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jueves, 7 de julio de 2011

Entrevista a Carlos Fernández Liria y Luis Alegre Zahonero, ganadores del premio Libertador del Pensamiento Crítico 2010

Profesores de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid, colaboradores de El Viejo Topo, Viento Sur, rebelión y de otras páginas alternativas, Carlos Fernández Liria y Luis Alegre Zahonero, que no necesitan presentación alguna, son autores de numerosos artículos de investigación y de libros como Educación para la ciudadanía. Democracia, Capitalismo y Estado de Derecho (2007) y Comprender Venezuela, pensar la democracia (2006). La editorial Akal publicó en 2010 su importante ensayo El orden de El Capital. Por qué seguir leyendo a Marx, con el que han obtenido el Premio Libertador del Pensamiento Crítico 2010.

Después de felicitaros calurosa y muy sinceramente, os pregunto sobre el premio. ¿Quién convoca el Premio Libertador del Pensamiento Crítico? ¿Qué obras pueden aspirar a él?

Cualquier obra que responda de un modo u otro al rótulo genérico de “pensamiento crítico” puede aspirar a este premio que convoca el Gobierno de Venezuela como parte de su proyecto de transformación social. Es un hecho que la mayor parte del sistema internacional de premios y reconocimientos está diseñado para promocionar el pensamiento hegemónico (especialmente en materias de alto impacto político). En ese sentido, parte de la batalla por la hegemonía pasa por ocupar espacios de producción teórica (en Universidades, Institutos, Centros de Investigación, etc.) y crear las condiciones para el reconocimiento, la difusión y la proyección internacional. El Premio Libertador es una de las más importantes contribuciones en esa dirección no sólo por tratarse de un premio con una extraordinaria dotación económica (más del doble que el Premio Príncipe de Asturias, por ejemplo) sino, sobre todo, por el impresionante trabajo de edición y difusión que realiza el gobierno bolivariano: 100.000 ejemplares para distribuir gratuitamente en Venezuela, Cuba y Bolivia y varias ediciones posteriores a precios muy reducidos realizadas por la Editorial del Ministerio de Cultura (que es, aprovechamos aquí para decirlo, uno de los proyectos más impresionantes que ha puesto en marcha el gobierno bolivariano).

El Ministerio de Cultura Venezolano afirma que el Gobierno Bolivariano otorga el premio “con el objetivo de reconocer la labor reflexiva de aquellos autores que han desarrollado una visión distinta a la mirada monolítica del pensamiento imperialista”. ¿Sobre qué tema habéis ejercido vosotros vuestra mirada crítica? ¿Hacia adónde apunta el título de vuestro ensayo?

El libro de El orden de 'El capital' se inscribe en la misma línea de investigación que nuestros trabajos anteriores. En las últimas publicaciones hemos tratado de demostrar la radical incompatibilidad entre capitalismo y ciudadanía. En efecto, en contra del sistema de evidencias tejido por los relatos de legitimación del capitalismo, el proyecto republicano e ilustrado de una sociedad libre y en estado de derecho es incompatible con un régimen en el que las estructuras de poder público no pueden competir en poder con las corporaciones privadas; la democracia es incompatible con un sistema en el que las instituciones políticas soberanas están secuestradas por organismos económicos capaces de estrangular países (tanto del centro como de la periferia) y, llegado el caso, imponer decisiones políticas por la fuerza (ya sea mediante golpes de estado militares o golpes de estado financieros bajo la forma de planes de ajuste); ningún teórico de la tradición republicana e ilustrada habría dado por buena la estafa de considerar “libres” a los ciudadanos cuya subsistencia depende de la voluntad arbitraria de otro particular. Todo esto nos parece algo evidente. Sin embargo, una parte de la tradición marxista ha mostrado siempre gran resistencia a reivindicar como propios los conceptos jurídicos y políticos fundamentales de esta tradición republicana (considerándolos siempre productos teóricos del “orden burgués”). De este modo, hubo (y sigue habiendo) cierta dogmática marxista que, en vez de denunciar la estafa en la que consiste la usurpación por el capitalismo de los conceptos de la Ilustración, considera los conceptos del “Derecho” y el “estado civil republicano” como productos específicamente burgueses e indisociables del capitalismo (lo cual es una auténtica claudicación ante los mitos con los que el capitalismo se legitima).
Seguir la lectura aquí.
(Salvador López Arnal)

lunes, 24 de enero de 2011

1.000 Mil Babelia. Emilio Lledó. Pensar hoy.

Pensar hoy
El complejo mundo en el que vivimos nos exige, cada vez más, responder a una pregunta: ¿qué debo hacer? No basta con acumular conocimientos, ni siquiera con interpretarlos. Hay que pensar.

