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lunes, 11 de marzo de 2024

Margarita Nelken, socialista y feminista

 

Margarita Nelken Mansberger, nació en Madrid el 5 de julio de 1894 y murió en el Distrito Federal de México el 8 de marzo de 1968. Fue una figura destacada de la militancia femenina española.​ Y se destacó en particular por su actuación como diputada, que se extendió de 1931 hasta 1939. Luego se dedicaría sobre todo a la crítica de arte, sin por eso cejar en su compromiso con causas de la esfera política que consideraba justas.

Hija de una francesa y de un acaudalado joyero español, ambos descendientes de judíos alemanes, había nacido en pleno corazón madrileño. La acusación de ser extranjera la perseguía, sumada a su condición de judía. De nada sirvió que demostrara una vez tras otra que había nacido en España.

Margarita recibió una educación esmerada que se tradujo en tempranas inclinaciones hacia la pintura, las letras y la música. De inteligencia precoz, su primer artículo crítico sobre los frescos de Goya en San Antonio de la Florida lo escribió a los quince años para la prestigiosa revista de arte londinense The Studio.​

Abandonó sus primeras aficiones en plena juventud para dedicarse al activismo político y social, aunque seguiría siendo siempre una destacada escritora. Se le ha atribuido la primera traducción de Franz Kafka al español, de La metamorfosis, publicada en la Revista de Occidente en 1925, de forma anónima.

En 1914 se enamoró del malogrado escultor Julio Antonio, que falleció prematuramente a los veintinueve años, con quien tuvo una hija: Magda. Fruto de una relación posterior, iniciada en 1917, nació su otro hijo: Santiago. Mujer libre por principios, eludió el matrimonio, fue orgullosa madre soltera y estableció las relaciones sentimentales que sus deseos le dictaron.

En 1919 encabezó una huelga de mujeres, del gremio de cigarreras, que fue la primera en su tipo en España.

Inquieta por la realidad social española, ese mismo año publicó su primera obra larga, La condición social de la mujer en España. Su estado actual: su posible desarrollo, un incisivo estudio feminista que causó fuerte impresión y polémica. En esta obra valiente y reveladora, Nelken analiza la opresión y desigualdad que enfrentaban las mujeres en la sociedad española de la época. Denuncia al patriarcado y aboga por la emancipación femenina, defendiendo la igualdad de derechos y oportunidades.

Continuó esta línea de trabajos con Maternología y puericultura (1926), En torno a nosotras (diálogo socrático) (1927), Las escritoras españolas (1930) y La mujer ante las Cortes Constituyentes (1931). En el libro sobre las escritoras hispanas se remontó desde autoras de la Edad Media hasta escritoras entonces recientes, como Emilia de Pardo Bazán.

En 1927 se convirtió en directora de la revista Nuevo Mundo, destacada publicación literaria. Fue un logro significativo para ella, un reconocimiento a su ya vasta actividad.

Bajo su liderazgo, la revista se convirtió en una plataforma para promover movimientos artísticos y literarios vanguardistas. Nelken hizo hincapié en la inclusión de voces femeninas y destacó a escritores y artistas marginados. Fomentó la publicación de textos innovadores, ensayos políticos y críticas de arte.

Los días de la segunda república.
En los primeros meses de 1931, ingresó en el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y participó, como candidata de la Agrupación Socialista de Badajoz, en las elecciones parciales de octubre de 1931. Resultó elegida entonces y de nuevo en noviembre de 1933 y febrero de 1936. Fue así la única mujer que consiguió ser elegida tres veces durante la Segunda República. Ya diputada destaca en el medio rural por su defensa de las masas campesinas. ​

Se le culpó, injustamente, de tener parte de responsabilidad en el desencadenamiento de los sucesos de Castilblancon cuando fueron masacrados guardias civiles después de provocar la muerte de un obrero (diciembre de 1931), a causa de los apasionados discursos que había pronunciado en la provincia de Badajoz a finales de año. ​ Durante esta época fue muy crítica con los abusos de la Guardia Civil y de los terratenientes. ​

Fue contraria a otorgar el derecho de sufragio a las mujeres en 1931, al igual que la también diputada Victoria Kent y en contraposición a la otra mujer parlamentaria, Clara Campoamor. Sostenía que «poner un voto en manos de la mujer es hoy, en España, realizar uno de los mayores anhelos del elemento reaccionario».​

Entusiasta y vehemente, se dedicó plenamente a la defensa del campesinado extremeño que sobrevivía en malas condiciones. Siempre siguió atenta a los sufrimientos de esos varones y mujeres del campo, quienes con su voto la habían conducido a la representación parlamentaria.

Durante el llamado “bienio negro”, entre fines de 1933 y principios de 1936, denunció la creciente brutalidad de la represión en el ámbito rural, estimulada y apañada por el gobierno conservador. Sus denuncias y reclamos eran ignorados por las autoridades de ese signo.

