarrollan nuevas formas de preservación digital”.

4 Los intentos de estudio de Shenker para encontrar las “voces institucionales” inextricablemente involucradas en la creación de testimonios de sobrevivientes, y examina las formas en que las prioridades institucionales y las políticas de memoria han estado en conflicto potencial con la agencia de los sobrevivientes en su producción. 

El relato de ES es un ejemplo notable de la colección de la Biblioteca para considerar hasta qué punto algunas de las conclusiones de Shenker podrían aplicarse a los “testimonios” escritos. En su contenido relativamente extenso, el relato de ES demuestra cómo la persecución sufrida por los judíos y otras personas durante el período del Holocausto causó una ruptura irreparable en la vida familiar. El relato describe la desgarradora trayectoria de ella y su familia como familia judía húngara en Fiume, separada por la ocupación y la deportación, y parcialmente destruida por el genocidio. También es uno de los pocos ejemplos entre los relatos de la Biblioteca en el que se registran las reflexiones del superviviente sobre el significado de su experiencia. 

Debido a que el archivo institucional de la Biblioteca Wiener contiene importante correspondencia contextual relacionada con el proyecto de testimonios de testigos presenciales, incluido el relato de ES, este informe en particular demuestra la tensión potencial entre la agencia de los sobrevivientes y las prioridades institucionales, dejando al descubierto algunas de las capas de mediación involucradas en el proyecto de la Biblioteca. 

Finalmente, este breve estudio de caso plantea preguntas adicionales sobre la mediación por parte de instituciones que registran testimonios y el uso continuo de los informes como registros digitales, particularmente mientras la Biblioteca y otras instituciones se esfuerzan por hacer que los testimonios sean más accesibles en línea. 

El relato de “ES”: información histórica clave 
El relato de ES sigue las pautas de formato de los informes de la colección de relatos de testigos presenciales antiguos de la Biblioteca Wiener.

5 Su informe, escrito en alemán, incluye una portada elaborada por el personal de la biblioteca que describe (en inglés ) los siguientes elementos: el título del informe: “Kanada”, el número de índice de serie proporcionado por la Biblioteca: P.III.h (Auschwitz) No. 997, la extensión del informe en páginas: 41, cuando el informe fue registrado: octubre de 1958, por quién: Miss E Zadek, y cuándo ingresó a la colección: marzo de 1959. 

La portada también incluye los contornos del camino de persecución de ES y hace referencia a palabras clave identificadas por el personal de la biblioteca con fines de referencia cruzada. Estos reflejan intereses institucionales e incluyen nombres personales (tanto de ayudantes como de colaboradores), ubicaciones geográficas, nombres de campamentos y guetos, grupos de personas, nacionalidades y otros términos. También hay una sección de “referencias adicionales” que indica al investigador secciones dentro del informe de potencial interés particular (aquí “No judíos ayudando a judíos”, “Dr. Mengele”, los nombres de pila de Blockaelteste y su hermana, y un italiano colaborador y ayudante llamado “Silvano Guerrini.” Firma y fecha de Helen Hirsch, página 5 Solicitud de asistencia IRO, AS, 1949. Archivos CM/1 originarios de Italia, 3.2.1.2. Archivo digital del Servicio Internacional de Seguimiento, Biblioteca Wiener, 80491723. AS era la hija menor de ES. 

En sus 41 páginas, el relato detalla los movimientos de la familia, que incluía a ES y su marido, que se había quedado ciego, sus dos hijas, MS y AS, y los padres de ES, desde su casa en el disputado ciudad de Fiume (Rijeka en croata). A pesar de vivir bajo el régimen fascista en Fiume, ES enfatizó en su informe que ella y su familia no experimentaron antisemitismo en Italia hasta septiembre de 1943, cuando la Alemania nazi ocupó la zona. Con esta dura realidad, la familia partió hacia Venecia, luego a Florencia y luego a Prato, tratando de escapar de las redadas. La familia se separó y ES, sus padres y su marido se trasladaron a Sesto Fiorentino, donde encontraron un respiro temporal al esconderse, hasta que la madre superiora de una parroquia católica local los denunció. 