Por lo que me dicen, a principios del nuevo siglo, hay que pensar en él; en lo que nos traerá, en lo que nos quitará. Al intentar una respuesta a tan interesante pretensión, surge una primera dificultad. ¿Pensar lo que va a ser una época que se presenta, según se predica, como sociedad tecnológica, sociedad de la información, y otros retumbantes pronósticos? La respuesta podría dejarse a los profetas, augureros, pitonisos, magos, oscurividentes, clérigos o hechiceros de distintas sectas, que vaticinan sin cesar sobre nuestro futuro y hasta nos acosan con sus vaticinios. Pero, a lo mejor, eso no es pensar aunque tales personajes utilizan el lenguaje -el instrumento esencial de la comunicación humana- para crear formas de comunidad, identificaciones y diferencias, casi siempre con muy concretas y nada mágicas intenciones.

Habría que saber primero lo que significa ese verbo "pensar", esa palabra. No es un sustantivo: algo hasta cierto punto firme, estable, duradero, como la mesa, la silla o incluso manejable como la pluma con la que escribo; o como mi amigo, o esa pareja que pasea ante mi balcón. Hay, sin embargo, una diferencia entre la pluma, la mesa y, sobre todo, mi amigo, o esa pareja que pasa ante mi balcón. La diferencia, así a primera vista, es que esos seres, esas personas, son también "sustantivos", seres reales, que caminan, que respiran y sobre todo -por eso son personas- que tienen dentro de sí algo más etéreo, más inasible, que fluye por las neuronas y que sustantivamos llamándole pensamiento, aunque no lo veamos, aunque no lo podamos tomar en nuestras manos, ni siquiera cuando lo expresamos ni, casi, cuando lo escribimos.

Un objeto delicado, misterioso, porque está lleno de grumos mentales, de opiniones que se van formando y que, muchas veces, no podemos controlar, ni siquiera saber cómo han venido, por qué las tenemos. Desconocemos incluso si son verdaderamente nuestras o nos las han puesto en el cerebro, nos las han impuesto para cultivar nuestra ignorancia; para degenerarnos, desquiciarnos, hacernos agresivos e irracionales.

Un objeto delicado y por ello peligroso. Está expuesto a mil ataques en los que podemos perder lo que somos y el sentido de dónde estamos. Pero, al mismo tiempo, ese incesante fluir de nuestras ideas, del producto de esa luz interior que nos hace conscientes y dice quiénes somos, qué clase de ser somos, es lo más importante, lo más intenso, lo más hermoso de la vida humana.

Pensar, dicen los expertos, es establecer relaciones lógicas, racionales, entre cosas, sucesos, intuiciones, y hacer que esas relaciones tengan coherencia y sentido. Pero pensar debe ser también algo más sencillo, incluso más primitivo, más inmediato: tener proyectos, deseos, opiniones, afectos, sensibilidad, pasiones.

En la vida social, el pensamiento resultado de esas iluminaciones -porque pensar es dar luz, alumbrar-, de esas proyecciones y apetencias del sujeto, convierte a los seres humanos en reflejos conscientes, donde aparece un territorio mucho más amplio que el que comprende esa coherencia que llamamos "lógica".

Pensar debe ser también una forma mental que analiza lo que ven nuestros ojos, lo que oímos, lo que experimentamos en el curso, en el "discurrir", de cada vida. Creo que en todos los tiempos el proceso del pensamiento fue siempre el mismo. Porque como dijo el filósofo en la primera línea de un libro ya famoso: "Todos los hombres tienden por naturaleza a ver, a entender, a idear". Pensar el siglo XXI es en el fondo, como proceso de conocimiento, lo mismo que en el siglo XVIII, o en el XII, y no digamos en el siglo V antes de nuestra era, cuando uno de aquellos geniales personajes que inventaron la racionalidad, la justicia, la felicidad, dijo que no le importaba tanto saber lo que era el bien, la ética, sino que fuéramos buenos, decentes; que supiéramos elegir entre el bien y el mal, entre el necesario pero tantas veces miserable bien personal y el bien de la comunidad a la que pertenecemos, que es el mundo entero, la vida entera. Inventaron, se miraron en el espejo de esas palabras porque supusieron decirlas y porque su mente, a pesar de posibles contradicciones, era libre y luchaba por esa libertad.