A raíz del fracaso de la Revolución de Octubre de 1934, la diputada socialista es acusada de incitar y promover las huelgas campesinas de Badajoz y de haber estimulado a los campesinos a sumarse a la huelga general con epicentro en Asturias. Se le retiró la inmunidad parlamentaria y fue procesada. Le dictaron una condena a veinte años de prisión, pero entretanto había huido a Francia. Viajó posteriormente a la Unión Soviética en donde recogió una impresión muy favorable, que preparó su posterior paso al comunismo.

Durante los meses de gobierno en paz del Frente Popular, entre febrero y julio de 1936, se alineó con las posiciones revolucionarias que había adoptado el sector del PSOE conducido por Francisco Largo Caballero. En nada le simpatizaban, en cambio, las posiciones moderadas del sector encabezado por Indalecio Prieto. Tras un nuevo viaje a la Unión Soviética defendió la unificación del PSOE y del Partido Comunista de España (PCE) para formar el «partido único del proletariado» que llevara a cabo la revolución socialista.

La guerra civil.
Tras el estallido de la guerra, Margarita Nelken colaboró regularmente en el diario caballerista Claridad. Estuvo en los frentes de Extremadura y Toledo, participó en la defensa de Madrid y colaboró en la organización de la Unión de Mujeres Antifascistas. Con creciente afinidad con los comunistas, se afilió a su partido en noviembre de 1936, ​ poco después de la formación del Gobierno de Largo Caballero.

La prensa franquista publicó injurias sobre ella: “’presunta intelectual, más ramera de cerebro que de quehacer sexual, No es española, afortunadamente. Ni mujer tampoco”. Le dirigieron toda suerte de improperios, como el periodista y poeta Juan Pujol, quien la calificaría de “vagabunda sin patria y sin Dios” y de “serpiente con faldas”.

Tras la caída de la república fue juzgada por el Tribunal para la Represión de la Masonería y el Comunismo. Se la acusó de ambos delitos, masonería y comunismo. Y fue procesada en rebeldía. Se señalaron como indicios de masonería su relación con la Institución Libre de Enseñanza y su participación en la Liga de los Derechos del Hombre. Para la pseudojusticia franquista cualquier participación en organizaciones progresivas equivalía a delito.

Se señalaba asimismo su afiliación al PSOE, su condición de diputada socialista y su participación en la revolución de 1934, así como la campaña que había realizado en 1935 en favor de los represaliados de Asturias. También se aludía a sus estancias en la Unión Soviética, su pertenencia a la Asociación de Amigos de la URSS y su actividad para implantar el comunismo en España. En parte, el tribunal no hacía más que repasar su trayectoria militante.

La principal prueba física del sumario era una carta de recomendación de la logia Lealtad, de Barcelona, fechada en 1924, que en realidad correspondía a la cupletista Stella Margarita, con quien la confundieron. Pese a la falta de pruebas, se consideró en la sentencia que Margarita Nelken había ingresado en la masonería, a la que había dispensado “protección importante”.

El exilio.
Cruzó la frontera francesa junto a su hija durante la retirada general de Cataluña, en febrero de 1939. Ambas trabajaron intensamente en la asistencia a los refugiados republicanos internados en los campos de concentración franceses. Marchó luego a París y, a finales de 1939, a México, donde el presidente Lázaro Cárdenas la había invitado a radicarse.

El exilio significó dejar atrás su país, su trabajo y su lucha, pero no terminó con su espíritu de resistencia. Continuó su labor en defensa de los derechos humanos y mantuvo viva su voz en la lucha por la libertad y la justicia.

En México se ganó la vida escribiendo y traduciendo. Y retomó con pasión la crítica de arte. Trabajó en la Secretaría de Educación Pública, colaboró con el Gobierno republicano en el exilio, participó en las actividades de la Unión de Mujeres Españolas. Todo sin abandonar las actividades literarias y periodísticas, ocupándose de una página semanal sobre arte en el diario Excélsior. En octubre de 1942 fue expulsada del PCE tras haber criticado la política de la Unión Nacional Española, contra la opinión del grupo de dirección del partido establecido en Moscú.

A partir de entonces se mantuvo como independiente, y tomó parte en ese carácter de actividades auspiciadas por el gobierno de la república en el exilio. Durante 1948 viajó por Europa dando conferencias sobre arte latinoamericano en Ámsterdam y en París.

Fue una de las críticas de arte más influyentes y respetadas en México hasta su fallecimiento en 1968. Valoró la pintura pos-muralista mexicana. También recibió allí el homenaje por su defensa de los trabajadores de la tierra. Le fue conferida la Medalla de los Agraristas.

Durante casi treinta años Nelken se ocupó casi sin interrupción del arte mexicano. Analizó en particular la pintura femenina, que adquiere en esos años un notable valor, con figuras como Remedios Varo, Frida Kahlo, Leonora Carrigton, Lillia Carrillo y María Izquierdo.