Sus hijas y su madre se quedaron en la zona de Florencia. ES, su marido y su padre fueron arrestados y enviados a Fossoli, luego trasladados a Auschwitz-Birkenau. Aquí fue separada de su marido y de su padre y los vio por última vez. ES fue seleccionado para realizar trabajos forzados en el llamado comando Kanada, clasificando ropa, bienes, alimentos y otras pertenencias que los deportados traían al campo. Con el tiempo, ES fue trasladada a Zschopau, cerca de Chemnitz, donde la obligaron a trabajar para la Deutsche Kraftwerk Union, después de lo cual la enviaron en un transporte de evacuación en tren, “los ocho días más horribles de [su] deportación”, al Gueto de Theresienstadt. Después de cinco o seis semanas en Theresienstadt, fue liberada y enviada primero a Praga para recuperarse y luego a campos para desplazados en Kaisersteinbrueck, cerca de Viena y Marburg. Regresó a Fiume, donde supo que ...

Sus dos hijas y su madre habían sobrevivido en Florencia y la estaban buscando. Las tres generaciones de mujeres se reunieron después de la guerra. Vea la visualización en pantalla completa del “Mapa del camino de persecución de la familia”: Neatline (un complemento de Omeka) hizo posible mapear la trayectoria de persecución de la familia. 

El relato de ES es vívido y desgarrador, particularmente de su trabajo en el comando de Canadá, con sus descripciones gráficas de las tensas negociaciones entre diferentes grupos nacionales de prisioneros, así como descripciones de las relaciones sexuales entre prisioneros, muchos de los cuales intercambiaban comida y buscaban medios para sobreviven a las condiciones del campamento complementando sus escasas dietas. 