Pero, por supuesto, hay que pensar el nuevo siglo. Y pensar, como digo, fue siempre ejercer esa posibilidad de interpretar y, sobre todo, de poder y querer entender. Otro texto famoso de la filosofía, en un libro que hablaba de antropología, de lo que son o deben ser los seres humanos, se preguntaba: "¿Qué puedo saber? ¿Qué debo hacer? ¿Qué me cabe esperar?". Las preguntas tan próximas, tan elementales, señalaban el amplio horizonte de toda la historia, y es en esa historia entera donde siempre, bajo múltiples formas, han resonado. Preguntas de toda la vida y que el tiempo no desgasta jamás.

Pero es verdad que, como cantaba la vieja zarzuela, "hoy los tiempos adelantan que es una barbaridad". Adelantan o atrasan... Leer todo el artículo

  aquí en "El País", EMILIO LLEDÓ 22/01/2011.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Rebajas de otoño

Si los españoles quieren salir de la crisis, tienen que rebajar los salarios, dicen los economistas. Si los palestinos quieren la paz, tienen que renunciar a la justicia, dice un diplomático laborista israelí. Si los países emergentes quieren prosperar, tienen que olvidarse de los daños al planeta; es decir, que las conquistas sociales, la justicia o la salud del planeta son los verdaderos problemas.
No parece lógico porque si desmantelan la seguridad social, habría una crisis social de dimensiones imprevisibles. Y una paz sin justicia sería pan para hoy y hambre para mañana. Y si rematamos al planeta, vivir será sobrevivir.
Lo realmente llamativo en los tiempos que corren es el abismo entre lo que los hechos dan a entender y lo que les hacemos decir. Juan Goytisolo recordaba aquí recientemente la de sufrimientos que han sido necesarios para entender, por ejemplo, que matar a alguien por una idea, no es defender una doctrina, sino asesinar a un ser humano. Así de simple. El Nobel de Economía, Paul Krugman, daba un paso más en esta guerra hermenéutica cuando analizaba la ofensiva estadounidense contra la seguridad social. Él, que sabe de números, dice que los de los críticos "no cuadran y en realidad su hostilidad no tiene nada que ver con dólares y céntimos, sino más bien con ideología". Sus cuentas son una "contabilidad de mala fe", cercana a "un juego de trilero" o al "timo de la estampita". Si la falsificación de los datos es tan burda, ¿por qué darles tanta importancia? Pues porque muchas personas importantes se lo creen y han empezado a diseñar las políticas de futuro a partir del supuesto de la inviabilidad de la seguridad social.
Aquí hay dos guerras: la de los hechos y la de su interpretación. La decisiva es la segunda. Gracias a la interpretación de la esclavitud hemos podido tener esclavos hasta el siglo XIX. Hace un par de meses el aeropuerto de Lanzarote parecía un lugar de peregrinación para solidarizarse con la causa saharaui de Aminatu Haidar pero hace poco más de un siglo, los católicos parisinos iban después de misa en La Trinité a comprar bolsos de mano hechos con piel de jóvenes africanas. Habíamos decidido que solo valían para eso.
Pues bien, en pleno siglo XXI se hacen políticas en base a ideas que declaran al Estado de bienestar una rémora para la competitividad de la economía, a la justicia un obstáculo para la paz y a la ecología una manía de exaltados. Es verdad que siempre ha habido de esto. Hay que ver los argumentos que usaba Ginés Sepúlveda, contra Las Casas, para justificar la conquista de América: que si la evangelización, que si la superioridad cultural europea, que si la violencia de los nativos. Hoy dan risa, pero durante siglos los españoles nos los hemos creído.
El problema no es la presencia de argumentos abusivos en favor de los poderosos. Lo preocupante es la naturalidad con la que los asumimos. El brío con el que, desde la II Guerra Mundial, se defendió el Estado de bienestar por parte de la socialdemocracia y de la doctrina social de la Iglesia, suena hoy a exceso doctrinario. Es verdad que eran tiempos en los que existía el comunismo y se hablaba de marxismo, con lo que el Estado de bienestar bien podía entenderse como una zona de seguridad en zona capitalista. Lo cierto es que en países demoliberales era un concepto intocable.
Ahora dicen que es caro de mantener, aunque los que saben de cuentas explican que no es cuestión de números sino de ideas. Sabemos muy bien que el poder de las ideas poco tiene que ver con la verdad que contengan. Su poder depende de quienes las apadrinen. Para que una modesta idea se imponga no basta que tenga razón, tiene que cargarse de razones. "Cuántas lágrimas", decía Flaubert, "fueron necesarias para liberar Cartago". Por un momento pensamos que quizá esta vez sí sería posible repensar el sistema. Fue cuando al inicio de la gran crisis, Obama, el presidente, habló de egoísmo y Almunia, desde la Unión Europea, de avaricia, referidos uno y otro al capitalismo financiero. Apuntaban en la buena dirección pero fue un espejismo. El problema, por lo visto, son los sueldos y por ahí van las políticas de los políticos mientras los demás callamos.
Hay un episodio en Primo Levi que viene a cuento. Los nazis han capturado a un prisionero que quería escapar. Deciden colgarle en la plaza del campo ante todos los deportados. Cuando va a subir al patíbulo, arenga a los compañeros: "Ánimo, que yo soy el último". Pero los compañeros bajaron los ojos acobardados. El campo había acabado con su capacidad de resistencia. Claro, aquello era un campo y esto no o eso dicen. En el breve espacio de una generación la crítica ha perdido mansamente su capacidad de decir basta. Leer el artículo de Reyes Mate, en "El País" todo aquí.