A lo largo de su trayectoria vital, Margarita Nelken dejó una vasta labor literaria, periodística y de crítica de arte, además de su producción en el campo de la política o el reconocimiento de la mujer. Sus análisis de lo mejor del campo artístico de la España del primer tercio de siglo y del México del tercio siguiente resultan aún hoy de un gran interés para los estudiosos.

Nelken visitó Buenos Aires en varias ocasiones durante su exilio. En la capital argentina, participó en actividades culturales y políticas, manteniendo contacto con exiliados españoles y figuras relevantes de la época.

La muerte de sus dos hijos —Santiago en 1944, luchando en el Ejército Soviético durante la Segunda Guerra Mundial, y Magda en 1954, víctima de cáncer, la sumieron en una profunda depresión. Se quejó de que el PCE no le informó a tiempo de la muerte de su hijo. Fueron las autoridades soviéticas quienes al final de la contienda, le informaron el deceso en combate y le entregaron una condecoración. Pese a todo logró superar la depresión y se mantuvo activa hasta el final de sus días.

Retomó contacto con figuras disidentes del PCE como Enrique Líster, y con otras personalidades exiliadas como su viejo amigo Luis Jiménez de Asúa, que residía en Buenos Aires.

En un sucinto balance sobre su persona, África Cabanillas, una investigadora que la estudió sobre todo como crítica de arte sostiene: “Nelken fue una valiente y comprometida feminista, escritora, crítica de arte y política. Una mujer, transgresora y polémica, que se encuentra entre las más interesantes intelectuales y activistas por la mejora de la condición femenina y de los grupos sociales más desfavorecidos de las décadas de los veinte y principios de los treinta del siglo XX español. Sin olvidar el papel destacado que tuvo a partir de los años cuarenta en la cultura de México, el país que la acogió durante su exilio.”

Margarita Nelken es por sí misma un símbolo de la conjunción entre ideales feministas y objetivos socialistas. En ella la reivindicación de los derechos de las mujeres fue en paralelo con la persistente defensa de los campesinos y jornaleros extremeños. No hubo contraposición sino complementariedad. Sus discursos parlamentarios y sus investigaciones sobre las pintoras mexicanas fueron parejas demostraciones de su compromiso político e intelectual.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

jueves, 21 de diciembre de 2023

"El socialismo no fracasó por insuficiencias económicas". Entrevista a Lea Ypi


A menudo se presenta una falsa dicotomía que opone las libertades personales a los derechos sociales. Una agenda verdaderamente democrática debe armonizar estos elementos en lugar de enfrentarlos.

Publicado en más de 30 idiomas, su libro Libre: el desafío de crecer en el fin de la historia (Anagrama, 2023) nos invita a reflexionar sobre el socialismo, el capitalismo, y sobre qué hacer cuando los imaginarios se derrumban. Conversamos con ella sobre el socialismo, la libertad y acerca de cómo es ser la primera novelista socialista en narrar la caída de socialismo en Europa del Este. Una entrevista de Simón Vázquez

Hasta hace muy poco, prácticamente la única literatura albanesa que había salido de sus fronteras había sido la de Ismael Kadaré. Incluso durante la etapa socialista de Albania, las relaciones culturales con España estaban dirigidas por su partido hermano proalbanés, el PCE (ml). ¿Existe un desconocimiento de la literatura y cultura albanesas en el resto de Europa?

Sí. Durante el periodo comunista, Albania estuvo bastante aislada, lo que provocó un desconocimiento general del país. Incluso ahora seguimos sintiendo las repercusiones de ese aislamiento. Además, no ha habido mucho interés por parte de otros países europeos. Este parece ser un destino común para muchos países pequeños de Europa: solo aparecen en los titulares durante incidentes críticos como guerras o crisis. Por lo demás, permanecen en la periferia de la conciencia cultural dominante.

Usted se define como socialista y anticapitalista, ¿podríamos estar ante el primer acercamiento narrativo desde estas posiciones ideológicas a la caída del socialismo real?

No creo que haya habido ningún novelista explícitamente de izquierdas que se haya ocupado de la transición del socialismo real al capitalismo, o que haya abordado cuestiones en torno al colapso del comunismo y el legado de la transición desde esta posición ideológica. Así que sí, parece ser así.

¿Por qué un acercamiento desde los ojos de una niña a la caída del socialismo?

Inicialmente, no pretendía escribir sobre Albania. El libro se concibió como un discurso sobre varias ideas. Como alguien que ha profundizado en el marxismo y la tradición socialista, prefiero ver las tradiciones intelectuales como ideas en evolución y no como doctrinas estáticas ligadas a individuos. Me propuse explorar las coincidencias intelectuales entre las tradiciones liberal y socialista. Sin embargo, mientras escribía durante la pandemia de COVID-19, una mezcla de circunstancias personales y políticas orientó el libro hacia una narrativa más personal. No fue una elección explícita, pero las condiciones hicieron más evidente este cambio hacia una narrativa personal, ya que mi objetivo era comunicar ideas a través de historias personales.