ES también hizo una observación convincente sobre el nombre “Kanada”, cuyos orígenes no han sido completamente aclarados en la literatura sobre Auschwitz. Ella señala: “La pregunta sigue siendo por qué se llamó 'Kanada'. Creo que su nombre original era 'Kanaan' (la tierra de la leche y la miel) y luego los SS, que no estaban muy versados en la Biblia, lo rebautizaron como 'Kanada'”. Al igual que otros relatos de la Biblioteca Wiener (lo que sugiere que este enfoque era potencialmente una pregunta común a los entrevistados), describió algunos casos de ayuda, incluso de un guardia de las SS. Examinó las divisiones nacionales entre los judíos internados, incluso después de su traslado a Zschopau. Su informe termina con una conmovedora reflexión sobre su propia agenda personal al explicar el motivo de su supervivencia, que es una inclusión algo poco común en la colección de testimonios de la Biblioteca. En una sección final separada titulada “Por qué sobreviví – Cómo lo veo” ha concluido que su deseo de seguir viva, su persistente sentimiento de responsabilidad hacia sus hijas y su madre (esta última supone que esperaba el regreso de su hija sana, pero no de su anciano marido o de su yerno ciego), y su experiencia práctica y su intento de permanecer lo más limpia físicamente posible durante su deportación contribuyeron a su supervivencia. Observó desafiante que una vez que se introdujeron las leyes raciales en Italia, una mujer no judía había proclamado que “Todos los judíos tendrán que morir”, a lo que ella respondió: “¡Que me condenen si lo hago!”. Agencia de sobrevivientes y prioridades institucionales Firma y fecha de Helen Hirsch, página 5 Extracto de la portada de “Kanada”, P.III.h (Auschwitz), no. 997 con anotaciones manuscritas. Colecciones WL. Quizás tan convincente como el contenido histórico del informe en sí, la creación del informe y su adquisición para la Biblioteca atestiguan aún más la percepción que ES tenía de su propia agenda mientras intentaba mantener cierto control sobre la vida futura de la narrativa que ella misma tenía. había compilado con Li Zadek (aunque, nuevamente, no hay documentación sobre el diálogo entre los dos – sólo algunos esbozos, como se sugiere a continuación). Como lo demuestra la correspondencia con el personal de la biblioteca, la concepción que ES tenía de su propio papel en la creación del relato y el control de su contenido no siempre iba de la mano con las prioridades institucionales, que se centraban principalmente en reunir material para avanzar en la investigación. Las anotaciones manuscritas en la copia del informe de 1958, así como la correspondencia con ES almacenada en el archivo institucional de la Biblioteca Wiener, revelan las múltiples capas de mediación involucradas en la producción de este informe, un proceso que probablemente más investigaciones revelarán que es aplicable a otros. Las anotaciones en el informe de octubre de 1958 incluyen correcciones de algunos errores gramaticales en alemán, adiciones aclaratorias adicionales, incluida, por ejemplo, la anotación del número de recluso asignado a ES en Auschwitz, así como una nota manuscrita en la portada indicando que el informe debe mantenerse “estrictamente confidencial: en su lugar, consulte la copia revisada”. Es de suponer que es a esta versión del informe a la que se refirió ES al responder a la carta de Eva Reichmann del 10 de diciembre de 1958 antes mencionada con una carta propia unos años más tarde. ES comienza su carta del 5 de febrero de 1962 con una observación mordaz de que cree que Reichmann “se sorprenderá” al leer esta carta, tal vez porque habían pasado varios años desde que ella presentó el informe, pero probablemente también por la naturaleza de su solicitud. Después de haber tenido múltiples conversaciones con conocidos que le habían preguntado sobre sus experiencias durante el Holocausto, se propuso reelaborar y revisar el relato que había enviado a la Biblioteca porque notó varios “defectos” en la versión que le habían enviado, a pesar de haber trabajado con Li Zadek para corregirlos y revisarlos. Ella estaba disgustada por la falta de atención por parte de su interlocutor, pero recomendó a Reichmann ser discreto en sus conversaciones con Zadek sobre estas deficiencias, ya que Zadek la había ayudado con otros asuntos personales en ese momento. ES enfatizó la necesidad de una revisión porque “cuando le conté mi historia a la señorita Zadek, lo único que salió de mi boca fue lo que había pasado y lo que había estado sufriendo, lo que había estado sufriendo durante años en silencio. 

6 ES solicitó además la devolución del informe original, incluidas las copias que se habían enviado a Yad Vashem (en ese momento, la Biblioteca trabajaba en cooperación con Yad Vashem, que canalizó los fondos de la Conferencia de Reclamaciones a la Biblioteca para la producción e indexación de los informes a cambio de copias de los informes para la colección de Yad Vashem). Después de que la biblioteca le devolviera su cuenta original, explicó ES, ella a su vez volvería a enviar la versión revisada. Sin embargo, cuando la carta de E llegó a la Biblioteca, Eva Reichmann ya no ocupaba el puesto de Directora de Investigación. Una carta de fecha 6 de marzo de 1962 de C.C. Aronsfeld, entonces directora interina de la biblioteca, confirma el retraso en la recepción de su carta e indica que el proceso de retractación no fue tan sencillo como ES esperaba. Aronsfeld notó que había una copia en la Biblioteca y dos en Yad Vashem, a quienes tendría que escribir directamente para solicitar esas copias. Aronsfeld aseguró a ES que su informe sería excluido de cualquier publicación e intentó convencerla de que el informe original debería mantenerse en el archivo para fines internos, ya que contenía información que estaba excluida de la segunda versión que había presentado. (Presumiblemente, ES ya había enviado la versión editada a la Biblioteca en ese momento). Aronsfeld también señaló que la versión revisada no contiene su firma, lo cual fue problemático para la Biblioteca. ES respondió inmediatamente desde Berna el 12 de marzo de 1962, señalando su “sorpresa” y su “decepción” con la posición de la Biblioteca, aunque admitió que se olvidó de firmar la versión revisada. ES