martes, 8 de junio de 2010

La ciencia y la universidad reivindican el pensamiento crítico

Más de 900 científicos y universitarios de 45 universidades públicas españolas y de los Organismos Públicos de Investigación suscriben un manifiesto en defensa del pensamiento crítico y convocan a un acto el 9 de junio en Madrid

Recientemente se ha ido creando en las universidades públicas y en los centros públicos de investigación (OPIs), un sordo pero creciente malestar. Un malestar latente debido en parte a los recientes acontecimientos económicos, políticos y sociales de nuestro país y la forma en que las autoridades los han gestionado, pero también, y sobre todo, al efecto de las campañas de acoso y derribo que algunas corporaciones financieras y la amalgama ideológica liberal-conservadora vienen orquestando contra la universidad pública y contra los intelectuales y científicos que se han manifestado con espíritu crítico en los debates sobre nuestro modelo político, económico, institucional o judicial.

Una de las paradojas, casi esperpéntica, a que ha dado lugar esta campaña mediática, es que actualmente se viene presentado como alternativa a la gobernanza en la universidad pública un tipo de gestión, antidemocrático y sujeto a la dictadura del mercado que, como todo el mundo sabe, está en la base de la crisis que padecemos.

También ha contribuido al aumento de este malestar difuso el recorte de los presupuestos dedicados a las universidades públicas y la reducción de las partidas presupuestarias dedicadas a financiar la investigación científica, que han castigado particularmente al sector público.

Al malestar creado por “el mal gobierno” se une ahora, en nuestro caso, una creciente preocupación por las actuaciones de la derecha política y, en particular, la ofensiva contra los que, desde la ciencia, la política o la cultura, han manifestado públicamente posiciones críticas ante la decepcionante respuesta política y judicial al clamor de las víctimas del franquismo, la lentitud e inoperancia de la justicia y la persecución al juez que se atrevió a dar voz a las reivindicaciones de las víctimas.

Un caso especialmente grave ha sido la campaña de acoso y desprestigio del Rector de la Universidad Complutense de Madrid, Carlos Berzosa, precisamente por haber autorizado un acto de reivindicación de la memoria histórica y en defensa de Garzón. El hecho de que esta nueva campaña haya sido liderada por la propia presidenta de la Comunidad de Madrid explica, sin más, que en algunos casos el malestar y la preocupación se estén convirtiendo en animadversión.

Creemos que ha llegado el momento de manifestar en público el malestar latente y de hacer frente al miedo ante la situación que se está creando en el país. Tenemos suficientes razones para pensar así. Entendemos que la generación de conocimiento y la capacidad de crítica son misiones sustanciales de la universidad y son también parte del espíritu científico cuando éste se quiere a la vez cívico y ciudadano. Reivindicamos, pues, el pensamiento crítico. Y pensamos que reivindicar aquí y ahora el pensamiento crítico, como científicos y como intelectuales, incluye asumir la responsabilidad de nuestro trabajo, responsabilidad que ha de ser tanto mayor cuanto más se goza de ese privilegio que es contribuir a la producción y generación de conocimiento. No sólo eso: creemos que el tiempo del silencio ha concluido...