¿El uso de un narrador inocente era una forma de acercarse a esta parte de la historia sin ser juzgada?

Creo que la literatura es un potente medio para este tipo de exploración. Al principio, el libro iba a tratar sobre la libertad. Cuando se escribe sobre un tema así, es imperativo elaborar la narración de manera que permita a los lectores experimentar la libertad, recorrer ideas y entablar diálogos sobre la libertad sin sentirse dirigidos. Me pareció que la perspectiva de una niña era muy eficaz, porque una niña no tiene una noción preconcebida de la libertad. La niña simplemente navega por el mundo, sirviendo de narrador ingenuo.

Este recurso narrativo es poderoso para reflejar diversas perspectivas a través de la ingenuidad de la niña. Es especialmente potente en sociedades polarizadas o divididas, ya que puede tender puentes entre desacuerdos muy arraigados. La niña, al ser un personaje neutral, facilita un vínculo emocional que permite explorar ideas como la libertad a través de una lente no enturbiada por ideas preconcebidas.

Recientemente he estado reflexionando sobre la noción de que toda filosofía revisa fundamentalmente las indagaciones de un niño, que ahonda sin esfuerzo en cuestiones profundas que los adultos suelen pasar por alto debido a la habituación. Esta perspectiva rejuvenece esas preguntas esenciales, haciendo que la narrativa sea rica y evocadora.

En su libro dice: «Mi mundo está tan lejos de la libertad como aquel del que mis padres intentaron escapar». Si Marx expresaba que teníamos que pasar del reino de la necesidad al reino de la libertad, a menudo se ha argumentado que las democracias liberales han resuelto la cuestión de la libertad sin resolver la cuestión de la necesidad, y el socialismo real, lo contrario. En su libro parece haber una reflexión al respecto. ¿Qué papel cree que juega la esfera de las libertades en el proyecto socialista contemporáneo?

Desde luego. Hago referencia a una línea de mi libro en la que me hago eco de una interpretación marxista de la libertad como «conciencia de la necesidad». Esta frase enlaza con una vieja idea filosófica que me intriga, que postula la libertad como conciencia de la ley moral. Esta concepción moral y no reductiva de la libertad se aparta significativamente de la concepción negativa convencional de la libertad. El libro explora el papel de los individuos en la historia, haciéndose eco del sentimiento de Marx de que los individuos dan forma a la historia, aunque en condiciones que no son de su elección.

Incluí un epígrafe de Rosa Luxemburg, en el que exponía la idea de Marx haciendo hincapié en la noción de hacer historia a pesar de las limitaciones. La narración ahonda en la interacción entre las necesidades históricas y morales, destacando la búsqueda de ideales morales por parte de los individuos en medio de las limitaciones históricas. Este esfuerzo subraya el tema central del libro: la exploración de la libertad como necesidad moral e histórica, la búsqueda de un terreno moral más elevado en la sociedad en medio de las limitaciones ideológicas imperantes.

Conocemos todas las fuertes críticas al socialismo real, desde el liberalismo hasta el antistalinismo socialista, en un momento del libro usted dice: «el socialismo de mis compañeros universitarios era claro, brillante y con visión de futuro. El mío era confuso, sangriento y pertenecía al pasado». ¿Hay alguna lección positiva de esa experiencia?

De hecho, parece que las lecciones del pasado siguen sin escucharse, lo que contribuye a la actual discordia política, especialmente notable en Europa. Estas cuestiones sin resolver emanan de la incapacidad de abordar adecuadamente el legado del socialismo. Mi relato narra mis encuentros personales con el marxismo occidental en Italia, un viaje que me condujo a un reino de ambigüedad respecto a Marx y las ramificaciones del marxismo.

Procedente de un país en el que la trágica historia de estas ideologías dejó un vacío social lleno de desesperación y desilusión hacia las promesas filosóficas, me encontré dividida entre dos perspectivas opuestas. En Italia me encontré con una ética marxista occidental que parecía ignorar el contexto histórico, centrándose únicamente en los marcos teóricos. Esta dualidad, centrarse en la historia o en la filosofía, parecía impregnar a su vez la Europa Oriental y la Occidental.

El libro intenta salvar este abismo ideológico, afirmando el vínculo indisoluble entre las ideas y la historia. Mediante el análisis de experiencias pasadas, intenta fomentar el diálogo entre estos dos ámbitos aparentemente desconectados, impulsando así el discurso de forma constructiva.

La premio Nobel bielorrusa Svetlana Aleksievtch habla del «homo sovieticus», personas que no supieron adaptarse al retorno del capitalismo. ¿Se dio esta circunstancia en Albania?