Admitió que, además de permitir que se mantuvieran algunos aspectos personales del testimonio que ella había deseado que no se incluyeran en el expediente, también añadió información importante que, en su opinión, la señorita Zadek había omitido en la presentación original. Solicitó que le devolvieran una copia de la segunda versión para poder volver a enviarla con su firma. La correspondencia final registrada entre ES y el personal de la Biblioteca es una respuesta algo concisa de Aronsfeld el 19 de marzo de 1962, indicando que había adjuntado el manuscrito original así como la segunda versión, que ES debería firmar y devolver a la Biblioteca. El registro de correspondencia se cierra en este punto. Mayor mediación y ética del acceso Como se señaló anteriormente, la colección de los primeros relatos de testigos oculares recopilados por Reichmann y su equipo de la Biblioteca Wiener, incluido el informe de ES, ha formado un cuerpo de material que sirve como base para un nuevo recurso digital para investigadores. , 

Testificando la verdad, actualmente sólo accesible parcialmente desde las instalaciones de la Biblioteca en Londres. La creación de este recurso encaja con los esfuerzos recientes de la Biblioteca para revisar sus procesos digitales y su prioridad de hacer que más colecciones sean accesibles a investigadores fuera de Londres. Por ello, muchos de los informes han sido traducidos al inglés, digitalizados, catalogados en su totalidad y preservados digitalmente. La Biblioteca tiene la intención de publicar la colección en línea para que sea accesible a los investigadores, aunque actualmente se están investigando y considerando cuidadosamente una serie de cuestiones relacionadas con la privacidad y la propiedad intelectual antes de continuar. En el proceso de desarrollo de la nueva versión digital, la Biblioteca ha llevado a cabo un esfuerzo de colaboración colectiva para identificar a aquellos que fueron entrevistados o a sus descendientes, y se han realizado y continúan otras investigaciones para garantizar el cumplimiento de las normas de protección de datos y derechos de autor, así como de consideraciones éticas. Estos esfuerzos se están documentando plenamente y, cuando sea posible, en el futuro podrán formar parte del registro documental de la creación de este “nuevo” archivo.

7 Como han sugerido Shenker y otros autores, este tipo de información es vital para comprender las formas en que las “voces institucionales” ayudan a crear colecciones de testimonios y, por lo tanto, informan nuestra interpretación de estos testimonios. Shenker ha señalado que, en lugar de relegar “los momentos que capturan un sentido del trabajo dialógico y mutuo involucrado en el testimonio” a la periferia del proceso de archivo, esta mediación debe reconocerse a través del desarrollo de una “alfabetización testimonial”.

8 Volver a los desafíos de leer el informe de ES en particular: la biblioteca parece conservar una copia original de la versión editada por ES, en la que agregó información a mano que, enfatizó, Li Zadek había omitido. Sin embargo, no está firmado, por lo que es posible que la versión firmada nunca haya sido devuelta (o conservada). Como se señaló anteriormente, ES indicó que su informe era “estrictamente confidencial” y que en su lugar debería usarse la versión revisada, pero esta es la única copia que se encuentra en la colección de la Biblioteca, incluidas las partes que han sido tachadas, explicadas o subrayadas. presumiblemente por su propia mano. Esta versión ha sido digitalizada y traducida, pero como se ha marcado como confidencial, como ocurre con una docena de otras cuentas, el acceso al informe está restringido. En consecuencia, he anonimizado mis propias referencias al informe, con la esperanza de defender el deseo de privacidad del autor, pero también reconozco el “trabajo compartido” (en palabras de Bolkosky y Greenspan