Como integrantes de la comunidad científica, como científicos de la naturaleza y de la sociedad, como humanistas amigos de la ciencia y como defensores de una cultura que quiere romper con los compartimentos estancos y con las Torres de Babel;...

Queremos intervenir en el debate público por solidaridad con otros, que lo merecen, por razones morales y por razones políticas. Es nuestra responsabilidad pero también nuestro derecho porque en estas cuestiones se dirimen principios y valores fundamentales para la convivencia y el futuro de nuestro país. Para ello, los firmantes hemos convocado un acto en la sede central del CSIC el próximo 9 de junio a las 18.30 horas. 

(TRIBUNA: F. MAYOR ZARAGOZA, F. FERNÁNDEZ BUEY Y J. ÁVILA “El País” 08/06/2010)

martes, 30 de marzo de 2010

Noam Chomsky à Paris

Noam Chomsky à Paris
La venue de Noam Chomsky à Paris permettra aux Français de rencontrer et d’entendre l’homme dont le New York Times, un journal qui pourtant ne l’aime guère (et la réciproque est sans doute vraie), a dit qu’il était «sans doute le plus grand intellectuel vivant aujourd’hui». Il est aussi celui qu’on a qualifié de «dissident numéro un de l’Amérique».
Linguiste qui a révolutionné sa discipline, Chomsky est plus largement connu dans le monde pour sa critique du pouvoir, inspirée par la tradition libertaire, pour son ironie mordante envers les bonnes intentions proclamées de la politique étrangère américaine («démocratie», «droit des peuples», etc.) et pour les critiques redoutables qu’il a toujours adressées au «clergé séculier» des intellectuels et des journalistes.
En 1964, au moment de la guerre du Vietnam, Chomsky appuie les étudiants qui refusent leur incorporation ; il refuse de payer ses impôts deux ans plus tard pour ne pas financer des opérations de guerre qu’il réprouve avec véhémence ; l’année suivante, il est arrêté à l’occasion d’une manifestation devant le Pentagone. A l’époque, il est professeur au Massachusetts Institute of Technology (MIT) et, plutôt que de prendre des risques politiques et personnels, il aurait donc pu se couler dans l’existence d’un de ces «nouveaux mandarins» dont le courage se limite à l’envoi d’un point de vue moralisant à un grand journal…
Chomsky n’a jamais hésité à épouser des causes impopulaires, dont la défense du droit d’exprimer des points de vue honnis, y compris par lui-même. Ce choix lui a valu davantage de soucis en France qu’aux Etats-Unis (où la liberté d’expression constitue un principe quasiment absolu).
Plus généralement, il a pour habitude de remuer la plume ailleurs que dans la plaie des autres : «Je suis citoyen des Etats-Unis et j’ai une part de responsabilité dans ce que fait mon pays. J’aimerais le voir agir selon des critères moraux respectables. Cela n’a pas grande valeur morale de critiquer les crimes de quelqu’un d’autre – même s’il est nécessaire de le faire, et de dire la vérité. Je n’ai aucune influence sur la politique du Soudan, mais j’en ai, jusqu’à un certain point, sur la politique des Etats-Unis» (The Guardian, 20 janvier 2001).
Información sobre la conferencia en París de Chomsky aquí. Vista de París aquí.
Sitio oficial de Noam Chomsky
Sitio francés dedicado a Chomsky
Artículo de Chomsky «Le lavage de cerveaux en liberté», août 2007.
Otro artículo, «Au Kosovo, il y avait une autre solution», mars 2000.

sábado, 13 de febrero de 2010

Entrevista a Barbara Ehrenreich con motivo de la publicación de su libro

Sonríe o muere: Como el pensamiento positivo ha engañado a América y al mundo

Barbara Ehrenreich New Statesman. 09/02/10
¿Por qué tanta gente es partidaria de lo que usted denomina “el culto al pensamiento positivo”?