Efectivamente, hay un miedo inherente experimentado por muchos, sobre todo cuando se enfrentan al cambio. Cada fase de transición tiene su parte de individuos que encuentran difícil la adaptación. No es algo exclusivo del escenario postsoviético. Occidente también tiene su parte de individuos que luchan por seguir el ritmo de las transiciones tecnológicas, económicas o ideológicas. Yo no diría que hay una nostalgia notable por el comunismo en Albania, al menos no parecida a la que se observa en otras naciones de Europa del Este. No se trata tanto de nostalgia como de navegar por las turbulentas aguas del cambio.

Puede que a algunas personas les costara entender la nueva dinámica económica o comprender la importancia de ciertas transiciones.

No estoy necesariamente de acuerdo. Se suele decir que la dureza de la transición en países como Albania se debió a la incapacidad de la población para adaptarse a una economía de mercado. Sin embargo, había élites liberales, y atribuir los problemas únicamente a la aclimatación de la sociedad es una simplificación excesiva.

Los ciudadanos de las naciones de Europa del Este han demostrado una notable capacidad de adaptación, habiendo navegado por diversos sistemas de gobierno a lo largo de las décadas. Su flexibilidad, forjada a través de cambios duraderos desde el dominio del Imperio Otomano hasta el Estado independiente y, más tarde, el comunismo, pone de relieve su resistencia.

Es la dureza de las reformas, a menudo opresivas y brutales, lo que exacerbó la lucha, no la capacidad intrínseca del pueblo para adaptarse. Las reformas estructurales fueron las verdaderas culpables de que la transición fuera una experiencia brutal para muchos.

En 1997 Albania estaba al borde de la guerra civil, es una historia de la que casi nadie en el resto de Europa sabe nada. ¿Puede hablarnos un poco de la situación que esboza brevemente en el libro, a través de los ojos del diario de una niña?

Este capítulo está tomado literalmente del diario; he conservado su esencia original sin ninguna alteración. El motivo fue el carácter crucial de esta etapa de mi vida. Estar a punto de cumplir 18 años, afrontar decisiones universitarias y lidiar con una realidad en la que todo parecía desmoronarse debido a una guerra inminente era abrumador. Este momento era un epítome del desorden que exigía una narración. Sin embargo, para mantener la autenticidad de las emociones y los acontecimientos, decidí emplear los fragmentos originales de mi diario.

Me asombró ver cómo mi yo más joven había relatado aquellos momentos angustiosos con una lente no teñida por el paso del tiempo. Es una tendencia común olvidar o suprimir las experiencias traumáticas como mecanismo de afrontamiento, y volver a leer esos diarios hizo que todos esos recuerdos reprimidos volvieran al primer plano.

No se trataba simplemente de una guerra civil, sino de las consecuencias en cascada del colapso de un sistema financiero. Esta narrativa apenas fue comprendida por Occidente, que a menudo enmarcaba este tipo de crisis en una óptica estrecha, de conflicto étnico, pasando por alto los fallos sistémicos en juego.

La debacle se desarrolló bajo la vigilancia de instituciones financieras mundiales como el FMI y el Banco Mundial, que guiaban a Albania en su fase de transición. Sin embargo, su supervisión flaqueó cuando el espíritu del capitalismo neoliberal —ahorrar e invertir— condujo a una caída en picado de las finanzas. Sin embargo, la narrativa que se tejió fue la de culpar a las divisiones étnicas locales en lugar de abordar a los culpables sistémicos globales. Esto a menudo se transforma en un discurso sobre los «corruptos locales» o el «odio étnico inherente», pasando por alto un examen crítico de las estructuras imperantes que dan forma a estas crisis.

En mi familia, las llamadas divisiones étnicas eran inexistentes; mi madre pertenecía a un grupo y mi padre a otro, pero estas supuestas divisiones nunca influyeron en nuestras vidas. Es una clara demostración de cómo las narrativas globales a menudo malinterpretan las realidades locales, eludiendo convenientemente un examen más profundo de los problemas sistémicos. En el libro pretendo desafiar esta narrativa sesgada, arrojando luz sobre las experiencias individuales y colectivas frente a los fallos sistémicos, trascendiendo la culpabilización simplista de las dinámicas locales. A través de este recuento, espero evocar una comprensión más matizada de los acontecimientos que tuvieron lugar durante aquellos tiempos turbulentos.

En sus trabajos anteriores ha reflexionado sobre la militancia y el compromiso. Por ejemplo, ha publicado junto a Jonathan White The Meaning of Partisanship. ¿Qué papel desempeñan la militancia y el compromiso en la transformación del mundo actual?

El libro aborda principalmente la esencia de la forma partido y postula que las instituciones colectivas son esenciales para canalizar el compromiso político. A lo largo del siglo XX, los partidos políticos sirvieron de medio para dicho compromiso. Estos partidos encarnaban proyectos específicos que unían a los individuos, proporcionándoles un sentido de esfuerzo colectivo y refuerzo mutuo. Reflexionamos sobre el vacío social que se crea cuando este medio se disipa, dando lugar a un escenario en el que las causas se vuelven individualistas, desprovistas del ethos colectivo. Esta transformación también borra la fuerza rectora de las ideas que nos impulsan hacia delante.