9 que probablemente produjo el importante contenido histórico del informe y que se visualiza en parte en el mapa de arriba, aquello a lo que sin duda Reichmann se refirió en sus comentarios sobre el “significado histórico más allá de lo personal”. Curiosamente, la correspondencia con ES sobre la “vida futura” de su narrativa de hecho devuelve la discusión a lo “personal”: los elementos que quería eliminar, en su opinión, reflejaban opiniones personales problemáticas que tenía en el momento de ser entrevistada. “Ha ayudado a garantizar que sus experiencias se guarden ahora en un archivo y se conserven para la posteridad. De este modo han recibido un significado histórico más allá de lo personal”. Dra. Eva Reichmann a “ES”, 1958 Finalmente, el caso de ES es un ejemplo ilustrativo que respalda cómo se pueden leer e interpretar los testimonios teniendo en cuenta las prioridades institucionales en el momento en que fueron recopilados, así como cuando se digitalizan y difunden. , como ha demostrado hábilmente Shenker. El hecho de que se haya elaborado una portada que incluye indexación, referencias de palabras clave y una secuencia numérica para el informe de ES sugiere que el objetivo de la Biblioteca de recopilar recuerdos de los sobrevivientes “para la posteridad” puede haber pesado más que las intenciones de ES al proporcionar el informe; después de todo, fue adquirido. e indexados dentro de la colección. El hecho de que Aronsfeld haya enfatizado la necesidad de conservar información que la propia ES deseaba que se omitiera indica aún más las prioridades de la época. Del mismo modo, las prioridades actuales de la Biblioteca continúan dando forma a su decisión de digitalizar, mediar más y hacer accesibles informes como el de ES para un mayor acceso a la investigación, mientras intenta equilibrar esto con las solicitudes de confidencialidad y privacidad de los individuos.

10 La exploración de este relato como un caso El estudio para obtener una mayor comprensión de la historia de esta colección plantea preguntas adicionales: ¿Cómo hacemos que la información personal de los testimonios y relatos de testigos oculares esté disponible para la investigación, la educación y la conmemoración respetando al mismo tiempo los deseos e intenciones de los sobrevivientes (o más generalmente, los donantes de material personal)? a archivos)? ¿Cómo pueden los archivos hacer que sus propias “voces institucionales”, sus prioridades y su papel en la creación de colecciones sean más accesibles y centrales en el registro archivístico para los investigadores a medida que interpretan diferentes colecciones de testimonios? ¿Y qué pasa con la posibilidad de una lectura atenta y una “lectura a contracorriente” (en palabras de Jeffrey Shandler)? 

11 de un testimonio cuando están “fuera de contexto” o quedan huérfanos de la colección original a la que fueron adquiridos o si se desprenden de colecciones afines (en este caso, el archivo institucional de la Biblioteca)? Nuestro agradecimiento a Wolfgang Schellenbacher por su ayuda con la visualización de datos, a Ben Barkow por la revisión del borrador y a Leah Sidebotham y Toby Simpson. Notas La autora del informe del testigo ocular en este estudio de caso ha sido anonimizada de acuerdo con sus deseos de confidencialidad, lo cual es en parte un tema de discusión en esta publicación de blog. 

↩ Biblioteca de Viena, Archivo de la Biblioteca de Viena, Correspondencia con ES, 3000/9/1/1370. 

↩ Royal Holloway, candidata al doctorado de la Universidad de Londres, Madeline White, se enfrenta a la definición de testimonio y su aplicación a los relatos de los testigos presenciales de la Biblioteca Wiener en su tesis, que se presentó como “Contextualización de la metodología de la historia oral: un estudio de caso de las colecciones de testimonios del Holocausto de la Biblioteca Wiener”. ”, Research Workshop: Holocaust Testimony, Royal Holloway, Universidad de Londres y Wiener Library, 7 de diciembre de 2018. Para una discusión más detallada sobre los límites del término “testimonio” al describir diálogos entre “entrevistador” y “entrevistado”, ver Henry Greenspan y Sidney Bolkosky, “¿Cuándo una entrevista es una entrevista? Notas de Listening to Holocaust Survivors”, Poetics Today 27, no. 2 (verano de 2006): 431-449. 