En Estados Unidos, y hasta cierto punto en el Reino Unido, una “actitud positiva” es obligatoria en el puesto de trabajo. Pueden despedirte simplemente por tener una, digamos, “mala actitud”. Lo que supone un nuevo nivel de intimidación psicológica por parte del empleador. Así, para mucha gente es como decir, “bien, ¿como voy a salir adelante en la vida? Tengo que aprender a ser más positivo.” En segundo lugar está la idea, que es más una zanahoria que un palo, de que tú puedes controlar el mundo con tus pensamientos. Es una especie de mito de un poder personal infinito.

¿Cree que los amigos de Oprah Winfrey, promotora de estas ideas, están engañados o más bien que están embolsándose dinero?
Creo que Oprah es bastante sincera. No sé nada de los demás, pero he asistido a su show y creo que es lo que ella cree. No es extraño con respecto a los multimillonarios porque es un punto de vista muy halagador. Si puedes atribuir completamente tu propio éxito a tu propio esfuerzo mental, a tu propia actitud, a alguna esencia espiritual tuya que es mejor que la de los demás, ello debe hacerte sentir muy bien.

En su nuevo libro usted habla de Wall Street. Los banqueros ¿piensan realmente en positivo?
Durante mucho tiempo tuve la convicción de que el capitalismo es realmente racional –al fin y al cabo se basa en números. Pero pregunté repetidamente a los expertos ¿piensa que los tipos de arriba se creen algo de esto?
La respuesta fue “por completo”. El significado del “management” cambió de manera decisiva en los años noventa – de la noción de que realmente conoces el negocio se pasó a la de que eres un líder porque desprendes una especie de confianza que inspira a los demás. Lo que significa que el pensamiento positivo es un culto.
Pregunté a un tipo muy brillante de Wall Street “¿Piensan realmente esta gente que con estas ideas pueden atraer a alguien?”
“Absolutamente”, respondió. Si ganas $500 millones, realmente de alguna forma puedes.

Cuando empezó a escribir sobre ello ¿se sorprendió de lo lejos que puede llevar esta tendencia?
¡Si! Primero pensé que era algo peculiar al cáncer de mama – la cultura del lazo rosado, las exhortaciones a ser siempre positivo. Pero algunos años después empecé a encontrar gente a quienes se les había dicho, cuando eran despedidos, que no se trataba de mala suerte, que en realidad era una oportunidad maravillosa y que cualquier cosa que les pasaba era debido a su propia actitud. Y entonces esto conectaba – esta es la línea que proponen a las víctimas de cáncer.

¿En qué medida este culto es propio de América? La escéptica Europa ¿está totalmente a salvo?

En sus orígenes era un fenómeno distintivo de América. Pero actualmente Australia se ha enganchado. Además están exportándolo – el autor de El Secreto, best seller en 2006, es australiano. En el Reino Unido tiene usted toda una serie de conferenciantes motivacionales y se pueden encontrar “life coach”. Por otra parte, la cultura empresarial, que en muchos sentidos todavía está dominada por los USA, es universal. En realidad China es actualmente un gran mercado para algunos de estos cultos y conferenciantes motivacionales.

Usted habla de cómo la “cultura del lazo rosa” infantiliza a las mujeres con cáncer de mama.
Bien, la primera cosa que me hizo pensar que había algo realmente espantoso respecto al cáncer de mama, más allá del pensamiento de morir, fue el hecho de encontrarme en el periódico con un anuncio de osos de peluche rosas con cáncer de mama. No es que morir me dé mucho miedo, pero me horroriza morir con un oso de peluche rosa metido bajo mi brazo. Antes que eso, dispárenme, por favor.

Usted apela a un retorno al pensamiento crítico. ¿De que manera pueden los negacionistas promover una aproximación más escéptica?
Para mí, es muy importante desde el punto de vista político. ¿Cómo puede entenderse la relativa condescendencia de estadounidenses, o británicos, para el caso, respecto a las numerosas ofensas y perjuicios de la pasada década? Nuestra clase media ha menguado, las desigualdades han crecido drásticamente en ambas sociedades y, a pesar de todo, no pasa nada. Hay varias explicaciones. Una de ellas es esta ideología de la autoinculpación. Hagamos posible que la gente mire, que vea algunas cosas sistémicas que están conformando sus vidas y que asuma la idea realmente positiva - si puedo apropiarme el término – de que podemos realizar cambios sociales que cambiarían las probabilidades en un sentido mucho más favorable para la gente.