Los partidos políticos, distintos del Estado o la familia, eran organizaciones únicas impulsadas por compromisos políticos. En la época contemporánea se ha producido un cambio en el que los compromisos se definen ahora a menudo por la etnia o la cultura, lo que disminuye el potencial transformador que antaño tenían los partidos políticos. Nuestro argumento se extiende a cómo los partidos políticos, antaño impulsados ideológicamente, han sucumbido a las influencias económicas, convirtiéndose en meros grupos de interés o entidades sociales desprovistas de un enfoque ideológico.

El quid de nuestro razonamiento consiste en identificar la pérdida que se produce cuando los partidos con principios se desintegran, dejando tras de sí un vacío llenado por la política de la identidad. Este cambio reorienta las expresiones políticas únicamente hacia identificaciones de grupo, alejándose de marcos ideológicos más amplios. Reconocemos que, aunque los movimientos sociales han surgido como actores significativos, carecen de la influencia legislativa que ejercen los partidos políticos. La desconexión entre los movimientos y los poderes legislativos inhibe la transformación sana de la sociedad que antes facilitaban los partidos.

¿Entonces que hacemos con los partidos?

Hay una necesidad acuciante de reinventar los partidos políticos para adaptarlos a la dinámica de la sociedad moderna sin perder su esencia transformadora. A pesar de sus deficiencias, los partidos políticos siguen siendo incomparables en su capacidad de tender puentes entre las aspiraciones individuales y colectivas hacia un cambio sustancial de la sociedad. El reto reside en rejuvenecer el vigor ideológico dentro de estas instituciones, reavivando así la llama de la búsqueda política colectiva que parece estar menguando frente a la floreciente política identitaria.

Su compromiso con el socialismo en el Reino Unido se ha visto en su apoyo a Jeremy Corbyn y en su militancia laborista. Recientemente, ha anunciado su marcha del Partido Laborista, ¿cuál es su balance de esa experiencia?

Efectivamente, mi militancia se produjo durante una fase en la que el Partido Laborista estaba recuperando impulso como partido de masas, con casi medio millón de personas alineadas con su visión. Este fenómeno echó por tierra la creencia generalizada de que los individuos no se interesan por la política. Puso de relieve la capacidad de un proyecto transformador para galvanizar el interés y la participación públicos. La gente no es apática, tiene criterio y busca causas que merezcan la pena. El aumento del número de afiliados indica que la población está dispuesta al cambio, contrariamente a lo que se dice sobre el letargo inherente a la población.

Mi decisión de afiliarme no se basó en Jeremy Corbyn per se, sino en la revitalización ideológica más amplia que representaba. El Partido Laborista, bajo su dirección, se embarcó en una introspección respecto a su postura de centroizquierda, y parecía preparado para un giro político más radical. Esta dirección renovada también contrastaba fuertemente con el enfoque del Partido Conservador, delineando una clara dicotomía ideológica, que considero esencial para una democracia viva. Es fundamental que las entidades políticas encarnen y defiendan principios distintos, lo que a su vez estimula el discurso y el compromiso públicos.

A pesar de un posterior cambio de liderazgo que me pareció menos inspirador, opté por permanecer en el Partido Laborista dado el sistema mayoritario del Reino Unido, que plantea importantes obstáculos a los partidos más pequeños. Aunque descorazonada, finalmente me di de baja cuando sentí que el partido estaba retrocediendo en principios socialdemócratas fundamentales por conveniencia electoral, sobre todo en cuestiones como las ayudas a la infancia. La deriva ideológica del partido, unida a la purga de su ala izquierda y a la expulsión de Corbyn, hizo que no me sintiera representada, lo que provocó mi marcha.

Según su experiencia, a camino entre el socialismo y el capitalismo, ¿cuáles serían las lecciones para construir un mundo sin clases y sin opresiones?

A menudo se presenta una falsa dicotomía, sugiriendo una disyuntiva entre libertades personales y derechos sociales. Sin embargo, una agenda verdaderamente progresista debe armonizar estos elementos en lugar de enfrentarlos entre sí. El esfuerzo socialista fracasó no por insuficiencias económicas, sino por un ethos democrático deficiente. Descuidar libertades fundamentales como la libertad de expresión, de asociación y movimiento bajo el pretexto de criticar los «derechos burgueses» condujo a una concentración de poder no deseada y a la erosión del tejido democrático de las sociedades socialistas.

La lección clave aquí es la naturaleza indispensable de la democracia, que incluye tanto los derechos individuales como las garantías de bienestar social. Es esencial fomentar una perspectiva global que trascienda los enfoques centrados en el Estado. Un auténtico proyecto socialista debería contemplar un mundo sin fronteras en el que la prosperidad colectiva no esté compartimentada, sino compartida globalmente.