↩ Noah Shenker, Reformulación del testimonio del Holocausto (Bloomington: Indiana University Press, 2015), 1-2. 
 
↩ Biblioteca Wiener, P.III.h (Auschwitz) No. 997. 

↩ Biblioteca Wiener, Archivo de la Biblioteca Wiener, Correspondencia con ES, 3000/9/1/1370.  

↩ Nuestro agradecimiento a Toby Simpson, ex director de Digital (ahora director de desarrollo) de la biblioteca, y a Leah Sidebotham, directora de activos digitales de la biblioteca, por su útil discusión sobre estos temas. 

↩ Shenker, 151. 

↩ Greenspan y Bolkosky, 439. 

↩ Sara S. Hodson, “Archivos en la Web: Desbloqueo de colecciones mientras se protege la privacidad”, Primer lunes 11, no. 8 (agosto de 2006). https://journals.uic.edu/ojs/index.php/fm/article/view/1389/1307 (consultado el 13 de abril de 2019). Agradecemos a Leah Sidebotham por esta referencia. 

↩ Jeffrey Shandler, “Sobrevivientes del Holocausto en la lista de Schindler; o leer un archivo digital a contrapelo”, American Literature 85, no 4 (2013). Véase también Shandler, Holocaust Memory in the Digital Age (Stanford: Stanford University Press, 2017). 


jueves, 11 de mayo de 2023

SEGUNDA GUERRA MUNDIAL. Rudolf-Christoph von Gersdorff, el oficial nazi que trató de matar a Hitler hace 80 años.

El suyo fue solo uno de los varios intentos realizados por oficiales del Ejército alemán, y fue uno de los pocos conspiradores que sobrevivieron a la guerra

El 21 de marzo de 1943, hace exactamente 80 años, Rudolf-Christoph von Gersdorff, un oficial del Ejército alemán, dispuesto a morir para liberar a su país de la sombra del nazismo, trató de asesinar a Adolf Hitler. Entre 1943 y 1944, hubo al menos cinco intentos de asesinato en su contra. Este fue el segundo. Aunque su plan fracasó —al igual que los otros— su plan es testimonio de la oposición al nazismo dentro de las líneas militares alemanas, y de la valentía de aquellos que trataron de cambiar el futuro de Alemania.

Gersdorff comenzó su carrera militar en Alemania en 1925, en el 7º Regimiento de Caballería y llegó a ser ayudante de regimiento en Breslau en 1933. En 1938, fue transferido a la Academia de Guerra en Berlín, y formó parte de la ocupación de Sudetenland (zonas de Checoslovaquia que Alemania quería anexar). Posteriormente, en 1939, su unidad fue desplegada durante la invasión de Polonia y actuó como oficial de estado mayor en la ofensiva contra Francia.

Desde 1941, se convirtió en oficial de contrainteligencia del Heeresgruppe Mitte (Grupo de Ejércitos Centro), donde se integró a un grupo de conspiradores que estaban informados sobre los crímenes de guerra en contra de los prisioneros de guerra soviéticos y del asesinato en masa de personas judías por el Einsatzgruppe B (uno de los escuadrones paramilitares de la muerte en la Alemania nazi).

Entre los conspiradores se encontraba Henning von Tresckow, una figura clave de la resistencia del ejército alemán, quien fue reclutado por Friedrich Olbricht, jefe de la oficina, también involucrado en los planes de derrocar a Hitler y de organizar un golpe de Estado, definiendo una estructura clara de cómo se vería el Gobierno después de su muerte.