Barbara Ehrenreich acaba de escribir el libro Sonríe o muere: Cómo el pensamiento positivo ha engañado a América y al mundo, publicado por Granta.

lunes, 23 de noviembre de 2009

El lado negativo de pensar en positivo

Entrevista a la periodista, feminista y activista Barbara Ehrenreich

“Si quieres tener una población conformista, ¿qué mejor que decirle a todo el mundo que tienes que pensar positivamente y aceptar que cualquier cosa que vaya mal en sus vidas es por su propia culpa?” En su nuevo libro, Bright-Sided: How the Relentless Promotion of Positive Thinking Has Undermined America (Metropolitan/Holt, Octubre de 2009), Barbara Ehrenreich examina los orígenes del optimismo contemporáneo desde los sanadores del siglo XIX a los consumistas del siglo XX. Explora cómo esta cultura del optimismo nos impide responsabilizar tanto a los jefes de las corporaciones como a los políticos elegidos. El optimismo fabricado se ha convertido en un método para hacer sentir culpables a los pobres de su pobreza, a los enfermos de su enfermedad y a las víctimas de despidos corporativos por su incapacidad para conseguir trabajos que valgan la pena. Las megaiglesias sermonean el “gospel de la prosperidad”, exhortando a los pobres a que visualicen el éxito económico. Las empresas han abandonado la toma racional de decisiones, optando por el liderazgo carismático.

Esta obsesión por mirar el lado brillante o positivo de lo negativo nos ha llevado al actual colapso financiero; los líderes empresariales optimistas –asistidos por funcionarios ingenuos- han tomado muy malas decisiones. Recientemente en la revista In These Times Anis Shivani habló con Barbara Eherenreich sobre nuestra inclinación hacia el optimismo simplista.

La promoción del optimismo ¿es un mecanismo de control social para mantener al sistema en equilibrio? Si quieres tener a una población conformista, ¿qué podría ser mejor que decir que todos tienen que pensar positivamente y aceptar que si algo va mal en sus vidas es su propia culpa, porque no han tenido una actitud lo suficientemente positiva? De todos modos, no creo que exista algo así como un comité central que diga, “esto es lo que queremos que crea la gente”. Esta tendencia se dio en Estados Unidos porque en los 80 y 90 se convirtió en un negocio. Podrías escribir un libro como Who Moved My Cheese? (¿Quién me quitó mi queso? N. de la T.), que es un clásico sobre la aceptación de despidos con una actitud positiva. Y luego contar con que los empleadores lo compren para distribuirlo gratis entre sus empleados.

¿Entonces esto se dio a comienzos de los 80 y más aun en los 90 cuando la globalización realmente despegó? Estaba mirando la época de los despidos masivos, que comienza en los 80 y luego se acelera. ¿Cómo controlas la fuerza de trabajo cuando no hay seguridad en el empleo? ¿Cuándo no hay recompensa por estar haciendo un buen trabajo? ¿Cuándo podías ser despedido sin que tuviera nada que ver con tu desempeño? Cuando esto comenzó a suceder, las empresas empezaron a contratar predicadores motivacionales para comunicarse con su gente.

... Necesitamos tener optimismo, pero basado en la realidad? No lo llamo optimismo. Lo llamo determinación. Una de las cosas a las que me he consagrado durante mucho tiempo son la pobreza, las clases y la desigualdad. Estas cosas no desaparecerán mientras yo viva, pero no será porque no lo intente. Y ese es un tipo de espíritu diferente que el optimismo.

Algunos dirán que tu enfoque es racional, gradual y no precisamente emocionante. ¿Cómo responderías a eso? No creo que el mío sea un enfoque árido, demasiado intelectual. Piensa en lo que estamos combatiendo en el frente económico y ambiental. Una gran cantidad de gente no estaría por la labor. Están las amenazas ecológicas a la especie humana. Hagamos algo al respecto. Lo que sería más irresponsable es decir, “si pensamos que todo irá bien, entonces irá bien”. Anis Shivani Fuente:aquí. Más sobre crítica al pensamiento positivo, negativo, aquí.

Según explica Ehrenheich en su libro Sonríe o muere (una llamada a la prudencia y a la responsabilidad individual y colectiva), el pensamiento positivo ha heredado de su antecesor la constante vigilancia interior. “El calvinista analizaba lo que pensaba y sentía buscando síntomas de laxitud, pecado o autocomplacencia, mientras que el pensador positivo se pasa la vida al acecho de pensamientos negativos, lastrado de dudas o ansiedades”. 

Fuente: El País.