Lea Ypi (Tirana, 1979) es profesora de teoría política en la London School of Economics, profesora adjunta de Filosofía en la Research School of Social Sciences de la Universidad Nacional de Australia y miembro del jurado del Deutscher Memorial Prize.

Fuente:
Jacobin, 14/10/2023

domingo, 5 de mayo de 2019

¿Quién es Bernie Sanders?

Antonio Gershenson
La Jornada

Bernie Sanders es uno de los políticos de Estados Unidos con historial amplio y de mayor prestigio. Lo conocí durante mi diputación, alrededor de 1983.

Mis compañeros electricistas integrantes de una organización sindical en Estados Unidos me informaron que el que gobernaba la ciudad de Burlington, en el estado de Vermont, era socialista. Bueno, eso era fuera de lo normal en ese país. Me puse en comunicación con el alcalde de Burlington y luego nos reunimos. Fue una entrevista amplia y cordial la cual se tradujo al español y se publicó en La Jornada.

Después de algunos periodos de triunfar como máxima autoridad de Burlington, también ha ganado sucesivamente el cargo de senador.

En 2016 buscó la presidencia de la nación, pero no lo logró, aunque tuvo un gran apoyo.

Ahora tiene muchos más partidarios, no sólo legisladores, sino ciudadanos que están con él. Reproducimos algunos comentarios al respecto.

Tele Sur menciona aspectos de la campaña electoral de Bernie Sanders como socialista demócrata. Algunas propuestas del candidato son las siguientes:

1. salud para toda la población en forma garantizada;
2. aumentar el salario mínimo hasta 15 dólares por hora;
3. construcción de viviendas accesibles para la población de bajos recursos;
4. educación gratuita universitaria y
5. priorizar los programas ambientales como lo es el del cambio climático, entre otras promesas.

Estas son algunas de las razones por las que su campaña ha atraído la simpatía de la población joven. Para la publicación World Socialist Web Sites plantea un mundo con unidad de trabajadores organizados con Sanders.

En mis viajes por toda la nación siempre escucho el mismo mensaje: los estadunidenses no aguantan más esta situación. Están hartos de que se practiquen recortes en las ayudas sociales y se pongan en peligro servicios esenciales como la seguridad social, mientras se esquilma a los contribuyentes el dinero que tanto esfuerzo les ha costado ganar y se despilfarra en el rescate de empresas y en costear guerras innecesarias.

Ya se dan crecientes movimientos a lo largo de todo el país. En este periódico, el lunes pasado en un artículo de Arturo Balderas, al que le consta cómo están las cosas allá, habla de que se viven entusiastamente las ideas progresistas e incluso socialistas de Sanders. Y dice que hasta hoy, 15 demócratas han manifestado su apoyo por la presidencia de Sanders.

Benie Sanders se ha convertido en la pesadilla socialista para el presidente Donald Trump. Sin embargo, el decano demócrata continúa con sus propuestas desoyendo las fuertes críticas del magnate republicano.

El senador por Vermont ha ratificado sus promesas de campaña y afronta a los millonarios de Wall Street, señala a las grandes empresas que han empobrecido a la población y responsabiliza a todas las poderosas empresas de ejercer un control político total en todo Estados Unidos:

“… nuestra campaña no trata sólo de derrotar a Donald Trump. Nuestra campaña tiene que ver con transformar nuestro país y crear un gobierno basado en los principios de justicia económica, social, racial y ambiental.”

Estas son muestras de la campaña electoral de Sanders, de la cual nos llega muy poca información. Trataremos de seguir informando de este proceso tan importante.

Fuente:

http://www.jornada.com.mx/2019/04/14/opinion/012a2pol#

viernes, 15 de diciembre de 2017

Sin Antoni Domènech será mucho más difícil abrir puertas al futuro. El filósofo catalán, autor de 'El eclipse de la fraternidad', ha fallecido a la edad de 65 años

"Ya puedes comprender que muerto
está nuestro conocimiento, desde el instante
en que al futuro queda cerrada toda puerta".

Con estas palabras del Infierno de Dante resumía Antoni Domènech el "nihilismo de cátedra" de aquellos quienes "con la nómina segura a fin de mes, perdida toda esperanza en el futuro" les resulta "más entretenido deconstruir a los compañeros de departamento que molestarse en averiguar cuál es el salario mínimo interprofesional del país en el que uno enseña o dicta sus conferencias".

Unas palabras que podrían servir también como epílogo de una vida dedicada a un proyecto político, moral e intelectual de enorme envergadura: pensar el presente para conquistar el futuro; y dedicada a hacerlo con la radicalidad y el rigor de quien sabe que la filosofía ni puede encerrarse en la comodidad de los despachos, ni puede reducirse a lo panfletario.