Originalmente, el plan para asesinar a Hitler iba a ser llevado a cabo por Tresckow bajo la dirección de Olbricht desde Berlín. El 13 de marzo, el dictador visitaría a soldados en el Frente Oriental en Smolensk. Ahí, un grupo de oficiales le dispararían al mismo tiempo después de una señal. Sin embargo, Günther von Kluge, un comandante del Centro le pidió a Tresckow cancelar el plan, señalando que era demasiado pronto y que, al no estar presente Heinrich Himmler (figura clave de la SS, y uno de los hombres más cercanos a Hitler que también buscaban asesinar), existía el riesgo de iniciar una guerra civil entre la SS y el Ejército Alemán.

Al haber fallado, Tresckow intentó otro asesinato colocando una bomba en un avión en el que viajaría Hitler. Sin embargo, esta no fue detonada.

El plan del 21 de marzo
Después del plan fallido de Tresckow, Gersdoff señaló que estaba dispuesto a dar su vida por Alemania en otro intento de asesinato. El 21 de marzo de 1943, Hitler hizo una visita a la Zeughaus de Berlín, una vieja armería donde se guardaban armas soviéticas. Esta visita formaba parte del Heldengedenktag, una fiesta pública en la que se conmemoraba a los caídos en enfrentamientos militares. Al ser tan importante, se esperaba que el dictador pasara bastante tiempo en el lugar, siendo ideal para llevar a cabo otro plan.

Gersdorff era el guía de la visita de Hitler a la Zeughaus. Previamente, el oficial había obtenido explosivos, los cuales colocó en los bolsillos de su abrigo, y los activó para una detonación en 10 minutos. Su plan era arrojarse sobre Hitler en un abrazo que resultaría en una explosión que los mataría a ambos, y posiblemente a otros de los asistentes, entre los que estaban Heinrich Himmer, Hermann Göring, Wilhelm Keitel y Karl Dönitz, todos cercanos a Hitler.

Sin embargo, el líder nazi pasó rápido por el museo, en menos de 10 minutos, lo que impidió que se pudiera realizar el ataque. Gersdorff se quedó con las bombas, y las logró desactivar de último momento. Posteriormente, fue enviado al Frente Oriental para evitar sospechas.

Gersdorff también obtuvo explosivos que después serían usados por otro conspirador, Claus Schenk Graf von Sauffenberg, para otro intento de asesinato.

El oficial fue uno de los pocos conspiradores que sobrevivió la guerra. Otros fueron presos y torturados. Gracias a su silencio, Gersdorff evitó ser arrestado y ejecutado.

Después de la guerra
Al terminar la guerra, Gersdoff participó en la División Histórica del Ejército de Estados Unidos, donde generales alemanes escribieron estudios operacionales de la Segunda Guerra Mundial.

Siendo considerado un traidor por algunos oficiales, fue rechazado de la Bundeswehr, las fuerzas armadas de Alemania Occidental, lo que impidió que pudiera continuar con su carrera militar.

Dedicó su vida a la beneficencia en la Orden de St. John, una rama de una orden militar católica, fundando una organización humanitaria que hasta 2017 tenía 37.000 voluntarios activos y más de 1,3 millones de miembros registrados.

Aunque la visión sobre Gersdorff ha sido positiva debido a su involucramiento en la oposición a Hitler, en años recientes su imagen ha sido revaluada. El historiador Joannes Huerter, del Instituto de Historia Contemporánea de Múnich, resalta que al inicio muchos de los conspiradores estaban informados de los primeros asesinatos en masa, colaborando en ellos, ya que esos crímenes parecerían menos horribles si se sopesaban con la oportunidad de vencer a la Unión Soviética. Una vez que notaron que el riesgo militar no valió la pena y que los asesinatos se convirtieron en genocidio, reconsideraron su postura.

https://elpais.com/internacional/2023-03-21/rudolf-christoph-von-gersdorff-el-oficial-nazi-que-trato-de-matar-a-hitler-hace-80-anos.html

martes, 21 de marzo de 2023

‘Sin novedad en el frente’: el auténtico pacifismo de Erich Maria Remarque.