Y si hablamos de epílogo es porque Antoni Domènech falleció ayer, a la edad de 65 años.

Editor general de Sin Permiso y catedrático de Filosofía de las Ciencias Sociales y Morales en la Universidad de Barcelona, Domènech fue militante antifranquista y se definía como "socialista sin partido". Su discurso era claro, preciso y provocador: hablaba como si se estuviera riendo, como si en llevarse a la boca sus ideas recordara divertido la fuerza del discurso que se disponía a enunciar.

Para la audiencia que lo escuchaba no siempre era fácil seguir los meandros de su pensamiento. Quizá porque siempre defendió que los conceptos político-normativos no pueden aislarse de la situación histórico-real, en sus explicaciones saltaba con violencia del dato histórico o la cita exacta a una densa reflexión teórica. De hecho, en la última conferencia del filósofo catalán a la que pude asistir, titulada sesudamente "Análisis de la fraternidad como metáfora cognitiva", no solo desafió las ideas preconcebidas con las que ibas armados quienes habíamos leído sus libros, sino que desbordó toda expectativa académica con un discurso que nos llevó desde la Grecia de Aspasia hasta nuestros días.

Tras conocerse la noticia de su muerte, César Rendueles afirmó que Domènech es el "autor del ensayo en lengua castellana más importante en lo que va de siglo que, por supuesto, está descatalogado". Una afirmación potente y elusiva que nos obliga a recordar que Domènech —además de haber traducido al castellano algunas de las principales obras del liberalismo político como son las de Rawls o Habermas- escribió dos libros fundamentales, uno en cada uno de los siglos que vivió, y que -desgraciadamente— ambos son inencontrables.

Por un lado, "De la ética a la política: de la razón erótica a la razón inerte", en el que se propone una relectura de Hobbes, Rousseau y Kant desde la teoría de juegos, un ejercicio cuyo objetivo último es denunciar la transformación de la racionalidad en una "razón inerte", y sentar las bases de una ética racional que posibilite la "rectificación de la cultura moral" del capitalismo tardío y no rehuya la discusión sobre aquello que constituye una vida buena.

Publicado en 1987, suponía una recepción innovadora de la tradición analítica en filosofía política que se oponía a las habituales lecturas posmodernas: sin los aspavientos del rebelde autoproclamado, Domènech siempre pensó en los márgenes y desde los márgenes.

Por el otro, "El eclipse de la fraternidad". Una revisión republicana de la tradición socialista, que propone una revisión histórica del concepto de "fraternidad", centrándose especialmente en el período que va de 1848 a 1936, para revalidar este ideal olvidado. La fraternidad no es solo un sentimiento pospolítico, una vaga forma de solidaridad entre ciudadanos: no es una virtud supererogatoria, como muchas veces se ha interpretado siguiendo la tradición cristiana.

Entonces, la fraternidad constituiría la estructura política que daría sentido a la "igualdad" y la "libertad", la base sin la cual estos seguirían siendo meros espantajos bienpensantes que la clase dominante ondearía para justificar su dominio. Para explicarlo, Domènech siempre recordaba esta frase de Marat: "vemos perfectamente, a través de vuestras falsas máximas de libertad y de vuestras grandes palabras de igualdad, que, a vuestros ojos, no somos sino la canalla".

La fraternidad, a partir de 1790, es lo que unificaba a la población trabajadora: "una horizontalidad conscientemente política, conscientemente emancipada de los yugos señoriales y patriarcales que la venían segmentando verticalmente [...] 'emanciparse' llegó entonces a significar para el pueblo llano 'hermanarse'". Y es la desaparición de esta "bestia horizontal", como la llamó el historiador E.P. Thompson, la que documenta Domènech en El eclipse de la fraternidad.

Desde la publicación del libro, tanto él como su esposa, Maria Julia Bartomeu, también filósofa y especializada en Kant, se dedicaron a continuar pensando el potencial transformador de las ideas revolucionarias y en cómo la historiografía contemporánea ha neutralizado la fuerza de muchas de ellas. Pero también han escrito en otras direcciones: sobre feminismo, renta básica, republicanismo, filosofía en lengua castellana o la idea de utopía.

¿Es El eclipse de la fraternidad el ensayo más importante en lengua castellana en lo que va de siglo?
Probablemente sí, aunque su centralidad debe buscarse menos en esa academia que mide el impacto a golpe de cita en artículos indexados, que en la cantidad de caminos que ha ido abriendo Domènech con sus escritos. Ya sea por su rechazo al mandarinismo o por su abrumadora erudición, de la que gozaba como una golosina, pero que lo alejaba de las columnas de opinión, el catalán nunca protagonizó portadas ni primeros planos: era siempre el pensador que estaba detrás de.

Por todo ello, una cosa es segura: sin Antoni Domènech —y sin sus libros— será mucho más difícil abrir puertas al futuro.

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