El escritor alemán mostró los horrores de la Primera Guerra Mundial, pero no dudó en ayudar a los aliados en su lucha contra el nazismo.

En muchas de las grandes películas sobre la Primera Guerra Mundial no aparecen batallas, ni combates, a veces ni siquiera disparos. En 1932, Ernst Lubitsch dirigió Remordimiento, un filme sobre un soldado que, en la posguerra, visita un pueblo alemán para buscar a la familia del último soldado que mató. La gran ilusión (1937), obra maestra de Jean Renoir, trata sobre la relación entre oficiales de diferentes bandos en una prisión; Senderos de gloria (1957), prohibida en España hasta la llegada de la democracia, enseñaba la crueldad de la justicia militar; La vida y nada más (1989), de Bertrand Tavernier, relata la interminable búsqueda de los desaparecidos en Francia.

Todos estos filmes —sobre todo los de Lubitsch y Tavernier— demostraban que las guerras no se acaban cuando dicen los políticos, ni siquiera cuando se silencian las armas, sino que dejan una huella que las sociedades tardan años en quitarse de encima. De hecho, como demuestra la extraordinaria novela de Ignacio Martínez de Pisón Castillos de fuego (Seix Barral), a veces las posguerras son tan violentas como las guerras. Se puede sobrevivir a un conflicto y perderlo todo cuando acaba, como le ocurre a muchos de los personajes de Pisón en el Madrid de los años cuarenta.

Dos de las películas que llegaron a la recta final de los Oscar, la alemana Sin novedad en el frente y la irlandesa Almas en pena en Inisherin son filmes de guerra. En el primer caso, se trata de una nueva versión de uno de los grandes clásicos de la literatura antibelicista, escrito por un veterano del conflicto, Erich Maria Remarque (1898-1970), y publicado en 1929, en pleno auge del nazismo. En su primera parte, el filme muestra cómo el patriotismo enloquecido es capaz de llevar a una sociedad a su destrucción. En la segunda, muestra —a veces con un tono más cercano al videojuego que al cine— los horrores de las trincheras y las batallas. En la película irlandesa, en cambio, la guerra es algo remoto y a la vez muy presente.

Ahora que las batallas han regresado a Europa, resulta muy interesante repasar todo ese arsenal bélico —aunque, en realidad, la guerra nunca se fue muy lejos: Yugoslavia tiñó de sangre el final del siglo XX y, apenas empezado el XXI, Vladímir Putin comenzó en Crimea y luego siguió en el Donbás su ofensiva para destruir Ucrania—. Los expertos todavía debaten sobre los orígenes de la Primera Guerra Mundial —el historiador Christopher Clarke acuñó el concepto de “sonámbulos” para explicar la estupidez de las grandes potencias que avanzaron hacia el abismo sin darse cuenta—, pero sus consecuencias fueron clarísimas: el nazismo, la Segunda Guerra Mundial, el desastre total, el Holocausto… “Los horrores de la Europa del siglo XX nacieron de esta catástrofe que fue, en palabras del historiador estadounidense Fritz Stern, ‘la primera calamidad del siglo XX, la calamidad de la que surgieron todas las demás calamidades”, escribe Clark en Sonámbulos.

Sin novedad en el frente nos enseña a odiar las guerras; pero también nos permite entender que el despotismo debe ser frenado. El pacifismo de pacotilla de los que rechazan armar a Ucrania y quieren entregarle medio país a un tirano que pronto se lanzará por otros territorios y otras víctimas no es el de Remarque, cuyos libros fueron quemados por los nazis, que ejecutaron a su hermana pequeña en 1943 acusada de derrotismo. Desde su exilio estadounidense, él nunca dudó: denunció los crímenes de Hitler y colaboró con los servicios secretos de los Aliados. Odiaba la guerra; pero era consciente de que, si nadie se enfrenta al mal, seguirá avanzando.